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Authors: Marcela Paz

Tags: #Infantil

Papelucho soy dix-leso (8 page)

BOOK: Papelucho soy dix-leso
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—Es guardiana, papá y se llama Tenebrosa. —¿Guardiana? Tú ya debías saber que una perra es problema.

A Ud. le gustan los negocios y una perra es negocio. ¿Se imagina los miles de perritos que podrá vender en un año? Y sin que le cuesten nada…

—Sí, claro. Por ahora el capital del negocio es mi pantalón. Amárrala antes de que llegue tu madre y tengamos que doblar el capital.

La Domi trajo un plato con leche y huesos, y la Tenebrosa dejó a un lado el pedazo de pantalón estropajoso, y se enchufó en su comida. Y apenitas terminó, se echó en un saco que le puso la Domi en la cocina y se durmió.

Y no despertó ni con la pelotera que se armó cuando llegó la mamá con la Ji y unos paquetes de cosas que traían para celebrarme; pollo, pasteles y hasta papas fritas.

Mientras comíamos me mostraron el diario en que salía mi foto "Niño desaparecido" y ofreciendo recompensa de encontrarme y todo. La foto no es buena porque salía puramente por delante y yo soy más conocido por detrás.

—¿Y a quién le van a dar la recompensa? —pregunté.

Pero nadie me contestó porque en ese momento llegó la tía Lala con su marido nuevo que es el más tremendo come-pollo del mundo. Así que al tiro me serví mi buena presa, porque cuando él viene casi nunca me alcanza.

—Y empezó la mamá a contar mi historia y daba horror de oírla porque la iba cambiando entera. Y cuando la contara la tía Lala yo sabía que iba a cambiar la de mi mamá y así poco a poco iba a resultar na' que ver. Por eso la escribí, y también para que no se me olvide antes de que me llamen a declarar.

Pero mientras mi mamá hablaba, se había descolgado una araña del techo y bajaba derechito por su hilo propio pataleando sulfurosa. No sé por qué yo la dirigí telescópicamente a la cabeza de la tía Lala que era una verdadera torta de pelos brillantes.Y la araña apeló directa. La tía Lala quedó con su antena conectada al techo mientras la arañita se revolcaba trabajando su tela. Yo sabía que cuando se diera cuenta iba a armar la tremenda gritería mientras alguien mataba violentoso la pobrecita aracne o la dejaba ciega de uno de sus ocho ojos. Así que no le perdía sus gestos y apenitas mi tía Lala empezó a corcovear su cabeza firmemente amarrada al techo, antes que la asesinaran, di un brinco, le hice jaula con mi mano y le salvé la vida al ser más débil.

La tía Lala me miró nauseabunda, su marido nuevo me pescó la oreja/ el papá y la mamá pusieron cara de ovnis.

—Disculpe tía Lala, pero usted tenía una araña en el pelo. Aquí está —y se la mostré. Fue entonces cuando se desmayó.

—¡Por salvar la araña aturdiste a tu tía! —dijo el marido nuevo.

—No fue eso —la tía Lala abrió los ojos—. Ese bicho trae mala suerte —explicó con cara pálida levantando su torta de pelos.

Yo le iba a decir que ella se casó antes de ver la araña, pero mejor seguí comiendo mi postre y me repetí.

La gente grande inventa cosas para perdonarse sus metidas de pata, o sea se dix culpan. Por eso yo sé lo que quiere decir dix-leso. Y también cuando uno tiene tanto sueño más vale irse a dormir.

Esa noche se desveló la Tenebrosa, desconoció la casa y le dio por ladrar y despertar a todo el mundo hasta que me encontró y se acomodó en mi cama a dormir. Yo ni la sentí, pero al día siguiente hasta la Domi la cargó con ella.

—¡Mire lo que encontré en su cama! —me dijo mostrándome una cartera—. ¡Ud. cree que su perra es detective, cuando es puramente ladrona!

—Ella está estudiando para detective —le dije con calma—. Y cuando encuentra algo, lo trae a la oficina…

—¿La oficina es su cama?

—Por ahora sí. Yo soy su jefe. ¿Dónde quieres que lleve lo que encuentra?

—No me gusta trabajar en oficinas. Nunca me gustó. Siempre tienen robos en las oficinas. Mejor me voy a una casa sin oficina…

—Oye Domi, ¿se te pelaron los alambres?

—Al que se le pelaron es a Ud. ¿No ve que esa cartera es robada?

—¿Por qué?

—Porque no es de nadie de esta casa. Es ro-ba-da.

—Si es robada la devolvemos…

—¿Ve cómo me metió a mí? ¿Y a quién se la va a devolver?

—A su dueña, claro.

—¿Y sabe quién es?

—Yo no, pero la Tenebrosa sí…

—¡A ver si le dice quién es!

Es lo malo de la Domi. Es acéptica, y no cree en nadie y su vida no tiene tono, o sea es daltona, sin imágenes.

—Mira —le dije y llamé a mi perra. Le mostré la cartera y ella creyó que íbamos a jugar, así que tira aquí y tira allá. Le pesqué la cabeza y le hablé: —Tenebrosa, vamos a devolver esta cartera, ¿entiendes?

Ella dijo sí con la cabeza pero no entendió nada. Pescó la cartera y arrancó a todo chancho, estrellándose con la Domi, con el papá, que por suerte se cayó sentado, y por fin con la puerta de calle. Y ahí quedó aturdida. Creo que por eso se libró de la pateadura que amenazaba el papá antes de pararse del suelo. Y también del odio de la Domi, porque apenas la vio aturdida le tomó cariño. La Domi es de esa gente que quiere a los que sufren del cuerpo. Yo creo que el día que encuentre un hombre atropellado, ahí sí que se casa de amor.

La Tenebrosa se desaturdió cuando sonó el teléfono. Era la tía Lala.

—¡Hola Papelucho! —dijo—. ¿Por casualidad encontraron ahí mi bolso?

—Su bolso no, su cartera —contesté— y le diré que fue mi perra, así que está un poco hecha tira…

—¿Hecha tira? ¿Pero que tu Domitila no hace aseo en esa casa? Si la encontró tu perra es seña de que no barren el comedor… chillaba.

—Mi perra se levanta más temprano que la Domi y recoge… —iba a decir la basura, pero la tía Lala me irrumpió con un discurso atómico y mejor me callé. Supongo que su marido nuevo le podrá comprar una cartera nueva y se acabó el cuento. Recogí los pedazos y cuestiones para pintarse y lo guardé todo en una caja de zapatos.

—Si viene la tía Lala —le dije a la Domi— le entregas su cartera, y si pregunta por mí, dile que llevé a tomar aire a mi Tenebrosa. Y partimos.

Para que no se arrancara, le puse mi cinturón en el cogote, pero como soy flaco, le tuve que añadir un palo. Aunque es perra policial, la Tenebrosa se puso coqueta y al poco rato nos seguían diecisiete perros surtidos. Eran todos guerrilleros y se aborrecían. Unos chicos, del porte de un ratón, ni se daban ni cuenta de su porte y dale con discutir a todo mordisco con unos del porte de una vaca. Total era el despiporre. Y se juntaba la gente y más perros y perros. De por ahí salió uno pituco y se metió al montón, por puro revolverla. Pero apareció su dueña y armó la gritería refulgente…

De tanto tirar el palo se salió de la amarra de mi Tenebrosa y se largó corriendo a todo chancho y yo detrás. Y entre mis patas los ochenta perros brujurientos…

Hasta ella se asustó y fue a refugiarse en una frutería, detrás de las naranjas. El dueño, que vio rodar su montón por toda la calle, encañonó una escoba y a palo bien sonado los barrió con furor. Parece que al pituco le rompió las costillas, según gritaba su dueña. Y mi Tenebrosa quedó bastante nerviosa con su tomada de aire, porque estaba electrónica de corriente y también se le estiraban y encogían las patas sin querer, cuando la tomé en brazos.

Hay papáes que cuando se les pierde un hijo, le toman un tremendo amor a su vuelta. Pero los míos no son de ésos. Son de los que lo ponen a uno en otro colegio. Uno no sabe si es por castigo o en premio de que volvió. La cuestión es que uno se pregunta y no se contesta. Y también me cayó nitrógeno el famoso colegio nuevo, porque es mixto, o sea con la famosa educación Sinsal y uno revuelto con mujeres.

Yo había oído hablar de estos colegios, pero ni les di bola. Cómo se me iba a ocurrir que tenía papas descriteriaos. Aquí lo tienen a uno escribiendo y todo se enreda con los pelos de las chiquillas, y lo que uno piensa se enreda con lo que piensa que piensan ellas de uno y viceversa. Y también ese modo de mirar de ellas que es molestoso/ pero moderno de la educación Sinsal.

Total no se puede chutear en los recreos ni hacer zancadillas ni cosas choras, sino que puramente juegos mujeriles. Y uno echa de menos al Urquieta, al Sapo, al Lenteja, al Chingue y demases. Y también su asiento, con los apuntes importantes…

Así que bajan ganas de dar un salto completamente mortal y romper la velocidad del sonido interplanetario. Y por fin lo da, porque es un mandato ultratérmico. Y entonces se arma la crema.

Yo creo que si uno da un salto y aterriza en su cabeza propia es cuestión de uno y si le duele, también es dolor propio. Y no tiene por qué meterse hasta la directora del colegio. Y me quedé un poco paralelo y el demás rato así era para no meterme en lo que estaban alegando, porque ése era asunto de ellas. En todo caso rompí la velocidad del sonido, y un buen rato lo dejé roto.

Después me mandaron dejar en un radiotaxi que es casi tan chori como un radiopatrulla, porque también tiene radio y trasmite todo el tiempo, y cuando no trasmite está recibiendo órdenes y direcciones como misteriosas.

Y en la casa, la profe que me trajo conversó con la mamá y ella me llamó a mí, para que habláramos los tres. Entonces me dijo:

—¿Por qué diste ese salto mortal?

—En mi colegio lo daba siempre. Fui campeón una vez —contesté—. Lo que pasa es que en este colegio uno cae de cabeza. No es culpa mía…

—Tú debes hacer lo que hacen en este colegio —dijo la mamá.

—No puedo.

—¿Por qué no puedes?

—Porque no.

—Es que todavía no te acostumbras —dijo ella mirando a la profe—. Poco a poco te irás adaptando.

—No sé lo que es "adaptando", pero espero que no. ¿Por qué me cambiaron de colegio?

—Porque es mejor para ti.

—¿Qué es lo que tengo malo?

—Entre otras cosas escribes mal algunas palabras. Aquí aprenderás a escribir de manera que todo el mundo te entienda.

—¿Ud. cree que todo el mundo va a leer lo que escribo?

—No sé, pero debes ponerte en ese caso…

—Sería harto pretencioso si me pusiera en ese caso.

En ese momento sonó el teléfono.

—¡Y era para mí! ¡Nada menos que el propio teniente Albornoz en persona!

—¡Hola Papelucho! —clamó con su voz genial.

—Hola mi teni…

—Tengo buenas noticias para ti. Gracias a tu pista de la llave tenemos a todos los mañosos. Y están bien guardaditos…

—¡Qué mortal!

—Y no será necesario que vengas a declarar. Todo está comprobado.

—Pero usted dijo que me iba a llamar —reclamé, y pensé: "Hoy de todas maneras es un día fatal. Todo sale al revés…".

—Sí. Tú querías cooperar. Pero hiciste más que eso. Diste la clave-llave y gracias a ti están todos detenidos.

Cuando oí eso, al tiro no me importó no ir a declarar y hasta tampoco me importó eso de "adaptarme" al colegio.

Cuando uno es feliz, es feliz y siente como agüita en el corazón, y ni importan los pelos de la cola, como dijo el sargento.

—La próxima vez que yo tenga un problema —decía la voz de mi teni en el teléfono— voy a llamarte para que cooperes conmigo. Gracias, Papelucho, y ¡hasta pronto! Yo no alcancé a decir nada porque se cortó en ese momento.

Pero desde ahora me quedo esperando el llamado de mi teni y lo único que tengo que preocuparme es que donde yo esté haya teléfono. ¡Es lo importante!

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