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Authors: John Marsden

Tags: #Aventuras

Cuando la guerra empiece (34 page)

BOOK: Cuando la guerra empiece
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—Le han pegado un tiro, Ellie.

Su voz me devolvió a la realidad. Me acerqué corriendo y me arrodillé al lado de Corrie. Oí las exclamaciones de Homer y los demás cuando entraron en el cobertizo, pero mi atención estaba centrada en ella. Le salía un poco de sangre de la boca, unas pequeñas y minúsculas pompas de sangre rosada.

—¿Dónde la han herido? —les pregunté.

—En la espalda —contestó Chris. Mantenía una calma casi antinatural.

Robyn estaba sollozando en silencio; Kevin estaba temblando.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Fi, acercándose.

Alcé la mirada hacia ella. Sus enormes ojos parecían llenarle la cara, presa del horror.

—Tendremos que llevarla al pueblo —respondió Homer—. Sabemos que el hospital sigue en funcionamiento. Tendremos que confiar en ellos para que la curen. No hay otra opción.

Tenía razón. No había otra opción.

—Iré por el Land Rover —dije, poniéndome en pie.

—No —dijo Homer enseguida—. El Mercedes todavía está aquí. Está más cerca y el viaje será mejor para ella.

Corrí a cogerlo. Lo acerqué al cobertizo y salí de un salto para ayudar a levantar a Corrie y meterla dentro. Pero para eso no me necesitaban; la movieron despacio y con cuidado y la dejaron en el asiento de atrás. Después cubrimos el suelo con sacos de arpillera y protegimos a Corrie con cojines por todas partes para que no pudiera moverse. Contuve mis sollozos al verla allí tumbada, con el pecho subiendo y bajando lentamente con cada gorgoteante respiración. Aquella era mi querida Corrie, mi amiga de toda la vida. Si Homer era mi hermano, ella era mi hermana. Su rostro se veía muy plácido, pero percibía que se libraba una terrible batalla dentro de su cuerpo, una lucha a muerte. Me enderecé y me volví hacia los demás. Homer estaba hablando.

—Esto va a sonar cruel —decía—, pero lo único que podemos hacer es llevarla a las puertas del hospital, abandonar el coche con Corrie dentro, llamar al timbre y salir pitando. Tenemos que pensar de forma racional. Siete personas son mejor que seis. Si perdemos no solo a Corrie sino a alguien más, eso nos dejará muy debilitados. Por no hablar de las preguntas desagradables que tendrá que responder esa persona.

—No —objetó Kevin, poniéndose en pie—. No. No me importa lo que sea racional o lo que sea lógico. Corrie es mi novia, y no voy a dejarla tirada y salir corriendo. Tenemos que hacerlo yo o Ellie, porque somos los únicos que conducimos, y Ellie, si no te importa, preferiría hacerlo yo.

No dije nada, no me moví siquiera. No podía.

Kevin se fue hacia el asiento del conductor y se sentó en él. Fi se asomo a través de la ventanilla y le dio un beso. Él le sujeto el brazo un breve instante y después la soltó.

—Buena suerte, Kevin —le deseó Lee.

—Sí —dijo Homer mientras el coche arrancaba en marcha atrás—. Suerte, Kevin.

Chris dio unas palmaditas al capó del coche. Robyn lloraba demasiado para poder hablar. Yo corrí hacia la parte delantera del coche y me apoyé en la ventanilla del conductor, caminando al ritmo del coche mientras este seguía retrocediendo.

—Kevin —le dije—. Dile a Corrie que estaré esperándola.

—De tu parte —respondió él.

—Y a ti, Kevin.

—Gracias, Ellie.

El coche había salido a la explanada y empezaba a girar. Kevin puso la primera, encendió las luces y se alejó. Vi su cara de concentración mientras evitaba los baches del camino de entrada. Sabía que Corrie estaba en buenas manos, y entendí también el porqué de las luces. Me quedé allí mirando hasta que el resplandor rojo de las luces traseras hubo desaparecido a lo lejos.

—Vámonos a casa —dijo Homer—, al Infierno.

Epílogo

Es difícil decidir dónde empezar las historias. Me parece recordaba que lo había dicho al principio de esta. Pero también es difícil decidir dónde acabarlas. Nuestra historia no ha terminado todavía. Llevamos una semana aquí aislados desde que Kevin se fue llevando a Corrie en el asiento trasero del coche. He estado escribiendo frenéticamente todo este tiempo, pero los demás han pasado mucho tiempo en lo alto de la Costura del Sastre, oteando. No ha habido señales de patrullas por el momento, por lo que pensamos que Kevin ha podido engañarlos inventándose dónde han estado escondidos él y Corrie. Ese material de acampada seguía en el templo masónico, y a lo mejor se acordó de eso y supo sacarle provecho.

No hablamos de las demás posibilidades, de que Kevin pudiera no haber llegado hasta el hospital, por ejemplo. No sabemos qué les habrá pasado, pero rezo diez veces al día por ellos. Si paso aunque sea una hora sin pensar en ellos, me siento culpable.

Me alegro de haber puesto nuestra historia al día. Supongo que ahora tendré que enseñársela a los demás. Ojalá les guste. Es bueno dejar un testimonio, ser recordados. No dejo de pensar en la caja metálica del Ermitaño. Sin eso, no habríamos sabido nada de él, excepto los rumores, que no ofrecían mucha luz.

No sé cuánto tiempo nos quedaremos aquí. Quizá tanto como el Ermitaño. Tenemos gallinas y hemos plantado verduras, y no hemos perdido la esperanza de conseguir hurones y redes. A eso habían ido Kevin y Corrie aquella noche, a la propiedad del tío de Kevin, a conseguirlos. Ni siquiera llegaron a ver a los soldados que les dispararon. De pronto, había balas volando, y una alcanzó a Corrie. Kevin volvió atrás, la recogió y la llevó en brazos hasta mi casa.

Lealtad, coraje, bondad. Me pregunto si eso también son invenciones humanas, o si simplemente existen.

Miro a mi alrededor. Allí está Homer, haciendo listas y trazando planes.

Dios sabe qué nos estará preparando. Robyn está leyendo la Biblia. Reza en silencio todas las noches. Me cae bien, y me gusta lo sólidas que son sus creencias. Chris también está escribiendo, seguramente una poesía. No he comprendido ninguna de las que me ha enseñado hasta ahora —dudo de que él mismo las entienda—, pero intento hacer comentarios inteligentes sobre ellas. Fi está plantando postes para montar un corral más grande. Lee está sentado a mi lado, intentando montar una trampa para conejos. No parece probable que con eso pueda atrapar un conejo cuyo coeficiente intelectual sea superior a diez, pero quién sabe. Igual el coeficiente de los conejos se mide con cifras de un solo dígito. En todo caso, me gusta la forma en que Lee se para cada tantos minutos para acariciarme la pierna con sus dedos enjutos y tostados.

Tenemos que hacer piña, es lo único que sé. Todos sacamos de quicio a los demás en algunas ocasiones, pero no quiero terminar aquí sola, como el Ermitaño. Entonces sí que esto sería el infierno. Los seres humanos hacen cosas tan horribles los unos a los otros que a veces mi cerebro me dice que deben de ser malvados. Pero mi corazón no está tan seguro.

Solo espero que seamos capaces de sobrevivir.

Nota del Autor

La ambientación de este libro está basada en lugares reales. El Infierno es un reflejo razonablemente exacto de Terrible Hollow, una hondonada de los Alpes Australianos, cerca del monte Howitt, en el estado de Victoria. Unos pequeños despeñaderos, parecidos a escalones, descienden hacia la hondonada, y se conocen con el nombre de Devil's Staircase («la Escalera del Diablo»). La Costura del Sastre es Crosscut Saw («el Serrucho»), una prolongada cadena rocosa que se extiende varios kilómetros desde el monte Howitt hasta el monte Speculation, pasando por otros picos corno Big Hill y el monte Buggery. Es una ruta especialmente apreciada por los excursionistas, y ofrece excelentes vistas a la ensenada conocida como Terrible Hollow.

Es un hecho comúnmente aceptado entre los lugareños que un ermitaño vivió en el monte Howitt y Terrible Hollow o por sus alrededores durante años. Ha habido testimonios visuales, sobre todo a finales de la década de los setenta. En 1986, un montañista, Scott Vickers-Willis, encontró un precioso bastón tallado a mano escondido en un matorral en los límites de Terrible Hollow. Yo mismo he visto este bastón, que todavía se halla en posesión del señor Vickers-Willis; este sorprendente hallazgo, en una parte tan recóndita y agreste del mundo, apoya la veracidad de la historia del ermitaño.

Otros escenarios que aparecen en
Mañana, cuando la guerra empiece
, son China Walls («Las Murallas Chinas»), una zona escarpada que se ubica en unos terrenos privados cercanos a Khancoban, en el estado de Nueva Gales del Sur, y el largo puente de madera que atraviesa el río Murrumbidgee, en Gundagai (Nueva Gales del Sur). No obstante, la geografía descrita en este libro puede encontrarse en general en cualquiera de los estados australianos.

JOHN MARSDEN, es conocido principalmente por sus novelas para jóvenes adultos, que han sido traducidas a nueve idiomas.

Marsden trabajó como profesor hasta que comenzó a lograr sus primeros éxitos literarios, vendiendo más de cinco millones de ejemplares a lo largo de su carrera.

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