Read Las brujas de Salem Online

Authors: Arthur Miller

Tags: #Teatro contemporaneo

Las brujas de Salem (3 page)

BOOK: Las brujas de Salem
9.87Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Otra razón para creerlo un hombre profundamente amargado fue su intento de destruir el testamento de su padre, quien había legado una suma desproporcionada a un hermanastro. Como en todos los pleitos públicos en que trató de forzar las cosas, también fracasó en éste.

No es sorprendente, pues, hallar tantas acusaciones de puño y letra de Thomas Putnam, o que tan frecuentemente se haya encontrado su nombre en calidad de testigo, corroborando los testimonios destinados a probar lo sobrenatural, o que su hija iniciase el griterío en los trances más oportunos durante los procesos, especialmente cuando... Pero ya hablaremos de esto a su tiempo.)

Putnam
(en este momento está decidido a empujar al abismo a Parris, por quien siente desprecio)
: Señor Parris, en todas las disputas aquí habidas he estado de vuestra parte, y así continuaría; pero no puedo, si os resistís en esto. Espíritus dañinos, vengativos, están arrebatando a estas criaturas.

Parris
: Pero Thomas, no podéis...

Putnam
: ¡Ann! Dile al señor Parris lo que has hecho.

Ann
: Reverendo Parris, he dejado bajo tierra a siete niños sin bautizar. Creedme, señor, jamás habéis visto nacer niños más robustos. Y sin embargo, cada uno de ellos estaba destinado a marchitarse en mis brazos la misma noche de su nacimiento. Yo nada he dicho, pero es mi corazón el que ha insinuado a voces. Y ahora, este año, mi Ruth, mi única..., la veo tornarse extraña: taciturna criatura se ha vuelto este año y se está encogiendo como si una boca sedienta le sorbiese hasta la vida. Y entonces pensé en que fuese a ver a vuestra Títuba.

Parris
: ¡A Títuba! ¿Qué podría Títuba...?

Ann
: Títuba sabe cómo hablar a los muertos, señor Parris.

Parris
: ¡Señora Ann..., es un enorme pecado invocar a los muertos!

Ann
: Mi alma cargue con ello; ¿pero quién, si no, podría decirnos con certeza qué persona mató a mis niños?

Parris
(horrorizado)
: ¡Mujer!

Ann
: ¡Fueron asesinados, señor Parris! ¡Y tomad nota de esta prueba! ¡Tomad nota! Anoche, mi Ruth estuvo más cerca que nunca de sus almitas; lo sé, señor. ¿Pues cómo es que ha enmudecido ahora, si no porque algún poder de las tinieblas le ha paralizado la boca? ¡Es una señal prodigiosa, señor Parris!

Putnam
: ¿No comprendéis, señor? Hay entre nosotros una bruja asesina, decidida a mantenerse en las sombras.
(Parris se vuelve hacia Betty evidenciando un creciente terror frenético.)
Dejad que vuestros enemigos piensen lo que quieran, vos no lo podéis ignorar.

Parris
(a Abigail)
: Entonces, invocabais espíritus, anoche.

Abigail
(en un susurro): Yo no, señor... Títuba y Ruth.

Parris
(se vuelve ahora, con nuevo temor; va hacia Betty, la observa y luego, con la mirada fija en el vacío)
: ¡Oh, Abigail, qué adecuada retribución a mi generosidad! Ahora estoy perdido.

Putnam
: No estáis perdido. Haceos fuerte, ahora. No esperéis a que nadie os acuse. Declaradlo vos mismo. Habéis descubierto una brujería...

Parris
: ¿En mi casa? ¿En mi casa, Thomas? Me derribarán con esto. Harán de ello una...
(Entra Mercy Lewis, la sirvienta de los Putnam, una muchacha de diez y ocho años, gorda, taimada y despiadada.)

Mercy
: Con vuestro perdón. Sólo quise ver cómo está Betty.

Putnam
: ¿Cómo es que no estás en casa? ¿Quién está con Ruth?

Mercy
: Vino la abuela. Mejoró algo, creo... Antes, dió un tremendo estornudo.

Ann
: ¡Ah, es un signo de vida!

Mercy
: Yo ya no temería, señora Putnam. Fue un gran estornudo; otro así y estoy segura que del sacudón le vuelve el juicio. (Va al
lecho
a
mirar.)

Parris
: ¿Queréis dejarme ahora, Thomas? Rezaría un momento a solas.

Abigail
: Tío, habéis rezado desde medianoche. Por qué no bajáis y...

Parris
: No... no.
(A Putnam)
: No tengo respuesta para esa multitud. Esperaré hasta que llegue Hale.
(Invitando a Ann a salir)
: Tened a bien, señora Ann...

Putnam
: Y bien, señor. ¡Lanzaos contra el Diablo y el pueblo os bendecirá por ello! Bajad, habladles..., orad con ellos. Están sedientos de vuestra palabra, señor. Confío en que oraréis con ellos.

Parris
(dominado)
: Los guiaré en un salmo, pero nada digáis de brujería por ahora. No he de discutirlo. La causa es aún desconocida. He tenido bastantes disputas desde que llegué. No quiero más.

Ann
: Mercy, tú vas a casa a acompañar a Ruth, ¿me oyes?

Mercy
: Sí, señora.
(Sale Ann Putnam.)

Parris
(a Abigail)
: Si se lanza a la ventana, llámame en seguida.

Abigail
: Lo haré, tío.

Parris
(a Putnam)
: Hay una fuerza terrible, hoy, en sus brazos.
(Sale con Putnam.)

Abigail
(con contenido azoramiento): ¿Qué tiene Ruth?

Mercy
: Es espeluznante, no sé...; desde anoche parece caminar como una muerta.

Abigail
(se vuelve súbitamente y va hacia Betty; con temor en la voz): ¡Betty! (Betty no se mueve. La sacude): ¡Acaba de una vez! ¡Betty! ¡Levántate! (Betty no se mueve. Mercy se acerca.)

Mercy
: ¿Ensayaste golpearla? Yo le di a Ruth una buena y eso la despertó por un rato. Anda, déjame a mí.

Abigail
(rechazando a Mercy): No, él subirá en seguida. Escúchame. Si nos interrogan, diles que bailábamos... Eso es todo lo que yo le dije.

Mercy
: Bueno. ¿Y qué más?

Abigail
: El sabe que Títuba conjuró a las hermanas de Ruth a levantarse de la tumba.

Mercy
: ¿Y qué más?

Abigail
: Te vio desnuda.

Mercy
(batiendo palmas, con una risita asustada)
: ¡Jesús!

(Entra Mary Warren, sin aliento. Es una muchacha de diez y siete años, servil, simple, triste.)

Mary
: ¿Qué haremos? ¡El pueblo está en la calle! ¡Recién llego de la granja; toda la comarca habla de brujería! ¡Abby, nos acusarán de brujas!

Mercy
(apuntando y mirando a Mary)
: Ella piensa confesar, lo sé.

Mary
: Tenemos que confesar, Abby. Por brujería ahorcan..., ¡ahorcan como en Boston hace dos años! ¡Abby, debemos decir la verdad! Por bailar y las otras cosas, sólo te azotarán.

Abigail
: ¡Oh...
NOS
azotarán!

Mary
: Yo no hice nada de eso, Abby. Yo miraba solamente.

Mercy
(yendo amenazadora hacia Mary)
: ¡Ah! Tú eres especial para mirar, ¿no es cierto Mary Warren? Para espiar sí que eres valiente.
(Betty, en la cama, se queja. Abigail se vuelve instantáneamente.)

Abigail
: Betty.
(Va hacia Betty)
: Vamos querida, Betty, despierta ya. Es Abigail.
(La incorpora y la sacude furiosamente)
: ¡Betty, voy a pegarte!
(Betty se queja)
: Ahá, parece que mejoras. Hablé con tu papá y le conté todo. De modo que no hay nada que...

Betty
(asustada de Abigail, salta de la cama como una luz y pegada de espaldas a la pared)
: ¡Quiero a mi mamá!

Abigail
(con alarma, mientras se aproxima cautelosamente a Betty): Betty, ¿qué te pasa? Tu mamá está muerta y enterrada.

Betty
: ¡Quiero volar hacia mamá! ¡Dejadme volar!
(Extiende los brazos como para volar, largándose hacia la ventana por donde alcanza a pasar una pierna.)

Abigail
(arrastrándola lejos de la ventana): Le conté todo; él ya sabe, ahora ya sabe todo lo que nosotras...

Betty
: Tú bebiste sangre, Abigail, eso no se lo contaste.

Abigail
: ¡Betty, no volverás a decir eso! Nunca, jamás...

Betty
: ¡Lo hiciste, lo hiciste! ¡Bebiste un encantamiento para que muera la mujer de John Proctor! ¡Sí! ¡Bebiste un encantamiento para matar a la señora Proctor!

Abigail
(la abofetea): ¡Calla! ¡Basta ya!

Betty
(desplomándose en el lecho)
: ¡Mamá, mamá!
(Se deshace en sollozos.)

Abigail
: Atended. Vosotras todas. Bailábamos. Y Títuba invocó a las hermanas de Ruth Putnam. Y eso es todo. Y acordaos de esto: que se os escape una palabra, a cualquiera de vosotras, o la sombra de una palabra acerca de las otras cosas, y apareceré en lo más negro de una noche horrible y os ajustaré las cuentas hasta el escalofrío. ¡Y vosotras sabéis que yo puedo hacerlo; he visto cómo, sobre la almohada junto a la mía, los indios destrozaban las cabezas de mis pobres padres, y he visto algunas otras sangrientas faenas realizadas en la noche, y puedo hacer que vosotras os lamentéis de haber visto siquiera que se puso el sol!
(Va hacia Betty y rudamente la incorpora)
: ¡Vamos, tú... siéntate y acaba con esto!
(Pero Betty se desploma en sus brazos y yace inerte en el lecho.)

Mary
(histéricamente asustada)
: ¡Qué le dio!
(Mirando despavorida a Betty)
: ¡Abby, se va a morir! Conjurar es un pecado y nosotras...

Abigail
(yendo hacia Mary): ¡Mary Warren, te he dicho que te calles!

(Entra John Proctor. Al verlo, Mary retrocede asustada.)

(Proctor era un agricultor de unos treinta y cinco años. No tiene por qué haber sido miembro de ningún bando del pueblo, pero hay indicios que sugieren que era violento y mordaz con los hipócritas. Era la clase de hombre —poderoso de cuerpo, bien dispuesto y difícilmente dominable— que no puede rehusar su apoyo a militantes de ningún partido sin provocar su más hondo resentimiento. En presencia de Proctor todo necio sentía instantáneamente su necedad... y por cosas así, un Proctor siempre está expuesto a la calumnia.

Pero, como veremos, las tranquilas maneras que él exhibe no surgen de un alma libre de tormentos. Es un pecador, un pecador no sólo ante la moral imperante en la época, sino ante su propia visión de lo que es una conducta decente. Aquella gente no disponía de un ritual para lavar sus pecados. Es otro rasgo que hemos heredado de ellos, y que lo mismo nos ha ayudado a disciplinarnos como a fomentar entre nosotros la hipocresía. Proctor, respetado y hasta temido en Salem, ha llegado a considerarse a sí mismo una especie de fraude. Pero nada de esto ha aparecido todavía en la superficie; y cuando entra, viniendo de la concurrida sala de abajo, lo que vemos es un hombre en la flor de la vida, con una tranquila confianza y una inexpresada fuerza oculta. Mary Warren, su sirvienta, apenas puede hablar por la turbación y el miedo.)

Mary
: ¡Oh! Ya me estoy marchando a casa, señor Proctor.

Proctor
: ¿Eres boba, Mary Warren? ¿Eres sorda? Te prohibí dejar la casa, ¿no es cierto? ¿Para qué te pago? Tengo que vigilarte más que a mis vacas.

Mary
: Sólo vine a ver los grandes acontecimientos del mundo.

Proctor
: Grandes acontecimientos en el traste voy a darte yo uno de estos días. ¡Vete a casa; mi mujer tiene tarea para ti!
(Ella sale lentamente, tratando de conservar un resto de dignidad.)

Mercy
(extrañamente fascinada y a la vez atemorizada)
: Es mejor que me vaya. Debo atender a mi Ruth. Buenos días, señor Proctor.

(Evitando la proximidad de Proctor, Mercy sale rápidamente. Desde la aparición de Proctor, Abigail ha permanecido como en punta de pies, bebiendo su figura, con ojos dilatados. El le echa una mirada y va hacia el lecho de Betty.)

Abigail
: ¡Por Dios! ¡Ya casi había olvidado lo fuerte que eres, John Proctor!

Proctor
(mirando a Abigail con una vaga sonrisa de inteligencia apenas esbozada en el rostro)
: ¿Qué diablura es ésta?

Abigail
(con una risita nerviosa): Nada; sólo está medio tonta.

Proctor
: Desde la mañana, el camino de mi casa se ha convertido en una peregrinación a Salem. El pueblo entero habla de brujería.

Abigail
: ¡Bah, cuentos! (Se
le acerca, persuasiva, con un aire confidencial y travieso)
: Anoche estábamos bailando en el bosque y mi tío nos sorprendió. Ella se asustó. Eso es todo.

Proctor
(ensanchando su sonrisa)
: ¡Ah, traviesa como siempre, no?
(Esperanzada, Abigail deja escapar una risita y se atreve a acercársele, mirándole febrilmente en los ojos.)
Te meterán en el cepo antes de que cumplas los veinte.
(Hace ademán de irse pero ella se interpone.)

Abigail
: Dime algo, John. Algo tierno. (Su
vehemencia destruye la sonrisa de Proctor.)

Proctor
: No, Abby, no, eso ha terminado.

Abigail
(insultante): ¿Cinco millas viajas tú por ver volar a una tonta? Te conozco...

Proctor
(apartándola con firmeza)
: Vengo a ver qué enredo está tramando tu tío ahora.
(Categórico.)
Quítatelo de la cabeza, Abby.

Abigail
(asiéndole una mano antes de que él la haya soltado): John..., me paso las noches esperándote.

Proctor
: Nunca he prometido venir a verte, Abby.

Abigail
(no puede creerle; con cólera creciente): ¡Creo tener algo más que promesas!

Proctor
: Abby, te quitarás eso de la cabeza. No vendré más por ti.

Abigail
: Te estás burlando de mí.

Proctor
: Tú sabes que no.

Abigail
: Lo que sé es cómo me estrechabas en los fondos de tu casa, y sudabas como un caballo cada vez que me acercaba. ¿O es que lo he soñado? Quien me echó fue ella, no puedes simular que fuiste tú. Te vi el rostro cuando ella me echó, y me amabas entonces y me amas ahora.

Proctor
: Abby, eso es decir una salvajada.

Abigail
: Una salvaje puede decir salvajadas. Pero no tanta salvajada, creo. Te he visto desde que ella me echó; te he visto por las noches.

Proctor
: En estos siete meses apenas si he salido de mi granja.

BOOK: Las brujas de Salem
9.87Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Blazing Bedtime Stories by Kimberly Raye, Leslie Kelly, Rhonda Nelson
By Bizarre Hands by Lansdale, Joe R.; Campbell, Ramsey; Shiner, Lewis
Dead Men Tell No Tales by Jeffrey Kosh
Hand of God by Philip Kerr
Mosby's 2014 Nursing Drug Reference by Skidmore-Roth, Linda
The Hinterlands by Robert Morgan