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Authors: Pablo Gallego Klaudia Álvarez

Tags: #Comunicación, Otros

Nosotros, los indignados (5 page)

BOOK: Nosotros, los indignados
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Tiempo después me embarqué en un proyecto de concienciación vial muy bien acogido por las autoridades competentes, pero se produjo un cambio de gobierno en la institución que lo patrocinaba y los nuevos dirigentes lo desestimaron. Más y más indignación.

Posteriormente emprendí, junto con un equipo formidable de personas, uno de mis sueños: crear una escuela de comunicación independiente y comprometida socialmente. Tras algunos intentos de dar a conocer el proyecto —que llamamos RESET Escuela de Comunicación—, y no lograr el eco suficiente de los medios, tuvimos que dejarlo en
stand by
. Indignación máxima.

El mío es tan sólo uno más de los miles de ejemplos que por toda España dan fe de cómo nos ha tratado este sistema y esta sociedad.

Una experiencia apasionante

El 15 de mayo nos manifestamos porque compartimos una situación indignante en la que aquellos que se supone que la deben arreglar, lejos de hacerlo, cada vez se encuentran más distanciados de los intereses de los ciudadanos.

Aquel domingo, por la tarde, me marcho de la Puerta del Sol por otros compromisos, pero al regresar a casa por la noche veo en Facebook un vídeo de un amigo que se ha quedado con unas cuarenta personas. «Mañana amanecemos aquí y no nos vamos hasta que esto se arregle», me dice al despedirse. Me arrepiento de haberme ido.

Al día siguiente me uno a ellos. Cuando llego hay una carpa en la que se amontona todo lo necesario para establecer un campamento. No sé de dónde procede, pero continuamos recibiendo de ciudadanos que se desplazan hasta allí todo tipo de material: sacos de dormir, alimentos, medicinas. Nos intentan dar dinero, que no aceptamos, y vuelven al rato con cualquier cosa que han decidido comprar, como sillas y mesas, o un generador de electricidad, con el que cargo horas más tarde, durante la intervención de la policía para levantar el campamento.

Al atardecer comenzamos a organizar las comisiones de trabajo. Me apunto a la de comunicación, ya que es donde creo que mejor puedo ayudar y formo parte del equipo de portavoces durante los primeros siete días. Lo que vivo aquellos días es tan intenso como emocionante, pero lo que me llega a estremecer es el apoyo espontáneo de una ciudadanía tan heterogénea como generosa. El cariño, las ilusiones renovadas y el crecimiento imparable que va adquiriendo el movimiento nos hacen asumir una responsabilidad que nadie nos ha impuesto y que tratamos de ejercer con entusiasmo y humildad. Podría llenar hojas contando ejemplos de ese microclima social que allí hemos vivido, pero me limitaré a narrar sólo algunos.

La primera tarde apareció una pensionista con una bolsa del supermercado llena de cruasanes para el desayuno del día. Era un gran desembolso para su economía, pero le pudo el amor que le despertamos y que nos transmitió. Nos dio las gracias por lo que estábamos haciendo, nos pidió que llegásemos hasta el final, y se despidió con un «¡ya era hora!».

Me llegó al alma un padre de mediana edad que vino con sus dos hijos pequeños la tercera mañana de la acampada para darnos las gracias. Le respondimos que gracias a él por venirnos a apoyar y nos respondió: «No, gracias a vosotros porque estáis luchando para que mis dos hijos puedan tener un futuro mejor».

La intensidad de trabajo atendiendo a los medios de comunicación era incesante. En ocasiones estuve hasta 32 horas seguidas al pie del cañón, sorprendido yo mismo por una energía que me parecía inagotable. El trato con los medios en general era bastante bueno y he de romper una lanza en defensa del respeto y la ecuanimidad con que muchos de ellos han tratado el movimiento. Algunos periodistas, después de su jornada laboral, incluso colaboraban en la comisión de comunicación. Otros, sin embargo, trataron desde el primer momento de desprestigiarnos, incluso inventaron o nos tendieron trampas, aunque nunca representaron un gran problema para nuestro movimiento.

Después de la primera semana decido salir del equipo de portavoces porque hay que rotar y necesito recuperar energías. El trabajo es muy absorbente y sobre todo necesito coger perspectiva.

Cuando regreso a Sol, las cosas no son tan bonitas. Se han acentuado algunos problemas iniciales de organización, desaparecen documentos, ordenadores portátiles y teléfonos; hay paranoia con que existen infiltrados de todo tipo; se generan algunas tensiones que se disipan rápidamente por la intervención de psicólogos o mediadores que están en el campamento. La comisión de respeto también hace una labor admirable. Resulta difícil poner orden en una organización que se basa en la horizontalidad y la espontaneidad, y hacerlo sin que nadie se sienta molesto. En todo caso, creo que se debe más a los excesos de ego que a cualquier otra cosa.

Ágora Sol Radio

Desde el principio me había planteado montar una radio del movimiento. La iniciamos unos pocos, pero en la siguiente asamblea de comunicación se suman otras personas que proceden de radios libres. En un local que nos ceden, cercano a Sol, montamos el estudio de Ágora Sol Radio. Las primeras reuniones son muy fluidas, sin tanto protocolo asambleario y con bastante eficacia.

El grupo se organiza bien, estoy presente en la primera emisión, y me incorporo a otro frente que se está abriendo y que nos preocupa a muchos: la elaboración del llamado «consenso de mínimos», en el que pretendíamos aunar las propuestas comunes para presentarlas al Congreso de los Diputados.

La estrategia consistía en otorgar un plazo para su ejecución y, en caso de no obtener respuesta, convocar una movilización ciudadana para exigirlas de nuevo. Con ello perseguíamos representar la opinión de la ciudadanía y permitir la continuación del trabajo del movimiento en otros asuntos de mayor envergadura, como política a largo plazo o propuestas más concretas y trabajadas sobre economía y otros ámbitos.

Me preocupa que, sistemáticamente, ese consenso de mínimos no salga adelante en las asambleas generales. La inmensa mayoría de la gente vota a favor, pero una o dos personas cruzan los brazos mostrando su oposición. Desde entonces, para un grupo cada vez más grande, este consenso de mínimos es nuestra batalla principal, aunque esto me aleje temporalmente un poco de la radio, que me apasiona.

Repito hasta la saciedad a mi alrededor que no debemos dedicar tanto tiempo a quejarnos de la penosa situación actual porque esto nos quita tiempo para elaborar propuestas y soluciones.

Los sabios consejos de Punset

Observamos que cada vez más gente se aleja del movimiento por pensar que las asambleas no son muy eficaces, y los que nos quedamos sufrimos esta situación con cierta impotencia. Tanto es así que un día mi compañera, Alicia, y yo decidimos acercarnos al Retiro para hablar con Eduardo Punset, que está firmando en la Feria del Libro, a ver si arroja un poco de luz sobre este tema que tanto nos preocupa y que no sabemos cómo solventar. Eduardo nos atiende al finalizar una jornada agotadora firmando libros. Es un privilegio conversar con él. El contacto es sincero, afectuoso y con la sencillez propia que sólo los hombres cuyo talento es verdadero poseen. Nos transmite paz y dos ideas muy claras: «Está dentro de lo normal que esto os ocurra, ya que las asambleas tienen este riesgo, pero tenéis que seguir trabajando para conseguir ese consenso con el que toda la sociedad se vea representada, y recordad a la gente que esto sólo lo vamos a conseguir con una actitud pacífica». También compartimos la certeza de que hay que reformar la Ley Electoral, ya que según él nos explica, se redactó tal como es durante la Transición, para fortalecer a los partidos que habían sobrevivido al franquismo; pero que, obviamente, ahora está obsoleta y genera situaciones claramente injustas. Nos sentimos reafirmados en nuestra posición y lo seguiremos intentando.

Como también colaboro en la subcomisión de estrategias de comunicación y están realizando una serie de entrevistas a personalidades del mundo de la cultura, me ofrezco para desplazarme a Donosti a entrevistar a Lolo Rico, escritora y especialista en comunicación. Conozco a Lolo desde la época de mi escuela de comunicación y llevo varios días deseando poder charlar con ella sobre lo que está pasando con el movimiento. El viaje lo hago con Ángela, compañera de comunicación desde el primer día, Alicia y Pilar, compañeras del grupo del consenso de mínimos. La respuesta, el apoyo y el cariño con que nos atiende Lolo son similares a los de Punset y coincide en que es necesario lograr ese acuerdo para poder avanzar, porque hay que empezar por algo concreto que exigir a los políticos. Pasamos una tarde muy intensa, emotiva y muy creativa compartiendo ideas con ella. Por la noche, antes de regresar a Madrid, visitamos a los acampados en el Bulevar de San Sebastián. Tenemos la suerte de que esa noche también están de visita unos compañeros de Bilbao. Fue otro encuentro cargado de emoción y compañerismo. Todos coincidimos en que este movimiento destila un humanismo que añorábamos desde hacía mucho tiempo.

El desgaste del tiempo

Mientras, la acampada de Sol se resiente por el paso del tiempo. Cierto es también que cuando estábamos planeando desmontar el campamento se produjo el brutal desalojo de los acampados en la plaza de Catalunya de Barcelona por los Mossos d’Esquadra. Después, ante las movilizaciones en Grecia, también nos pareció oportuno mantener la acampada como símbolo de unión y solidaridad. Pero el paso de los días no evita que la acampada se disperse y se enrede en una maraña de comisiones, subcomisiones y asambleas desgastadoras para organizar esta microsociedad. También juega en nuestra contra la permeabilidad de una plaza pública que permite que se infiltren todo tipo de
trolls
, topos, o una pequeña parte de la sociedad que poco o nada tiene que ver con el movimiento, pero que se instala en el campamento con fines muy diferentes o directamente contrarios a los que perseguimos. Pero ¿quiénes somos nosotros para echar a unos colectivos marginales? Dilema moral.

Lo que está claro es que, a pesar de todo esto, estamos consiguiendo salir adelante sin tener que lamentar ningún incidente violento, extendiendo una enorme red de contactos, mejorando la manera de funcionar y aprendiendo mucho de todo y de todos.

Muchos sabemos que la acampada ha de tener una fecha de cierre, y decidimos promover y participar en asambleas de pueblos y barrios, además de convocar varias concentraciones periódicas para continuar unidos y seguir exigiendo nuestras peticiones.

Pensando en el futuro, tengo el propósito de trabajar junto con otros compañeros en la creación de un medio de comunicación de ámbito internacional, para que todas las ciudades donde ha habido o sigan existiendo acampadas estemos conectadas por un sistema fiable y seguro. Ha de ser un gran medio de comunicación hecho por y para todos. También nos proponemos que incluya una aplicación de voto electrónico que los compañeros de la página web AgoraOnRails ya tienen funcionando desde hace unos meses y cuyo fin es dar respuesta a la necesidad de una democracia más participativa. Una democracia del siglo XXI.

«Cooperar nos hace más felices. ¿Lo has notado?»

A pesar de todos los problemas y desajustes de nuestro movimiento, tengo el convencimiento de que lo que hemos hecho ha despertado la conciencia colectiva y nos ha devuelto nuestra dignidad. Nos está sirviendo también para encontrarnos con muchas personas afines, de muy diversas profesiones, con capacidad de organización, lo que nos posibilita colaborar para generar proyectos o autoempleos con iniciativas creativas y basadas en estos valores comunes.

Igualmente creo que cada vez más gente se irá sumando a la construcción de una sociedad más equilibrada, porque ahora sabemos que somos muchos, más de los que pensábamos, los que queremos una sociedad más sensata, que anteponga los intereses colectivos a los de los grupos de poder. Nos hemos unido para lograrlo y lo vamos a conseguir porque estamos comprometidos. No debemos permitir que se nos escape esta oportunidad que nos ha llevado a reencontrarnos como seres humanos y debemos seguir trabajando con la confianza de saber que podemos, que tenemos las actitudes y las aptitudes que nunca deberíamos haber olvidado que poseíamos y que queremos la renovación de la clase política o crear una nueva.

Debemos trabajar cada día apoyándonos en los mejores valores del ser humano, sin perderlos nunca del horizonte de nuestros objetivos; al hacerlo veremos que los resultados que obtengamos nos llevarán por un camino más satisfactorio y distinto del que nos han hecho seguir hasta ahora.

Sirva de colofón un cartel de la acampada de Sol que me encontré entre las tiendas una mañana de la primera semana: «Cooperar nos hace más felices. ¿Lo has notado?».

KLAUDIA ALVAREZ (Cornellá de Llobregat, 1975) es profesora en Barcelona, tiene una gata, un trabajo que le gusta, buenos amigos, una familia y su propia casa que habrá logrado pagar cuando cumpla los 70 años de edad. Participó en la gestación del 15-M y está "indignada" porque su padre hace demasiado tiempo que está desempleado, porque sus amigas encadenan contratos precarios e incluso su propio trabajo es temporal después de trabajar ocho años.

PABLO GALLEGO (Cádiz, 1988) es diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Cádiz y cursa el segundo ciclo de la licenciatura de Investigación y Técnicas de Mercado en ICADE, en Madrid. Actualmente realiza prácticas de empresa en una multinacional alemana del sector de la automoción y participa en el concurso del Proyecto Empresarial ICADE.

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