El año que trafiqué con mujeres (7 page)

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
2.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

»Un día, Valentín me sorprendió haciendo averiguaciones sobre Dimitri. Se puso como una furia. Me sacó del piso de Carabanchel y me llevó a un descampado. Allí me puso de rodillas y sacó una pistola. Creía que me iba a matar, pero empezó a darme golpes con ella por todo el cuerpo. Estuvo mucho rato pegándome sin piedad. Volví a Carabanchel con todo el cuerpo lleno de moretones. Valentín dio orden e instrucciones a los dueños de las salas de strip—tease donde trabajábamos para que no nos dieran ni un día libre, así podía mandar más dinero a Dimitri y Anatolie. Seguro que en Chisinau estarían contentos con él ... »

Esto es parte del testimonio de Nadia. Y lo más atroz es que no es una excepción. Yo mismo, durante todos los meses que permanecí sumido en el mundo de las mafias de la prostitución, conocí a docenas, quizá centenares de prostitutas rumanas, colombianas, nigerianas, brasileñas, ucranianas, dominicanas, polacas, senegalesas, rusas, etc. que habían sufrido periplos similares. Cualquiera de las chicas que ejerce la prostitución en la Casa de Campo de Madrid, en el Raval de Barcelona, en El Grao de Valencia, en El Pombal de Santiago, o en los sofisticados clubes de carretera de Marbella, Bilbao o Sevilla, tiene una brutal historia personal detrás. Y, por supuesto, incluyo a todas las prostitutas que trabajan en todos los locales con placa o sin placa de ANELA— Le guste a los neonazis o no.

Toni Salas, de profesión proxeneta

A medida que me acercaba a las mafias del tráfico de mujeres, la inquietud que me habían inspirado los cabezas rapadas se iba haciendo cada vez más insignificante. Comparados con los traficantes de mujeres, los skinheads son una pandilla de angelitos, fácilmente manipulables. Es evidente que si los neonazis me hubiesen descubierto grabándoles con una cámara oculta, habría tenido que soportar una brutal agresión, pero al lado de un calibre 38, las botas, los puños americanos o los bates de béisbol de los cabezas rapadas me parecían inocentes juguetes. Por eso sabía que debía esforzarme mucho más en conocer a fondo el mundo del crimen organizado antes de intentar introducirme en él. Y debo reconocer que dos mujeres me ayudaron mucho a familiarizarme con el mundo de la prostitución: Isabel Pisano, autora de Yo puta, y Valérie Tasso, autora de Diario de una ninfómana. Ambos textos son fundamentales para comprender a las profesionales del sexo.

Me reuní con Isabel Pisano en un lujoso apartamento de la Plaza de España de Madrid. Desde aquel ático se puede gozar de una panorámica extraordinaria de la capital. Desde tan alto resultan también lejanos los dramas humanos que se encierran en los corazones de las chicas que patrullan, día y noche, la calle de la Montera, la Gran Vía, o la Casa de Campo de Madrid, en busca del hombre que pague un puñado de euros por irse a la cama.

Antes de acudir a la cita me empollé a fondo el Yo puta, y creo que a la Pisano le gustó ver que mi ejemplar estaba lleno de párrafos subrayados y anotaciones en los márgenes. Isabel, como yo, utiliza los libros a fondo, los exprime, los usa como una herramienta de trabajo y no como un mero elemento decorativo en la estantería.

Cuando nos reunimos, la famosa periodista, viuda de Waldo de los Ríos, acababa de regresar de Nigeria, tras realizar un reportaje para la revista Marie Claire —publicado en el número de mayo del 2002 sobre Safiya Husseini Tungar—Tudu. Safiya es la mujer condenada a morir lapidada por haber cometido un terrible crimen contra la ley coránica nigeriana. Osaba seguir viva después de haber sido violada. Además la Pisano trabajaba en esos momentos en su futuro libro, tan audaz como temerario, en tomo a la oscura trastienda del 11—S: La sospecha. Un libro, como toda la obra de Pisano, fundamental. Y debo agradecerle que se tomase un respiro de su nuevo trabajo, para volver a repasar conmigo sus investigaciones en el mundo del sexo profesional.

Toda la información que me facilitó, así como los contactos y consejos con que me obsequió, fueron imprescindibles para poder salir airoso en los contactos que luego llegué a tener con alguna de las mafias africanas que operan en España.

—Las mafias nigerianas, junto con las mafias eslavas, croatas y de Kosovo, son las peores, porque son capaces de decapitar, de mutilar, de hacer desaparecer... y de las niñas ya no se vuelve a saber más. 0 sea, la vida de una cría de éstas no vale nada. Es de repente un cuerpo desmembrado en la morgue. No tiene nombre, ni cabeza, ni huellas digitales, ni nada. Es alguien que se va sin una oración, sin una flor, de la peor de las maneras. Y normalmente en plena juventud...

Estas palabras de Isabel Pisano, que transcribo literalmente del minutado de la cinta, se incrustarían en mi mente, y volverían a aflorar una y otra vez desde el inconsciente, a medida que me hundía, cada vez más y más, en los submundos del tráfico de mujeres;

«... un cuerpo desmembrado en la morgue...

alguien que se va sin una oración, sin una flor ... ».

Barcelona, Belaqua, 2003.

En nuestra entrevista, la autora de Yo puta me habló de muchas de las meretrices que había conocido durante su investigación, pero de entre todas ellas había una de la que me hablaba con un cariño especial. Se trataba de una prostituta de lujo de origen francés, afincada en Barcelona, con la que había estrechado grandes vínculos afectivos años atrás. Llegó a insistirla una y otra vez para que escribiese su historia y la diese a conocer. Esa mujer es Valérie Tasso, y a la insistencia de Isabel Pisano se debió, en buena medida, la publicación años después de Diario de una ninfómana.

Mi primer encuentro con Valérie Tasso se produjo en un céntrico apartamento de Barcelona. Allí descubrí a una mujer extraordinariamente inteligente, sofisticada y atractiva. Políglota, doctoranda universitaria y alta ejecutiva de empresa, nada más alejado de la imagen que se supone propia de una cortesana.

Al principio se había mostrado muy reacia a recibirme, pero me bastó mencionar el nombre de Isabel Pisano para que accediese a la reunión. Sin embargo pude detectar su desconfianza cuando le expliqué el objeto de mi visita y mi intención de introducirme en las mafias de la prostitución.

Nuestra primera entrevista no resultó demasiado productiva. Por un lado comprendía su desconfianza, pero reconozco que me sentí un poco frustrado. Valérie había sido una prostituta de lujo y conocía, desde dentro, el mundo en el que yo deseaba introducirme. Sin embargo, cuando tiempo después, tras la lectura de su libro, pude conocer su historia personal, las cosas cambiaron. En aquellas páginas se encontraban muchas pistas y datos de los que ella no había querido hablar en nuestro primer encuentro. Y el caso era que la mayoría de las cosas que la francesa apuntaba entre sus textos me resultaban familiares. De hecho, me parecía que las había leído en algún sitio antes, así que me sumergí en mis archivos, que iba engrosando de un modo alarmante, y repasé una y otra vez los miles de artículos de prensa, dossieres e informes sobre el mundo de la prostitución que iba apilando en mi casa. Y por fin apareció. Estúpido de mí, tendría que haber buscado en primer lugar en el sitio más obvio: el libro Yo puta de Isabel Pisano.

La Pisano le había cambiado el nombre, la nacionalidad y todos los rasgos personales que pudiesen identificar a Valérie Tasso, pero sin duda era ella. Entre las páginas 55 y 82 de Yo puta, la ex de Waldo de los Ríos relata la historia de Carlotta, supuesta aristócrata italiana de veintitrés años, que trabajaba en un burdel de lujo de Barcelona cuando fue entrevistada por Isabel. Ni italiana, ni aristócrata, ni Carlotta, pero las cosas que narraba aquella meretriz eran las mismas que, mucho más desarrolladas, relata Valérie Tasso en su libro. Inmediatamente envié un e—mail a la autora de Diario de una ninfómana preguntándole si mi intuición era correcta. Y touché. Valérie no sólo reconoció que ella era la Carlotta de Yo puta, sino que se sentía entusiasmada porque alguien hubiese leído su libro «con tanto interés y perspicacia» como para darse cuenta de que ella y la aristócrata italiana eran la misma persona. Así que volví a Barcelona, y esta vez cambió tanto la actitud de Valérie Tasso, que a partir de entonces, en todos los encuentros que se siguieron, me facilitó informaciones valiosísimas para conocer y comprender a las prostitutas. Aprendí a humanizarlas y a encontrar un camino accesible hacia ellas, hasta llegar a convertirse en cómplices inconscientes de mi investigación. Quiero dejar claro que ninguna de ellas supo que yo era un infiltrado y nunca colaboraron voluntariamente en este trabajo, de lo contrario serían contundentemente castigadas por sus proxenetas. De hecho, una de las razones por las que mi identidad continuará oculta es precisamente ésta, la de impedir que los proxenetas puedan identificarme con el supuesto mafioso que charlaba tanto con sus rameras. Y, por si eso pudiese llegar a ocurrir, es importante que afirme enérgicamente que yo soy el único responsable de esta investigación y de las indagaciones policiales, detenciones y procesamiento de varios traficantes de mujeres que ha originado mi trabajo. Ninguna de las meretrices que me facilitaron información lo hizo conscientemente.

Aunque para esas diligencias y detenciones, todavía tendrían que transcurrir muchos meses. Antes debería conocer mucho mejor, no sólo la psicología de las profesionales del sexo, sino de todos los elementos que confluyen en torno al mundo de la prostitución como son los propietarios de clubes, camareros y vigilantes de los burdeles; los proveedores de preservativos, lubricantes y otros elementos para los locales; los abogados, ONG y hasta videntes que se lucran de la candidez de las rameras; los mafiosos, proxenetas y traficantes; los taxistas, recepcionistas de hotel o camareros de restaurante que se llevan una comisión aconsejando a sus dientes a qué burdeles pueden acudir; los productores y editores de porno; los diseñadores de páginas web; los telefonistas eróticos... El negocio del sexo de pago es un gigantesco iceberg, de colosales dimensiones, en el que las prostitutas no son más que un insignificante pedazo de hielo que aflora sobre la superficie.

Y quienes mejor lo saben son las organizaciones humanitarias que se ocupan de ayudar a las víctimas del negocio del sexo, la mayoría inmigrantes ilegales, como las que supuestamente los skins de España querían expulsar del barrio valenciano de Russafa, pero que en realidad terminaban trabajando en los locales de ANELA.

Organizaciones como ALECRIN en Galicia, APRAMP, ETAIRA, o las oblatas en Madrid, o AMNOT en Valencia, esta última, dirigida por la entrañable ex prostituta Paquita de Lucas, erigida como enemiga incondicional de José Luís Roberto y lo que ANELA representa. A todas esas organizaciones humanitarias debo también muchos de los contactos y formación iniciales, para convertir a Toni Salas en un convincente traficante de mujeres. Y sobre todo la posibilidad de conocer a algunas de las personas que, de una forma u otra, han sido cruciales en esta investigación.

Otros fueron apareciendo en mi camino de forma aleatoria, como Jesús o Paulino, en Cataluña y Galicia respectivamente. Dos consecuentes y consumados consumidores, puteros compulsivos con años de experiencia, que me abrieron las puertas de los puticlubs de toda España y parte de Portugal. 0 personajes como Manuel, el adinerado empresario barcelonés que me permitiría acceder a las agencias de lujo donde ejercen como prostitutas conocidas presentadoras, actrices y modelos. O Juan, colaborador de los Servicios de Información, que me mostraría la desconocida relación entre las prostitutas y el mundo del espionaje. 0 Rafael, santero cubano, habitualmente consultado por las rameras africanas, obsesionadas con los poderes mágicos de los mafiosos, que me iniciaría en la dimensión menos conocida de los traficantes de mujeres.

Todos ellos contribuirían, en mayor o menor medida, a convertirme en un convincente chulo y traficante. Lo suficientemente convincente como para intentar acercarme hasta los verdaderos mafiosos, que en la España del siglo XXI compran y venden mujeres, o niñas, para nutrir de carne fresca los burdeles, donde los respetables ciudadanos de la Europa del euro intentan satisfacer todas sus fantasías y perversiones.

Capítulo 3

Son infracciones graves: Encontrarse irregularmente en territorio español, por no haber obtenido o tener caducada más de tres meses la prórroga de estancia, la autorización de residencia o documentos análogos, cuando fueren exigibles, y siempre que el interesado no hubiere solicitado la renovación de los mismos en el plazo previsto reglamentariamente.

Ley de Extranjería, art. 53, a.

Conducía por la Nacional VI mientras José Luís Perales cantaba a las «Samaritanas del amor» desde la radio del coche. Alguna emisora radiofónica había rescatado del olvido aquellos temas españoles de los ochenta, y ninguno podía ser más oportuno en aquel momento que el disco Amaneciendo en ti, de Perales:

Samaritanas del amor, que van dejando el corazón entre la esquina y el café, entre las sombras del jardín o en la penumbra de un burdel, de madrugada. Muñecas frágiles de amor, que dan a cambio de una flor el alma.

A medida que ganaba kilómetros, a ambos lados de la carretera iban desfilando los neones luminosos de docenas y docenas de prostíbulos, que atraían mi atención con sus letreros resplandecientes y sus nombres provocadores. Todos ellos repletos de aquellas «Samaritanas del amor» a las que cantaba Perales:

A esas chicas alegres de la calle, que disfrazan de brillo su tristeza, compañeras eternas del farol, del semáforo en rojo y del ladrón, que sueñan la llegada de alguien, que tal vez les regale un perfume de clavel, y las quiera. Samaritanas del amor...

Hoy sé que no habría tenido ningún problema si hubiese aparcado el coche y hubiese visitado cualquiera de aquellos burdeles de carretera, sin llevar conmigo la cámara oculta. Podría haber entrado a tomarme una copa y haber vuelto a salir sin que nadie me hubiese hecho preguntas indiscretas, pero eso lo sé ahora, no en aquel momento. Así que me limité a conducir, ordenando mis pensamientos y repasando todas las tareas que me aguardaban en Galicia y Asturias.

Mi intención era contactar con un periodista de Gijón y con una ONG de Vigo: Grupo de Estudios Sobre la Condición de la Mujer (ALECRIN), que gestiona dos casas de acogida y un piso tutelado para ex prostitutas, así como dos Centros de Día y una unidad móvil que recorre las principales ciudades gallegas asesorando a las fulanas. A esta organización debo los primeros contactos con prostitutas, que me acercarían un poco a algunas mafias del tráfico de mujeres en España. Además, ALECRIN cuenta con la única biblioteca, hemeroteca y videoteca existente en Galicia especializada en este tipo de temas.

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
2.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Blood Bank by Tanya Huff
A Tan & Sandy Silence by John D. MacDonald
Night of the Loving Dead by DANIELS, CASEY
The Last Runaway by Tracy Chevalier