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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja mala nunca muere (57 page)

BOOK: Bruja mala nunca muere
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Satisfecha, cogí como pude la ensalada, el tarro de aliño y la salsa para la carne y abrí la puerta de mosquitera. Se cerró de un golpe tras de mí y los niños de Jenks chillaron, dispersándose por el cementerio. Ivy levantó la vista del periódico cuando dejé la ensalada y los tarros junto a ella.

—Oye, Rachel —dijo—, no me contaste al final de dónde sacaste la furgoneta. ¿Tuviste algún problema para devolverla?

—Yo no busqué la furgoneta, creía que lo habías hecho tú —contesté arqueando las cejas.

Al unísono nos giramos hacia Nick que seguía junto a la barbacoa dándonos la espalda.

—¿Nick? —pregunté y se irguió imperceptiblemente. Llena de curiosidad, agarré la salsa y me acerqué lentamente. Aparté a Jenks con la mano, lo agarré por la cintura y me arrimé a él, encantada al notar cómo recuperaba el aliento y me dedicaba una mirada cargada de especulación. ¡Qué demonios! Era un tío genial para ser humano.

—¿Tú robaste la furgoneta por mí? —le pregunté.

—La cogí prestada —dijo parpadeando y permaneciendo inmóvil.

—Gracias —dije sonriéndole y pasándole el tarro de salsa.

—Oh, Nick —se burló Jenks poniendo voz aguda—, eres mi héroe.

Resoplé con tono de fastidio. Con un suspiro dejé caer el brazo que rodeaba la cintura de Nick y di un paso atrás. A mi espalda oí un resoplido risueño de Ivy. Jenks hacía ruiditos de besos volando en círculos alrededor de Nick y de mí. Hasta que le lancé un manotazo. Jenks dio un salto hacia atrás y se quedó suspendido en el aire sorprendido de que casi lo alcanzase.

—Vale —dijo saliendo disparado a molestar a Ivy—, ¿y cómo va tu nuevo trabajo? —dijo arrastrando las palabras y aterrizando frente a ella.

—Cállate, Jenks —le advirtió.

—¿Trabajo? ¿Tienes otra misión? —le pregunté a Ivy, que abrió el periódico para esconderse tras él.

—¿No lo sabías? —dijo Jenks alegremente—. Edden lo ha arreglado con el juez para que Ivy haga trescientas horas de servicios para la comunidad por mandar a medio departamento de la AFI al hospital y allí lleva trabajando toda esta semana.

Con los ojos abiertos como platos me acerqué a la mesa. La esquina del periódico temblaba.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —dije sentándome en el banco frente a ella.

—Quizá porque tiene que vestir el uniforme de voluntaria —dijo Jenks. Nick y yo intercambiamos miradas incrédulas—. La vi salir para el trabajo ayer y la seguí. Tiene que ponerse una falda corta de rayitas rosas y blancas y una blusa con volantes. —Jenks se echó a reír levantando el vuelo al caerse de mi hombro—. Y medias blancas para taparse el culito. Queda de maravilla subida a su moto.

¿Una vampiresa de voluntaria en el hospital?, pensé intentando imaginármelo. Nick no pudo reprimir una carcajada que se convirtió en una tos. Los nudillos de Ivy se volvieron blancos al aferrarse con fuerza al periódico. Entre que era tarde y que la atmósfera era muy relajada sabía que le resultaría difícil evitar proyectar su aura y esto no ayudaba.

—Está en el centro médico infantil, cantando y jugando a las casitas —dijo Jenks casi sin aliento.

—Jenks —dijo Ivy entre dientes. Bajó el periódico lentamente e hice un esfuerzo por poner una expresión impasible ante su mirada oscura.

Agitando las alas, Jenks hizo una mueca y abrió la boca. Ivy enrolló el periódico y a la velocidad del sonido dio un fuerte golpe. El pixie salió disparado hacia el roble, riendo.

Todos nos giramos al oír crujir la puerta de madera de la entrada delantera.

—¿Hola? ¿Llego tarde? —dijo la voz de Keasley.

—¡Estamos detrás! —grité al ver la lenta sombra de Keasley avanzando por la hierba húmeda por el rocío y los silenciosos árboles y arbustos.

—He traído el vino —dijo cuando estuvo más cerca—, el tinto va con la carne, ¿no?

—Gracias, Keasley —dije cogiendo la botella—, no hacía falta que te molestases.

Sonrió y me ofreció un sobre acolchado que llevaba bajo el brazo.

—Esto también es tuyo —dijo—, el mensajero no quiso dejarlo en la puerta esta tarde, así que he firmado por ti.

—¡No! —gritó Ivy lanzándose por encima de la mesa para interceptarlo. Jenks también se lanzó desde el roble chasqueando las alas. Enfadada, Ivy se lo arrebató de las manos. Keasley le dedicó una mirada oscura y luego se fue a ver cómo iba Nick con la carne.

—Ya ha pasado más de una semana —dije con tono de fastidio secándome la mano de las gotas de condensación de la botella de vino—, ¿cuándo vas a dejarme abrir mi propio correo?

Ivy no dijo nada y se acercó la vela de citronela para leer el remitente en el sobre.

—En cuanto Trent deje de enviarte cartas —dijo en voz baja.

—¡Trent! —exclamé. Preocupada me recogí un mechón de pelo tras la oreja y me acordé de la carpeta que le había dado a Edden hace dos días. Nick apartó su atención de la carne con la preocupación marcada en su alargada cara.

—¿Qué quiere? —musité deseando que no notasen lo agitada que estaba.

Ivy miró a Jenks y el pixie se encogió de hombros.

—Está limpio —dijo—, ábrelo.

—Por supuesto que está limpio —gruñó Keasley—, ¿crees que le daría una carta hechizada?

El sobre no pesaba nada cuando lo cogí de la mano de Ivy. Nerviosa, deslicé una uña recién pintada bajo la solapa para rasgarla. Había un bulto dentro y sacudí el sobre bocabajo sobre mi palma. Mi anillo para el meñique cayó en mi mano. Me quedé pasmada.

—¡Es mi anillo! —dije. El corazón comenzó a latirme con fuerza. Me miré la otra mano y me asusté al no verlo allí. Levanté la vista para comprobar la sorpresa de Nick y la preocupación de Ivy—. ¿Cómo…? —balbuceé sin recordar siquiera haberlo perdido—. ¿Cuándo…? Jenks, no lo perdí en su oficina, ¿verdad?

Mi voz sonó aguda y se me hizo un nudo en el estómago cuando negó con la cabeza y sus alas se oscurecieron.

—No llevabas ninguna joya esa noche —dijo—. Ha debido de conseguirlo después.

—¿Hay algo más? —preguntó Ivy con tono cuidadosamente neutral.

—Sí. —Tragué saliva y me puse el anillo. Lo noté raro por un instante y luego me sentí cómoda. Con los dedos fríos, saqué un grueso papel que olía a pino y manzana—. «Señorita Morgan» —leí lentamente con voz temblorosa—, «enhorabuena por su nueva independencia. Cuando vea que en realidad es una ilusión, yo le enseñaré la verdadera libertad».

Dejé el papel en la mesa. La sensación de intranquilidad al saber que me había visto dormir se diluyó al saber que eso era lo único que había hecho. Mi chantaje era firme y había funcionado.

Tambaleándome apoyé el codo en la mesa y reposé la frente en las manos, aliviada. Trent me había quitado el anillo del dedo mientras dormía únicamente por una razón, para demostrar que podía. Yo me había infiltrado en su «casa» tres veces, cada vez más íntima y descuidadamente que la anterior. Que pudiese volver a hacerlo cuando quisiera probablemente fuese intolerable para Trent. Había sentido la necesidad de vengarse, demostrar que podía hacer lo mismo. Había logrado afectarle y eso me descargaba en gran medida de mi rabia y mi sentimiento de vulnerabilidad.

Jenks se lanzó para sobrevolar la nota.

—Maldito saco de babosas —dijo muy enfadado soltando polvo pixie—. ¡Ha pasado por delante de mí! ¡Ha pasado por delante de mí! ¿Cómo demonios lo ha hecho?

Con expresión seria cogí el sobre y advertí que el matasellos era del día siguiente al que escapé de sus perros. Este hombre trabajaba rápido, lo reconozco. Me preguntaba si habría sido Quen en persona quien entró. Yo apostaba por el propio Trent.

—¿Rachel? —dijo Jenks aterrizando en mi hombro probablemente preocupado ante mi silencio—, ¿estás bien?

Observé la preocupada expresión de Ivy sentada frente a mí y pensé que debía ser capaz de reírme de esta situación.

—Voy a acabar con él —dije de farol.

Jenks se elevó entrechocando las alas alarmado. Nick se apartó de la barbacoa e Ivy se puso tensa.

—Eh, espera un momento —dijo mirando a Jenks de reojo.

—¡Nadie me hace esto a mí! —añadí apretando las mandíbulas para no dejar escapar una sonrisa que lo echase todo por tierra.

Keasley arrugó la frente y entornó los ojos recostándose en la silla.

Ivy se quedó más pálida de lo habitual bajo la luz de la vela.

—Tranquila, Rachel —me advirtió—. No ha hecho nada. Solo quería tener la última palabra. Olvídalo.

—¡Voy a volver! —grité levantándome por si acaso estaba forzando la situación demasiado y se lanzaba contra mí—. Se va a enterar —dije sacudiendo un brazo—. Me colaré y le robaré sus malditas gafas para enviárselas por correo con una maldita felicitación de cumpleaños.

Ivy se puso en pie con los ojos negros.

—¡Si haces eso te matará!

¿De verdad se pensaba que iba a volver? ¿Estaba loca? Me tembló la barbilla al intentar no reírme. Keasley se dio cuenta y soltó una risita alargando el brazo hacia la botella de vino. Ivy se giró con la velocidad de un vampiro.

—¿De qué te ríes, brujo? —dijo, inclinándose hacia él—. Es un suicidio. Jenks, dile que es un suicidio. No pienso dejarte ir, Rachel. Lo juro, te ataré al tronco de Jenks antes que dejarte volver.

Sus dientes brillaban bajo la luz de la luna y estaba a punto de estallar. Una palabra más y cumpliría su amenaza.

—Vale —dije relajadamente—, tienes razón. Lo dejaré en paz.

Ivy se quedó helada. Un fuerte suspiro salió de Nick. Keasley le quitaba lentamente el envoltorio al tapón del vino.

—Vaya, vaya, se ha quedado contigo, Tamwood —dijo riéndose abiertamente—, te lo has creído por completo.

Ivy me miró fijamente. Su perfecto rostro quedó nublado por la sorpresa al comprender que la había pillado. Su expresión de asombro pronto se tornó aliviada y después fastidiada. Respiró hondo y contuvo la respiración. Con los ojos fijos y expresión enfadada, se dejó caer en el banco y sacudió el periódico.

Jenks se reía haciendo círculos de polvo pixie que brillaba como rayos de sol sobre sus hombros. Sonriente, me levanté y me acerqué a la barbacoa. Había estado bien, casi tan bien como robar el disco.

—¿Qué, Nick? —dije acercándome por detrás—. ¿Están ya esas chuletas?

Me dedicó una media sonrisa.

—Marchando, Rachel.

Bien, ya me preocuparía del resto más tarde.

KIM HARRISON, nació y creció en el Medio Oeste de Estados Unido. Después de licenciarse en Ciencias, se mudó a Carolina del Sur, donde vive desde entonces. Ha sido galardonada con premios como el PEARL y el Romantic Times, y figura de manera habitual en la lista de superventas de
The New York Times
.

Sus relatos han sido publicados junto con los de algunas de las mejores del género: Meg Cabot y Stephenie Meyer.

Sus novelas incluyen
Bruja mala nunca muere
,
El bueno, el feo y la bruja
,
Antes bruja que muerta
,
Por un puñado de hechizos
,
Por unos demonios más
y
Fuera de la ley
, además de otros tres títulos, que también han alcanzado el número 1 en ventas en EE. UU.

Notas

[1]
N. del t.: En inglés, acantilado, abrupto o borde.
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