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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantasía

Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media (2 page)

BOOK: Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media
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Puede que las notas resulten en algunas partes excesivamente densas, pero se verá que en los casos extremos (como en «El desastre de los Campos Gladios») se deben menos al editor que al autor, que en sus obras tardías tendía a componer de este modo, llevando varios temas al mismo tiempo mediante notas entrelazadas. En todo momento he intentado poner en claro qué es lo que pertenece al editor y qué no. Y a causa de esta abundancia de material original, en las notas y los apéndices, me pareció mejor no restringir las referencias a las páginas del índice, sino cubrir con ellas el libro entero excepto la Introducción.

He supuesto en todo momento por parte del lector una familiaridad suficiente con la obra publicada de mi padre (más específicamente con
El Señor de los Anillos
), pues de lo contrario se habrían agrandado en exceso las aclaraciones adicionales, que para algunos ya serán más que suficientes. No obstante, he incluido cortas notas definitorias en casi todos los artículos más importantes del índice, con la esperanza de ahorrarle al lector la consulta constante de otros materiales. Si he dado alguna explicación inadecuada o he sido involuntariamente oscuro, la
Complete Guide to Middle-earth (Guía completa de la Tierra Media)
del señor Robert Foster constituye, como pude comprobarlo mediante una frecuente consulta, una admirable obra de referencia.

Primera Parte

La Primera Edad

I
De Tuor y su llegada a Gondolin

R
ían, esposa de Huor, vivía con el pueblo de la Casa de Hador; pero cuando llegó a Dor-Lómin supo del rumor de la Nirnaeth Arnoediad, y sin embargo no tuvo nuevas de su señor, empezó a desesperar y echó a andar sola por el descampado. Allí habría perecido, pero los Elfos Grises acudieron a ayudarla. Porque parte de este pueblo tenía su morada en las montañas al oeste del Lago Mithrim; y allí la condujeron y dio allí a luz a un hijo antes que terminara el Año de la Lamentación.

Y Rían dijo a los Elfos:

—Sea llamado
Tuor
, porque ése es el nombre que le dio su padre antes de que la guerra se interpusiera entre nosotros. Y os ruego que lo criéis y lo mantengáis oculto a vuestro cuidado; porque preveo que será ocasión de un gran bien para los Elfos y para los Hombres. Pero yo he de ir en busca de Huor, mi señor.

Entonces los Elfos se apiadaron de ella; pero un tal Annael, el único de entre todos los de ese pueblo que había vuelto de la Nirnaeth, le dijo:

—Ay, señora, se ha sabido que Huor cayó junto a Húrin, su hermano; y yace, según creo, en el gran montón de muertos que los Orcos han levantado en el campo de batalla.

Por tanto, Rían se puso en camino y abandonó la morada de los Elfos y atravesó la tierra de Mithrim y llegó por fin a la Haudh-en-Nelengin en el yermo de Anfauglith, y allí se tendió y murió. Pero los Elfos cuidaron del pequeño hijo de Huor, y Tuor creció entre ellos; y era blanco de cara y de cabellos dorados, como los parientes de su padre, y se hizo fuerte y alto y valiente, y como había sido criado por los Elfos tenía conocimientos y habilidad semejantes a los de los príncipes de los Edain antes de que la ruina asolara el Norte.

Pero con el paso de los años, la vida de los habitantes de Hithlum que quedaban todavía, Elfos u Hombres, fue volviéndose más dura y peligrosa. Porque como en otra parte se cuenta, Morgoth quebrantó la promesa que había hecho a los Hombres del Este, les negó las ricas tierras de Beleriand que habían codiciado, y llevó a este pueblo malvado a Hithlum y les ordenó morar allí. Y aunque ya no amaban a Morgoth, lo servían aún por miedo, y odiaban a todo el pueblo de los Elfos; y despreciaron al resto de la Casa de Hador (ancianos y mujeres y niños en su mayoría) y los oprimieron, y desposaron a las mujeres por la fuerza, y tomaron tierras y bienes y esclavizaron a los niños. Los Orcos iban de un lado a otro por el país y perseguían a los Elfos demorados hasta las fortalezas de las montañas, y se llevaban a muchos cautivos a las minas de Angband para que trabajaran allí como esclavos de Morgoth.

Por tanto, Annael condujo a su pequeño pueblo a las cuevas de Androth, y allí tuvieron una vida dura y fatigosa, hasta que Tuor cumplió quince años y fue hábil en el manejo de las armas, el hacha y el arco de los Elfos Grises; y el corazón se le enardeció al escuchar la historia de las penurias de los suyos y deseó ponerse en camino para vengarse de los Orcos y los Hombres del Este. Pero Annael se lo prohibió.

—Lejos de aquí, según creo, te aguarda la perdición, Tuor, hijo de Huor —dijo—. Y esta tierra no se verá libre de la sombra de Morgoth en tanto la misma Thangorodrim no sea derribada. Por tanto, hemos resuelto abandonarla y partir hacia el sur; y tú vendrás con nosotros.

—Pero ¿cómo escapar a la red de nuestros enemigos? Porque sin duda la marcha de un número tan crecido no pasará inadvertida.

—No avanzaremos al descubierto —dijo Annael—, y si la fortuna nos acompaña, llegaremos al camino secreto que llamamos Annon-in-Gelydh, la Puerta de los Noldor; porque fue construido por la sabiduría de ese pueblo, mucho tiempo atrás, en días de Turgon.

Al oír ese nombre Tuor se sobresaltó, aunque no supo por qué; e interrogó a Annael acerca de Turgon.

—Es un hijo de Fingolfin —dijo Annael— y es ahora considerado Alto Rey de los Noldor desde la caída de Fingon. Porque vive todavía, el más temido de los enemigos de Morgoth, y escapó de la ruina de la Nirnaeth cuando Húrin de Dor-Lómin y Huor, tu padre, defendieron tras él los pasos del Sirion.

—Entonces iré en busca de Turgon —replicó Tuor—; porque sin duda me ayudará en consideración a mi padre.

—No podrás —dijo Annael—. Porque la fortaleza de Turgon está oculta a los ojos de los Elfos y de los Hombres, y no sabemos dónde se encuentra. De entre los Noldor, quizá, algunos conocen el camino, pero nadie habla de eso. No obstante, si quieres hablar con ellos, acompáñame como te dije; porque en los puertos Lejanos del Sur es posible que te topes con viajeros que vengan del Reino Escondido.

Así fue que los Elfos abandonaron las cuevas de Androth, y Tuor los acompañó. Pero el enemigo vigilaba y no tardó en advertir la partida de los Elfos; y no se habían alejado mucho de las colinas cuando fueron atacados por una gran fuerza de Orcos y Hombres del Este, y quedaron esparcidos por todas partes mientras huían hacia la caída de la noche. Pero el corazón de Tuor ardió con el fuego de la batalla y luchó durante mucho tiempo y mató a muchos de los que le atacaron; pero por fin fue superado y hecho cautivo y llevado ante Lorgan el Hombre del Este. Ahora bien, este tal Lorgan era considerado el capitán de los Hombres del Este y pretendía regir toda Dor-Lómin como feudo de Morgoth; e hizo de Tuor su esclavo. Dura y amarga fue entonces la vida de Tuor; porque complacía a Lorgan darle un tratamiento más cruel todavía que el acostumbrado por ser de la parentela de los antiguos señores, y pretendía quebrantar, si podía, el orgullo de la Casa de Hador. Pero Tuor fue prudente, y soportó todos los dolores y contratiempos con vigilante paciencia; de modo que con el tiempo su suerte se alivió un tanto, y al menos no pereció de hambre como les ocurría a tantos desdichados esclavos de Lorgan. Porque tenía habilidad y fuerza y Lorgan alimentaba bien a sus bestias de carga mientras eran jóvenes y podían trabajar.

Pero al cabo de tres años de servidumbre Tuor vio por fin una oportunidad de huir. Había crecido mucho en estatura, y era ahora más alto y más rápido que ninguno de los Hombres del Este; y habiendo sido enviado junto con otros esclavos a hacer un trabajo en los bosques, se volvió de pronto contra los guardias y los mató con una espada y escapó a las colinas. Los Hombres del Este lo persiguieron con perros, pero de nada sirvió; porque casi todos los perros de Lorgan eran amigos de Tuor, y si lo alcanzaban, jugaban con él, y se alejaban cuando él así lo ordenaba. De este modo regresó por fin a las cuevas de Androth y se quedó allí viviendo solo. Y durante cuatro años fue un proscrito en la tierra paterna, torvo y solitario; y era temido, porque salía con frecuencia y mataba a muchos de los Hombres del Este con que se topaba. Entonces se puso un alto precio a su cabeza; pero nadie se atrevía a acercarse a su escondite, aun con fuerzas numerosas, pues temían a los Elfos y esquivaban las cuevas donde habían habitado. Sin embargo, se dice que las expediciones de Tuor no tenían como propósito la venganza, y que buscaba sin cesar la Puerta de los Noldor, de la que hablaban los Anales. Pero no la encontró, porque no sabía dónde buscar, y los pocos Elfos que habitaban aún en las montañas no habían oído hablar de ella.

Ahora bien, Tuor sabía que, aunque la fortuna aún lo favoreciese, los días de un proscrito están contados, y son siempre pocos y sin esperanza. Tampoco estaba dispuesto a vivir siempre como un hombre salvaje en las colinas desnudas, y el corazón lo instaba sin descanso a grandes hazañas. Fue entonces, según se dice, que se manifestó el poder de Ulmo. Porque recogía nuevas de todos los que pasaban por Beleriand, y cada corriente que fluía desde la Tierra Media hacia el Gran Mar era para él un mensajero, tanto de ida como de vuelta; y mantenía también amistad, como antaño, con Círdan y los Carpinteros de Barcos en las Desembocaduras del Sirion.
[1]
Y por ese entonces, Ulmo atendía sobre todo al destino de la Casa de Hador, porque se proponía que ellos desempeñaran un importante papel en la empresa de socorrer a los Exiliados; y conocía perfectamente el infortunio de Tuor, porque en verdad Annael y muchos de los suyos habían logrado huir de Dor-Lómin y habían llegado por fin al encuentro de Círdan en el lejano Sur.

Así fue que un día a principios del año (veintitrés a partir de la Nirnaeth) Tuor estaba sentado junto a un manantial que llegaba hasta las puertas de la cueva donde él vivía; y miraba en el oeste una nubosa puesta de sol. Entonces, de pronto, el corazón le dijo que ya no seguiría esperando, sino que se pondría en pie y partiría.

—¡Abandonaré ahora las tierras grises de mi parentela que ya no existe —exclamó— e iré en busca de mi destino! Pero ¿a dónde encaminarme? Mucho tiempo he buscado la Puerta y no la he encontrado.

Entonces cogió el arpa que siempre llevaba consigo, pues era hábil en el tañido de sus cuerdas, y sin tener en cuenta el peligro de su clara voz solitaria en el yermo, cantó una canción élfica del Norte para animar los corazones. Y mientras cantaba, el pozo a sus pies empezó a bullir con gran incremento de agua, y desbordó, y un riachuelo corrió ruidoso ante él por la rocosa ladera de la colina. Y Tuor tuvo esto por un signo y se puso de pie sin demora y lo siguió. De este modo descendió de las altas colinas de Mithrim y salió a la planicie de Dor-Lómin al norte; y el riacho crecía sin cesar mientras él avanzaba hacia el oeste, hasta que al cabo de tres días pudo divisar en el oeste los prolongados cordones grises de Ered Lómin que en esas regiones se extienden hacia el norte y el sur cercando las lejanas playas de las Costas Occidentales. Hasta esas montañas nunca había llegado Tuor en sus viajes.

La tierra se había vuelto más quebrada y rocosa otra vez al acercarse a las montañas, y pronto empezó a elevarse ante los pies de Tuor, y la corriente descendió por un lecho hendido. Pero a la luz penumbrosa del crepúsculo del tercer día, Tuor encontró ante sí un muro de roca, y había en él una abertura como un gran arco; y la corriente pasó por allí y se perdió. Se afligió entonces Tuor y dijo:

—¡Así pues, mi esperanza me ha engañado! El signo de las colinas sólo me ha traído a un oscuro fin en medio de la tierra de mis enemigos. —Y con desánimo en el corazón se sentó entre las rocas en la alta orilla de la corriente, manteniéndose alerta a lo largo de una amarga noche sin fuego; porque era todavía el mes de Súlimë y ni el menor estremecimiento de primavera había llegado a esa lejana tierra septentrional, y un viento cortante soplaba desde el este.

Pero mientras la luz del sol naciente brillaba pálida en las lejanas nieblas de Mithrim, Tuor oyó voces, y al mirar hacia abajo vio con sorpresa a dos Elfos que vadeaban el agua poco profunda; y cuando subían por los escalones cortados en la orilla rocosa Tuor se puso de pie y los llamó. Ellos en seguida desenvainaron las brillantes espadas y se abalanzaron sobre él. Entonces él vio que llevaban una capa gris, pero debajo iban vestidos de cota de malla; y se maravilló, porque eran más hermosos y fieros, a causa de la luz que tenían en los ojos, que nadie del pueblo de los Elfos que hubiera visto antes. Se irguió en toda su estatura y los esperó; pero cuando ellos vieron que no esgrimía arma alguna, sino que allí, de pie y solo, los saludaba en lengua élfica, envainaron las espadas y le hablaron cortésmente. Y uno de ellos dijo:

—Gelmir y Arminas somos, del pueblo de Finarfin. ¿No eres uno de los Edain de antaño que vivían en estas tierras antes de la Nirnaeth? Y en verdad del linaje de Hador y Húrin me pareces; porque tal te declara el oro de tus cabellos.

Y Tuor respondió:

—Sí, yo soy Tuor, hijo de Huor, hijo de Galdor, hijo de Hador; pero ahora por fin quiero abandonar esta tierra donde soy un proscrito y sin parientes.

—Entonces —dijo Gelmir—, si quieres huir y encontrar los puertos del Sur, ya tus pies te han puesto en el buen camino.

—Así me pareció —dijo Tuor—. Porque seguí a una súbita fuente de agua en las colinas hasta que se unió a esta corriente traidora. Pero ahora no sé a dónde volverme, porque ha desaparecido en la oscuridad.

—A través de la oscuridad es posible llegar a la luz —dijo Gelmir.

—No obstante es preferible andar bajo el sol mientras es posible —dijo Tuor—. Pero como sois de ese pueblo, decidme si podéis dónde se encuentra la Puerta de los Noldor. Porque la he buscado mucho, sin cesar desde que Annael de los Elfos Grises, mi padre adoptivo, me habló de ella.

Entonces los Elfos rieron y dijeron:

—Tu búsqueda ha llegado a su fin; porque nosotros acabamos de pasar esa Puerta. ¡Allí está delante de ti! —Y señalaron el arco por donde fluía el agua. —¡Ven pues! A través de la oscuridad llegarás a la luz. Pondremos tus pies en el camino, pero no nos es posible conducirte hasta muy lejos; porque se nos ha encomendado un recado urgente y regresamos a la tierra de la que huimos.

—Pero no temas —dijo Gelmir—: tienes escrito en la frente un alto destino, y él te llevará lejos de estas tierras, lejos en verdad de la Tierra Media, según me parece.

Entonces Tuor descendió los escalones tras los Noldor y vadeó el agua fría, hasta que entraron en la oscuridad más allá del arco de piedra. Y entonces Gelmir sacó una de esas lámparas por las que los Noldor tenían renombre; porque se habían hecho antaño en Valinor, y ni el viento ni el agua las apagaban, y cuando se descubrían irradiaban una clara luz azulina desde una llama encerrada en cristal blanco.
[2]
Ahora, a la luz que Gelmir sostenía por sobre su cabeza, Tuor vio que el río empezaba de pronto a descender por una suave pendiente y entraba en un gran túnel, pero junto al lecho cortado en la roca había largos tramos de peldaños que descendían y se adelantaban hasta una profunda lobreguez más allá de los rayos de la lámpara.

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