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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Ciencia ficción

Una canción para Lya (10 page)

BOOK: Una canción para Lya
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¿Qué demonios había pasado? ¿Qué era eso que me alcanzó en la caverna, y me arrastró hacia él? No había ni siquiera tenido tiempo de enfocar a la mujer shkeen, tenía que ser el Greeshka. Pero Lyanna dijo que los greeshka no tenían mente, ni siquiera un «sí, estoy vivo»

Todo esto me daba vueltas alrededor, preguntas de preguntas de preguntas, y no tenía respuestas. Comencé a pensar en Lya, dónde estaría y por qué me habría dejado. ¿Era esto lo que le estaba sucediendo? ¿Por qué no la comprendí? La perdí por eso. La necesitaba junto a mí, y no estaba aquí. Estaba solo, y me daba cuenta de ello.

Me dormí.

Sobrevino una larga oscuridad, pero, por último, un sueño, y esta vez lo recordé.

Estaba de vuelta en la llanura, en la infinita y sobrecogedora llanura con su cielo sin estrellas y las sombras a la distancia, la llanura de la que Lya me había hablado tantas veces. Pertenecía a uno de sus poemas preferidos. Yo estaba solo, solo para siempre, y lo sabía. Así era la naturaleza de las cosas. Era la única realidad en el Universo, y tenía frío, hambre y miedo, y las sombras se movían hacia mí, inhumanas e inexorables. Y no había nadie a quien llamar, nadie hacia quien volverse, nadie para escuchar mi llanto.

Nunca había habido nadie. Nunca habría nadie.

Entonces llegó Lya.

Bajó flotando desde el cielo sin estrellas, pálida, delgada y frágil, y se posó junto a mí en la llanura. Se pasó la mano por el cabello y me miró con sus grandes ojos brillantes, y sonrió. Sabía que no era un sueño. Ella estaba conmigo, de alguna manera. Hablamos.

Hola, Robb.

¿Lya? Hola, Lya. ¿Dónde estás? Me has dejado.

Lo siento. Tenía que hacerlo. Tú me comprendes, Robb. Tienes que hacerlo. No quería estar más aquí, nunca más, en este lugar, en este horrible lugar. Habré estado, Robb. Los hombres siempre están aquí, pero por breves momentos.

¿Un roce y una voz?

Sí, Robb. Y luego la oscuridad otra vez, y el silencio. Y la llanura sobrecogedora.

Estás mezclando dos poemas, Lya, pero no importa. Los conoces mejor que yo. ¿Pero no te olvidas algo? La última parte. «Ah, amor, deja que seamos de verdad…»

Oh, Robb.

¿Dónde estás?

Estoy… en todas partes. Pero la mayor parte en una caverna. Estaba lista, Robb. Ya estaba más abierta que los otros. Podía prescindir del Encuentro, y de la Unión. Mi Talento me tenía acostumbrada a compartir. Él me condujo.

¿La Unión Final?

Sí.

Oh, Lya.

Robb. Por favor. Únete a nosotros, únete a mí. Es la felicidad, ¿sabes?, para siempre jamás, y es pertenecer y compartir y estar juntos. Estoy enamorada, Robb, estoy enamorada de un millón de millones de personas, y las conozco a cada una de ellas mejor de lo que te conozco a ti, y ellas me conocen, y me aman. Y esto durará para siempre. Mí, nosotros. La Unión. Todavía soy yo, pero también soy ellos, ¿comprendes?

Y ellos son parte mía. Los Unidos, los que leímos, me abrieron, y la Unión me llamó cada noche, porque me amaba. ¿Lo ves? Oh, Robb, únete a nosotros, únete a nosotros. Te amo.

La Unión. El Greeshka, quieres decir. Te amo, Lya. Vuelve por favor. No puede haberte absorbido aún. Dime dónde estás. Iré hacia ti.

Sí, ven a mí. Ven a cualquier parte, Robb. Greeshka es todo uno, las cavernas se conectan bajo las colinas, los pequeños greeshka son parte de la Unión. Ven y únete a mí. Ámame como dijiste que me amabas. Únete. Estás tan lejos, que apenas puedo llegar a ti, aun con la Unión. Ven y hazte uno con nosotros.

No, no me devorarán. Por favor, Lya, dime dónde estás.

Pobre Robb. No te preocupes, amor. El cuerpo no es lo importante. El Greeshka lo necesita para nutrirse, y nosotros necesitamos el Greeshka. Pero, Robb, la Unión no es sólo el Greeshka, ¿comprendes? El Greeshka no es importante, no tiene una mente, es sólo el lazo, el medio, la Unión con los shkeen, el millón de billones de shkeen que han vivido y se han Unido durante catorce mil años, todos juntos y amando y perteneciendo, inmortales. Es hermoso, Robb, es más de lo que teníamos, mucho más, y nosotros éramos los afortunados, ¿recuerdas? ¡Éramos! Pero ahora es mejor.

Lya, mi Lya. Te amo. Esto no es para ti. No es para los humanos. Vuelve a mí.

¿Qué no es para los humanos? Oh, sí que lo es. Es lo que los humanos siempre han estado buscando, pidiendo, llorando en las noches solitarias. Es amor, Robb, verdadero amor, y el amor humano es sólo una pálida imitación, ¿comprendes?

No.

Ven, Robb, únete. O estarás solo para siempre, solo en la llanura, con solo una voz y un roce que te mantenga vivo. Y al final, cuando tu cuerpo muera, no habrás tenido nunca esto. Tan sólo una eternidad de vacía negritud. La llanura, Robb, para siempre jamás. Y yo no podré llegar hasta ti, nunca más. Pero no tiene que ser…

No.

Oh, Robb. Estoy perdiendo fuerza. Por favor, ven.

No. Lya, no te vayas. Te amo, Lya. No me dejes.

Te amo, Robb. Te amé. De veras te amé.

Y desapareció. Estaba de nuevo solo en la llanura. El viento soplaba desde alguna parte, y se llevó sus palabras lejos de mí, a la fría e infinita inmensidad.

En la sombría mañana, la puerta de afuera estaba abierta. Ascendí por la Torre y encontré a Valcarenghi solo en su oficina.

—¿Cree en Dios? —le pregunté.

Levantó la vista y sonrió.

—Por supuesto —dijo, débilmente. Lo estaba leyendo. Era un tema sobre el cual nunca había pensado.

—Yo no —dije—. Y Lya tampoco. La mayoría de los Talentos son ateos. Hubo un experimento que intentaron en la Antigua Tierra cincuenta años atrás. Fue organizado por un Talento mayor llamado Linnel, que era religioso devoto. Pensaba que utilizando drogas, y uniendo las mentes de los Talentos más potentes, podríamos alcanzar el llamado «Sí, estoy vivo» Universal. También conocido como Dios. El experimento tuvo un fracaso catastrófico, pero algo sucedió. Linnel se volvió loco, y los otros se salieron con sólo la visión de una vasta, oscura e indiferente nada, un vacío sin razón ni forma ni sentido. Otros Talentos han sentido de igual modo, y los normales también. Hace cientos de años un poeta llamado Arnold escribió acerca de una sobrecogedora llanura. El poema está en una de las lenguas antiguas, pero vale la pena leerse. Muestra miedo, creo yo.

Algo básico en el hombre, el terror de estar solo en los cosmos. Tal vez sea sólo el miedo a la muerte, tal vez algo más. No lo sé. Pero es primario. Todos los hombres están solos para siempre, pero no quieren estarlo. Están siempre buscando, tratando de entrar en contacto, tratando de llegar a otros a través del vacío. Alguna gente nunca lo consigue, algunos atraviesan la barrera ocasionalmente. Lya y yo éramos afortunados. Pero nunca es permanente. Al final uno está solo de nuevo, de vuelta en la sobrecogedora llanura.

¿Comprende, Dino? ¿ Comprende?

Sonrió con una pequeña sonrisa divertida. No decisoria, ése no era su estilo, tan solo sorprendida y desconfiada.

—No —dijo.

—Vuelva a escuchar, entonces. La gente está siempre buscando algo, alguien, buscando. Conversación, Talento, amor, sexo, son todas partes de lo mismo, de la misma búsqueda. Los dioses también. El hombre se inventa dioses porque tiene miedo de estar solo, asustado por el Universo vacío, asustado por la llanura sobrecogedora. Por eso se convierten sus hombres, Dino, por eso se le está pasando la gente. Han encontrado a Dios, o algo tan cercano a Dios como lo que se imaginaban que podrían encontrar. La Unión es una mente-masiva, una mente-masiva inmortal, muchos en uno, todo amor. Los shkeen no mueren, maldita sea. No es casual que no tengan el concepto del más allá.

Ellos saben que hay un Dios. Quizás no haya creado el Universo, pero es amor, puro amor, y ellos dicen que Dios es amor, ¿no es así? O tal vez lo que llamamos amor sea una minúscula fracción de Dios. No me importa lo que sea, la cuestión es que la Unión es eso. El final de la búsqueda para los shkeen, y también para el hombre. Al final somos parecidos, tan parecidos que duele.

Valcarenghi emitió su exagerado suspiro.

—Robb, estás sobreexcitado. Pareces un Unido.

—Tal vez eso sea lo que debería ser. Lya lo es. Es parte de la Unión en este momento.

Parpadeó.

—¿Cómo lo sabes?

—Llegó hasta mí en un sueño, anoche.

—Oh, un sueño.

—Era cierto, maldita sea. Era todo cierto.

Valcarenghi se puso de pie, y sonrió.

—Te creo —dijo—. Es decir, creo que el Greeshka utiliza un filtro psi, un filtro de amor, si quieres, para atraer a sus presas; algo tan poderoso que convence a los hombres, incluyéndote a ti, que es Dios. Peligroso, por cierto. Tengo que meditar acerca de esto antes de iniciar una acción. Podríamos cuidar las cavernas para impedir que se acerquen los humanos, pero hay demasiadas cavernas. Sellarlas dejando el Greeshka dentro no mejoraría nuestras relaciones con los shkeen. Pero ése es mi problema. Tú has hecho tu trabajo.

Esperé hasta que terminara.

—Te equivocas, Dino. Esto es real, no un truco o una ilusión. Yo lo he sentido, y Lya también. El Greeshka no tiene ni siquiera un «sí, estoy vivo», ni hablar de un filtro psi tan fuerte como para atraer a los shkeen y a los hombres.

—¿Esperas que crea que Dios es un animal que vive en las cuevas de Shkea?

—Sí.

—Robb, eso es absurdo, y tú lo sabes. Crees que los shkeen han encontrado la respuesta a los misterios de la creación. Pero míralos. La civilización más antigua del espacio conocido, pero siguen detenidos en la Edad de Bronce desde hace catorce mil años. Nosotros llegamos hasta ellos. ¿Dónde están sus naves espaciales? ¿Dónde están sus torres?

—¿Dónde están nuestras campanas? —dije yo—. ¿Y nuestra alegría? Ellos son felices, Dino. ¿Lo somos nosotros? Tal vez han encontrado lo que nosotros todavía estamos buscando. ¿Por qué demonios el hombre es tan arrebatado? ¿Por qué sale a conquistar la galaxia, el Universo, lo que sea? Tal vez busque a Dios… Tal vez. No puede encontrarlo en ninguna parte, pero continúa, más y más, siempre buscando. Pero volviendo siempre a la misma llanura negra al final.

—Compara los logros. Yo llevaré la lista de los de la humanidad.

—¿Vale la pena?

—Yo pienso que sí —fue al ventanal, y miró afuera—. Tenemos la única Torre en su mundo —dijo, sonriente, mientras miraba a través de las nubes, hacia abajo.

—Ellos tienen el único Dios en nuestro Universo —le dije. Pero él sólo sonrió.

—De acuerdo, Robb —dijo, cuando por fin se volvió—. Recordaré esto. Y encontraremos a Lyanna para ti.

Mi voz se apagó.

—Lya está perdida —dije—. Lo sé ahora. Yo también lo estaré, si me quedo. Me voy esta noche. Sacaré un pasaje para la primera nave a Baldur.

Él asintió.

—Como quieras. Te tendré listo el dinero —hizo una mueca—. Y luego te enviaremos a Lya, cuando la encontremos. Me imagino que ella se extrañará un poco, pero ése es tu problema.

No respondí. En lugar de eso me encogí de hombros y me encaminé hacia los tubos.

Casi había llegado a ellos cuando Dino me detuvo.

—Espera —dijo—. ¿Qué tal si cenamos esta noche? Has hecho un buen trabajo para nosotros. De todas maneras Laurie y yo tenemos una fiesta de despedida. Ella también se va.

—Lo siento —dije.

Fue su turno de encogerse de hombros.

—¿Por qué? Laurie es una bellísima persona, y la extrañaré. Pero no es una tragedia.

Hay otras personas hermosas. Creo que se estaba aburriendo en Shkea, de cualquier manera.

Yo casi había olvidado mi Talento, en el calor y el dolor de la pérdida. Ahora lo recordé.

Lo leí. No había tristeza ni pena, tan sólo un vago desencanto. Y, por debajo de eso, su pared. Siempre la pared, manteniéndolo aparte, este hombre que era un amigo de todos y el íntimo de nadie. En ella, era casi como si hubiese un signo que dijera: HASTA AQUÍ LLEGAS, MÁS NO.

—Sube luego —dijo—. Será divertido.

Asentí.

Me preguntaba, cuando la nave despegó, por qué me estaba yendo.

Tal vez para volver a casa. Teníamos una casa en Baldur, lejos de las ciudades, en uno de los continentes subdesarrollados, con la naturaleza como único vecino. Está en su acantilado, sobre un gran salto de agua que cae sin cesar sobre una sombreada piscina verde. Lya y yo nos bañábamos allí a menudo, en los días de sol, entre dos misiones. Y luego nos quedábamos desnudos a la sombra de los naranjales, y hacíamos el amor sobre una alfombra de musgo plateado. Tal vez esté volviendo a eso. Pero no será lo mismo sin Lya, con Lya perdida.

Lya, a quien aún podría tener. A quien podría tener ahora. Sería fácil, tan fácil… Un lento paseo por una cueva oscura, un corto sueño. Y luego, Lya conmigo para la eternidad, en mí, compartiéndome, siendo yo, yo y ella. Amando y conociendo más de cada uno de lo que los hombres pueden conocer. Unión y júbilo, sin oscuridad, nunca más. Dios. Si yo creyese eso, lo que dije a Valcarenghi, entonces ¿por qué le dije que no a Lya?

Acaso porque no estoy seguro. Tal vez todavía tenga esperanzas, en algo aún mayor y más amoroso que la Unión, en el Dios del que me hablaron hace mucho tiempo. Tal vez estoy corriendo el riesgo, porque una parte de mí todavía cree. Pero si me equivoco… entonces la oscuridad, y la llanura…

Pero tal vez haya algo más, tal vez algo que vi en Valcarenghi y me haya hecho dudar de lo que dije. Porque el hombre es más que los shkeen, de algún modo; hay hombres como Dino y Gourlay y otros como Lya y Gustaffson, hombres que temen al amor y a la Unión tanto como la desean. Una dicotomía, entonces. ¿El hombre tiene dos urgencias primarias, y los shkeen sólo una? Si es así, tal vez haya una respuesta humana, para alcanzarse y unirse y no estar solos, y seguir siendo hombres.

No envidio a Valcarenghi. Él llora detrás de su muro, creo yo, y nadie lo sabe, ni siquiera él. Y nadie lo sabrá nunca, y al final estará solo con un sonriente dolor. No, no envidio a Dino.

Sin embargo, hay algo de él en mí, Lya, tanto como de ti. Y es por eso que huyo, aunque te ame.

Laurie Blackburn estaba en la nave, conmigo. Comimos con ella después del despegue, y pasamos la noche conversando y bebiendo. No era una conversación alegre, de acuerdo, pero era humana. Los dos necesitábamos a alguien, y nos encontramos.

Más tarde, la llevé a mi camarote y le hice el amor tan ferozmente como pude. Luego la oscuridad se alivió, nos cogimos de la mano y pasamos la noche hablando.

BOOK: Una canción para Lya
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