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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

El bokor (3 page)

BOOK: El bokor
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—¿Lukumi?

—El nombre es tomado del saludo oluku mi, amigo mío en español.

—Entiendo y supongo que al tener sus orígenes en África…

—Así es, la Santería es una religión que tiene sus orígenes en la tribu Yoruba del África. Los Yorubas vivían en lo que se conoce hoy como Nigeria, a lo largo del río Niger y a finales del siglo XVIII y principios del XIX, los Yorubas pelearon una serie de guerras con sus vecinos y entre ellos mismos. Estas peleas internas y los ataques externos llevaron a la caída y esclavización del pueblo Yoruba. Algunos de estos esclavos fueron llevados a Cuba y al Brasil a trabajar en las plantaciones de azúcar.

—¿Y es donde se dio la mezcla con lo católico?

—Como le dije ya, las leyes españolas, al mismo tiempo que permitían la esclavitud, trataban de atenuar esa injusticia concediendo a los esclavos algunos derechos, al menos en teoría. Tenían derecho a propiedad privada, matrimonio y seguridad personal, pero claro, las leyes exigían que los esclavos fueran bautizados católicos como condición de su entrada legal a Las Indias.

—Una evangelización a la fuerza —dijo Adam sin quitar la mirada de la gran cantidad de ghetos que habían por el camino.

—La Iglesia trató de evangelizar a los negros lukumí pero las condiciones eran muy difíciles. Además de la escasez de sacerdotes, la injusticia de la esclavitud dificultaba que los lukumí aceptaran lo que se les imponía. Más allá de los motivos detrás de la iniciativa evangelizadora, los hombres que promulgaban la fe cristiana entre los esclavos, pertenecían a la misma raza y en muchas ocasiones a los mismos círculos sociales que los esclavistas, usted me entiende, eran todos blancos como usted —dijo volviendo a sonreír. El resultado fue que muchos aceptaron exteriormente las enseñanzas católicas mientras interiormente mantenían su antigua religión.

—Una forma clandestina de mantener sus creencias.

—Nada desdeñable y más bien muy inteligente, practicaban su religión al vestir a sus dioses con los atuendos católicos. Eso era una mejor opción que morir lapidados por herejes o no poder acceder a los derechos que se les daba, que aunque pocos comparados con los de los blancos, eran importantes para este pueblo.

—Oí que una diáspora ha esparcido la religión por el mundo.

—Así es, con el triunfo de la revolución comunista en Cuba en 1959, más de un millón de cubanos se exiliaron en otros países, principalmente en las ciudades de Miami, Nueva York, Nueva Orleans y Los Ángeles. Entre ellos había santeros que propagaron la Santería en sus nuevos ambientes.

—Aun no entiendo que es lo que adoran los lukumi.

—La Santería adora una fuerza central y creativa llamada Olodumare. De él procede todo lo que existe, y todo regresa a él. ¿Muy parecido a Yahvé no es así? Olodumare se expresa a sí mismo en el mundo creado a través de Ashe. Ashe es la sangre de la vida cósmica, el poder de Olodumare hacia la vida, la fuerza y la justicia, nuestro Espíritu Santo, por así decirlo. Es una corriente divina que encuentra muchos canales de mayor o menor receptividad. Ashe es la base absoluta de la realidad. Creen que la vida de cada persona viene ya determinada antes del nacimiento en Ile-Olofi, la casa de Dios en el cielo. Aquellos que no lo cumplen serán castigados por los orishas y deben rencarnarse hasta satisfacer el castigo.

—Bastante complicado.

—¿Le parece? De seguro a ellos, ese misterio de una Santísima Trinidad en un solo Dios les resulta también poco comprensible.

—Supongo que los misterios serán lo mismo en todos lados. Pero el politeísmo…

—No sé si será más civilizado si es lo que piensa, lo cierto es que la creencia de una fuerza que controla nuestros destinos es común a muchas religiones.

—Nosotros creemos en el libre albedrío.

—Ya se dará cuenta de que ese no es un concepto muy conocido en la isla en ninguno de los campos.

Adam paseó la vista por la deforestada isla. Todo parecía haber sido arrasado por la más devastadora de las tormentas y aun así la gente se negaba a morir. A un lado del camino, los niños jugaban a la pelota con algo que llamó la atención del sacerdote.

—Es una vejiga de res —dijo Jean antes de que tuviera que preguntar.

—La rellenan con trapos y juegan al futbol, ¿ingenioso no cree? —dijo Jean que parecía que la palabra ingenioso le resultaba irresistible.

—Parece que la necesidad los hace creativos.

—No se puede usted imaginar lo que se es capaz de hacer cuando la necesidad llama.

Adam dio una última mirada a los niños que parecían jugar felices, uno de ellos sintió el peso de la mirada del sacerdote y detuvo el juego para mirarlo. Tenía un ojo muerto, una tela blanca le cubría el iris. Pareció decir algo que el hombre no llegó a escuchar mientras el jeep se alejaba del ruido.

—¿Hace algo Duvalier para mejorar la situación económica?

—Nada más efectivo que el ebbó.

—No sé a qué se refiere.

—El ebbó es un sacrificio para lograr resolver problemas de índole económica, de salud o de estabilidad espiritual. Viene con la religión. Ya tendrá tiempo para conocerlos.

—Hay mucha superstición en la isla.

—Como le he dicho no es muy diferente de nuestra fe cristiana y sus misterios.

—No estará usted comparando…

—¿Qué el vino se convierta en sangre y el sacerdote lo beba ofreciéndolo en sacrificio?

—Es tan solo algo simbólico.

—No me negará que antes de Cristo, los judíos practicaban sacrificios animales.

—Cristo se convirtió en la víctima propicia para evitar tener que sacrificar aves o corderos.

—La sed de sangre parece estar presente en todos los dioses. Pero le comentaba del ebbó. También es utilizado en la adivinación. Usted sabe eso de los oráculos. De esos tenemos tres: el oráculo de ifá, utilizado por los babalaos, el oráculo del diloggún que no son más que caracoles utilizados por los santeros y el oráculo del biagué, que usted conocerá como coco y que es utilizado indistintamente por ambos.

—Temo preguntar sobre los objetos que sacrifican.

—El sacrificio pueden ser plantas, semillas, metales, animales u otros productos provenientes de la naturaleza. Como ve, nada que no pidiera Dios a Moisés como ofrenda.

—Creo que aún quedan salvajes por el mundo.

—El sacrificio animal ha sido criticado por los medios de las culturas occidentales, sin embargo como le digo, en el Antiguo Testamento, particularmente en el libro de Levítico Dios ordenó a Moisés que le sirviera de mensajero ante los hijos de Israel instruyéndoles detalladamente el método para llevar a cabo los sacrificios propiciatorios en su nombre. De igual manera, Yahvé le dijo a Moisés que estos sacrificios, siempre y cuando se hicieran según las disposiciones prescritas, serían bien recibidos por él y, a cambio, los pecados de la persona que ofreciese dicho sacrificio serían perdonados.

—Pero se entiende ahora que el sacrificio animal ya no es válido en el Nuevo Testamento porque Jesucristo se sacrificó así mismo por la humanidad, cancelando así los sacrificios posteriores.

—Sacrificar o recibir en sacrificio a su único hijo no es algo que sería bien visto en muchas culturas, sin embargo nadie en occidente les llama bárbaros por creer en esas cosas. Pero en algo tiene razón padre Kennedy, los cristianos pensamos que con Cristo los sacrificios ya son innecesarios, pero los yorubas lo siguen utilizando por el rito de la adivinación. Lo que nosotros tomamos como algo que viene de los profetas, los yorubas lo buscan en el sacrificio animal.

—¿Buscan el saber en la sangre de una gallina?

—En la isla, la ausencia de una revelación divina hace que viva la persistencia de conocimientos ancestrales que han sido transmitidos desde los primeros tiempos, aquellos, según los yoruba, en los que la humanidad y los orishá convivían en este planeta.

—Y los platos rotos los pagan los animales.

—Jamás algún animal se sacrifica caprichosamente. Cada sacrificio responde a la solicitud, a través de los métodos de adivinación, de algún orishá o ancestro que requiere de uno o varios animales para poder resolver la situación que la persona que consulta quiera solucionar.

—Si requieren de eso no serán muy poderosos.

—No debería usted burlarse padre Kennedy, cuando se solicitan sacrificios animales es porque la vida o bienestar de la persona está en juego.

—¿Y con el sacrificio se redime el pecado?

—Como hizo Jesucristo por todos nosotros.

—¿Estás seguro de ser católico, Jean?

—He sido bautizado.

—Pero aun veo en ti mucho respeto por esas supercherías.

—No son supercherías —dijo persignándose— la santería como usted la llama, puede ser muy poderosa.

—Nada que la luz del día no se encargue de disipar.

—¿Cree usted que el poder solo se exhibe de noche?

—Todas estas creencias suelen ser clandestinas y llevarse a escondidas.

—Eso lo lograron los cristianos con sus castigos a la libre religión. Los santeros realizan las ceremonias en sus propias casas, porque la santería carece de templos. Se reúnen en casa o ilés, que al mismo tiempo componen ramas de acuerdo a los primeros fundadores. El santero forma parte de la vida cotidiana del creyente, se convierte en su intermediario con lo sobrenatural, su consejero y su adivino, vamos, en algo muy parecido a un sacerdote.

—Supongo que hay toda una casta…

—El grado más alto en la santería es el del oluwo babalawo, que es un babalawo que se coronó santo, también está el balalawo que no tiene santo coronado sino solo santo lavado, y ellos reciben poderes fuertes como osain para trabajar la brujería ya que por el lado de prenda no lo pueden trabajar, el ser babalawo les limita a trabajar con muertos que es lo que se trabaja en la prenda.

—¿Conoces a algún babalao? —dijo Adam sin entender muy bien aquello de las prendas y el trabajar con muertos.

—Todos los conocen y él nos conoce a todos.

—Me gustaría conocer a alguno en persona.

—Es peligroso padre Kennedy, el temor es una defensa de los hombres.

—No tengo miedo.

—Ese es el problema, usted no parece respetar a los babalaos y eso le puede costar más que su vida.

—Comienzas a preocuparme.

—Yo debería ser quien se preocupe por usted. No está bien que venga a la isla a enfrentar a los babalaos, mejor devuélvase a América donde estará seguro.

—Me disculpo si crees que te he insultado…

—No me insulta a mí, insulta a los babalaos y ellos pueden oírlo.

—Ya veremos que tanto pueden oír los babalaos.

—Hemos llegado padre Kennedy, este será su hogar por el tiempo que decida quedarse y recuerde mi consejo —agregó mientras apagaba el coche— muestre algo de respeto por las creencias de mi gente y no enfrentará problemas indeseados. Venga conmigo le presentaré a mama Candau, es una anciana que se encargará de atenderlo.

—Dudo tener para pagar por sus servicios.

—No será preciso, mama Candau no es una criada, será su anfitriona.

—No pensé que tendría que compartir…

—No lo hará, la mama no vive en la residencia sino en aquel pequeño rancho de hojas de palmera que usted puede ver al fondo.

—La casa parece bastante amplia.

—Aun así, ella prefiere vivir sola y atenderá su casa solo en los momentos en que usted no esté en ella.

—No veo la necesidad de que haga tal cosa.

—No lo hace por usted, sino por ella. Piensa que los católicos somos algo de temer.

—¿Es una santera?

—Nadie lo sabe a ciencia cierta. Para muchos en la isla, mama Candau es una especie de hechicera, para otros solo una dulce viejecita.

—¿Y para usted que es?

—Para mi es tan solo mama Candau.

—¿No sale a recibirnos?

—Le he dicho que es algo desconfiada, además, a su edad le cuesta caminar y prefiere esperar a la sombra.

—¿Qué edad tiene?

—Yo diría que ronda los ochenta años, aunque en el pueblo dicen que pasa de los cien, lo cual siempre viene unido a teorías de poderes sobrenaturales y esas cosas.

—No me dirá que la creen una bruja.

—Mas bien una santa. Mama Candau —gritó Jean a la puerta— es preciso gritarle un poco, está medio sorda.

Una mujer negra de pelo completamente blanco se asomó por una rendija de la puerta.

—Soy Jean, mama, he traído al sacerdote.

—Sé bien quien eres muchacho, no estoy ciega —dijo abriendo la puerta y mostrando su cuerpo menudo. Sus ojos, pequeños y opacos miraron a Adam Kennedy con curiosidad.

—Buenos días mama —ensayó un saludo.

—Buenos días, padre. Es un placer tenerlo por acá. Espero que este muchacho no lo haya aburrido con sus historias —dijo tomándolo del brazo y animándolo a entrar a la choza.

—Al contrario, Jean ha sido muy amable al conducirme hasta aquí y me ha hablado de sus creencias.

—¿Y que sabe él de todo eso? —dijo con ademán displicente ante el joven que traía las maletas del sacerdote.

—Pues al parecer mucho más de lo que puedo saber yo.

—Eso no lo pongo en duda, pero usted es un hombre blanco y su ignorancia es perdonada.

—No sé como debo tomar eso.

—Tómelo como menos lo ofenda, padre Kennedy, los blancos son muy susceptibles —dijo entrando a la choza y espantando a un par de gallinas que salieron revoloteando. —¿Ha comido ya?

—Me temo que no.

—Tampoco yo —dijo Jean quitándose una especie de sombrero de paja.

—Hay para los tres —dijo la vieja ofreciéndoles sentarse en sendas sillas de madera.

—Está fresco aquí dentro —dijo Adam refrescándose con el sombrero.

—Afuera es un infierno, cualquier sitio a la sombra es mejor que eso.

—Pero esta choza es muy agradable —dijo mirando una serie de collares y máscaras que colgaban de las paredes justo al frente de donde se había sentado.

¿Son artesanías locales?

—¿Artesanías? —dijo mama Candau mientras destapaba algunas ollas que habían sobre un fogón de metal alimentado con leña, con una chimenea que se encargaba de llevar el humo hasta fuera de la casa.

—Me refiero a si son originales o réplicas —corrigió Kennedy.

—Son máscaras rituales —dijo mama Candau mientras servía una especie de guiso espeso y aromático. Espero que le guste el pescado, padre Kennedy.

—Lo que tenga estará bien.

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