La velocidad de la oscuridad (33 page)

BOOK: La velocidad de la oscuridad
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—Si lleva años practicando esgrima con usted, ¿cómo es que no lo vio venir?

—No lo sé. Pero soy bueno viendo pautas en cómo se mueven las otras personas. Así es como practico esgrima. Él no es bueno en eso. Creo que tal vez porque no llevaba espada no pensó que yo usaría el mismo movimiento que en la esgrima.

—Ah. Me gustaría verlo practicar esgrima —dice el señor Stacy—. Siempre me había parecido un deporte de poca monta, todos esos trajes blancos y las rejillitas, pero hace usted que parezca interesante. Entonces... lo amenazó con el arma, usted la apartó a un lado y lo golpeó en el estómago, ¿y después qué?

—Entonces montones de personas empezaron a gritar y la gente saltó sobre él. Imagino que eran policías, pero no los había visto.

Me detengo. Puede averiguar todo lo demás a partir de aquí, de los policías que estuvieron presentes, creo.

—Muy bien. Repasemos unas cuantas cosas...

Me hace repasarlo todo una y otra vez, y en cada ocasión recuerdo otro detalle. Me preocupa eso: ¿estoy de verdad recordando, o estoy llenando los espacios en blanco para hacerlo feliz? Leí sobre eso en un libro. A mí me parece real, pero a veces es mentira. Mentir está mal. No quiero mentir.

Me vuelve a preguntar una y otra vez sobre el grupo de esgrima: quién me apreciaba y quién no. A quiénes apreciaba yo y a quiénes no. Yo creía que apreciaba a todo el mundo; creía que todos me apreciaban a mí, o al menos me toleraban, incluso Don. El señor Stacy parece querer que Marjory sea mi novia o mi amante: sigue preguntándome si nos vemos. Sudo mucho cuando hablo sobre Marjory. Sigo diciendo la verdad, que es que me gusta mucho y que pienso en ella, pero no estamos saliendo.

Finalmente, se pone en pie.

—Gracias, señor Arrendale; es todo por ahora. Lo he anotado todo: tendrá que venir a la comisaría y firmar; estaremos en contacto para cuando se celebre el juicio.

—¿Juicio?

—Sí. Como víctima de un ataque, será testigo de la acusación. ¿Algún problema con eso?

—El señor Crenshaw se enfadará si falto mucho tiempo al trabajo —digo. Eso será cierto si todavía tengo el trabajo para entonces. ¿Y si no lo tengo?

—Estoy seguro de que lo entenderá.

Yo estoy seguro de que no, porque no querrá entender.

—Existe la posibilidad de que el abogado de Poiteau haga un trato con el fiscal del distrito —dice el señor Stacy—. Que acepte una reducción de condena a cambio de no salir peor parado en el juicio. Se lo haremos saber. —Se encamina hacia la puerta—. Tenga cuidado, señor Arrendale. Me alegro de que capturáramos a ese tipo y que no resultara usted herido.

—Gracias por su ayuda —digo.

Cuando se marcha, aliso el sofá allí donde se ha sentado y pongo el cojín donde estaba. Me siento inquieto. No quiero pensar más en Don y el ataque. Quiero olvidarlo. Quiero que no haya sucedido.

Me preparo rápidamente la cena, tallarines hervidos y verdura, y me la como, y luego friego el plato y el cacharro. Ya son las 8.00. Abro el libro y empiezo el capítulo 17: «Memoria integradora y control de atención: las lecciones de DSPT y ADHD.»

A estas alturas me resulta más fácil entender las frases largas y la sintaxis complicada. No son lineales, sino acumulativas o radiales. Ojalá alguien me hubiera enseñado eso al principio.

La información que los autores quieren proporcionar está organizada de manera lógica. Se lee como algo que podría haber escrito yo. Es extraño pensar que alguien como yo podría escribir un capítulo de un libro sobre el funcionamiento del cerebro. ¿Parezco un libro de texto cuando hablo? ¿Es a eso a lo que se refiere la doctora Fornum por «lenguaje estirado»? Siempre me he imaginado a actores con trajes llamativos y zancos bailando sobre la multitud cuando lo decía. No me parece razonable; yo no soy alto ni llamativo. Si pretendía decir que hablaba como un libro de texto, podría haberlo dicho.

Ahora ya sé que DSPT es «desorden de estrés postraumático» y que produce extrañas alteraciones de la memoria. Es una cuestión de control complejo y mecanismos de feedback, inhibición y desinhibición de transmisión de señales.

Se me ocurre que yo ahora soy postraumático, que ser atacado por alguien que quiere matarme es lo que ellos entienden por trauma, aunque no me siento muy tenso ni excitado. Tal vez la gente normal no se sienta a leer un libro de texto unas pocas horas después de haber estado a punto de ser asesinada, pero me parece reconfortante. Los hechos siguen allí, todavía dispuestos en orden lógico, fijados por alguien que se encargó de dejarlos claros. Igual que cuando mis padres me dijeron que las estrellas seguían brillando, sin disminuir su fulgor ni ser dañadas por nada que nos sucediera a nosotros en este planeta. Me gusta que exista orden en alguna parte aunque se destroce cerca de mí.

¿Qué sentiría una persona normal? Recuerdo un experimento de ciencias en el colegio: plantamos semillas en macetas torcidas. Las plantas crecían hacia la luz, no importaba hacia qué lado tuvieran que girar el tallo. Recuerdo haberme preguntado si alguien me había plantado en una maceta torcida, pero mi profesora dijo que no era lo mismo.

Sigue pareciéndome lo mismo. Estoy torcido respecto al mundo, sintiéndome feliz cuando otras personas creen que debería sentirme desolado. Mi cerebro intenta crecer hacia la luz, pero no puedo enderezarlo porque su maceta está torcida.

Si entiendo el libro, recuerdo cosas como qué porcentaje de coches de un aparcamiento son azules porque presto atención al color y al número más que la mayoría de la gente. Ellos no lo advierten, así que no les importa. Me pregunto qué advierten ellos cuando miran un aparcamiento. ¿Qué más hay aparte de filas de vehículos, tantos azules y tantos marrones y tantos rojos? ¿Qué me estoy perdiendo, igual que ellos se pierden ver las hermosas relaciones numéricas?

Recuerdo colores y números y pautas y series crecientes y decrecientes: eso es lo que atraviesa más fácilmente los filtros de proceso sensorial interpuestos entre el mundo y yo. Éstos se convirtieron por tanto en los parámetros de mi crecimiento cerebral, de modo que lo veía todo (desde el proceso de fabricación de productos farmacéuticos hasta los movimientos de un contrario en la esgrima) del mismo modo, como expresiones de una clase de realidad.

Contemplo mi apartamento y pienso en mis propias reacciones, mi necesidad de regularidad, mi fascinación por repetir fenómenos, con series y pautas. Todo el mundo necesita cierta regularidad; todo el mundo disfruta de series y pautas hasta cierto punto. Lo sé desde hace años, pero ahora lo comprendo mejor. Los autistas estamos en un extremo del arco de la conducta y la preferencia humanas, pero estamos conectados. Mis sentimientos hacia Marjory son sentimientos normales, no extraños. Tal vez soy más consciente que otra persona de los distintos colores de su pelo o sus ojos, pero el deseo de estar cerca de ella es un deseo normal.

Es casi la hora de acostarse. Cuando me meto en la ducha, miro mi cuerpo perfectamente corriente: piel normal, pelo normal, uñas normales, genitales normales. Sin duda hay otras personas que prefieren el jabón sin perfume, a las que les gusta la misma temperatura del agua, la misma textura de las toallas.

Salgo de la ducha, me cepillo los dientes y elimino la placa. Mi rostro en el espejo se parece a mi rostro... es el rostro que mejor conozco. La luz corre hacia la pupila de mi ojo, llevando consigo la información que está dentro de la gama de mi visión, llevando consigo el mundo, pero lo que veo cuando miro donde va la luz es oscuridad, profunda y aterciopelada. La luz entra y la oscuridad me mira. La imagen está en mi ojo y en mi cerebro, además de en el espejo.

Apago la luz del cuarto de baño y me voy a la cama, apago la luz de la mesilla después de sentarme. La imagen residual de la luz arde en la oscuridad. Cierro los ojos y veo los opuestos equilibrados en el espacio, flotando unos frente a otros. Primero las palabras y luego las imágenes que sustituyen a las palabras.

La luz es lo opuesto a la oscuridad. Lo pesado es lo opuesto a lo ligero. La memoria es lo opuesto al olvido. Asistir es lo opuesto a ausentarse. No son exactamente lo mismo: la palabra para el tipo de luz que es opuesta a pesado parece más pesada que el brillante globo que viene como imagen.
[1]
La luz brilla en la brillante esfera mientras se alza, se pierde, desaparece... Una vez le pregunté a mi madre cómo podía tener luz en mis sueños si tenía los ojos cerrados cuando dormía. Por qué había sueños que no eran oscuros, pregunté. Ella no lo sabía. El libro me enseñó un montón de cosas sobre el procesamiento visual del cerebro, pero no eso.

Me pregunto por qué. Sin duda alguien más se ha preguntado por qué los sueños pueden estar llenos de luz incluso en la oscuridad. El cerebro genera imágenes, sí, ¿pero de dónde procede la luz que hay en ellos? Las personas ciegas no ven la luz... o se cree que no lo hacen, y los escáneres cerebrales indican pautas diferentes. ¿Será la luz de los sueños un recuerdo de la luz o será otra cosa?

Recuerdo a alguien diciendo, de otro niño: «Le gusta tanto el béisbol que si le abrieras la cabeza habría un campo de béisbol dentro...» Eso fue antes de que yo supiera que gran parte de lo que la gente decía no significaba lo que significaban las palabras. Me pregunté qué habría dentro de mi cabeza si alguien la abriera. Se lo pregunté a mi madre y ella dijo: «Tu cerebro, cariño», y me mostró la imagen de una cosa gris y arrugada. Yo lloré porque no me gustaba que estuviera llenando mi cabeza. Estaba seguro de que nadie más tenía algo tan feo dentro de la cabeza. Tendrían campos de béisbol o helados o meriendas.

Ahora sé que todo el mundo tiene un cerebro arrugado y gris dentro de la cabeza, no campos ni piscinas ni a las personas que aman. Lo que está en la mente no se ve en el cerebro. Pero en aquel momento me pareció la prueba de que estaba mal hecho.

Lo que tengo dentro de mi cabeza es luz y oscuridad y gravedad y espacio y espadas y compras y colores y números y personas y pautas tan hermosas que me pongo a temblar. Sigo sin saber por qué tengo esas pautas y no otras.

El libro responde preguntas que ha pensado otra gente. Yo he pensado preguntas que no han respondido. Siempre pensaba que mis preguntas eran preguntas equivocadas porque nadie más las preguntaba. Tal vez no se les ocurrieron a nadie. Tal vez la oscuridad llegó allí primero. Tal vez yo soy la primera luz que toca un golfo de ignorancia.

Tal vez mis preguntas importan.

15

Luz. Luz matinal. Recuerdo sueños extraños, pero no de qué trataban, sólo que eran extraños. Es un día brillante y límpido: cuando toco el cristal de la ventana está frío.

Con el aire más fresco, me siento plenamente despierto, casi pletórico. Los copos de cereal del cuenco tienen una textura crujiente y rugosa; los siento en mi boca, duros y luego suaves.

Cuando salgo, el sol destella en las piedras del pavimento del aparcamiento. Es un día para música brillante y alegre. Las posibilidades surcan mi mente; me decido por Bizet. Toco mi coche torpemente, advirtiendo que aunque Don está en la cárcel mi cuerpo está recordando que podría ser peligroso. No sucede nada. Los cuatro neumáticos nuevos todavía huelen a nuevos. El coche arranca. Camino del trabajo la música suena en mi cabeza, brillante como la luz del sol. Pienso en salir al campo para mirar las estrellas esta noche; debería poder ver también las estaciones espaciales. Entonces recuerdo que es miércoles y que iré a la clase de esgrima. No lo he olvidado en mucho tiempo. ¿He marcado el calendario esta mañana? No estoy seguro.

En el trabajo, dejo el coche en mi aparcamiento de costumbre. El señor Aldrin está allí de pie, tras la puerta, como si me estuviera esperando.

—Lou, lo vi en las noticias... ¿Te encuentras bien?

—Sí —digo. Creo que debería ser obvio con sólo mirarme.

—Si no te sientes bien, puedes tomarte el día libre.

—Estoy bien. Puedo trabajar.

—Bueno... si estás seguro. —Hace una pausa, como si esperara que yo dijera algo, pero no se me ocurre nada que decir—. En el noticiario dijeron que desarmaste al atacante, Lou... no sabía que supieras hacer eso.

—Hice lo que hago en esgrima —digo—. Aunque no tenía hoja.

—¡Esgrima! —Sus ojos se ensanchan, sus cejas se alzan—. ¿Practicas esgrima? ¿Con... con espadas y esas cosas?

—Sí. Voy a clase de esgrima una vez a la semana —digo. No sé cuánto más decirle.

—No lo sabía. No sé nada de esgrima, excepto que para practicarla llevan esos trajes blancos y esos contadores eléctricos.

Nosotros no llevamos traje blanco ni usamos contador eléctrico, pero no me apetece explicárselo al señor Aldrin. Quiero volver a mi proyecto, y esta tarde tenemos otra reunión con el equipo médico. Entonces recuerdo lo que dijo el señor Stacy.

—Puede que tenga que ir a la comisaría de policía para firmar una declaración.

—Muy bien —dice el señor Aldrin—. Lo que necesites. Estoy seguro de que debe de haber sido una conmoción terrible.

Suena mi teléfono. Creo que será el señor Crenshaw, así que no me apresuro a responder, pero respondo.

—¿Señor Arrendale?... Soy el detective Stacy. Mire, ¿puede venir a la comisaría esta mañana?

No creo que sea una pregunta de verdad. Creo que es como cuando mi padre decía: «Tú agarra ese extremo, ¿quieres?» Lo que quería decir era: «Agarra ese extremo.» Puede que sea más amable dar órdenes haciendo preguntas, pero es también más confuso, porque a veces son preguntas.

—Tendré que preguntárselo a mi jefe —digo.

—Es un asunto policial. Necesitamos que firme su declaración y otros papeles. Dígales eso.

—Llamaré al señor Aldrin —digo—. ¿Tengo que volver a llamarlo a usted?

—No. Sólo venga cuando pueda. Estaré aquí toda la mañana.

En otras palabras, espera que vaya no importa lo que diga el señor Aldrin. No era una pregunta de verdad.

Llamo al despacho del señor Aldrin.

—Sí, Lou —dice él—. ¿Cómo estás?

Es una tontería, ya me ha preguntado eso esta mañana.

—La policía quiere que vaya a la comisaría y firme mi declaración y otros papeles. Me han dicho que vaya ahora.

—Pero ¿te encuentras bien? ¿Necesitas que alguien te acompañe?

—Estoy bien. Pero necesito ir a la comisaría.

—Por supuesto. Tómate el día entero.

Fuera, me pregunto qué piensa el guarda cuando paso por el puesto de control después de haber entrado hace sólo un ratito. No puedo saber nada por su cara.

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