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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune

BOOK: Casa capitular Dune
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Las Honoradas Matres llegadas de vuelta de la Dispersión se enfrentan, con sus terribles poderes, a la secular Bene Gesserit. Lentamente, planeta tras planeta, van ganando su batalla.

Mientras, las Reverendas Madres, ocultas y fortificadas en su planeta Casa Capitular, intentan revivir el viejo orden que les dio su antigua predominancia en todo el universo. Un ghola de Miles Teg está siendo educado y adiestrado cuidadosamente, con la esperanza de revivir en él los extraordinarios poderes de su antecesor; la unión de Duncan ldaho y Murbella, la Honorada Matre, cautivos ambos en la no-nave, puede dar sus frutos en una comprensión del traumático fenómeno de la dispersión.

Y mientras tanto, liberadas del gusano de arena original, las truchas de arena están ganando desierto lentamente en el planeta, prosiguiendo su inexorable ciclo. En unos años, la Casa Capitular puede convertirse en un nuevo Dune, compensando así la terrible destrucción del Arrakis original. Y Sheeana espera la aparición del primer gusano para cabalgarlo…

Frank Herbert

Dune

Casa capitular Dune

ePUB v1.0

Lightniir
28.05.12

Título original:
Casa capitular Dune

Frank Herbert, Octubre de 1986.

Traducción: Domingo Santos

Diseño/retoque portada: Lightniir

Editor original: Lightniir (v1.0)

Corrección de erratas: Luismi

ePub base v2.0

Capítulo I

Aquellos que quieran repetir el pasado deben controlar la enseñanza de la historia.

[Coda Bene Gesserit]

Cuando el bebé-ghola del primer tanque axlotl Bene Gesserit fue entregado, la Madre Superiora Darwi Odrade ordenó una discreta celebración en su comedor privado en la parte superior de Central. Acababa de amanecer, y las otras dos miembros del Consejo —Tamalane y Bellonda— mostraron su impaciencia ante la invitación, pese a que Odrade había ordenado que la comida fuera servida por su chef personal.

—No todas las mujeres pueden presidir el nacimiento de su propio padre —ironizó Odrade cuando las otras se quejaron de que tenían su tiempo demasiado ocupado como para permitirse el «malgastarlo con tonterías».

Sólo la vieja Tamalane mostró un taimado regocijo.

Bellonda mantuvo sus carnosos rasgos inexpresivos, lo cual en ella era muy a menudo el equivalente a un fruncimiento de ceño.

¿Era posible, se preguntó Odrade, que Bell no hubiera exorcizado el resentimiento hacia la relativa opulencia del entorno de la Madre Superiora?

Los aposentos de Odrade mostraban la marca distintiva de su posición, pero la distinción representaba más sus deberes que una elevación por encima de sus Hermanas. El pequeño comedor le permitía consultar con sus consejeras durante sus ágapes.

Disponía de su propia cocina privada con su chef permanente, aunque la mayor parte de sus comidas procedían siempre de las cocinas comunales. Pero nunca se sabía cuándo un huésped inesperado podía venir a sentarse a su mesa, o cuándo ella y sus ayudantes podían necesitar restaurar sus gastadas energías.

Siempre tenía cerca toda la ayuda que necesitara. Alguien de los Archivos de Bell podía estar allí en cuestión de minutos o, por proyección en su mesa de trabajo, en cuestión de segundos.

Bellonda miró hacia uno y otro lado del comedor de Odrade, a todas luces impaciente por marcharse. Se habían realizado muchos infructuosos esfuerzos en el intento de penetrar el frío y remoto caparazón de Bellonda.

—Resulta muy extraño tener a ese bebé en tus brazos y pensar:
Es mi padre
—dijo Odrade.

—¡Te oí la primera vez! —respondió Bellonda con una retumbante voz de barítono que parecía brotar de su estómago, como si cada palabra le produjera una vaga indigestión.

Sin embargo, captó la sesgada ironía de Odrade. El viejo Bashar Miles Teg había sido el padre de la Madre Superiora. Y la propia Odrade había recogido las células (raspaduras de la uña de uno de sus dedos) a partir de las cuales desarrollar su nuevo ghola, como parte de un «posible plan» a largo plazo con el cual esperaban tener éxito en duplicar los tanques tleilaxu. Pero antes se dejaría Bellonda expulsar de la Bene Gesserit que aceptar el comentario de Odrade sobre el equipo vital de la Hermandad.

—Considero esto una frivolidad en unos momentos como los actuales —dijo Bellonda—. ¡Esas locas nos persiguen para exterminarnos, y tú deseas una celebración!

Odrade consiguió mantener su tono tranquilo con un cierto esfuerzo.

—Si las Honoradas Matres nos encuentran antes de que estemos preparadas, quizá sea porque hemos fracasado en mantener alta nuestra moral.

La silenciosa mirada de Bellonda clavada directamente en los ojos de Odrade mostraba una frustrada acusación:

¡Esas terribles mujeres han exterminado ya dieciséis de nuestros planetas!

Como hacía con frecuencia, Bellonda había conseguido sin siquiera hablar que la Madre Superiora centrara su atención en las cazadoras que las acechaban con salvaje persistencia. Aquello estropeó la atmósfera de suave éxito que Odrade había esperado conseguir aquella mañana.

Se obligó a sí misma a pensar en el nuevo ghola.
¡Teg!
Si podían ser restauradas sus memorias originales, la Hermandad dispondría de nuevo a su servicio del mejor Bashar que jamás hubiera tenido. ¡Un Bashar Mentat! Un genio militar cuyas proezas habían pasado ya a la mitología del Antiguo Imperio.

¿Pero podría ser de alguna utilidad Teg contra aquellas mujeres que habían regresado de la Dispersión?

¡Por todos los dioses que existen o puedan existir, las Honoradas Matres no deben encontrarnos! ¡Todavía no!

Teg representaba demasiadas inquietantes incógnitas y posibilidades. El misterio rodeaba el periodo anterior a su muerte en la destrucción de Dune.
Hizo algo en Gammu que prendió la furia desatada de las Honoradas Matres. Su suicida permanencia en Dune no fue suficiente para desatar una furiosa respuesta asesina.
Había rumores, detalles e indicios de sus días en Gammu antes del desastre de Dune.
¡Podía moverse más rápido de lo que el ojo era capaz de captar!
¿Era cierto eso? ¿Otro afloramiento de habilidades salvajes en los genes de los Atreides? ¿Una mutación? ¿O simplemente otro añadido al mito de Teg? La Hermandad tenía que averiguarlo tan pronto como fuera posible.

Una acólita entró trayendo tres desayunos, y las hermanas comieron rápidamente, como si aquella interrupción tuviera que ser dejada atrás tan pronto como fuera posible debido a que cualquier pérdida de tiempo era algo peligroso.

¡Esas condenadas cazadoras! ¡Siempre en algún lugar en nuestros pensamientos!

Incluso después de que las otras se fueran, Odrade se quedó con la impresión de los temores no expresados de Odrade.

Y mis temores.

Se levantó y se dirigió a la enorme ventana que se asomaba por encima de los bajos techos de los edificios circundantes al anillo que huertos y campos que rodeaba Central. La primavera estaba terminando, y los frutos empezaban a tomar ya forma ahí afuera.
Renacimiento. ¡Un nuevo Teg ha nacido hoy!
Ningún sentimiento de excitación acompañó aquel pensamiento. Normalmente aquella vista la reanimaba, pero no hoy, no esta mañana.

¿Cuáles son mis auténticas fuerzas? ¿Cuáles son mis hechos?

Los recursos a disposición de una Madre Superiora eran formidables: una profunda lealtad en todos aquellos que la servían, un brazo militar bajo un Bashar adiestrado por Teg (muy lejos ahora con una enorme porción de sus tropas, protegiendo su planeta escuela, Lampadas), artesanos y técnicos, espías y agentes a lo largo y ancho de todo el Antiguo Imperio, incontables trabajadores que contaban con la Hermandad para que les protegiera de las Honoradas Matres, y todas las Reverendas Madres con sus Otras Memorias retrocediendo hasta los albores de la vida.

Odrade sabía sin falso orgullo que ella representaba la cúspide de lo que había más fuerte en una Reverenda Madre. Si sus memorias personales no le proporcionaban la información que necesitaba, tenía a su disposición otras a su alrededor para llenar los huecos. Las máquinas también almacenaban datos para ella, aunque tenía que admitir su desconfianza innata hacia tales cosas.
¿No vinieron todas a través de manos humanas? ¡Entonces dejemos que los humanos los juzguen y los presenten!

Odrade se sintió tentada a bucear en aquellas otras vidas que arrastraba consigo como una memoria secundaria… aquellas capas de consciencia subterránea. Quizá pudiera encontrar brillantes soluciones a sus apuros en las experiencias de las Otras. ¡Peligroso! Puedes perderte durante horas, fascinada por la multiplicidad de las variaciones humanas.

Mejor dejar a las Otras Memorias equilibradas ahí dentro, listas para aflorar en los momentos de demanda o necesidad. Consciencia, aquél era el fulcro y el asidero de su identidad.

La metáfora del extraño Mentat Duncan Idaho ayudaba.

Autoconsciencia: hacer frente a los espejos que pasan cruzando el universo, arracimando nuevas imágenes a su paso… reflejándose indefinidamente. El infinito visto como finito, el análogo de la consciencia arrastrando consigo atisbos entrevistos de infinito.

Nunca había oído otras palabras que se acercaran más a su inexpresada consciencia.

—La complejidad especializada —lo llamaba Idaho—. Reunimos, ensamblamos, y reflejamos nuestros sistemas de orden.

Por supuesto, el enfoque de la Bene Gesserit era que los humanos constituían una forma de vida diseñada por la evolución para crear orden.

¿Y cómo nos ayudará eso contra esas caóticas mujeres que nos persiguen? ¿Qué rama de la evolución constituyen? ¿Acaso la evolución no es otro nombre por el que se conoce a Dios?

Sus Hermanas se reirían despectivamente ante tales «especulaciones inútiles».

De todos modos, tenía que haber respuestas a aquello en sus Otras Memorias.

¡Ahhh, qué seductor!

Cuán desesperadamente deseaba proyectar su acosado yo hacia las identidades del pasado y sentir lo que había representado vivir entonces. El peligro inmediato de aquella tentación la hizo estremecerse. Sintió a las Otras Memorias arracimarse en los bordes de su consciencia.
«¡Era así!» «¡No, era más bien de esa otra forma!»
Qué ávidas eran. Tenías que buscar y elegir, animando cuidadosamente el pasado. ¿Y acaso no era ésa la finalidad de la consciencia, la auténtica esencia de sentirse viva?

Seleccionar del pasado y confrontarlo al presente: aprender de las consecuencias.

Esta era la visión Bene Gesserit de la historia, las antiguas palabras de Santanaya resonando en sus vidas:
«Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.»

Los edificios del propio Central, el más poderoso de todos los asentamientos Bene Gesserit, reflejaban esa actitud hacia la que se dirigía Odrade. Usiforme, ese era el concepto dominante. Muy pocas cosas se permitía que fueran no funcionales en ningún centro de trabajo de la Bene Gesserit, había muy poco lugar para la nostalgia. La Hermandad no necesitaba arqueólogos. Las propias Reverendas Madres encarnaban la historia.

No disponemos de desvanes. ¡Lo reciclamos todo!

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