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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

Presa (41 page)

BOOK: Presa
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Era solo una botella de champán.

La dejé y cerré la puerta del frigorífico.

Empecé a preguntarme si había sido injusto con Julia. Quizá realmente creía que había cometido un error y quería enmendarse. Quizá solo quería demostrar su gratitud. Quizá estaba siendo demasiado duro con ella, demasiado implacable.

Porque si me detenía a pensarlo, ¿qué había hecho que fuera sospechoso o incorrecto? Se había alegrado de verme. Aunque hubiera exagerado un poco. Había asumido la responsabilidad del experimento, y se había disculpado. De inmediato había accedido a avisar al ejército. Había aprobado mi plan para eliminar el enjambre en el cuarto de comunicaciones. Había hecho todo lo posible para demostrar que me apoyaba y estaba de mi lado.

Aun así, me sentía intranquilo.

Y estaba además, por supuesto, el asunto de Charley y su enjambre. La idea de Ricky de que Charley podía haber llevado el enjambre dentro del cuerpo, en la boca o bajo el brazo o algo así, no tenía mucho sentido. Aquellos enjambres mataban en cuestión de segundos. Así que eso planteaba una duda: ¿Cómo había entrado el enjambre en el cuarto de comunicaciones con Charley? ¿Había llegado de fuera? ¿Por qué no había atacado a Julia, a Ricky y a Vince?

Decidí acercarme a la sala de mantenimiento y examinar la puerta del cuarto de comunicaciones. Tal vez había pasado algo por alto. Julia había hablado sin cesar, interrumpiendo continuamente mis pensamientos. Casi como si pretendiera desviar mi atención de algo…

Otra vez empezaba a juzgar a Julia con demasiada severidad.

Atravesé el compartimiento estanco, seguí por el pasillo y crucé otro compartimiento. Cuando uno estaba cansado, resultaba molesto soportar aquellas corrientes de aire. Salí a la zona de mantenimiento y me dirigí hacia la puerta del cuarto de comunicaciones. No noté nada especial. Oí el sonido de un teclado y me asomé al laboratorio de biología. Allí estaba Mae, ante su terminal.

—¿Qué haces? —pregunté.

—Comprobando la grabación de vídeo.

—Pensaba que no era posible porque Charley arrancó los cables.

—Eso dijo Ricky, pero no es verdad.

Rodeé la mesa del laboratorio con la intención de mirar por encima de su hombro. Ella levantó la mano.

—Puede que no quieras ver esto, Jack —advirtió Mae.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Es, esto… puede que no quieras afrontarlo, al menos ahora. Quizá mañana.

Pero después de eso, claro está, prácticamente me eché a correr para ver qué mostraba el monitor. Y me detuve. En la pantalla vi una imagen de un pasillo vacío, con un código de tiempo al pie del recuadro.

—¿Es esto? —pregunté—. ¿Es esto lo que no me conviene afrontar ahora?

—No. —Se volvió en su silla—. Mira, Jack, hay que ver la grabación de todas las cámaras de seguridad en secuencia, y cada una recoge solo diez fotogramas por minuto, así que resulta muy difícil estar seguros de que…

—Enséñamelo, Mae.

—He de rebobinar un poco.

Pulsó repetidas veces la tecla de retroceso en el ángulo del teclado. Al igual que muchos de los nuevos sistemas de control, el de Xymos se basaba en los exploradores de Internet. Era posible retroceder paso a paso.

Las imágenes saltaron atrás hasta que llegó al punto que buscaba. Entonces las hizo avanzar de nuevo, y el encuadre pasó de una cámara a la siguiente en rápida sucesión. Un pasillo. El edificio principal. El edificio desde otro ángulo. Un compartimiento estanco. Otro pasillo. La sala de mantenimiento. Un pasillo. La cocina. La sala de recreo. El pasillo del módulo residencial. Una vista exterior, enfocando el desierto iluminado desde una posición elevada. Un pasillo. El grupo electrógeno. El exterior, a ras de suelo. Otro pasillo.

Parpadeé.

—¿Cuánto tiempo llevas con esto?

—Cerca de una hora.

—Dios mío.

A continuación vi un pasillo. Ricky avanzaba por él. Grupo electrógeno. Vista exterior, Julia apareciendo bajo la luz de los reflectores. Un pasillo. Julia y Ricky juntos, abrazados, y luego un pasillo, y…

—Un momento —dije.

Mae pulsó una tecla. Me miró sin hablar. Apretó otra tecla e hizo avanzar las imágenes lentamente. Se detuvo en la cámara que mostraba a Ricky y Julia.

—Diez fotogramas.

El movimiento era borroso y entrecortado. Ricky y Julia se acercaron el uno al otro. Se abrazaron. Se advertía una evidente familiaridad entre ellos. Y a continuación se besaron apasionadamente.

—Mierda —exclamé, volviendo la cabeza—. Mierda, mierda, mierda.

—Lo siento, Jack. No sé qué decir.

Me asaltó un repentino mareo, como si fuera a desplomarme. Me senté en la mesa, manteniéndome de espaldas a la pantalla. No podía mirar. Respiré hondo. Mae decía algo más, pero yo no oí sus palabras. Volví a tomar aire. Me pasé la mano por el pelo.

—¿Estabas enterada de esto? —pregunté.

—No. Hasta hace unos minutos no.

—¿Lo sabía alguien?

—No. A veces bromeábamos con ello; decíamos que tenían una relación, pero ninguno de nosotros lo creía.

—Dios mío. —Volví a pasarme la mano por el pelo—. Dime la verdad, Mae. Necesito oír la verdad. ¿Lo sabías o no?

—No, Jack. No lo sabía.

Silencio. Respiré hondo. Intenté examinar mis sentimientos.

—¿Sabes qué es lo más curioso? —comenté—. Lo curioso es que lo sospechaba desde hacía un tiempo. Estaba casi seguro de que ocurría algo así, pero no sabía quién… es decir… aunque uno lo espere, resulta desolador.

—Estoy segura.

—Nunca habría pensado en Ricky —dije—. Es un tipo tan… no sé… tan empalagoso. Y no es un hombre con mucho poder. Por alguna razón había pensado que ella elegiría a alguien más importante, supongo.

Mientras hablaba recordé mi conversación con Ellen después de la cena.

«¿Tan seguro estás de cuál es el estilo de Julia?».

Eso fue después de ver a alguien en el coche de Julia, el hombre cuyo rostro no llegué a distinguir…

Ellen: «A eso se llama negación, Jack».

—Dios santo —me lamenté , moviendo la cabeza en un gesto de desesperación. Me sentía indignado, abochornado, confuso, furioso. Mis sensaciones cambiaban a cada segundo.

Mae esperó. No se movió ni habló. Estaba completamente quieta.

—¿Quieres ver más? —preguntó por fin.

—¿Hay más?

—Sí.

—No sé si yo, esto… no, no quiero ver más.

—Quizá te convenga.

—No.

—Quizá te sirva para sentirte mejor.

—No lo creo —contesté—. No creo que pueda aceptarlo.

—Quizá no sea lo que piensas, Jack —dijo—. Al menos puede que no sea exactamente lo que piensas.

«A eso se llama negación, Jack».

—Lo siento, Mae —dije—, pero no quiero seguir fingiendo. Lo he visto. Sé lo que es.

Pensaba que pasaría toda mi vida con Julia. Pensaba que los dos queríamos a los niños, que teníamos una familia, una casa, una vida en común. Y Ricky tenía un hijo recién nacido. Era absurdo. No le veía sentido. Pero las cosas nunca salen como uno prevé.

Oí teclear a Mae rápidamente en el teclado. Volví la cabeza para verla a ella pero no la pantalla.

—¿Qué haces?

—Intento encontrar a Charley. Ver si puedo averiguar qué le pasó en las últimas horas.

Siguió tecleando. Tomé aire. Mae tenía razón. Lo que ocurría en mi vida personal, fuera lo que fuese, estaba ya muy avanzado. No podía hacer nada al respecto, al menos por ahora.

Me di media vuelta y miré la pantalla.

—Muy bien —dije—. Busquemos a Charley.

Resultaba desorientador ver pasar las imágenes de las cámaras, repitiéndose una y otra vez la secuencia. La gente aparecía y desaparecía de la imagen. Vi a Julia en la cocina. Luego los vi a ella y a Ricky en la cocina. La puerta del frigorífico estaba abierta, luego cerrada. Vi a Vince en el edificio principal de la fábrica; luego desapareció. Lo vi en un pasillo; luego ya no estaba.

—No veo a Charley.

—Quizá aún estaba dormido —aventuró Mae.

—¿No puedes ver en las habitaciones?

—Sí, ahí hay cámaras, pero tendría que cambiar el ciclo de seguridad. Normalmente el ciclo no incluye las habitaciones.

—¿Es muy complicado cambiar el ciclo de seguridad?

—No estoy segura. De hecho, este es el terreno de Ricky. El sistema de la fábrica es bastante complejo. Ricky es el único que conoce verdaderamente su funcionamiento. Veamos si encontramos a Charley en el ciclo habitual.

Eso hicimos, esperando para ver si aparecía en alguna de las imágenes corrientes de las cámaras. Buscamos durante unos diez minutos más. De vez en cuando, tenía que apartar la mirada de las imágenes; Mae, en cambio, las seguía impasible. Finalmente lo vimos en el módulo residencial, frotándose la cara por el pasillo. Acababa de despertar.

—Perfecto —dijo Mae—. Ya lo tenemos.

—¿Qué hora es?

Congeló la imagen para poder leerla: eran las 00.10.

—Eso fue una media hora antes de que volviéramos —calculé.

—Sí.

Adelantó las imágenes. Charley desapareció del pasillo, pero lo vimos por un instante camino del cuarto de baño. Luego vimos a Ricky y Julia en la cocina. Sentí una súbita tensión en mi cuerpo. Pero solo estaban hablando. Después Julia guardó el champán en el frigorífico, y Ricky empezó a entregarle las copas para colocarlas junto a la botella.

Era difícil saber con seguridad qué ocurría a continuación, a causa del ritmo de los fotogramas. Diez fotogramas de vídeo por minuto equivalían a disponer solo de una imagen cada seis segundos, así que los sucesos se veían borrosos y entrecortados cuando las cosas se movían deprisa, porque era mucho lo que ocurría entre un fotograma y otro.

Pero esto es lo que creo que pasó.

Charley apareció y empezó a hablar con los dos. Sonreía, alegre. Señaló las copas. Julia y Ricky guardaron las copas mientras hablaban con él. De pronto él levantó una mano para interrumpirles.

Señaló una copa que Julia sostenía, dispuesta a meterla en el frigorífico. Dijo algo.

Julia negó con la cabeza y colocó la copa en el frigorífico.

Charley parecía desconcertado. Señaló otra copa. Julia negó con la cabeza. A continuación Charley encorvó los hombros y echó el mentón al frente, como si estuviera montando en cólera. Golpeó repetidamente la mesa con el dedo, insistiendo en algo.

Ricky avanzó y se interpuso entre Julia y Charley. Actuó como quien interrumpe una discusión. Levantó las manos para tranquilizar a Charley.

Charley no se calmó. Señalaba el fregadero, lleno de platos sucios.

Ricky negó con la cabeza y apoyó la mano en el hombro de Charley.

Charley se la apartó.

Los dos empezaron a discutir. Entretanto Julia guardó tranquilamente el resto de las copas en el frigorífico. Parecía indiferente a la disputa, casi como si no la oyera. Charley intentaba soslayar a Ricky para aproximarse al frigorífico, pero Ricky le cortaba el paso una y otra vez, levantando las manos.

El comportamiento de Ricky inducía a pensar que la actitud de Charley se le antojaba irracional. Lo trataba con esa delicadeza a la que uno recurre cuando alguien está fuera de control.

—¿Afecta ya a Charley el enjambre? —preguntó Mae—. ¿Por eso se comporta así?

—No lo sé. —Observé la pantalla con mayor atención—. No veo ningún enjambre.

—No —convino Mae—. Pero está muy enfadado.

—¿Qué quiere que hagan? —dije.

Mae movió la cabeza en un gesto de negación.

—¿Que saquen las copas? ¿Que las laven? ¿Que utilicen otras? No lo sé.

—A Charley esas cosas le traían sin cuidado —comenté—. Habría comido en un plato sucio utilizado antes por otra persona. —Sonreí—. Se lo he visto hacer.

De pronto Charley retrocedió varios pasos. Por un momento se quedó totalmente inmóvil, como si hubiera descubierto algo que lo hubiera asombrado. Ricky le dijo algo. Charley empezó a señalarlos y gritarles. Ricky intentó acercarse a él.

Charley siguió retrocediendo, y luego se volvió hacia el teléfono, colgado en la pared. Levantó el auricular. Ricky se abalanzó hacia él, muy rápidamente, su cuerpo una mancha desdibujada, y colgó el auricular con brusquedad. Empujó a Charley violentamente. Ricky tenía una fuerza sorprendente. Charley era un hombre corpulento, pero cayó al suelo y resbaló hacia atrás un par de metros. Charley se puso en pie, continuó gritando y luego se dio media vuelta y salió corriendo de la cocina.

Julia y Ricky cruzaron una mirada. Julia dijo algo.

De inmediato Ricky corrió tras Charley.

Julia corrió tras Ricky.

—¿Qué hacen? —pregunté.

Mae soltó la tecla PAUSA, y en la pantalla apareció el rótulo «Hora de actualización». A continuación empezamos a ver imágenes de las cámaras otra vez en secuencia. Vimos a Charley correr por un pasillo, y a Ricky detrás de él. Esperamos impacientemente el siguiente ciclo. Pero esta vez no había nadie visible.

Otro ciclo. Entonces vimos a Charley en la sala de mantenimiento, marcando en el teléfono. Miró por encima del hombro. Al cabo de un momento entró Ricky, y Charley colgó el auricular. Empezaron a discutir de nuevo, girando en círculo uno alrededor del otro.

Charley empuñó una pala y le lanzó un golpe a Ricky. La primera vez Ricky lo esquivó. El segundo golpe le dio de pleno en el hombro y lo derribó. Charley alzó la pala y descargó contra la cabeza de Ricky. El gesto era brutal, la intención claramente asesina. Ricky consiguió apartarse, y la pala se estrelló contra el suelo de hormigón.

—Dios mío —exclamó Mae.

Ricky se ponía en pie cuando Charley se dio media vuelta y vio entrar a Julia en la sala. Julia tendió la mano y se dirigió a Charley con actitud de ruego, pidiéndole quizá que dejara la pala. Charley miró a uno y a otro. Entonces entró también Vince en la sala. Ahora que estaban todos ahí, Charley no parecía ya dispuesto a luchar. Estaban rodeándolo, acercándose a él.

De repente Charley se echó a correr hacia el cuarto de comunicaciones, entró e intentó cerrar la puerta. Ricky se abalanzó sobre él al instante. Con el pie, impidió a Charley cerrar la puerta. A través del cristal se veía la expresión furiosa de Charley. Vince se colocó junto a Ricky. Estando los dos ante la puerta, no vi qué ocurría. Julia parecía dar órdenes. Me pareció ver que introducía la mano por la rendija de la puerta, pero no podía estar seguro.

En todo caso la puerta se abrió y tanto Vince como Ricky entraron en el cuarto de comunicaciones. La acción que siguió fue rápida, desdibujada en el vídeo, pero aparentemente los tres estaban luchando, y Ricky consiguió colocarse detrás de Charley e inmovilizarlo con una llave; Vince dobló un brazo a Charley hacia a su espalda, y juntos lo redujeron. Dejó de resistirse. La imagen era ya menos borrosa.

BOOK: Presa
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