El año que trafiqué con mujeres (2 page)

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
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«Limpiemos Valencia. No a la droga, no a la delincuencia, no a la inmigración ilegal». Naturalmente, y como era de esperar, se produjeron disturbios, y varios cabezas rapadas agredieron a vecinos del barrio de Russafa, de origen magrebí. Y viceversa. Los eslóganes que yo mismo había coreado en otras manifestaciones similares: «La inmigración destruye tu nación», «sieg heil, sieg heil», etc., habían sonado en las calles de Russafa ese fin de semana. Y las banderas preconstitucionales, los emblemas de las SS, las esvásticas e incluso los símbolos de «Blood or Honour» habían sido inmortalizados por los fotógrafos de prensa.

No era la primera ni la última vez que los ultras se manifestaban en Russafa. Antes incluso de que España2000 ingresase en el registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior, el 17 de julio de 2002, ya habían organizado varios actos de provocación como aquél. El 2 de marzo de ese mismo año, según consta en mis archivos, España2000 ya había desarrollado una manifestación similar, encabezada por varios dirigentes de Democracia Nacional (DN), la Alternativa por la Unidad Nacional (AUN) de Ynestrillas, el Movimiento Social Republicano (MSR) y hasta por Alain Lavarde, representante en España de lean Marie Le Pen, y responsable de los contactos mantenidos por el ultra francés y sus correligionarios españoles.

El mismo Le Pen viajaría a Valencia para mantener una entrevista personal con los dirigentes de España2000, partido que desde el año 2002 ha ido aglutinando a la nueva extrema derecha española, puesto que sus filas se habían visto engrosadas por muchos de los veteranos ultras de AUN, Falange, Democracia Nacional, y por supuesto, con la mayoría de los radicales Yomus, hinchas ultras del Valencia Club de Fútbol.

Confieso que aquellas cruces célticas, aquellos cráneos rapados y aquellas cazadoras bomber, inmortalizadas en las páginas de Las Provincias y El Mundo, me trajeron muchos recuerdos y un atisbo de inquietud. Desde luego no podía haber llegado en momento más inoportuno. «Sólo me falta —pensé— que Tiger88 se encuentre, sin quererlo, en plena manifestación ultraderechista.» A los skinheads valencianos les encantaría saber que, justo ese día, el autor del Diario de un skin se encontraba en su ciudad. Y entonces, para acabar de arreglarlo, sonó el teléfono. Al otro lado del auricular Belén, mi editora de Temas de Hoy, me alertaba sobre un nuevo contratiempo.

—Toni, ¿has visto hoy el periódico? —No. Acabo de llegar ahora mismo a Valencia y estaba registrándome en el hotel. No te lo vas a creer, pero me he encontrado con una manifestación ultraderechista aquí, y esto está lleno de skinheads.

Belén se quedó callada un instante, como si estuviese buscando la forma más diplomática de darme una mala noticia.

—Consigue el periódico. Sale una foto tuya y creo que te pueden reconocer. Así que, por favor, ten mucho cuidado.

Las desgracias no viajan solas. Ya era mala suerte que mi visita a Valencia coincidiese con una manifestación llena de neonazis llegados desde toda España para apoyar a sus camaradas, pero que encima, y justo ese mismo día mi foto, aunque en medio de otros skinheads, apareciese en un periódico nacional, era el colmo. En el hotel no les quedaban periódicos y tuve que acudir a un quiosco para comprobar, con profunda inquietud, que la advertencia de mi editora era exacta. El trayecto de regreso, desde el quiosco hasta el hotel, fue toda una crisis paranoide. Imaginaba Valencia repleta de skinheads llegados desde otras ciudades para apoyar la manifestación de España2000, y que sin duda se habrían quedado a pasar el fin de semana con sus camaradas. Lo sé porque yo había participado en manifestaciones como aquélla y sabía que era muy probable que todavía permaneciesen en la ciudad los neonazis llegados de fuera. Por esa razón, al girar cada esquina contenía la respiración, con los cinco sentidos alerta por si me encontraba de frente con un grupo de cabezas rapadas. He de confesar que el corazón me daba un brinco cada vez que me cruzaba con un hombre calvo. Afortunadamente no hubo más sobresaltos hasta el hotel, a pesar de llegar a la conclusión de que la alopecia es un mal creciente entre la población masculina española...

Antes de volver a mi alojamiento conseguí unas tijeras y una maquinilla de afeitar. En el baño de mi habitación procedí a cortarme el pelo y la barba yo mismo, dejándome un pintoresco bigote, y un lamentable peinado. Pocos minutos después tenía un aspecto francamente ridículo, pero la estética me preocupaba mucho menos, en aquel momento, que la posibilidad de que alguien pudiese reconocerme en la fotografía de Tiger88 publicada en el semanario. En ese momento no podía ni imaginarme que aquel improvisado cambio de imagen probablemente me salvaría de una situación francamente comprometida, S610 24 horas después.

A la mañana siguiente me levanté temprano, aunque no tenía establecida mi cita con el fundador y secretario general de ANELA hasta el mediodía de ese lunes. Las pesadillas de aquella noche no me habían permitido descansar y me encontré despierto, empapado en sudor, casi al amanecer. Como en tantas otras noches de angustia, en sueños aparecía una jauría de lobos arios que me perseguía hasta darme alcance y despedazarme. Mi amigo Virgilio ya me había advertido que lo peor de una infiltración no son los individuos demoníacos con los que tendría que convivir durante el día a día, sino los demonios agazapados en mi mente, con los que tendría que enfrentarme cada noche. Y Virgi sabía de lo que hablaba por experiencia.

Como no podía conciliar el sueño, me duché y bajé a desayunar cuando todavía no se había abierto el comedor del hotel. Afortunadamente, la encargada se apiadó de mis ojeras, y dado que era el único diente en pie, hizo una excepción y adelantó unos minutos el servicio de restaurante para conseguirme un café bien cargado y unos bollos.

Mientras me «chutaba» una dosis de cafeína intenté exorcizar de mi mente a los skins, concentrándome en el estudio de la documentación que había recogido sobre el mundo de la prostitución en la página web de ANELA. Al fin y al cabo había viajado hasta Valencia para intentar infiltrarme en las mafias internacionales de la trata de blancas, y no para nada que tuviera que ver con los neonazis. Estúpido de mí, qué temeraria es la ignorancia.

ANELA, o lo que es lo mismo, la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne, era una agrupación completamente pionera en el ámbito de la prostitución. Reunía a los propietarios de burdeles de toda España y, si no andaba equivocado, podría ser una excelente puerta de acceso para familiarizarme con el mundo de la prostitución, o incluso para intentar acceder a los proxenetas.

Según la información recogida en su página web, ANELA llevaba casi tres años funcionando. En este tiempo, docenas y docenas de burdeles habían ingresado en tan insólita confederación del vicio y el sexo de pago. Su archivo de prensa, que me había bajado de la red al disco duro del ordenador portátil, aportaba una infinidad de datos interesantes sobre un mundo tan morboso y fascinante como desconocido para mí. Pero ni siquiera en su archivo pude obtener cifras precisas sobre el número de mujeres y niñas que ejercen la prostitución en España, puesto que, según todas las fuentes oficiales que consulté durante la investigación, parecía rondar entre trescientas mil y seiscientas mil.

Tampoco encontré el número exacto de los miles de prostíbulos que existen en nuestro país. Ni siquiera la cantidad de mafias, grupos de crimen organizado y bandas de delincuentes transnacionales que nutren a esos burdeles de carne joven y fresca para saciar el apetito sexual de los varones españoles... No hay cifras. Sin embargo, la sordidez, crueldad, asco y mierda que se derrama de los titulares de prensa archivados en la sección de hemeroteca de www.anela.com contrasta con la esmerada apariencia de modernidad, legalidad y elocuencia del resto de la página web. En principio, ANELA es simplemente una «asociación de empresarios que se dedican a trabajar honradamente en el campo de los servicios y la hostelería». Aunque en realidad, lo pinten como lo pinten, su negocio sea el de explotar la belleza de las mujeres, mientras la desesperación, las drogas o la culpabilidad no terminen por destruirlas.

No me gustan los chulos, ni los proxenetas, ni los puteros, ni tampoco los «honrados empresarios que quieren dignificar el ,,oficio” más antiguo del mundo». Confieso que a prior¡, y sin ninguna razón justificable, me caen mal. Sin embargo reconozco que José Luís Roberto Navarro, fundador de ANELA, estuvo muy amable conmigo cuando hablé con él desde Tenerife dos días antes. Por teléfono parecía un tipo cordial y dispuesto a colaborar. Sin embargo, y por pura precaución, para conseguir la entrevista le di un nombre falso y me hice pasar por el representante de una ONG dedicada a trabajar con inmigrantes que ejercían la prostitución. Mi ficticia ONG pretendía elaborar un informe sobre la situación del tráfico de mujeres en España, y por esa razón quería conocer la asociación fundada por Roberto. Me citó en su despacho del número 4 del Pasaje de Rusafa, sede de Levantina de Seguridad, una importante empresa que nutre de guardas, escoltas, porteros de discoteca, vigilantes jurados y demás profesionales de la seguridad, a pubs, discotecas y locales de alterne de toda la región. José Luís Roberto es el director de dicha empresa.

Justo antes de llegar al local, activé mi cámara oculta. Levantina de Seguridad, haciendo honor a su nombre, es un auténtico búnker. Varios pisos plagados de cámaras de vigilancia, cajas de seguridad repletas de armas, etc. El empleado de la recepción, con aspecto de veterano militar recién jubilado, me interrogó sobre el objeto de mi visita.

—Buenas tardes, ¿qué desea?

—Estoy citado con el señor José Luís Roberto. Me está esperando.

—Espere ahí un momento.

El tipo, de unos sesenta o sesenta y cinco años, descolgó el auricular telefónico para advertir a Roberto de mi presencia. Su pelo cano cortado a cepillo, su camisa y pantalón perfectamente planchados, su tono sobrio y solemne... todo en él recordaba un estilo de vida marcial y castrense, muy acorde con una empresa paramilitar como ésa.

Mientras esperaba la autorización para subir, pude contemplar durante unos instantes la planta baja del local. En las paredes abundaban las fotografías, rigurosamente enmarcadas, de anteriores promociones de la academia. En las imágenes aparecían docenas de jóvenes, con el pelo cortado al cero o al uno, haciendo prácticas de tiro y artes marciales... Aquello me traía muchos recuerdos. Varios de aquellos jóvenes, o algunos que se les parecían mucho, subían y bajaban las escaleras, o entraban y salían de las aulas. Y atribuí a la paranoia que sentía tras la publicación de Diario de un skin la creciente incomodidad que me embargaba al ver que me rodeaban tantos cráneos escasos de pelo. Me reafirmé de nuevo en lo de la alopecia. «Casualidad, es pura casualidad —me decía, intentando tranquilizarme—. Son muchachos aficionados a las armas, a la cultura paramilitar, a las artes marciales... Pero sólo son aspirantes a guardias de seguridad o a porteros de discoteca... y no tienen nada que ver con los skinheads.» Y cuando ya estaba riéndome de mi propia obsesión, el timbre del móvil me rescató de mis pensamientos. En mala hora decidí contestar.

—¿Diga?

—¿Antonio Salas?

—Sí, soy yo.

—Hola, soy Ángela, la periodista de El Mundo con la que hablaste ayer.

Ángela es una periodista de la delegación de El Mundo que ha realizado muchos reportajes sobre la prostitución en la comunidad valenciana. Es íntima amiga de Gisela, compañera del equipo de investigación de Tele 5, quien me había proporcionado el contacto para que una vez que hubiese llegado a Valencia, me facilitase algunas pistas para continuar mi investigación sobre la trata de blancas. Y así fue. Tras telefonearla desde el hotel, nada más cortarme el pelo y la barba, le había pedido que buscase en su archivo toda la información que pudiese sobre los prostíbulos valencianos y ANELA, la asociación que los federa. Ahora me llamaba para darme esos datos.

—Tengo la información que me pediste. ¿Podemos vemos ahora?

—Temo que no. He quedado con José Luís Roberto, el de ANELA, y ahora estoy en su oficina para...

—¡Joder! Tú estás loco.

—¿Por qué?

—¿Dónde estás?

—En su empresa, en Levantina de Seguridad...

—¡Sal de ahí ahora mismo! ¡Lárgate pitando!

—Pero ¿qué ocurre?

—¡Joder! Roberto es el presidente de España2000, el partido ultraderechista que organizó las manifestaciones de este fin de semana.

—La mayoría de sus «seguratas» son skinheads. Varios están en espera de juicio por dar palizas en los burdeles o en discotecas. Su empresa de seguridad tiene más denuncias que ninguna otra por la violencia de sus empleados. Y él es el candidato a la alcaldía de Paterna en estas elecciones... ¿Te parece poco? ¡Sal de ahí ya!

Expulsar a los inmigrantes y lucrarse de las inmigrantes

De pronto el mundo se hundió bajo mis pies. Aquella empresa de seguridad, repleta de cráneos rapados, era el peor lugar del mundo para que se encontrase Tiger88. Supongo que fue el arrebato de pánico, pero incluso me pareció reconocer, en alguno de los jóvenes alumnos de aquella academia, a los rapados que exhibían cruces célticas y cazadoras bomber en las fotos de El Mundo y Las Provincias el día anterior. Y para colmo, en el suplemento de ese mismo periódico del grupo Correo aparecía una larguísima entrevista detallando mi infiltración en los skinheads. No podía estar en peor lugar y en momento más inoportuno. Sentí pánico.

Opté por una retirada estratégica, pero cuando me dirigía disimuladamente hacia la puerta de salida, dos tipos me salieron al paso para, tan cortés como enérgicamente, indicarme que les siguiese. José Luís Roberto iba a recibirme en ese momento. Tenía una fracción de segundo para sopesar los pros y contras de la situación y decidir cuál sería mi próximo movimiento.

El factor sorpresa conspiraba a mi favor. Por eso pensé que si disparaba una patada contra los testículos de uno y al mismo tiempo un puñetazo contra la barbilla del otro, quizá podría tener una oportunidad. Podía intentar escurrirme entre aquellos tipos de la entrada y echar a correr como alma que lleva el diablo, hasta dejar atrás Valencia. Esto garantizaría quizá mi seguridad, pero desde luego me delataría y acabaría con la posibilidad de conocer ANELA y los prostíbulos que asocia. Por eso la otra opción, la de confiar en que mi ridículo corte de pelo y mi bigote hiciesen irreconocible a Tiger88, fue tomando fuerza hasta convencerme en aquel momento de que la entrevista con José Luís Roberto me aportaría pistas muy útiles para mi investigación sobre las mafias. Además, debo confesar que aquella insólita relación entre un partido ultraderechista, que veinticuatro horas antes se manifestaba por la expulsión de los inmigrantes, y una asociación que en definitiva se nutre en más de un 95 por ciento de las inmigrantes que ejercen la prostitución despertaba mi curiosidad periodística. ¿Realmente podía alguien ser tan hipócrita? «Si no me pillaron en La Bodega ni en el Bernabéu —pensé— no me van a pillar aquí ... » Había recorrido muchos kilómetros hasta la península como para abandonar ahora. Aunque era verdad que, tras la publicación de Diario de un skin, los nazis habían abierto un cerco sobre mí, buscándome por toda España. De hecho, comenzaron a circular todo tipo de historias disparatadas sobre quien esto escribe: que si me había hecho la cirugía estética, que si había salido del país, que si vivía recluido en un zulo... Incluso se empezó a especular, en los foros neonazis de Internet, sobre la identidad real de Tiger88.

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