Read Agentes del caos II: Eclipse Jedi Online
Authors: James Luceno
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
—Aquí podéis ver un pequeño dovin basal, aproximadamente del mismo tamaño que los que se colocan en el morro de los coralitas. Su color es indicativo de si estáis cumpliendo o no con vuestra tarea, y ese rojo pálido actual me dice que lo estáis haciendo razonablemente bien, pero no tanto como sería deseable. Así que incrementaremos el ritmo para adecuarlo al latido del dovin basal. Si tenemos éxito, la nave responderá. Empecemos, pues…
Skidder se abrazó a sí mismo. No porque el trabajo en sí fuera agotador, sino porque el intenso y constante contacto con los tentáculos los dejaba rápidamente exhaustos, como si el yammosk se alimentase de la energía de los cautivos para incrementar de algún modo la suya propia. Era bastante fácil negarse a participar, pero hacerlo sólo conseguía que cogieran a un prisionero al azar y lo castigaran.
El dovin basal empezó a latir con más rapidez, los cautivos aumentaron la velocidad y la fuerza de sus masajes, esforzándose por mantener el ritmo. Las pulsaciones aumentaron todavía más, y las manipulaciones se hicieron más rápidas y frenéticas. El latido volvió a acelerarse. Muchos de los prisioneros empezaron a respirar con dificultad, a jadear incluso. Ríos de sudor resbalaban por caras y brazos. Aquellos que no podían mantener el ritmo se derrumbaron sobre los tentáculos que les habían sido asignados o cayeron sobre el pegajoso nutriente, pero el resto encontró un ritmo colectivo al que el yammosk respondió haciendo ondular sus tentáculos.
Skidder casi pudo sentir la energía que alimentaba a la nave.
Entonces, el dovin basal ralentizó su latido hasta volver a una lenta pulsación.
—Bien —dijo por fin el comandante Chine-kal—. Muy bien.
Skidder tragó saliva con dificultad e intentó calmarse. Sapha y Roa jadeaban, y Fasgo parecía delirar.
Chine-kal empezó a trazar otro círculo sobre la pasarela orgánica.
—Como algunos de vosotros habréis descubierto, la coordinación de los dovin basal durante las batallas sólo es una de las habilidades de los yammosk. No exageraba antes, cuando os dije que su empatía bordeaba la telepatía. Como parte de su entrenamiento, el joven yammosk también está condicionado para establecer un enlace cognoscitivo con el comandante bajo cuya custodia sirve. De hecho, este yammosk y yo ya nos hemos familiarizado. Pero vamos a intentar algo que nunca se ha hecho antes, algo verdaderamente extraordinario en este esfuerzo colectivo. Queremos que el yammosk se familiarice con vosotros, con todos vosotros, para así poder acelerar esta invasión y llevarla a una conclusión rápida y relativamente indolora.
Skidder miró a Roa.
—¿Sabías algo de esto?
El anciano le devolvió un sombrío asentimiento de cabeza.
—Cuando el yammosk se acostumbre más a vuestro contacto —dijo Chine-kal—, puede desear tocaros, sobre todo en pecho, espalda, cuello y cara. Y vosotros se lo permitiréis. Puede que algunos no le intereséis y que comparta una profunda afinidad con otros. En cualquier caso, os advierto que no os resistáis a sus sondas telepáticas porque os arriesgáis a dañar al yammosk y a vosotros mismos. La resistencia puede conduciros a la locura o a la muerte. Reíd, llorad, gritad si queréis, pero no os resistáis.
—Habla en serio —dijo Roa de repente, solemne. Miró intensamente a Sapha y después a Skidder—. Intentad mantener la mente en blanco o perseguirá vuestros pensamientos como un depredador a su primera presa del día. Y ahí podéis perderos. Creedme, lo he visto más de una vez.
Skidder había estado haciendo todo lo posible por ocultar que era un Jedi, por ocultar su dominio de la Fuerza, los acontecimientos que lo habían motivado a dejarse capturar, su deseo de vengar a los camaradas caídos. No obstante, enfrentado a la revelación de Chine-kal, no pudo evitar acordarse de lo que le contó Danni Quee sobre cómo utilizaron los yuuzhan vong un yammosk para quebrantar la resistencia de Miko. No pudo reprimir la urgencia de contactar con sus compañeros Jedi para informarles de los últimos planes del enemigo.
Se volvió ligeramente para enfrentarse al yammosk, y aquellos ojos teñidos de negro parecieron contemplarlo fijamente. El tentáculo entre sus manos onduló y su extremo se alzó del caldo nutriente para envolverse alrededor de los hombros de Skidder.
Roa, Sapha y los demás retrocedieron sorprendidos.
¡Vaya, Keyn, eres afortunado! —exclamó Roa tras un momento—. Creo que el yammosk te ha cogido cariño.
Vista desde el fondo del vestíbulo de Lorell, en Hapes, Leia era una luminosa manchita blanca contra el negro azulado del cielo nocturno, visible a través de las altísimas ventanas panorámicas situadas a su espalda. La sala de asambleas se alzaba en ángulo agudo desde las escarpadas murallas de arenisca que dominaban la capital, y desde ella se disfrutaba de una vista impresionante de las Nieblas Transitorias y, en aquel momento, de cuatro de las siete lunas del planeta. Tan completa era la ilusión, que quienes se encontraban en los asientos del tercio más bajo de las gradas podían imaginarse fácilmente a bordo de una nave espacial, avanzando hacia la estrella que era la embajadora Organa Solo.
—Queridos representantes de los mundos del Consorcio de Hapes —empezó diciendo, con voz que no ocultaba su resolución ni siquiera en los rincones más lejanos de la sala—. Hace dieciocho años, cuando la Nueva República conquistó el Núcleo Imperial, acudí ante ustedes para solicitarles el apoyo financiero que necesitaba un gobierno en bancarrota a causa de la guerra y plagado por un insidioso virus que mataba a miles de seres no humanos a cada día que pasaba.
»Esa visita abrió una puerta de comunicación entre nuestras respectivas regiones espaciales, cerrada durante tres mil años, pero que desde entonces ha permanecido abierta. De hecho, poco después de mi visita inicial, el Consorcio regaló a Coruscant una reunión amistosa en este mundo, durante la cual nos ofrecieron unos tesoros que nunca habíamos soñado que existieran: gemas preciosas arco iris, rompecabezas y árboles de sabiduría, junto a una docena de destructores estelares capturados a los comandantes imperiales que intentaron entrar en vuestros dominios.
»Entonces pensamos que la Nueva República y el Consorcio podrían sellar una alianza por medio de un matrimonio…, pero el destino había reservado otras uniones para los supuestos contrayentes de ese matrimonio.
Risas amables e intercambio de susurros recorrieron el público junto a ciertos aplausos, unos contenidos y otros más entusiastas.
Leia aprovechó la oportunidad para mirar tras ella, un poco a la derecha, donde el príncipe Isolder se inclinaba hacia delante, expectante ante aquel reconocimiento. A su lado, también sonriendo y elegantemente ataviada, se sentaba su esposa, la reina madre Teneniel Djo de Dathomir, con dedos refulgentes por los anillos de lava y los cabellos castaño rojizo recogidos bajo una deslumbrante tiara de gemas arco iris, estrellas del amanecer y lunas de hielo.
Junto a Teneniel se encontraba su suegra, Ta’a Chume, con los cabellos grises elaboradamente peinados y mostrando únicamente sus ojos por encima de un velo color escarlata. Tras ellos había varios dignatarios y oficiales, incluido el embajador del Consorcio ante la Nueva República.
La embajadora de Coruscant en Hapes se sentaba a la izquierda del podio, entre otros dignatarios y oficiales, y, junto a ella, la hija Jedi de Isolder y Teneniel, Tenel Ka. Los bíceps del muñón de su brazo izquierdo —seccionado por encima del codo unos años antes, durante un duelo de entrenamiento con sable láser con Jacen— iban adornados con bandas de electro, y un sable láser colgaba del estrecho cinturón que ceñía su túnica.
En un extremo se encontraba C-3PO, recién pulido y abrillantado, y Olmahk, indignado por tener que llevar polainas, túnica y gorra.
—Amigos míos —prosiguió Leia cuando los aplausos se fueron apagando—, la Nueva República y el Consorcio siempre han sido aliados, pero esta noche me presento ante vosotros con una petición que pondrá a prueba la solidez de esa alianza. Y en lugar de regalos, sólo traigo una advertencia urgente.
Un silencio tenso cayó sobre todos los reunidos.
—Hablo en nombre de la Nueva República al decir que respeto el gran valor que le dais a vuestro aislamiento. —Sin mirar, señaló con un gesto amplio el ventanal que tenía detrás—. Así como el Consorcio ha sido bendecido con un fenómeno celestial tan majestuoso como las Nieblas Transitorias, la Nueva República también podría haber elegido un camino más introspectivo, más personal, pero, tristemente, ése no es el caso.
»Una enorme sombra se cierne sobre la galaxia, una sombra que ya ha eclipsado muchos mundos pertenecientes a la Nueva República. Por ello, hemos hecho una llamada a las armas. Aunque Hapes, Charubah, Maires, Gallinore, Arabanth y los demás mundos que forman el Consorcio no se han visto engullidos por la oscuridad, su suerte no durará eternamente. Porque esa sombra es tan espantosa, tan monstruosa y enorme, que quizá tenga poder suficiente para extinguir toda luz.
Leia hizo una pausa y permaneció en silencio hasta que se apagó el agitado murmullo.
—La fuente de esa sombra se encuentra más allá de los confines de nuestra galaxia, pero la intención de quienes la proyectan es clara: la conquista. Inequívoca y completa. Se llaman yuuzhan vong y, mientras hablo, se aprestan a invadir las Colonias y el Núcleo.
Otra vez tuvo que esperar a que amainasen los murmullos.
—La coexistencia pacífica no es una opción porque los yuuzhan vong sólo buscan rehacer la galaxia a su imagen y semejanza. Quieren que todos juremos obediencia a los dioses a los que rinden culto y en cuyo nombre han emprendido esta campaña. Algunos mundos se han rendido para evitar la guerra, y no se les puede reprochar esa capitulación, sabiendo lo que los yuuzhan vong hicieron en los mundos que se les resistieron. Pero la Nueva República no negociará ni se rendirá. Hay que detener esa invasión, y eso sólo se logrará mediante un esfuerzo conjunto de todos los mundos que prefieren la libertad a la esclavitud.
Leia posó en el podio las manos abiertas y dejó que su mirada vagase por el público.
—Seré franca. El senador de la Nueva República, Elegos A’Kla, intentó negociar la paz y fue asesinado brutalmente. Las fuerzas defensivas de la Nueva República intentaron salvar Ithor, Obroa-Skai y muchos otros mundos, pero no lo consiguieron. Y parece ser que los hutt han firmado un tratado con los yuuzhan vong que permite a los invasores ocupar y utilizar los mundos hutt para obtener recursos esenciales para la invasión.
»Ahora, vengo a pedir al Consorcio que decida el camino que prefiere tomar.
»No hago esta peticiónala ligera. Existe una posibilidad remota de que los yuuzhan vong dejen en paz el cúmulo estelar Hapes, y en ese caso os encontraríais luchando por una causa y no por la simple supervivencia. La Nueva República emprenderá esta batalla en solitario si se ve obligada a ello, pero nuestras posibilidades de victoria se verán enormemente reforzadas si contamos con el apoyo del ejército del Consorcio.
Tomó aliento y mostró las palmas de las manos.
—El futuro es incierto, así que no puedo prometer nada a cambio de vuestro apoyo. Pero os conmino a todos a que penséis cuidadosamente a quién preferís tener como vecino galáctico, y que recordéis todo lo que hizo el Emperador Palpatine para oscurecer la luz de tantos mundos con su propia sombra.
»Os agradezco que hayáis escuchado a quien se ve obligada a expresar en palabras lo que siente en su corazón.
La sala no habría estado más silenciosa de ser catapultada al espacio profundo.
—Delegada Miilarta, la embajadora Organa Solo —presentó Ta’a Chume—. Embajadora Solo, Lol Miilarta de Terephon.
Leia extendió su mano derecha con experta cortesía, y Miilarta la estrechó.
—Encantada, embajadora —y bajó el tono de voz para agregar—: Puedo asegurarle que Terephon votará por prestar su ayuda.
—La Nueva República se lo agradece —respondió Leia sonriendo con los ojos.
Miilarta hizo una ligera reverencia y se apartó de la cola de la recepción. Siguiendo el protocolo formal que tipificaba eventos como aquél, Leia le presentó al embajador de la Nueva República en el Consorcio y volvió con Ta’a Chume, que le presentó a otra delegada igualmente guapa, la representante de Ut, el mundo que había enviado una canción con motivo de la visita del Consorcio a Coruscant.
De pie tras Leia, C-3PO susurró en su oreja derecha: