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Authors: Denise Dresser

Tags: #Ensayo

El país de uno (29 page)

BOOK: El país de uno
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5.° No matarás a la gallina de los huevos de oro que es el presupuesto público. Por ello, nunca apoyarás iniciativas para recortarlo o que obliguen a rendir cuentas reales y detalladas sobre cómo se gasta. Resistirás cualquier esfuerzo por fomentar la transparencia en los gastos del Congreso y negarás la existencia del “turismo legislativo”. Si eres gobernador, rechazarás —al estilo de Enrique Peña Nieto— cualquier indagatoria sobre la corrupción de tu predecesor, gracias a quien estás donde estás. Disolverás comisiones legislativas que investigan a los parientes de la esposa del presidente en turno. Dirás —como Enrique Peña Nieto— que “la ley le exige tener en resguardo como confidencial” la información patrimonial del que ocupó tu puesto antes de que lo obtuvieras. Obstaculizarás cualquier intento por esclarecer o aclarar cualquier asunto relacionado con el uso inapropiado del erario. Dirás que lo haces por el bien de México. Dirás que es necesario ser “consistente” y lo demostrarás rehuyendo la rendición de cuentas como muchos que ocupan puestos públicos en el país.

6.° No cometerás actos impuros como denunciar la compra de votos en el Congreso por parte de grupos de interés. Jamás hablarás de los viajes ofrecidos, de los sobornos pactados, de las iniciativas negociadas. Guardarás silencio sobre las actividades de los cabilderos y lo que hacen, excepto cuando se trata de atacar a miembros de otro partido. No alzarás la voz cuando el líder de tu fracción parlamentaria te pida votar por una iniciativa sin haberla leído siquiera. No sentirás ningún remordimiento al aprobar leyes con dedicatoria que benefician a tu monopolista favorito. No denunciarás a representantes populares que actúan también como abogados privados, creando con ello evidentes conflictos de interés. Los defenderás diciendo que la ley lo permite y él no es el peor caso. Si eres tecnoburócrata en el área financiera del gobierno, no actuarás en contra de prominentes empresarios que han violado la ley, porque quieres seguir viviendo en México.

7.° No robarás tanto como para generar sospechas e investigaciones que desemboquen en la revelación periodística de tus bienes. Comprarás propiedades a través de compañías
off shore
y pagarás por ellas en efectivo para no dejar un rastro de papel. Conseguirás prestanombres confiables y no abrirás cuentas a nombre de tus hijos porque ya aprendiste la lección de Arturo Montiel. Dirás que cualquier día de estos harás pública tu declaración patrimonial, pero no dirás exactamente cuándo. Negociarás con otros partidos para cerrar casos que te conciernen a ti a cambio de cerrar casos que les conciernen a ellos.

8.° Darás falso testimonio y mentirás siempre a los medios. A ellos les ocultarás la verdad cada vez que seas cuestionado, sobre todo cuando se trate de asuntos de corrupción. Dirás que todas las acusaciones sobre malversación de fondos se tratan de “una guerra mediática sucia y cobarde”. Dirás que es “inadmisible que se trate de vulnerar el proyecto que muchos mexicanos han ayudado a construir” y usarás las mejores palabras aspiracionales que se te ocurran, emulando el estilo de Marta Sahagún. No olvidarás decir cuánto quieres a “este maravilloso país”. Le apostarás a la debilidad del Instituto Federal Electoral y a la probabilidad de que estalle otro escándalo que desvíe la atención de éste.

9.° No consentirás pensamientos ni deseos impuros como aspirar a crear un país mejor. No se te ocurrirá siquiera la noción de “interés público” o “servicio público”. No creerás ni por un minuto que el poder se usa para servir cuando siempre has sabido que en Mexico se usa para servirse. No pensarás jamás en que fuiste electo para representar a la población en vez de engañarla cada vez que puedes. No reflexionarás sobre el hecho de que cada peso que gastas proviene del erario, que a su vez proviene de los impuestos de millones de ciudadanos. No te quitará el sueño saber que te has enriquecido a costa de quienes votaron por ti y te entregaron un voto de confianza. Pensarás que eso es perfectamente válido y absolutamente normal. Si todos lo hacen, ¿por qué tú no? Señalarás que en todos los países y en todos los partidos existe la corrupción y que además, toda la culpa la tienen los medios. Rezarás todas las noches para que no exista un video sobre tus actividades y que el portero de tu departamento en Houston o Miami o San Diego no recuerde tu nombre si es que alguna vez le preguntan.

10.° Codiciarás los bienes de la República y te los embolsarás cada vez que tengas una oportunidad. Creerás que los recursos de la nación están allí para ser puestos a tu disposición en todo momento. Desviarás recursos del sindicato de Pemex o del Fondo Nacional para Desastres Naturales o de las prerrogativas para los partidos o del presupuesto para Los Pinos o del erario del Estado de México. Comprarás Lamborghinis y toallas de trescientos dólares y fraccionamientos en Acapulco y terrenos en Punta Diamante y casas en Careyes y carreteras para tu novia y especies exóticas para tu colección y bahías en El Tamarindillo y vestidos de diseñadores franceses y condominios en Estados Unidos. Vivirás tranquilo, sabiendo que si eres descubierto, insistirás en que tus bienes son compatibles con tu salario, demostrando con ello tu contabilidad creativa o la calidad de la protección política que el gobierno te ofrece. Brincarás al siguiente puesto sin preocupación, consciente de que en México la clase política se rige con un onceavo mandamiento, el más importante de todos: “Tapaos los unos a los otros.” Amén.

Quizá por la persistencia de este decálogo tantos se cuestionan si México logró transitar de un régimen autoritario, vigente durante más de siete décadas, a una verdadera democracia. Si el régimen político que hoy impera representa cabalmente el sentir de las mayorías y se ejerce el poder desde la perspectiva del interés general. Si la transición mexicana culminó. Si estamos aún en ella o, a la luz de lo que hoy vivimos y la perspectiva que se vislumbra, tendríamos que decir abiertamente, que la transición fracasó. Éstas son preguntas necesarias que formula Carmen Aristegui en su libro
Transición
. Estas son preguntas imprescindibles que debería hacerse todo ciudadano preocupado por el destino de su país.

Porque las palabras frecuentemente usadas para describir al sistema político mexicano son métrica del desencanto y termómetro de la desilusión. Palabras como democracia incompleta. Transición truncada. Representación fallida. Impunidad institucionalizada. Simulación. Regresión. En vez de responder a los intereses públicos, la política promueve los intereses particulares. En lugar de resolver problemas, el andamiaje institucional los patea para delante. En vez de generar incentivos para la representación, las reglas actuales impiden que ocurra. En lugar de empoderar ciudadanos, la transición termina encumbrando oligarcas.

Como sugiere Juan Pardinas del Instituto Mexicano para la Competitividad, la democracia mexicana es un “perro verde”. Es demasiado exótica. Es la única en el mundo —aparte de Costa Rica— en la cual no existe la reeleción de legisladores o presidentes municipales. Es de las pocas en donde no se permiten las candidaturas ciudadanas. Es excepcional en cuanto a la ausencia del referéndum. Es inusual por la prohibición de la “iniciativa ciudadana”. Es extraordinaria por la falta de mecanismos para permitir la construcción de mayorías legislativas estables. Es mexicanísima por la forma en la que protege a los partidos pero ignora a los ciudadanos. El perro mexicano se empeña en ser excepcional y para mal. Por eso su pelambre tiene un color tan distinto al de otros caninos. Por eso cojea en vez de correr. Por eso produce pleitos callejeros con tanta frecuencia. Por eso es una especie tan disfuncional.

Toma de la tribuna en San Lázaro.

Sobre su lomo están montados los sindicatos abusivos y las televisoras chantajistas y los partidos irresponsables y los gobernadores impunes y los oligarcas privilegiados. Todos ellos, progenitores del perro verde y beneficiarios de su excepcionalidad. Sin reelección no hay rendición de cuentas, ni representación política completa, ni profesionalización de la clase política, ni manera de ir debilitando a los cacicazgos locales. Sin candidaturas ciudadanas no hay forma de romper el monopolio de los partidos y de los líderes sindicales sobre la vida política. Sin referéndum no hay manera de involucrar directamente a la población en la definición de los grandes temas nacionales. Sin la iniciativa ciudadana no hay forma de promover políticas públicas que la clase política no quiere tocar, incluyendo el combate a los monopolios. Sin iniciativas preferentes no es posible obligar al Congreso a legislar sobre temas que rehúye, incluyendo la promoción de la competencia. Sin medidas como las que ahora se someten a debate nacional, los ciudadanos seguirán siendo poco más que pulgas de un perro rabioso. Y muy caro de mantener, alimentar y cuidar.

PARTIDOCRACIA = CLEPTOCRACIA

¿Sabía usted que en un contexto de crisis económica, los partidos recibieron 3 012 millones de pesos en el 2010? ¿Sabía usted que con esa suma se podrían incorporar 500 mil familias más al programa Oportunidades? ¿Sabía usted que esa cantidad es casi el doble de los recursos destinados para la reconstrucción de la red de carreteras federales? ¿Sabía usted que es poco menos del presupuesto total para todas las actividades culturales? ¿Sabía usted que es casi el doble de los recursos destinados a sistemas, exámenes y proyectos para la prevención del delito de la Secretaría de Seguridad Pública? ¿Sabía usted que es 1.5 veces el presupuesto total para 230 millones de libros de texto para 25 millones de estudiantes?

La numeralia de lo que cuestan y gastan los partidos revela un sistema político que en aras de promover la equidad, ha producido una democracia de alto costo y bajo rendimiento. Una democracia que gasta 224 pesos por voto cuando un país como Brasil sólo gasta cuatro. Una democracia con partidos blindados ante los costos de la crisis, blindados ante los despidos de personal, blindados ante los planes de austeridad y los recortes presupuestales.

Partidos a los cuales se les ha garantizado una bolsa enorme de dinero público que sólo crece con el paso del tiempo, porque su financiamiento está vinculado al padrón y no al desempeño. Partidos cerca del botín que se reparten, y lejos de la ciudadanía; cerca de los privilegios que quieren preservar y lejos de los incentivos para sacrificarlos. Otorgándose salarios altos, fiestas fastuosas, aguinaldos inmensos, exenciones amplias, cónclaves en las mejores playas. Actores privilegiados de una democracia de alto costo y bajo rendimiento. Hoy en México la democracia no significa igualdad de oportunidades para contender, sino igualdad de oportunidades para abusar.

Los partidos en México reciben una cantidad exorbitante de recursos. De hecho, los partidos mexicanos se encuentran entre los más apapachados y mejor financiados del planeta. Reciben recursos del
IFE
nacional, reciben recursos del
IFE
estatal, reciben recursos del presupuesto mismo. Cada diputado y cada fracción parlamentaria decide cómo usarlos. Pero cada peso que gasta un diputado o un senador proviene de nuestro bolsillo, de nuestros impuestos, de una asignación que recauda la Federación. Los diputados son fiduciarios del dinero público. Por ello, irrita no saber cuánto se gasta y en qué. Irrita darse cuenta de las lagunas y la laxitud.

Con frecuencia, los legisladores hacen viajes de comisión para hacer intercambios de información. Dicen que quieren examinar la reforma eléctrica en otras latitudes y viajan a Londres o a París para entenderla. Regresan y agendan nuevas aventuras en Buenos Aires y Río de Janeiro. ¿Alguien sabe exactamente qué hicieron allí? ¿Alguien sabe en dónde se hospedaron y a qué costo? ¿Alguien sabe si elaboraron algún documento sobre sus hallazgos y de qué manera se relacionan con el caso mexicano? ¿Alguien sabe por qué el destino preferido de tantos legisladores parece ser París?

Tanto los diputados como los senadores tienen derecho a un viaje semanal a sus estados. El objetivo es fomentar la comunicación con la población y facilitar la fluidez de los lazos entre representantes y representados. Pero en muchos casos los legisladores cambian un destino por otro; en vez de volar a Villahermosa lo hacen a Puerto Vallarta; en vez de utilizar el presupuesto público para fines políticos, lo canalizan para fines privados. O le regalan el boleto a su esposa o a sus hijos. O hacen llamadas de larga distancia desde sus oficinas a sus amigos. O utilizan su celular para platicar en vez de cabildear. O entregan sus cuentas de comida para que sean reembolsadas por el
IFE
. O utilizan su acceso a descuentos en hoteles para subsidiar las vacaciones familiares. Ejemplo tras ejemplo, la conducta de los congresistas es y debe ser motivo de alarma.

Todos gastan y nadie vigila. Muchos cometen excesos y pocos son sancionados por ello. Si los parlamentarios utilizan su seguro de gastos médicos mayores para acudir a los hospitales privados más caros del país —en vez del
IMSS
—, nadie puede castigarlos políticamente. Si el presupuesto para el
staff
legislativo es de 60 mil pesos y un diputado contrata a un asesor por veinte mil y se embolsa lo demás, nadie tiene la forma de enfrentarlo. Como nadie tiene que pelear por reelegirse, nadie tiene que tener las manos limpias. Como nadie exige que los representantes se comporten a la altura, muchos pueden seguir tirando la transparencia a la basura.

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