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Authors: Jesús Mate

Tags: #Intriga, #Terror, #Policíaco

Los números de las sensaciones (7 page)

BOOK: Los números de las sensaciones
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—Pues sí Peter, es una falta grave. El centro no está dividido en módulos por gusto. Si ustedes estuviesen en sus habitaciones cuando deben estar, quizás todo hubiese sido más fácil de solucionar.

—¿Y usted no estaría en el punto de mira? —Preguntó Julián.

—No pienso responder a eso, inspector. —Tras una pausa le preguntó—. Y bien, ¿ha encontrado algo?

—Pues no. A la hora que me ha dicho Peter no encuentro nada. Marcos no se ha movido de su habitación, y no hay nadie por los pasillos.

—¿Cómo? ¿No aparezco yendo de mi habitación a la de Anna? Aunque la verdad es que tampoco anduve mucho hasta encontrarme con Marcos.

—He revisado desde las diez y cinco, hasta las once en punto y no hay nada.

—No sé, retroceda un poco más. Tal vez fuese más temprano.

Retrocedió un poco, cuando Anna divisó algo.

—¡Mirad! He salido de mi cuarto, digo entrado…, lo que sea. Yo ayer a esa hora no salí de mi habitación.

Julián siguió retrocediendo, y pudieron ver cómo Anna iba caminando hacia atrás hasta llegar a la sala de reuniones. Allí, ella y Peter permanecieron un rato. A continuación salieron de ella de espaldas. Julián soltó el mando, y las imágenes empezaron a moverse de modo natural.

—Esta grabación no es de ayer —dijo Peter—. Esto es de nuestra primera noche en el centro.

Miraron a Joanne.

—¿Están seguros? No tiene ningún sentido. La grabación de su primer día está guardada en el armario.

Joanne se levantó hacia el armario y sacó un disco.

—¿Ven? La fecha está aquí en el disco. Y la máquina no tiene capacidad de almacenar tal información.

—¿Quién ha recopilado las grabaciones?

—Ha sido Joe. Iré a preguntarle, y le pediré que venga.

Joanne salió de la sala, y se quedaron solos. Aprovecharon ese momento para hablar con Julián.

—¿Qué opina, inspector?

—Todo se está complicando demasiado. Mi interés en que ustedes debieran estar aquí ha sido acertado. Si no hubiesen venido, habría creído que nada de lo que contaste ocurrió en realidad.

Tras una pausa, Peter decidió hablarle a Julián del cuaderno que Fran Pino les había dado.

—Mire esto —dijo entregándole la libreta por la página en la que estaba el mensaje.

—¿Qué es? —Les preguntó curioso.

Anna le explicó cómo lo habían obtenido, y cómo Peter encontró el mensaje.

—Cuidado con Joanne Blinda. No sé por qué no me extraño. ¿Hay algún mensaje más?

—La verdad es que no lo hemos comprobado. Pensamos en un principio que estaba en blanco, y al descubrir la frase se nos ocurrió que deberíamos enseñárselo a usted.

Julián cogió el cuaderno y le dio un rápido vistazo, al igual que hizo Anna cuando lo cogió por primera vez. Su cara se iluminó al instante.

—¡Vaya! He encontrado algo más. ¿No lo habrán escrito ustedes?

—Déjeme ver.

En esa página había dos listas de letras, y otra frase.

ACBNIALO

ONIBDUNN

La clave está en el medio de la advertencia.

No tenía ningún sentido. Peter miró a Anna por si ella había entendido algo, pero su cara también era de confusión. El inspector rompió el silencio.

—Ya que me han contado esto, y que creo que ustedes no tiene nada que ver con lo que está sucediendo, les diré lo que he descubierto antes de venir.

—De acuerdo —respondió Anna a la vez que se sentaba en la otra silla.

—Buscando pistas en el pasillo donde desapareció Marcos Abdul, según usted, he encontrado una puerta escondida, poco visible, sin picaporte, y que no aparece en el GPS. No era más que un cuarto de escobas.

—¿Cree que Marcos se escondió allí? —Preguntó sorprendido Peter.

—No puedo asegurar nada. A mí me ha costado trabajo localizarla, así que para un paciente con problemas de esquizofrenia no creo que fuese más fácil encontrarla en unos pocos segundos.

—¿Qué insinúa entonces?

—No lo sé. Necesito más pistas, más ayuda. Preguntaré al director sobre esa estancia.

Mientras Julián terminaba de decir esto último, Peter observó en los monitores que Joanne volvía acompañada. Pero no con Joe, sino con el director.

El director entró delante de Joanne, y sin saludar dio un nuevo discurso autoritario. Toda la simpatía con la que los trató al llegar para convencerlos de que aceptaran el trabajo, iba desapareciendo día tras día.

—Seré breve. Joanne me ha contado lo que ha sucedido. Me he puesto en contacto con Joe, y me ha dicho que él no ha tenido nada que ver. Mañana me explicará paso a paso cómo recopiló las imágenes, y lo hará con Joanne y el inspector presente. Espero tener mañana el segundo informe, doctor y doctora Lux. Así que, buenas noches.

—Me gustaría hacerle una pregunta director —se dirigió Julián.

—He dicho buenas noches —dijo mirándoles seriamente. Mientras se giraba para marcharse, añadió—: Mañana ya será el día.

Al decir esto, Joanne le miró con cara sorprendida, pero el director ni se inmutó y salió de la habitación.

—Lo siento, pero deben abandonar la sala —les dijo Joanne.

Y mientras salían, lo hacían pensando en las últimas palabras del director: “Mañana ya será el día”.

Verdad

E
staban almorzando en la habitación de Peter sin importarles lo más mínimo que les pudiesen llamar la atención. La mañana había pasado sin incidentes. Sólo tuvieron que ir a la enfermería para analizar a Saturno Hiesta. A pesar de que pusieron sus esperanzas en que éste diera un resultado con el que pudieran acusarlo, no fue así. Por tanto, todos los pacientes estaban en los umbrales de un estado mental inapropiado. Si verdaderamente había un periodista infiltrado, estaba bastante bien preparado o suficientemente loco para que no pudieran detectarlo.

Redactaron el nuevo informe mientras pensaban en lo que le iban a contar al director para marcharse de ese lugar.

—¿Por qué el director diría eso de que hoy ya sería el día? —Preguntó Anna—. ¿Por qué ese ya?

—Cuando salíamos de la sala de vigilancia me hice la misma pregunta.

—Tú, y todos. Miré al inspector y también estaba sumido en sus pensamientos.

—¿Que miraste al inspector, en vez de a mí? Me voy a poner celoso.

—Calla, tonto —le dijo haciendo un movimiento divertido con la mano.

Ambos rieron. Anna se levantó y cogió el cuaderno de los misterios, tal como lo había bautizado ella, y lo abrió por una de las páginas escritas.

—Estuve anoche pensando en las listas de letras y la frase que encontró Julián.

—¿Y qué? ¿Descubriste algo?

—Creo que es un mensaje cifrado. Del tipo de que cada letra representa a otra cosa, quizás un número, quizás otra letra. Pero no he encontrado la clave.

—En la frase de abajo, ¿no decía algo de una clave?

—Sí, te leo. —Anna se puso seria mientras la leía—. La clave está en el medio de la advertencia. La advertencia...

—¿Se referirá a lo de cuidado con Joanne Blinda?

—Pues puede ser. Es una advertencia.

Ambos estuvieron en silencio un buen rato, pensando sobre la clave, la advertencia, y su marcha del centro. Sobre todo en la marcha del centro.

Entonces sonó el GPS de Peter.

—¿Dígame?

—Peter —respondió Joanne—, venga a la sala de reuniones. Dígaselo a Anna, que sé que está a su lado.

—No te preocupes, ahora mismo vamos.

Peter miró a Anna, y ésta encogió los hombros.

—Otra reunión.

En la sala de reuniones estaban los mismos de siempre. El director Santo empezó a hablar.

—Bueno, doctores, informarles que hemos estado comprobando la recopilación que hizo Joe, y hemos llegado a la conclusión de que fue un problema de la máquina. ¿Verdad inspector?

Éste asintió.

—Vale, pero, ¿han sacado las imágenes correctas? —Preguntó Peter.

—Siento decirte que esas imágenes se han perdido —le respondió Joanne—. Por motivos que no conocemos, el ordenador superpuso todas las grabaciones, y no hay modo de recuperarlas.

—A mí me da igual. Yo conté la verdad. Marcos Abdul estuvo de nuevo fuera de su celda.

—Me temo que no se podrá comprobar —recuperó el director su turno de palabra—, y si de mí depende, negaré que este paciente se escapara por segunda vez.

—Le repito que me da igual.

Hubo un silencio incómodo. Fue Anna quien lo rompió.

—Hemos terminado el informe.

—¿Y bien?

—Pues no hemos encontrado nada. Nuestra teoría es incapaz de encontrar a ese supuesto periodista infiltrado.

—¿Qué es eso de un periodista infiltrado? —Preguntó Julián.

—A nosotros —respondió Peter antes de que Santo pudiera silenciarlo—, el director nos contrató para encontrar a un supuesto infiltrado de un periódico, sin que nos dijese por qué razón iban a meter un topo en el centro. Y justo fue llegar nosotros, para que empezaran a suceder cosas sospechosas.

—No le consiento el tono que está usando, doctor Lux.

—¿Por qué? Nuestro trabajo ya ha acabado. Nada más que termine esta reunión nos iremos.

—Entonces no habrán realizado su trabajo, y no recibirán ni un céntimo. Incluso me atrevería a asegurarle que les denunciaré por no cumplir su contrato.

—Le recuerdo —dijo Anna— que tal como usted nos dijo, debíamos comprobar si había alguien infiltrado o si sus fuentes no eran fiables. Los números de las sensaciones dicen que todos los pacientes tienen problemas mentales.

El director empezaba a sudar, y su cara cambió poco a poco a un gesto más amable.

—Bueno doctores, les pido disculpas si no he sido un poco más considerado, pero comprendan que el centro no está pasando por sus mejores momentos. Sólo les pido que hagan una tercera ronda, y el topo caerá como una mosca en una tarta cubierta de deliciosa miel.

Las últimas palabras del director causaron en Peter una desagradable sensación. Éste continuó convenciéndolos.

—Descansen hoy, y ya deciden mañana si se quedan o si prefieren marcharse. Estoy seguro que nada va a pasar hoy con la presencia del inspector de policía en el centro. Sólo será un día más.

Peter y Anna se miraron.

—Tenemos pensado irnos —contestó Anna—, pero supongo que nos podemos quedar un día más por si somos de alguna ayuda en el caso.

Julián les dedicó una breve sonrisa.

—Pues no hay nada más que hablar —y el director Santo se levantó y se marchó.

Iban camino de la habitación de Anna cuando a ésta se le ocurrió una idea.

—¿Y si nos acercamos, en un momento, a la habitación que encontró Julián?

—Vale. No tenemos nada mejor que hacer. Una pregunta… ¿cómo has podido sacarle a Santo otro día de gorra en el centro? No vamos a hacer esa tercera ronda.

—Una, que vale.

—Pero tantas ganas que tenías de irte...

—Piensa en esto: estamos en un hotel con gastos pagados, comida gratis, y gente interesante a nuestro alrededor.

Se dieron un beso y pusieron las coordenadas en el GPS para que les guiara. Cuando llegaron, empezaron a rastrear todas las paredes y les costó un buen rato encontrar la puerta. Fue Peter quien pudo clavar las uñas en la rendija y tirar de ella.

—¡Dios! Que bien escondida está.

—Y que lo digas.

Miraron dentro, hacia la oscuridad, y buscaron a tientas el interruptor. La habitación era tal como la había descrito el inspector. Trastos viejos de limpieza repartidos por los cuatro rincones, pero sin que hubiese desorden.

—¿Crees que se pudo esconder aquí Marcos? —Le preguntó Anna.

—Ni idea. Pero desde luego es la única explicación que tengo, aparte de haberme vuelto loco.

—Pues, para ser un cuarto recóndito, lleno de trastos, está bastante limpio.

—Tienes razón. Quizás siguen utilizando estos útiles de limpieza —opinó Peter.

—Puede ser, pero no creo que la limpiadora tenga que venir aquí cada vez que quiera limpiar algún charco de agua. Es más, ¿hay limpiadora?

—Ya no sé que pensar.

La tarde se le pasó rápida a Peter. Mientras hacía la maleta a su mujer, ella intentaba resolver el acertijo del cuaderno.
¡Matemáticos!
, pensó.

—Te queda el sitio justo para una de esas toallas del baño.

Anna se rió.

—Pues apriétala bien, y quizás te quepa también la de la cara.

—Vale —le guiñó un ojo Peter, mientras iba hacia el baño.

—¿Qué tal si cenamos? Ya está oscureciendo. No quiero que vuelvas a tu cuarto tan tarde.

—Si quieres me puedo quedar aquí.

—Aunque no me importaría lo más mínimo, no quiero que venga la rubita a quejarse.

—De acuerdo. Estoy ansioso de que llegue mañana para volver a casa. Creo que cuando lleguemos pintaré de colores llamativos las paredes. No quiero ver más paredes blancas en un tiempo.

—Las paredes de casa se van a quedar tal y como están —dijo Anna seria.

—Era broma, cariño.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Cenaron tranquilamente, con la única iluminación de la luna entrando a través del ventanal. Después de cenar, Peter se despidió de Anna y se dirigió a su habitación. No tenía ganas de programar el GPS, así que lo dejó en el bolsillo del pantalón. Al torcer la primera esquina se encontró con el inspector.

—¿Qué tal Peter?

—Muy bien. Ya me iba a dormir.

—No os vais a quedar, ¿verdad?

—No, estamos cansados de todo lo que sucede en este centro. No deberíamos haber venido, así que mañana volveremos a nuestra ciudad.

Julián sonrió.

—Me alegro por ustedes —dijo—. Yo estaré un par de días más aquí, si veo que no ocurre nada, me marcharé.

—¿Cómo es que no tienes ayuda de nadie?

—Verás, la ciudad de Bonesporta es muy pequeña. Basta con un par de policías en la comisaría, y sobrarían la mitad. Bonesporta es un pueblo muy tranquilo.

>>A mí me mandaron aquí hace dos meses sin saber por qué. Pero para este caso, he estado llamando a mi superior para que me envíe a alguien que me ayude, pero me contesta que no es posible. No sé, es extraño.

—Como todo lo que pasa aquí.

—Pues sí.

—En fin, suerte Julián.

—Gracias. Tú y Anna sois buena gente.

—Adiós.

—Adiós. Yo seguiré buscando por aquí.

Con un apretón de brazos, Peter reemprendió el camino a su habitación. Quedaba poco para llegar cuando, al torcer por una esquina, vio a alguien sentado en el suelo al final del pasillo, apoyado contra la pared.

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