Crítica de la Religión y del Estado

BOOK: Crítica de la Religión y del Estado
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Jean Meslier fue uno de los mejores espías de la Historia. Educado en la religión católica, sacerdote desde los 22 años hasta su muerte a los 65, en 1729, Meslier se atrevió a romper el gran tabú: dijo alto y claro que Dios no existe, que la religión es una fantasía, una mentira, inventada para oprimir y explotar al pueblo.

El autor de
Memoria contra la religión
fue considerado por los pensadores del siglo XVIII como un revolucionario y entró en los libros de Historia como el padre del ateísmo.

Durante más de 40 años, en su parroquia de Etrépigny, al norte de Francia, Meslier escuchó con paciencia las confesiones de los supuestos pecados de los fieles. Sus maneras eran poco ortodoxas y la nobleza local solía quejarse de él, aunque nadie se había imaginado la doble vida de este hombre de Dios.

Nada más quitarse la sotana que vestía de día, Meslier aprovechaba las noches para leer todo lo que se alejaba de la Biblia. Desmenuzaba a Montaigne, Pascal, Séneca, Descartes y Fénelon −teólogo de referencia de la Francia de los siglos XVII y XVIII−, y escribía su testamento con un solo objetivo: que la gente alcance "la razón y la verdad" para "vivir felizmente".

Meslier va al grano: la religión es "una invención e una institución puramente humana"; en la religión "está la verdadera fuente, el verdadero origen de los males que perturban el bien dentro de la sociedad humana y que hace que los hombres sean infelices".

Y no se olvida de los sacerdotes, que "engañan y despojan astutamente de sus bienes" al pueblo.

La obra podría parecer un panfleto lleno de soflamas escritas con el rencor de un hombre que se arrepiente de su vida. Pero
Memoria contra la religión
no es nada de eso. Son más de 700 páginas (en la edición publicada por Laetoli) que desconstruyen uno por uno, con argumentos teológicos, filosóficos cita a Platón, analiza los Evangelios los fundamentos de la fe.

Jean Meslier

Crítica de la Religión y del Estado

ePUB v1.0

chungalitos
15.09.11

Edición a cargo de Menene Gras Balaguer

Ediciones Península

Primera edición: enero de 1978

Antología de textos extraída de las
Oeuvres Completes
publicadas por Editions Anthropos de París, 1970.

Traducción de Menene Gras Balaguer

INTRODUCCIÓN

Si en algo llama la atención la biografía de Jean Meslier es por la escasez de acontecimientos que parecen haber transcurrido durante su vida, en contraste con la obra que legó en forma de testamento. Los documentos o informes relativos a sus actividades no destacan ningún rasgo particular por el que hiciera manifiestas sus inclinaciones, sus pensamientos ni sus sentimientos, tal como aparecen en sus escritos. Procedente de una familia rural, fue destinado al estado eclesiástico, satisfaciendo una ambición común a casi todas las familias de extracción social semejante a la suya. Su ingreso en el seminario de Reims, en 1684, fue seguido de su nombramiento como subdiácono en 1687, ordenándose sacerdote en 1688. Se le asignó la parroquia de Estrepigny al año siguiente, cuya dirección asumió hasta el final de su vida.

Meslier había nacido en 1660, y pese a que fingiera las apariencias de su estado y condición, no deja de encarnar la figura del cura rural del Ancien Regime. Dentro de su singularidad y la extravagancia de su carácter, se lo puede considerar un caso aislado, pero las frecuentes insurrecciones populares y revueltas campesinas favorecían en cierto modo las situaciones conflictivas y la indisposición entre los administradores de ciertas diócesis y los poderes locales. Además, en las Ardenas, región a la que pertenecía Meslier, la represión se había incrementado duramente a lo largo del siglo xvii con motivo de la Contrarreforma y el absolutismo real que trajo en consecuencia. Las querellas entre algunos de los representantes de la Iglesia y la nobleza eran pues cotidianas, cuando los primeros adoptaban la defensa de los explotados que, según Meslier, gemían bajo el yugo de las supersticiones de la religión y la tiranía de los reyes. Precisamente, el único episodio que merece señalarse en la vida de Meslier es el incidente ocurrido a raíz de la muerte del
sieur de
Toully en 1716. Conociéndose los malos tratos que los campesinos habían recibido de él, Meslier se negó a incluirlo en sus oraciones y a predicar que se elevaran rezos por su alma, sin poder evitar los ingratos reproches de sus superiores y la pena de un mes de encierro en el seminario. El resto de su vida, no obstante, vivió retirado en su diócesis, cumpliendo modestamente sus obligaciones, aunque por coacción y sin haber sentido jamás la supuesta vocación religiosa que ejercía; y si nunca dio motivo de sospecha, pese a su profunda aversión por las prácticas religiosas propias de sus funciones, su prudencia sólo serviría para volverse en argumento contra él, como puede apreciarse en el artículo sobre Meslier publicado en
Biographie ardennaise ou histoire des arden- nais qui se font remarquer par leurs écrits:
«El aislamiento con el que vivió en el campo le hizo contraer una especie de melancolía salvaje.»

El mayor deseo de Meslier habría sido hacerse oír de un extremo al otro de la tierra, pero nunca fue capaz de dar exteriormente testimonio de sus convicciones y hacer pública su profesión de ateísmo, tal como dejó escrito en su testamento, que no se abrió hasta después de su muerte, ocurrida en 1733. La cruel represión de que habían sido víctimas otros de sus semejantes por haber apoyado cualquier revuelta o haber dado muestras de .insubordinación, justifica suficientemente su silencio. Cualquier acusación con respecto a su temor a exponerse, queda también justificada al dejar una relación escrita de cuanto pensaba a la posteridad. Siendo un insurrecto apasionado, sorprende, no obstante, su paciencia y su premeditación, por reservar toda su agresividad g en la obra que escribía, en lugar de pasar a la acción abiertamente. La misma violencia en el lenguaje del Testamento evidencia que escribía soñando hablar desde el pulpito de su parroquia como un verdadero provocador, enardeciendo a sus feligreses; lo confirma también su aspecto coloquial y el hecho de que esta ilusión fuera lo único que podía compensar el silencio que guardó y que, sin embargo, habría traicionado en más de una ocasión, como cuando siente la necesidad de decir que «desearía tener el brazo, la fuerza, el coraje y la masa de un Hércules para purgar al mundo de todos los vicios y de todas las iniquidades, y para tener el placer de derribar a todos estos monstruos de tiranos de cabezas coronadas y a todos los demás monstruos, ministros de errores e iniquidad, que hacen gemir tan lastimosamente a los pueblos».

Parece que Meslier, perteneciente al siglo de Montaigne más que como precursor del siglo de la Ilustración, sólo hubiera podido soportar la idea de su profunda soledad recordando el ejemplo del autor
de
los
Essais,
aunque no sin envidiar la libertad de que gozaba este último encerrado en su castillo. La nostalgia de Meslier por Montaigne se insinúa en este Testamento donde debía revelar todos sus sentimientos y pensamientos, concebido como una obra decisiva e insustituible en su Siglo, que escribiría entre 1723 y 1725. El
Antí-Fénelon,
la otra obra que se conserva de él, es incomparablemente inferior; en realidad, es un texto reelaborado posteriormente que contiene las anotaciones marginales manuscritas que hizo Meslier en la edición de Fénelon:
Sobre la demostración de la existencia de Dios de Fénelon y las reflexiones sobre el ateísmo del padre Toume- mine.
Son comentarios inspirados en el curso de la lectura, a modo de una refutación completa del sistema expuesto por Fénelon, y que conciernen en especial estos temas: 1. La esencia de la materia; contra la definición de la materia inerte e incapaz de moverse por sí misma, Meslier opone la materia sutil que tiene el movimiento en sí misma y por sí misma. 2. En segundo lugar, a la disociación de lo en sí y lo perfecto, Meslier atribuye a la materia estas cualidades, mientras Fénelon recurre a un Ser supremo que las reúne. 3. Al carácter físico del gran todo, Meslier no diviniza la naturaleza y rechaza atribuirle los predicados metafísicos atribuidos a Dios. Se ignora la fecha de redacción de este escrito, aunque se tiende a creer que fue alrededor de 1718. tras la publicación de las obras filosóficas del
abbé
de Fénelon, el mismo año. De no ser así, al menos tuvo que hacer estas anotaciones antes de empezar su Testamento, titulado
Memorias de los pensamientos y sentimientos de Jean Meslier, o
mientras elaborara el plan o el esbozo.

Existe además otra obra atribuida a Meslier, por motivos desconocidos, y que se titulaba
Le Bon sens du curé Meslier.
Apareció en 1791, tras haber sido publicada de antemano como una obra del barón de D'Holbach. Se trata de un resumen del célebre
Systéme de la nature,
de D'Holbach, elaborado a fin de que aquella obra obtuviera una divulgación mayor. Por último, consta, no obstante, que dejó una traducción francesa del
Cantar de los Cantares y
algunas cartas a los curas de su vecindad.

Sin que se sepa de cuál de los tres manuscritos del Testamento que legó Meslier de su puño y letra al morir, las
Memorias
fueron recopiladas y empezaron a circular en versiones reducidas, distribuyéndose rápidamente en el ámbito de la literatura clandestina. Es precisamente, en la época que Voltaire da muestras de curiosidad a su corresponsal de París (Thierrot), encargándole la obtención de un ejemplar para él. El extracto que hizo posteriormente Voltaire, bajo el asombro que le produjera esta obra, fue publicado en 1762. La citada versión no es un resumen redactado propiamente por Voltaire; éste sólo tomó una versión manuscrita anterior que ya reducía el contenido inicial de las
Memorias
a las cinco primeras pruebas, aproximadamente a la mitad de la obra, limitándose a las correcciones o modificaciones imprescindibles. La difusión alcanzada por esta obra se puede apreciar por las diversas reediciones que se llevaron a cabo durante el siglo xvii. En cualquier caso, el extracto no ocupa más de ciento cincuenta páginas y ofrece una visión -muy parcial de la obra completa, descartándose muchos aspectos que sólo se destacan en las pruebas restantes. La fidelidad del extracto de Voltaire a la obra original es, asimismo, muy discutible, en la medida que no puede omitirse su interés en apropiarse del descubrimiento de este autor, por su tendencia a convertirlo en un posible partidario del deísmo ilustrado. Lo cierto es que de haberlo reconocido como un materialista ateo habría expresado su odio y su condena en relación a las
Memorias,
al igual que hizo con otros pensadores de su época, y por razones idénticas a las que inspiran su
Traite de métaphysique
en defensa del deísmo. Tal vez se deduzca también de semejante confusión que Diderot o D'Holbach apenas lo mencionen o lo hagan muy tardíamente, cuando, no obstante, lo verosímil era insertar a Meslier dentro de la tradición del materialismo francés del siglo xviii como uno de sus iniciadores, orientado más hacia lo que podría llamarse la «izquierda ilustrada».

En el artículo «Meslier», de Naigeon (1736-1810) —amigo de Diderot y pariente del barón de D'Holbach—, que se halla incluido en el
Díctionnaire de phüosophie ancienne et moderno
(1791-1794), de Jean Panckouke, se hace la siguiente observación: «A juzgar por los sentimientos de Jean Meslier, según el resumen de Voltaire, en este competente sacerdote sólo se ve a uno de estos deístas o teístas tan comunes en Inglaterra; pero Meslier había avanzado un paso más que los ingleses, y además un paso muy difícil y que se da raramente; era ateo y esto es lo que Voltaire ha querido disimular.»

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