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Authors: Khaló Alí

Tags: #Humor, #Romántico, #Erótico

Jugando con fuego (13 page)

BOOK: Jugando con fuego
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La ambulancia se lleva a Aviador al hospital para que le practiquen un lavado gástrico. La cantidad de alcohol y pastillas que ha ingerido podrían actuar como una bomba de relojería para su organismo.

–¿Qué ha pasado aquí? –pregunta Manuel Pérez que acaba de llegar.

–¿Dónde estabas?

–Acabo de llegar.

–Pensé que al ser el organizador de la fiesta estarías aquí antes para ayudar un poco.

–¿Ayudar a qué? ¿Ese no es su trabajo?

–¿Alguna noticia de JL o Popy? –pregunto.

–No, ninguna noticia, ¿por?

–No han venido ninguno de los dos y estoy preocupado.

–Seguro que aparecen, ahora hay que conseguir que la fiesta continúe.

Miguel G. comienza a pinchar tal y como estaba dispuesto a anunciar Aviador antes del pequeño incidente.
Spam
,
Glamour to kill
,
Pulp
,
Manson
… Todos se dan cita en la cabina para celebrar la fiesta. La gente baila y se divierte, al menos es lo que parece. Mi equipo y yo mantenemos los ojos bien abiertos, cualquiera puede estar dispuesto a fastidiarnos la noche. En la escalera de acceso a la fiesta se escucha un alboroto.

–¡Mulleras, venga corriendo! –grita el agente García.

Subo las escaleras de tres en tres, lo más rápido que puedo. Nunca en mi vida se me había hecho tan larga una escalera, no sé lo que me voy a encontrar cuando llegue arriba pero me da miedo. Miedo y morbo como siempre, el peligro me pone. Me encanta jugar con fuego.

–He dicho que no se mueva nadie –grita un hombre con una escopeta de caza en la mano.

–¿Qué ocurre aquí? –pregunto.

–Las preguntas las hago yo –contesta el armado.

–Quién es usted? ¿Y qué quiere?

–Soy el marido de Juan Ernesto Artuñedo.

–¿Queeé…?

–He venido a vengar su muerte. Voy a meterle esta escopeta por el culo al cabrón que lo asesinó.

–No puedes entrar armado –dice García.

–Por mis cojones. Si no me dejáis entrar os mato a todos, no tengo prisa, llevo muchos días esperando este momento. Quiero verle la cara a ese hijo puta, quiero hacerle lo mismo que le hizo a mi marido.

–La venganza no es el mejor camino.

–Ojo por ojo y diente por diente.

–Le repito que no es el mejor camino.

–¿Has estado alguna vez enamorado? –pregunta.

–Sí, supongo que sí.

–¿Sabes lo que se sufre cuando alguien arranca de tu lado a la persona que quieres?

Me quedo mudo y no sé qué contestarle. El chico se viene abajo y comienza a llorar, momento en el que aprovechamos para quitarle el arma.

–Era tan bueno… Él no se merecía esto. Nunca le hizo daño a nadie, sólo quería escribir, nada más. Si Miguel no le hubiese incluido en el proyecto ahora estaría vivo.

–Será mejor que lo saquéis de aquí, llevároslo a comisaría, allí no podrá hacerle daño a nadie.

Vuelvo a bajar y en la sala nadie se ha percatado de nada. El gentío baila al ritmo que marca el dj. Hago como que me tomo una copa para disimular y no dar tanto el cante, en realidad estoy bebiendo agua mineral, pero parece ginebra o algo así. Mantengo los ojos tan abiertos que casi creo que se me van a salir.

–Es hora de que comience el concierto de Roberta –me dice Manuel.

–Espera un poco.

–No podemos esperar más, la gente ha venido a verla a ella. Ella es la estrella.

–Deberíamos esperar a que se termine de llenar la sala.

–No, ya no se puede esperar más, eso puede ser peligroso para ella.

–Hola, veo que estáis todos reunidos –dice JL que acaba de acercarse al grupo.

–¿Dónde estabas? –pregunto.

–Había fiesta de zapas en el
Odarko
.

–Y nosotros aquí preocupados –le digo.

–¿Por qué?

–Sabes que hay un asesino suelto, creo que esa pregunta sobra.

–Oye, Miguel nos está haciendo señales –dice Manuel.

Nos acercamos para ver qué le ocurre.

–Me estoy meando vivo. Necesito ir al baño –dice Miguel.

–¿Qué hacemos con la cabina? –pregunto.

–Voy a poner un recopilatorio y ya está, nadie se dará cuenta –dice.

–Está bien. En el camerino tienes un baño.

–Voy.

–Nosotros también –digo.

–Yo me quedo aquí fuera –dice Manuel.

Miguel G., JL y yo entramos en el camerino donde Roberta Marrero se da los últimos retoques.

–¿No os han enseñado a llamar a la puerta? Este es el camerino de una mujer –dice Roberta.

–Relájate un poco bonita –dice Miguel G.–, este camerino es de todos.

–Mira, hoy no tengo ganas de discutir contigo, así que ignórame.

–Roberta, es lo que llevo haciendo todos estos meses.

–Sí, seguro.

–Chicos, haya paz –intervengo.

–Es que me saca de quicio –dice Roberta.

–Pues relájate porque es la hora de actuar y tiene que presentarte él.

–¿Qué?

–Supongo que no hace falta que te recuerde lo que le ha pasado a Aviador.

¡Toc, Toc! Llaman a la puerta. Un silencio invade el camerino y todos me miran pidiéndome explicaciones. Me acerco a la puerta y pregunto quién es.

–Soy el agente García.

–¿Qué ocurre? –pregunto.

–Acaba de llegar Popy Blasco.

–Genial.

–¿Cómo que genial? –dice Roberta–. ¿Quién lo ha invitado? En mi contrato ponía claramente…

–Roberta, lo que ponga en tu contrato da igual. Aquí estamos por una causa mayor y si no os lleváis bien, pues hacéis un esfuerzo.

–Si ese hombre hubiese dicho de ti la mitad de maldades que ha dicho de mí te sentirías igual.

–Vale, llevas razón, pero reconoce que tú tampoco lo haces más fácil, te llevas mal con todo el mundo –le digo.

–La gente es envidiosa.

–¿Qué es lo que envidian? –le pregunto

–A mí.

–¿Y cual es el motivo?

Roberta se queda callada y no contesta. Sus ojos comienzan a brillar y dos lágrimas caen por su cara. Impotencia, rabia y miedo en su rostro. Su maravillosa piel refleja este cúmulo de sensaciones. Popy entra en la sala acompañado del agente García.

–Hola a todos –dice Popy.

–Hola de nuevo –le contesto–. ¿Se puede saber dónde has estado?

–Estuve en Barcelona haciendo un reportaje y me dejé olvidado el móvil en casa, por eso no te lo cogía.

–¿Un reportaje? –pregunta Miguel G.

–Sí, recuerda que soy periodista y
coolhunter
.

–Claro, es verdad, cómo se me iba a olvidar, si lo especificabas en tu biografía –replica Miguel.

–Chicos, es la última vez que lo digo. Este es el papelón de vuestras vidas. Demostradme que puedo confiar en vosotros. Vamos a salir ahí y vais a arrasar y nadie se va a dar cuenta de que estamos sumergidos en la mierda y que ya nos llega al cuello.

–Está bien –dice Roberta–, pero sólo por esta vez. A partir de mañana todo seguirá igual que antes y no quiero tener que volver a ver a estas dos maricas malas nunca más.

–Lo mismo digo –dice Miguel.

Mientras se dan los últimos retoques aparto a Popy Blasco de los demás para poder preguntarle unas cosillas.

–¿Cuándo has llegado a Madrid?

–Hace dos horas.

–¿Puedes demostrarlo?

–Claro, tengo los billetes de avión.

–¿Has actualizado últimamente tu
blog
? –interrogo.

–Llevo casi una semana sin tocarlo ¿por…?

–¿Sabes si alguien tenía la clave de acceso?

–No que yo sepa.

–¿Qué ocurre?

–Alguien nos ha dejado un mensaje en varias páginas de Internet, entre ellas tu
blog
.

–¿Quieres decir que alguien ha usurpado mi identidad?

–No se manifiesta como Popy, lo único que hace es escribir un mensaje para nosotros en tu página.

–¿Y qué dice el mensaje?

–Nos citaba aquí en la fiesta.

–Sigo pensando que la editorial está implicada en esto.

–No lo creo. Y ahora a presentar a Roberta.

Salgo de camerinos para controlar la escena desde fuera. No debe escaparse ningún detalle. Todos mis hombres están en sus puestos. La puerta del escenario se abre y aparece Popy Blasco. En su cara una sonrisa desafiante a la par que maliciosa. No hay nadie que esté disfrutando más de este momento que él. Miguel, que ha vuelto a la cabina, baja la música para que se le escuche hablar por el micro. El sonido se acopla y el público se encoge de hombros por lo molesto del ruido. Se clava en los sentidos. Cuando parece que va a empezar a hablar nuestro improvisado interlocutor las luces saltan. Sin que nadie lo espere se hace de noche en el
Ocho y Medio
. No estábamos preparados para esto. La gente comienza a correr de aquí para allá. El gentío vocifera asustado. Intento correr hacia el escenario y justo cuando estoy en el borde la luz se hace de nuevo. La sala inmovilizada observa a Popy. Tiene los ojos en blanco y sangra por la boca.

–Prrrriiiiiinnnncccciiiipiiiiiaaaa… –dice Popy.

No es capaz de terminar la frase, su cuerpo se desploma y es al caer al suelo cuando nos damos cuenta de que tiene un cuchillo clavado en la espalda. ¿Cómo cojones han podido colar ese cuchillo? Los hemos revisado uno por uno. La gente se aparta y se pega al fondo, nadie quiere estar cerca del muerto. Parece que haya pasado un ángel, la tensión se puede cortar con las manos. Nadie habla, tal vez algún su-surro leve o algún llanto ahogado, pero nada más. El miedo les ha arrancado a todos la lengua. La puerta del escenario vuelve a abrirse y aparecen Roberta, JL y Miguel G. Cada vez hay menos posibilidades…

–Dios mío –dice Miguel G.

–Se lo tiene merecido –dice Roberta.

–¿Cómo puedes hablar así? –dice JL.

–Hablo así porque me sale del coño –dice Roberta.

–Eres una ordinaria –le reprocha Miguel.

–Pero no soy una falsa.

–¿Qué quieres decir?

–Me hace mucha gracia que no se pueda hablar mal de un muerto porque es una falta de respeto, pero de que él haya hablado de nosotros todo lo que le ha dado la gana, hasta intentar arruinarnos la vida, con eso nadie se mete –dice la chica.

–No es lo mismo –dice Miguel.

–Vamos, no seas hipócrita. ¿Cuántas veces lo hemos criticado juntos y cuántas veces hemos deseado que se muera? ¿Por qué esconderlo ahora?

–No soy hipócrita, soy respetuoso. Podía tener mis diferencias con él, pero de ahí a desearle la muerte.

–Mira, no aguanto que vayas de mosquita muerta delante de la policía, ya va siendo hora de que enseñes tu verdadera cara y te quites esa máscara porque no engañas a nadie.

Roberta sale hacia el camerino. JL está sentado en el escenario, llorando. Se tapa la cara con las manos para que nadie lo vea. Miguel G. se queda ahí, de pie, pasmado, como en
shock
durante unos segundos, luego sale co-rriendo y se esconde en el camerino también.

–Que sea la última vez que pretendes dejarme en ridículo delante de nadie –dice Roberta.

–Tú sola te pones en evidencia –dice Miguel.

–No tienes ni idea de quién soy. Llevo muchos años trabajando duro en este país, para que vengas tú a intentar echarlo todo por la borda.

–Te repito que no he intentado tal cosa.

–He hecho cine, videoclips, discos, escribo, me han hecho entrevistas en
El Mundo
, etc, etc.

–¿Quieres un premio?

–Quiero que me respetes.

–Cuando te elegí a ti para que aparecieses en el libro es porque te respetaba.

–Yo no necesito aparecer en esta mierda de libro para ser alguien. Lo hice porque me llamasteis. Lo hice casi por haceros el favor de no dejaros tirados.

–Ja, ja, ja… ¿Cómo eres tan pretenciosa? Ni siquiera sabes si estás de suplente. Tal vez alguien nos dijo que no y por eso te llamamos a ti. ¿No lo has pensado? –dice Miguel.

–No lo creo y no te tolero…

–No me toleras ¿qué? –dice Miguel bastante enfadado.

–Me merezco mejor trato, si no llega a ser por mí no serías nadie.

–¿Qué?

–Te he puesto en lista de puerta en las mejores fiestas, te he invitado a copas…

–Ja, ja, ja… Creo que te estas quedando sin argumentos. Te agradezco todo eso que dices que has hecho, a pesar de que nunca te lo pedí.

–Me das asco. Mírate, das asco –increpa Roberta.

–En el fondo Popy y tú sois iguales, por eso os odiáis tanto. Yo no voy a cometer el mismo error de atacar el físico de nadie porque sería demasiado fácil.

Roberta se enfada tanto que comienza a gritar y a romperlo todo. Los maquillajes, los vestidos… Todo acaba por el suelo. Empieza a arrojar contra Miguel todos los objetos que encuentra a su paso. Una de las cosas que tira es el libro que traía Aviador, el que había escrito Jonás. Le da de lleno. Hace diana en su frente y cae aturdido. Roberta se hecha encima de él e intenta ahogarle con sus manos.

–Vamos marica de mierda –dice Roberta con los ojos desencajados–, llora como mujer lo que no fuiste capaz de defender como hombre.

–En el fondo, no somos tan distintos –le contesta Miguel.

La policía entra en el camerino y los encuentra en esa tesitura. Rápidamente esposan a Roberta. Miguel tose e intenta recuperar el aire que las manos de ésta le restaron al apretarle.

–Está loca –dice Miguel–, lleváosla, que se pudra en la cárcel.

–Hijo de puta, esto no se va a quedar así –grita Roberta, que realmente está como loca.

–Ha intentado matarme –dice Miguel.

–¿Qué coño ocurre aquí? –les pregunto– ¿A qué demonios estáis jugando?

–Este imbécil ha empezado a insultarme –dice Roberta.

–Pues cuando he entrado aquí la situación era distinta –le comento.

–¡Es un trepa, un hipócrita, es experto en darle la vuelta a la tortilla! –grita Roberta completamente fuera de sí.

–Es increíble lo que está dispuesta a hacer con tal de que no la pillen. Anda cuéntanos a todos como ahorcabas a nuestros compañeros del libro –dice Miguel.

–Yo no he ahorcado a nadie –dice Roberta.

–Claro, qué va a decir la pobre –dice Miguel.

–No te imaginas cuánto te odio. Te odio desde el día que empezaste a trabajar en Odisea, te odio desde el día que empezaste a pinchar, te odio desde el día en que te conocí, porque nunca te he aguantado. Eres un trepa, eres un cara, eres un instrusista profesional que te crees que sabes de todo y no sabes de nada. Eres un puto principiante.

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