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Authors: Choderclos de Laclos

Tags: #Novela epistolar

Las amistades peligrosas (62 page)

BOOK: Las amistades peligrosas
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Se dice también que esta aventura le hará probablemente mucho daño en el pleito que está próximo a verse y en el cual se pretende que tiene necesidad de grandes influencias.

Adiós, mi querida y digna amiga. Veo en todo esto a los malos castigados, pero no encuentro consuelo alguno para las desgraciadas, víctimas.

París, 18 de diciembre de 17…

CARTA CLXXIV

EL CABALLERO DANCENY A LA SEÑORA DE ROSEMONDE

Usted tiene razón, señora, y puede estar segura de que no he de negarle nada que de mí dependa y que tenga para usted importancia. El paquete que me honro de enviarle contiene todas las cartas de mademoiselle de Volanges. Si las lee, no podrá ver, sin asombro, que pueda reunirse tanta iniquidad y tanta perfidia. Esta es, por lo menos, la impresión que me ha hecho su última lectura.

Pero, sobre todo, ¿puede dejarse de sentir la más viva indignación contra madame de Merteuil, cuando se recuerda con qué abominable placer ha puesto todos los medios posibles para abusar de tanto candor e inocencia?

No, yo no la amo. No conservo rastro de un sentimiento traicionado tan indignamente; y no es el amor lo que me impulsa a tratar de justificar a mademoiselle de Volanges. Pero, sin embargo, aquel corazón tan sencillo, aquel carácter tan dulce y tan dócil, ¿no hubieran podido ser conducidos al bien, con mayor facilidad todavía que han sido arrastrados al mal? ¿Qué joven recién salida del convento, sin experiencia y casi sin ideas, y sin llevar a la sociedad, como casi siempre sucede, más que la misma ignorancia para el bien que para el mal, qué joven, digo, hubiera podido resistir más a tan execrables artificios? ¡Ah! para ser indulgente, es necesario reflexionar qué serie de circunstancias independientes de nosotros, nos ponen en la pavorosa alternativa de la delicadeza y de la depravación de nuestros sentimientos. Usted me hace, pues, justicia, señora, suponiendo que los extravíos de mademoiselle de Volanges, que he deplorado muy vivamente, no me inspiran, sin embargo, ninguna idea de venganza. ¡Bastante es tener que renunciar a amarla! ¡Me costaría mucho aborrecerla!

No necesito reflexión alguna para desear que todo cuanto a ella concierne y pueda perjudicarla, quede por siempre ignorado del mundo entero. Si ha parecido que yo dilataba algo satisfacer los deseos de usted sobre este punto, creo poder no ocultarle el motivo; he querido antes estar seguro de que no sería molestado a consecuencia de mi desgraciado lance. En un tiempo que solicitaba su indulgencia y me atrevía a creerme con ciertos derechos a ella; hubiera temido aparecer con la intención de comprar a usted con alguna condescendencia por mi parte; y, seguro de la pureza de mis razones, he tenido, lo confieso, el orgullo de querer que usted no lo pusiera en duda. Espero que perdonará esta delicadeza, acaso excesivamente susceptible, a la veneración que me inspira, y a la mucha importancia que concedo a su estimación.

Este mismo sentimiento, me hace pedirle como último favor, que tenga a bien decirme si cree que he cumplido todos los deberes que me han impuesto las desgraciadas circunstancias de que me he visto rodeado. Una voz tranquilo sobre este asunto, mi resolución está ya tomada: salgo para Malta; voy a hacer allí gustoso y a observar religiosamente votos, que me separarán de un mundo en el cual, tan joven aún, he tenido ya tanto de que lamentarme; iré allí, por último, a buscar el modo de borrar, bajo un cielo extranjero, la idea de tantos horrores acumulados, y cuyo recuerdo no podría más que entristecer y atormentar mi alma.

Soy con respeto, señora, su humilde, etc.

París, 26 de diciembre de 17…

CARTA CLXXV

LA SEÑORA DE VOLANGES A LA SEÑORA DE ROSEMONDE

La suerte de madame de Merteuil parece, por fin, decidida, mi querida, y digna amiga; es tal que sus enemigos más grandes sienten, al par que la indignación que merece, la compasión que inspira. Tenía razón al decir que acaso fuese una fortuna para ella morir de la viruela. Se ha salvado, es verdad, pero horriblemente desfigurada, y, sobre todo, ha perdido un ojo. Como usted comprenderá, yo no he vuelto a verla; pero me han dicho que está verdaderamente espantosa.

El marqués de… que no desperdicia ocasión de lanzar un chiste, decía ayer, hablando de ella, que la enfermedad la había transformado, y que ahora es cuando tenía el alma en la cara. Desgraciadamente, todo el mundo encontró la expresión muy justa.

Un nuevo acontecimiento ha venido a agravar más todavía sus extravíos y sus desgracias. Su pleito se ha sentenciado anteayer, y todo lo ha perdido. Costas, perjuicios e intereses, restitución de los frutos, todo ha sitio adjudicado a los menores; de suerte, que la escasa fortuna que no tenía comprometida en este proceso, la ha perdido con creces en las costas.

Tan pronto como conoció esta noticia, aunque enferma aún, hizo sus disposiciones, y se fue sola por la noche en silla de postas. Dicen hoy que ninguno de sus criados ha querido seguirla. Se cree que ha tomado el camino de Holanda.

Esta partida ha escandalizado aún más que todo, porque se ha llevado consigo sus diamantes, que ascienden a una suma muy considerable, y que debían entrar en la sucesión de su marido; toda la plata, sus alhajas, en fin, todo lo que ha podido, y todavía ha dejado tras de sí una deuda de cerca de 50.000 libras. Es una verdadera bancarrota.

La familia debe reunirse mañana para tratar de arreglarse con los acreedores. Aunque soy parienta muy lejana, he ofrecido asistir a la reunión; pero no iré, porque tengo que concurrir a una ceremonia mucho más triste. Ni hija toma mañana el hábito de postulanta. Espero que usted creerá, mi querida amiga, que no he tenido más motivo para creerme obligada a hacer este gran sacrificio que el silencio profundo que usted ha guardado conmigo.

Monsieur Danceny ha salido de París hace cerca de quince días. Se dice que va a Malta, y que proyecta establecer allí su residencia. ¿Habrá todavía tiempo para detenerle? ¡Amiga mía! ¿Mi hija es tan culpable?… Usted perdonará, sin duda, que una madre no accede sin gran dificultad a adquirir tan dolorosa certera.

¡Qué dolorosa fatalidad se cierne a mi alrededor desde hace algún tiempo, y me hiere en los seres más queridos! ¡En mi hija y en mi amiga! ¡Quién no se espanta al considerar los males que puede acarrear una intimidad peligrosa! y ¡qué penas no nos evitaríamos teniendo más reflexión! ¿Qué mujer no huiría ante la primera proposición de un seductor? ¿Qué madre podría ver, sin temblar, que hablaba a su hija otra persona que no fuese ella? Pero estas tardías reflexiones no llegan nunca, sino después del acontecimiento; y una de las verdades más importantes y más generalmente reconocidas, permanece ahogada, y no se practica en el torbellino de nuestras frívolas costumbres.

Adiós, mi querida y digna amiga, en estos instantes experimento que nuestra razón, insuficiente para prevenir nuestras desgracias, lo es más aún para consolarnos en ellas.

París, 14 de enero de 17…

Notas

[ 1 ]
Debo advertir también que he suprimido todos los nombres de que hablaban estas cartas, y si en los que no he sustituído hay algunos que sean propios de alguna persona conocida, será solamente un error mío, del cual no deberá sacarse consecuencia ninguna.

[ 2 ]
Educanda en el mismo colegio.

[ 3 ]
Tornera del convento.

[ 4 ]
Para entender este pasaje es preciso saber que el conde de Gercourt había dejado a la marquesa de Merteuil por la Intendenta de…, que le había sacrificado al conde de Valmont: entonces fue cuando la marquesa y el vizconde aficionaron uno a otro. Como esta aventura es muy anterior a los sus que tratan estas cartas, se ha creído bien suprimir toda la correspondencia.

[ 5 ]
La Fontaine.

[ 6 ]
Por no abusar de la paciencia del lector, se suprimen muchas cartas de esta correspondencia diaria, y no se insertan sino las que han parecido necesarias para la inteligencia de los acontecimientos ocurridos en esta sociedad. Por el mismo motivo se suprimen las de Sofía Carnay y muchas de las de los actores en estas aventuras.

[ 7 ]
El error en que está la señora de Volanges nos demuestra que Valmont (como todos los malvados) no descubría a sus cómplices.

[ 8 ]
Es el mismo de que se habla en las cartas de la marquesa de Merteuil.

[ 9 ]
La carta en que se habla de esta noche no se ha encontrarlo. Se puede suponer que es aquella tertulia propuesta en el billete de la marquesa de Merteuil, de la que se trata en la carta anterior de Cecilia Volanges.

[ 10 ]
La señora de Tourvel no se atreve a decir que iba por orden suya.

[ 11 ]
Se siguen suprimiendo las cartas de Cecilia Volanges y del caballero Danceny, que son poco interesantes y no anuncian ningún acontecimiento.

[ 12 ]
Véase la carta XXXV.

[ 13 ]
PIRON, Metromanía.

[ 14 ]
No se ha encontrado esta carta.

[ 15 ]
Créese que es Rousseau, en el Emilio; pero la cita no es exacta, y la aplicación que hace Valmont es falsa de todo; además, ¿conocía la señora de Tourvel el Emilio?

[ 16 ]
El caballero Danceny no habla aquí con exactitud; había ya dado su confianza a Valmont antes de este suceso. Véase la carta LVII.

[ 17 ]
Expresión relativa a un pasaje de un poema de Voltaire.

[ 18 ]
«En el simple atavío de una belleza que acaba de ser arrancada de los brazos del sueño» (Racine, en la tragedia de
Britannico
).

[ 19 ]
No se ha hallado esta carta.

[ 20 ]
Voltaire, Nanine.

[ 21 ]
En la misma aldea a la mitad del camino de París a la quinta.

[ 22 ]
Esta carta no se ha encontrado.

[ 23 ]
Ved la carta CIX.

[ 24 ]
Cartas XLVI y XLVII.

[ 25 ]
Marmontel, Cuento moral de Alcibíades.

[ 26 ]
Por no haber encontrado en la continuación de esta correspondencia quien haya resuelto esta duda, se ha optado por suprimir esta carta de monsieur de Valmont.

[ 27 ]
Esta cajita contenía todas las cartas relacionadas con su aventura con monsieur de Valmont.

[ 28 ]
Cartas LXXXI y LXXXV de esta colección.

[ 29 ]
La colección presente se ha formado con esta correspondencia, con la enviada igualmente a madame de Rosemonde a la muerte de madame de Tourvel, y con las cartas también confiadas a la misma señora por madame de Volanges, cuyos originales subsisten en poder de los herederos de la referida madame de Rosemonde.

[ 30 ]
Esta carta ha quedado sin respuesta.

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