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Authors: Pablo Gallego Klaudia Álvarez

Tags: #Comunicación, Otros

Nosotros, los indignados (2 page)

BOOK: Nosotros, los indignados
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De momento ya hemos conseguido resignificar muchas palabras, entre ellas el concepto de «democracia». Pero no sólo ésa. La realidad se construye a través del lenguaje y darle la vuelta es más revolucionario de lo que muchos piensan. Nos llaman «antisistema» con la intención de descalificarnos, y respondemos: «No somos antisistema, el sistema es antiyo». Las etiquetas que nos aplican, nosotras las rellenamos con nuevo contenido. Somos antisistema corrupto, antisistema neocapitalista, antisistema de castas, antiprivatizaciones, antiguerras absurdas, antideshaucios, antirrecortes.

Me preocupa que un partido al que no ha votado ni un tercio del censo de mi ciudad pueda gobernar con plena impunidad para contradecir la voluntad de la verdadera mayoría. Un sistema que permite eso no es democrático. Un sistema en el que un gobierno legisla ignorando la voluntad de sus ciudadanos es una perversión de la democracia.

Reclamo una nueva concepción de la participación de las personas en la toma de decisiones, acorde con nuestro tiempo. Ese sistema representativo, heredado de la revolución burguesa, ya no representa a nadie. La distancia entre los administrados y los gobernantes es cada vez mayor. Uno de los retos para construir una sociedad 3.0 es responder a esa demanda global de participación. Descentralizar el poder y dejar que la ciudadanía tome sus decisiones.

Existen otros modelos que se han demostrado mejores. El afán de mantener este sistema electoral desfasado sólo puede provenir del deseo de mantener el control sobre la población, de preservar el poder cueste lo que cueste. La tiranía de la «representatividad», que exime a los representantes de cualquier vinculación programática o de responsabilidad ante sus votantes, disfraza de democracia lo que en realidad es una dictadura en la que los votantes pueden, cada cuatro años, elegir a su dictador.

En otros países, como Suiza, las decisiones importantes se toman por referéndum. Estos referéndums son vinculantes y la iniciativa de convocarlos está en manos de la ciudadanía, no de los políticos. Continuamente hay consultas vinculantes, y es un sistema que funciona. En Islandia, el primer ministro, Ólafur Ragnar Grímsson, sometió a referéndum devolver o no la deuda bancaria. Se negó a firmar la ley que obligaba a los islandeses a pagar unos intereses desmesurados y dejó la decisión en manos de los afectados, porque no se sentía con derecho a decidir por ellos. Según sus propias palabras: «Islandia es una democracia, no un sistema financiero». En España, en cambio, se decide y se legisla contra los deseos manifiestos de los españoles. Si nos dejaran decidir, los bancos no habrían sido rescatados ni la sanidad pública recortada. Islandia decidió no pagar por los errores de sus bancos, mientras que aquí se está financiando con dinero público la deuda que los bancos han generado con sus especulaciones.

Tenemos alternativas

El neoliberalismo que rige los mercados internacionales siempre apela al libre flujo del dinero, a la ausencia de fronteras financieras. Pero esta receta sólo se la aplican los poderosos cuando hay beneficios. En cuanto tienen pérdidas, el libre flujo deja de existir y las deudas se quedan en los países más frágiles. Esto es simple y llanamente una agresión, y además silenciada. Que nosotras tengamos que pagar su crisis, sus deudas, sus errores, mientras ellos siguen disfrutando de sus vidas lujosas me genera una rabia indescriptible. Sobre todo cuando está claro que existen otras vías para salir de la crisis que no pasan por la socialización de las pérdidas y la privatización de los beneficios. Los islandeses han demostrado que la presión de la ciudadanía tiene consecuencias.

Existe una salida antineoliberal a la crisis financiera en la que no caben los desahucios, los recortes ni los rescates. Durante mucho tiempo se nos ha impuesto un velo informativo que nos hacía creer que no había otra opción. Los poderes financieros han secuestrado la democracia y los medios de información, fomentando la resignación y la apatía. Pero esa dinámica finalmente está cambiando y no estamos dispuestas a comulgar con más ruedas de molino.

Muchas de las propuestas que han surgido del 15-M tienen el respaldo de expertos y el aval de haberse aplicado en otros países, con buenos resultados. Hemos de aprender de lo que funciona y dejar de lado fórmulas que sólo generan más problemas. No hace falta documentarse mucho para encontrar similitudes entre el programa de austeridad europea impulsado por el FMI y los desórdenes económicos inducidos por el mismo FMI en la América Latina de los años setenta. Contamos con otros modelos basados en un sistema de prestaciones sociales generosas y en la aplicación del principio de igualdad. Hacia ahí debemos avanzar. Y no sólo en lo económico. Debemos reordenar las prioridades en nuestra vida cotidiana, recuperar los valores perdidos en esta orgía consumista en la que vivimos y basar nuestra sociedad en una distribución equitativa.

Nuestra crítica al modelo actual de gestión política y económica no es vacía. No es un arrebato romántico. Señalamos claramente otros modelos de gestión posibles, modelos de participación efectiva y de distribución de poderes. Denunciamos la insostenibilidad de los actuales sistemas de explotación de los recursos y los procesos de producción, distribución y consumo. No podemos continuar como hasta ahora, porque los recursos son finitos, y el crecimiento ilimitado, imposible. Es cada vez más urgente este cambio de paradigma a nivel global, que haya una distribución más justa en todas las sociedades, entre Norte y Sur.

Hay medidas muy simples que, ya estudiadas, pero que aún no se aplican, como la tasa Tobin
[3]
para las transacciones financieras especulativas o la eliminación de las ventajas fiscales de las SICAV.
[4]
En definitiva se trata de establecer una fiscalidad más justa. Que paguen más los que más tienen, y habrá más para todo el mundo.

¡Nunca más anestesiados: llegó el momento!

Me han preguntado muchas veces si realmente pienso que todo esto sirve para algo. La respuesta es SÍ. De lo contrario, no estaría dedicando a esta lucha tantas energías. No puedo prever el futuro, pero algo me dice que es aquí donde debo estar. Creo que estamos en un momento crítico, un momento de inflexión en el que un modelo de sociedad está tocando a su fin. Queramos o no se va a producir un cambio. La cuestión es hacia dónde. Lo que hagamos ahora, lo que consigamos, la dirección que le demos al nuevo modelo definirá el futuro, por eso es tan importante no dejar que decidan las oligarquías, por eso debemos tomar conciencia, indignarnos y actuar. Tenemos la responsabilidad de reformular el mundo y dejar uno mejor a quien venga detrás.

A los que dicen que las movilizaciones no sirven para nada, les digo que se equivocan. Las movilizaciones son un primer paso, indispensable para dar el siguiente. Lo más importante no es la cantidad de personas acampadas en Sol o que sesenta ciudades salieran a la calle el 15-M. Lo verdaderamente importante es el cambio en la estructura mental de las personas que hemos estado viviendo estas movilizaciones. Lo importante es creer que podemos. Es que las abuelas levanten las manos y las agiten en código asambleario como si lo hubieran hecho toda la vida. Es oír a dos adolescentes hablando de apuntarse a una comisión de trabajo. Es ver cómo una señora abraza a dos jóvenes indignados en medio de una plaza y les da las gracias por haber hecho «esto». ¿Y qué es «esto»? «Esto» es pasar de la resignación a la acción.

Veo un futuro brillante como hace mucho tiempo que no veía. Las cosas no se arreglan en dos días, lo sé, esto es una carrera de fondo.

Llegó el verano, y con él las vacaciones. Pero seguiremos ahí, tomaremos las playas igual que tomamos las calles y las plazas, porque por fin hemos abierto los ojos y ya nunca volveremos a estar anestesiados.

https://twitter.com/democraciareal

«Cómo se gestó el movimiento 15-M», del blog de Pablo Buentes:

http://www.storify.com/pablobuentes/que-es-y-como-se-gesto-el-movimiento-15m

«La calle (y la red) es nuestra», del blog de Lali Sandiumenge:
http://blogs.lavanguardia.com/guerreros-del-teclado/author/lalisandiumenge

E
L CAMBIO COMIENZA EN TI

«Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo mi país. Pero, con el tiempo, me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y —quién sabe— tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.»

Inscripción en una lápida de la abadía de Westminster

P
ABLO
G
ALLEGO

«S
oy un joven hastiado de la situación de España y sé que no estoy solo.» Así comencé el 9 de febrero de 2011 un post que se titulaba «Mayo del 68 en España». Mi intención era redactar y dar a conocer un manifiesto sujeto a las modificaciones de aquellos que leyesen mi blog. Quería plasmar en un texto un listado de propuestas representativas de los jóvenes españoles.

Vi en Facebook un grupo que se denominaba Juventud en Acción y les posteé mi blog. Poco después me incorporé a la Plataforma de Coordinación de Grupos Pro-Movilización Ciudadana, de donde surgiría Democracia Real Ya. ¿Quién nos iba a decir que tres meses más tarde seríamos partícipes del mayor movimiento convocado directamente por los ciudadanos en la historia de la democracia española?

Escribo este texto para compartir mi experiencia con vosotros, para contar de primera mano por qué ocurrió, quién estuvo detrás de todo esto y para disipar dudas y malentendidos. Otro motivo es denunciar la manipulación de algunos medios que han intentado desprestigiarnos, diciéndonos que somos de extrema izquierda o de extrema derecha, que si perroflautas, votantes del PSOE defraudados, que si estábamos entrenados por grupos de la
kale borroka
y demás mentiras que seguro que habéis oído durante los últimos meses.

Yo soy un
SÍ-SÍ

La actual crisis nos afectaba a los jóvenes de una manera desmesurada y comenzábamos a vislumbrar un futuro muy incierto cuando no excluyente. Algunos medios decían que éramos la Generación Perdida o la Generación Ni-Ni. Yo no lo veía así. A mis veintitrés años, yo soy un sí-sí. Estudio y trabajo. Sólo un 1 por ciento de los jóvenes han rechazado estudiar y trabajar.

La crisis, esa maldita palabra que nos acompaña desde 2008, y que algunos negaron. Siempre salía, y sale, en conversaciones con amigos y conocidos, ya sea en la barra del bar, en la peluquería o en la cola del Inem. Siempre con las mismas frases: «La cosa está muy mal», «Nada va a cambiar», «Ya nadie confía en los sindicatos»… En España tenemos un 45 por ciento de jóvenes en paro, más la odisea que supone conseguir unas prácticas a 300, 500, 600 euros o, abrochaos los cinturones, gratis. Hemos vivido una especulación inmobiliaria que ahora provoca desahucios de muchas familias que han sido engañadas y estafadas.

La realidad era muy cruda y el discurso pesimista. Nuestros políticos se tiraban los trastos a la cabeza y no arrimaban el hombro, salvo para su propio interés. Tenemos casos graves de corrupción donde los imputados no sólo no dimiten sino que se vuelven a presentar a las elecciones. La democracia interna de los partidos es nula. Los dos grandes partidos españoles sólo son máquinas de ganar elecciones. Únicamente se acercan a los ciudadanos cuando toca ir a las urnas y es en ese momento cuando proponen medidas populares; un maravilloso marketing político financiado por los bancos.

Al ser el único país europeo donde no existe una ley de transparencia de partidos, no sabemos cuánto dinero se maneja en las campañas. Mientras tanto, los partidos minoritarios no son ayudados por los bancos, no reciben ningún tipo de subvención y son maltratados por el sistema.

Acabáis de descubrir lo que es una partitocracia, y una de las muchas razones por las que salí a la calle el 15 de mayo.

También mi familia tenía incertidumbres sobre mi futuro: «¿Te vas a ir al extranjero a trabajar?», «Aquí no vas a hacer nada, tienes dos carreras, hablas inglés, alemán y en el extranjero el español está muy valorado». Desde pequeño hice cursos en Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos. Incluso estuve de Erasmus un año en Alemania, pero me negaba a hacer las maletas e irme. Empezaba a percibir que estaban echando a nuestra generación, que no cabíamos en nuestro propio país y que, además, nadie iba a hacer nada para modificar la situación. En España viven mi familia y mis amigos, y todos nos merecemos una vivienda digna, un trabajo digno y un futuro digno. ¿Iba a dejar el país en llamas y salir corriendo? De eso nada, había que actuar.

Por eso, miles de personas se vieron durante estos días obligadas a salir a la calle para exigir un sistema más justo, solidario y libre. Sí, los tres adjetivos que definen la carta de los derechos humanos. ¿Todavía seguís creyendo que no había suficientes razones para salir a la calle?

Los ciudadanos no nos reunimos el 15-M para boicotear la democracia, tampoco lo hicimos para formular propuestas milagro que nos sacaran de esta crisis, ni pedíamos un voto concreto. Nos concentramos porque sabíamos que existían una serie de problemas, y que sólo con nuestra implicación podríamos conseguir solucionarlos. Conseguimos despertar la conciencia política y sólo eso ya ha sido una victoria sin precedentes en la historia reciente de nuestro país.

Días después del 15-M, los comentarios que llegué a escuchar en los medios me preocuparon: «¿Y qué proponen?», «¿Por qué ahora?», «Son sólo cuatro gatos», «Un movimiento de izquierda dirigido por Rubalcaba», «El PSOE conspirando como en el 11-M»… Por favor, ¿cómo pueden manipular la información de semejante manera? Creo que básicamente los medios decían estas cosas por dos motivos: porque les pagan para que lo digan y porque cierta gente disfruta escuchándolo y leyéndolo.

A todo esto, yo empecé a investigar. ¿Cómo se provocó la crisis? ¿Quiénes la provocaron? ¿Qué medidas se estaban tomando? Y, lo más importante, cómo podía aportar mi granito de arena para cambiar esta situación.

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