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Authors: Jude Watson

Cautivos del Templo (4 page)

BOOK: Cautivos del Templo
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Quizá me esté haciendo ilusiones, pero no me importa
, pensó Obi-Wan.
Tengo que pensar como un Jedi, aunque el Consejo no quiera que lo haga
.

En lugar de dirigirse a su dormitorio, Obi-Wan se dirigió al Centro Técnico. Estaba seguro de que Miro Daroon le proporcionaría un nuevo intercomunicador.

En el pasillo vio frente a él a una figura conocida que venía comiendo una pieza de fruta muja. Era Siri, una compañera. Él no la conocía muy bien, pero sabía que había sido amiga de Bruck. Quizá si le preguntaba, ella le daría alguna pista sobre el chico y él podría volver al Consejo con la información.

La llamó por su nombre. Ella se detuvo y se dio la vuelta. El impacto de sus ojos azules era como una ola encrespada. Siri siempre había sido preciosa, pero detestaba que le hicieran comentarios sobre ello. Llevaba el pelo rubio cortísimo y apartado de la frente. Ese estilo masculino era, probablemente, un intento de ocultar su belleza, pero lo único que conseguía era destacar sus inteligentes ojos y su brillante tez.

Cuando vio quién la había llamado, su gesto amable se enfrió. Obi-Wan se preguntó por qué. Nunca habían sido amigos, pero tampoco se habían llevado mal. Siri tenía dos años menos que Obi-Wan, pero sus capacidades la habían llevado a la clase de sable láser de Bruck y Obi-Wan. Había sido una extraordinaria contrincante. Obi-Wan pensaba que tenía un estilo atlético y una gran concentración. Al contrario que otros estudiantes, durante un duelo, Siri no se dejaba llevar nunca por emociones como la rabia o el miedo, y nunca se metía en pequeñas disputas. Obi-Wan pensaba que la chica se concentraba demasiado. En los ratos libres, nunca parecía relajada ni dispuesta a unirse a las bromas y a la diversión del resto de los estudiantes.

—Obi-Wan Kenobi —dijo Siri sin emoción—. Oí que habías vuelto —mordió un pedazo de fruta.

—Siri, tú eras amiga de Bruck —dijo Obi-Wan rápidamente—. ¿Percibiste algún indicio de ira o de rebeldía en él durante los últimos meses? ¿O cualquier otra cosa fuera de lo normal?

Siri masticó, mirándole sin responder.

Obi-Wan se sintió incómodo y se dio cuenta de que, en los últimos tiempos, ser amigo de Bruck no era exactamente beneficioso. Había soltado la pregunta sin pensarlo, ansioso por obtener una respuesta y consciente de la falta de tiempo. Supuso que tendría que haber formulado la pregunta de forma más diplomática.

Mientras Obi-Wan pensaba otra forma de decirlo, Siri tragó y giró la pieza de fruta en la mano para buscar el siguiente lugar en el que hincar el diente.

—¿Y a ti qué te importa? —preguntó ella.

Su rudeza sorprendió a Obi-Wan, que hizo un esfuerzo para no soltarle una réplica del mismo estilo.

—Quiero ayudar a Qui-Gon a atrapar a Bruck y al intruso... —comenzó a explicar pacientemente.

—Espera un segundo —le interrumpió Siri—. Yo creía que Qui-Gon Jinn te había expulsado. Y que tú habías pasado de los Jedi.

Obi-Wan se enfadó.

—Yo no pasé de los Jedi —dijo irritado—. Y en lo que respecta a Qui-Gon, nosotros... —Obi-Wan se detuvo. ¡No tenía por qué dar explicaciones a Siri! Ella estaba ahí, mascando su fruta y mirándole como si fuera un experimento de laboratorio— No deberías hacer caso de los cotilleos —le dijo.

—¿Entonces por qué quieres que cotillee sobre Bruck? —le replicó Siri sin perder la calma. Volvió a morder la muja.

Obi-Wan estaba enfadado, pero respiró hondo. La conversación no iba bien, eso estaba claro.

—El Templo está siendo asediado —dijo, esforzándose por no perder la calma—. Pensé que querrías ayudar.

Siri se puso roja.

—No tengo que ayudarte, Obi-Wan. Ni siquiera eres un Jedi. Pero, para tu información, yo no era amiga de Bruck. Él sólo se pegaba a mí de vez en cuando para copiarme los movimientos de sable láser. Él sabía que yo luchaba mejor que él. Igual que el resto de la clase. Yo pensaba que era aburrido porque siempre intentaba impresionarme. Eso es todo sobre nuestra supuesta amistad. ¿Vale?

—Vale —dijo Obi-Wan—, pero si recuerdas algo...

—Y otra cosa —le interrumpió Siri echando chispas por los ojos—. A mí me importa mucho el Templo. Eres tú el que abandonó a los Jedi. Y al hacerlo pusiste en duda el compromiso de todos los padawan, presentes y futuros. Conseguiste que los Caballeros Jedi nos preguntáramos si teníamos el nivel de compromiso que debíamos tener. ¡Eres casi tan malo como Bruck!

Las palabras de Siri impactaron en su cara como bofetadas con la mano abierta. El rostro de Obi-Wan enrojeció. ¿Era eso lo que pensaban los otros estudiantes? ¿Que les había traicionado?

Obi-Wan no había pensado que su decisión pudiera haber puesto en duda el compromiso de los otros padawan. Si estuviera en una situación similar, ¿ayudaría él a alguien que hubiera hecho lo que él hizo?

Con cada encuentro en el Templo, Obi-Wan se hacía una idea más clara de las consecuencias que había provocado su decisión de quedarse en Melida/Daan. Ahora se daba cuenta de que su acción había dejado una estela de consecuencias mayor de lo que pensaba.

Por ti mismo las decisiones tomas, pero que también afectan a aquellos que permanecen en silencio a tus espaldas recordar debes.

¿Cuántas veces había oído a Yoda decir aquello? Ahora, el significado estaba tan claro que parecía burlarse de él con su simplicidad. Comprendió a la perfección lo que Yoda quería decir. Tenía que haberlo entendido antes.

Siri parecía un tanto arrepentida de sus palabras. Sus mejillas estaban casi tan rojas como las de Obi-Wan.

—Si te acuerdas de algo que pueda servir de ayuda, por favor, ve a ver a Qui-Gon —dijo Obi-Wan.

—Lo haré —murmuró Siri—. Obi-Wan...

Pero él no podría soportar oír una disculpa o una excusa. Sabía que Siri había soltado lo que encerraba en su corazón.

—Tengo que irme —le interrumpió Obi-Wan, y se alejó rápidamente.

Capítulo 6

Qui-Gon estaba en el Centro Técnico junto a Miro Daroon. Alrededor de ellos se curvaba una pantalla azul que recorría toda la pared de la sala circular. La pantalla mostraba diagramas de todos los túneles, pasillos de servicio, pasarelas y conductos del Templo Jedi.

Al principio, los diseños esquemáticos le parecieron laberínticos a Qui-Gon, pero, con la ayuda de Miro, aprendió a entender la lógica de los diagramas.

Pero la lógica no le había ayudado a comprender al intruso. Había docenas de túneles lo suficientemente altos como para que alguien de la talla de Bruck caminara de pie por su interior. Los conductos estaban convenientemente situados en todos los pisos, y comunicaban pequeñas estancias en cada área del Templo, excepto en aquellas con seguridad restringida, como la Cámara del Tesoro.

El problema consistía en descubrir cómo se movía el intruso y en anular esa capacidad. Qui-Gon ya había llamado a la Jedi Tahl, su compañera en la investigación, para que enviara equipos de búsqueda que peinaran la infraestructura. Pero eso llevaría tiempo, un tiempo con el que no contaban. Aún tenía esperanzas de obtener alguna pista.

La puerta siseó al abrirse tras ellos. Qui-Gon atisbó a Obi-Wan en el reflejo de la pantalla y comprobó que el chico, al verle, se detenía inmediatamente.

—¿Tenemos algún otro problema adicional? —preguntó rápidamente Qui-Gon a Miro.

Quería que Obi-Wan se quedara, pero no podía pedírselo. Eso sería ir contra los designios del Consejo. Pero pensó que si Miro y él comenzaban a hablar de los problemas del Templo, y Qui-Gon no le pedía que se marchase, Obi-Wan se quedaría.

Así que esto es lo que quiso decir Yoda
, pensó Qui-Gon.

Miro suspiró. Era un alienígena grande del planeta Pitón. Su constitución era muy delgada. Tenía la frente ancha y los ojos claros, casi blancos. En su planeta, los pitonianos vivían bajo tierra y apenas tenían pigmentación en la piel, que era casi transparente. No tenían pelo, y Miro llevaba sombrero y gafas tintadas para protegerse los ojos de la luz.

—Cuando intenté reparar la energía de los turboascensores de servicio del área del lago, la circulación del aire falló en el ala norte. Tenemos que llevarnos a todos los estudiantes a los barracones temporales del edificio principal.

En el reflejo de la pantalla, Qui-Gon vio a Obi-Wan estudiando los diagramas.

—Así que ahora ya son dos las alas del Templo que se han cerrado —murmuró Qui-Gon pensativo—. Debes de estar muy frustrado, Miro.

La apenada expresión de Miro pasó a reflejar todavía más disgusto.

—Frustrado no lo expresa totalmente, Qui-Gon. Conozco este sistema como la palma de mi mano, pero cuando arreglo un problema, aparecen otros tres. Es difícil llevar este ritmo. Nunca había visto un sabotaje tan elaborado, ni siquiera en los modelos simulados. El último recurso que me queda es apagar todo el sistema y ejecutar mi propio programa, pero no quiero tener que hacerlo.

A Qui-Gon le disgustó saber eso. Miro era un técnico experto, brillante e intuitivo. Había que ser un genio para confundirle, y Bruck no lo era en absoluto. Buscaban a alguien escurridizo que odiaba a los Jedi, y con gran habilidad para el subterfugio. Y ahora, además, resultaba que también era ingeniero técnico.

Qui-Gon se quedó de piedra. Lo había tenido en mente desde hacía algún tiempo. Era un pensamiento frío e insidioso, como el agua metiéndose por las grietas de una roca. Ahora, la certeza le congeló y la roca se rompió en mil pedazos.

—Xánatos —murmuró.

Obi-Wan se asustó. Miro contempló a Qui-Gon perplejo.

—¿Crees que Xánatos está implicado en esto?

—Es posible... —murmuró Qui-Gon.

Las pistas llevaban un tiempo revelándolo. Había percibido un motivo de venganza personal en aquella operación. Xánatos sentía un odio implacable por los Jedi. Un odio que sólo era superado por el que sentía hacia Qui-Gon.

Y luego estaba la sensación que tuvo en la Estancia de las Mil Fuentes... ¿Estaría Xánatos por allí?

Interrupción + desmoralización + distracción = devastación. Durante aquella misión, Xánatos era su padawan. Por aquel entonces tenía dieciséis años. Seguro que recordaba la fórmula.

—Me acuerdo de él —dijo Miro en voz baja—. Era un año menor que yo, pero era el único alumno Jedi capaz de construir mejores modelos de infraestructura técnica que yo.

Qui-Gon asintió. La mente del joven Xánatos fue lo primero que atrajo a Qui-Gon. Lo primero que le hizo preguntarse si sería un buen padawan.

En ese momento, Qui-Gon tomó una decisión. No se le permitía involucrar a Obi-Wan en la investigación, pero las cosas habían cambiado.

Se dio la vuelta para mirar a Obi-Wan por primera vez.

—Necesito tu ayuda —dijo.

Capítulo 7

Obi-Wan se quedó de una pieza ante las palabras de Qui-Gon.

—Tengo que ver a Tahl e informarle de todo esto —dijo Qui-Gon—. Quiero que vengas conmigo.

—Pero el Consejo...

—Es mi investigación —dijo Qui-Gon con firmeza—. Ya te has enfrentado antes a Xánatos. Podrías ser útil. Así que ven.

Obi-Wan siguió a Qui-Gon hasta el pasillo. Caminaba a su lado sintiendo un atisbo de alegría al ver que sus pasos coincidían con su propio ritmo. No sólo podía redimirse ayudando al Templo, sino que iba a trabajar de nuevo con Qui-Gon. Incluso si le confinaban a la investigación más superficial, aceptaría con agrado todo lo que le dieran. Era el primer paso para recuperar la confianza del Consejo.

Cuando llegaron, Tahl estaba comprobando el estado de los equipos de búsqueda. La Maestra les miró con una expresión preocupada en su dulce rostro. Obi-Wan no había vuelto a verla desde Melida/Daan. Tras su rescate había estado enferma, delgada y ojerosa. Ahora, sus extraordinarios ojos a rayas verdes y doradas estaban ciegos, pero brillaban contrastando con el tono oscuro de su piel.

—Todavía nada —dijo ella a modo de saludo—. ¿Quién está contigo, Qui-Gon? —se detuvo—. Es Obi-Wan, ¿no?

—Sí —dijo Obi-Wan indeciso. No sabía cómo reaccionaría ella ante su presencia. Después de todo, para poder volar las torres deflectantes de los Jóvenes, él había robado el transporte que iba a servir para sacarla a ella del planeta. ¿Le guardaría rencor? El alivio recorrió su cuerpo cuando ella sonrió.

—Bien, me alegro —hizo una mueca—. Tienes talento para rescatarme. Eso podría ser útil. Yo, me temo, no he tenido suerte.

—Tengo noticias —dijo Qui-Gon con decisión. A continuación describió rápidamente sus sospechas respecto a Xánatos.

Mientras Qui-Gon hablaba, Obi-Wan se dio cuenta de que Tahl dudaba de sus suposiciones. Cuando Qui-Gon estaba terminando, ella comenzó a negar con la cabeza lentamente.

—Te estás dejando llevar por la lógica, amigo mío —dijo Tahl.

—Es un hecho que Xánatos era conocido por su ingenio técnico —replicó Qui-Gon.

Ella hizo un gesto con la mano.

—Como muchos otros en la galaxia.

—Ninguno tan bueno como alguien que sea o haya sido un Jedi —señaló Qui-Gon—. Debemos buscar el paradero de Xánatos. Podríamos encontrar pistas.

—No dudo de tus conclusiones, Qui-Gon, pero ¿y si te equivocas? Si nos concentramos en un solo sospechoso podríamos perder el tiempo.

El indicador luminoso sobre la puerta de Tahl se encendió anunciando un visitante. Al mismo tiempo se oyó un timbre silenciado. Tahl golpeó impaciente el botón de acceso en el teclado de su escritorio. La puerta se deslizó a un lado.

—¿Quién es? —preguntó con brusquedad. Obi-Wan comprobó sorprendido que era Siri.

—Miro Daroon me dijo que Qui-Gon estaría aquí —dijo Siri—. Obi-Wan me dijo que le contara cualquier cosa extraña que recordara de Bruck.

—¿Sí? —preguntó Qui-Gon amablemente—. Cualquier cosa sería útil.

Siri dio un paso adelante y entró en la habitación.

—Quizá no signifique nada..., pero hace unos meses tuve una conversación muy rara con Bruck. Me habló de su padre.

Obi-Wan y Qui-Gon intercambiaron una mirada de sorpresa. Los escogidos por los Jedi renunciaban a su familia. El Templo se convertía en su hogar. De esa forma, su lealtad no podía ser utilizada ni dividida. Todos se comprometían a una conexión más profunda y duradera, la de la Fuerza. Era muy poco frecuente que un Jedi mencionara, o incluso pensara en sus padres, sobre todo a la edad de Bruck.

—Yo no entendía cómo había recibido noticias de su padre o por qué estaba tan interesado en él —continuó Siri—. Le pregunté por qué le había dado por ahí. El Templo es nuestro hogar y los Jedi nuestra familia. Y estos lazos se renuevan cada día. Ahora mismo son lo más fuerte que hay en nuestras vidas. Pero lo raro no era solamente que mencionara a su padre, sino su actitud —añadió Siri en tono dubitativo.

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