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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (11 page)

BOOK: El líder de la manada
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Es habitual que la gente no piense hasta qué punto el poder de la intención, la psicología y la energía contribuyen a la eficacia de una herramienta. Estas características se transformaron en leyenda encarnadas en el personaje de John Dillinger, convicto en la época de la Gran Depresión, que consiguió evadirse de la prisión a prueba de fugas en Crown Point, utilizando una pistola de madera pintada con betún. Si esta colorida historia es cierta, es seguro que fue la determinación, el carisma y la reputación de Dillinger las que de verdad lo sacaron de la cárcel y las que impidieron que sus carceleros examinasen detenidamente el arma que llevaba en la mano. Si tu abuela octogenaria tuvo perro, posiblemente tuviera siempre a mano un periódico enrollado. Era el modo que se utilizaba hace años para enseñar a un perro —muchos de mis clientes de más edad siguen utilizándolo—; yo desde luego no soy un defensor de este método, por razones prácticas que explicaré más adelante en este capítulo, pero ¿está mal? Si se abusa de él, por supuesto que lo está. Aun así, muchos de los clientes cuyos abuelos empleaban este método me han dicho que en la mayoría de casos ni siquiera llegaban a tocar al perro con el periódico. Sólo hacían el ademán de ir a cogerlo. Entonces el perro se daba cuenta de que la cosa iba en serio cuando ni siquiera había llegado a rozarlo. Pero el simple hecho de hacer el gesto de cogerlo capacitaba a la abuela ante sus propios ojos, y el perro notaba el cambio de energía en ella, por lo que modificaba su actitud inmediatamente. Una vez más era la energía y no el periódico la que provocaba el cambio. Si creías que una herramienta, sea la que fuere, podría hacer el trabajo por ti, ya puedes ir olvidándolo, porque no va a ser así. La energía serena y firme que apliques en su uso es mucho más importante que la herramienta en sí misma.

A mí cualquier herramienta puede servirme, pero eso no quiere decir que pueda ser la correcta para la persona a la que estoy intentando ayudar. Cuando voy a casa de un cliente, siempre le pregunto: «¿cuál es la herramienta con la que te sientes más cómodo?». Prefiero trabajar con la herramienta con la que ellos ya estén familiarizados, pero por supuesto enseñándoles la forma correcta de utilizarla, ya que de otro modo podría ser dañino para el perro. Si tengo la impresión de que le iría mejor con otro utensilio porque quizás no están en el nivel adecuado para dominar por completo el que están utilizando, les sugiero el método que me parece mejor para alcanzar el control y, lo más importante, la confianza que necesitan para que llegue a ser efectivo. Una vez más es la confianza, la energía serena y firme, la clave de todo el asunto. El objetivo a conseguir, y se trata de un objetivo que está al alcance de mucha gente, es recuperar la conexión primitiva entre el hombre y el perro para dominar la experiencia de conducir al perro sin correa. El sueño es ser capaces de utilizar la energía para conectar y comunicarnos con nuestro perro de tal modo que la necesidad de usar alguna herramienta sea mínima.

Tomemos como ejemplo mi relación con mi pitbull Daddy. Aunque con él utilizo una sencilla cuerda de treinta y cinco céntimos cuando me obliga la ley o es necesario para garantizar su propia protección, básicamente la única herramienta que necesito para influir en él es mi mente, mi energía y mi relación con él, que se basa en el respeto y la confianza. Cuando Daddy y yo paseamos juntos, siento que no hay fronteras entre ambos. Lee mi energía y yo leo la suya, y ambos avanzamos como uno solo. Si pretendo hacer algo, casi siempre consigo comunicárselo con un gesto o un pensamiento. Para mí, ésta es la relación ideal entre un hombre y un perro: un objetivo al que todos podemos aspirar.

Aunque me he concentrado por ahora en este capítulo en la energía personal como herramienta para controlar el comportamiento de un perro, quiero aclarar que estoy a favor de la ley de tenencia y protección de animales. Crecí en un país sin leyes de ese tipo y creo que en la actualidad se hace exactamente lo que se debe al exigir a los dueños de perros que lleven a sus animales con correa en lugares públicos. Los perros son animales, y a los animales se los controla por el instinto, y no por la razón. Incluso el más diligente de los dueños podría encontrarse en la situación de que su perro se sintiera atraído por un niño que se está comiendo un pedazo de pollo, o un bebé en su sillita tomando su biberón, u otro perro que pueda estar al otro lado de la calle. El perro podría echar a correr y hacer daño a un niño o a otro perro, o podría cruzar la calle y ser atropellado por un coche. Tristemente la experiencia demuestra que muchos de los dueños tienen muy poco control sobre sus mascotas en tales situaciones. Otra ventaja de la correa es que ayuda a controlar la población de perros. Uno de los instintos naturales más fuertes de un perro es el de la procreación, y sin correas una hembra en celo puede quedar preñada en un abrir y cerrar de ojos. En resumen, la correa ayuda a enfrentarse a la realidad y a evitar accidentes, y yo apoyo sin reticencias esta importante medida de seguridad.

Ahora que ha quedado clara mi filosofía acerca de las herramientas —no es la herramienta en sí lo que importa, sino la energía que hay tras ella— revisemos algunas de las herramientas más comunes que se emplean para corregir a los perros, sus pros y sus contras y las situaciones en las que pueden ser adecuadas o inadecuadas.

La cuerda o correa sencilla

Del ramal que usaba mi abuelo en México a la cuerda de nailon de treinta y cinco céntimos que puedes comprar en cualquier tienda de animales, la correa puede ser cualquier cosa con que puedas rodear al perro por el cuello para asegurarte de que te sigue. El propósito de la correa es establecer una comunicación muy básica entre tu perro y tú, de modo que puedas decirle de la manera más sencilla que confíe en ti y que te siga, o que avance en la misma dirección que lo haces tú.

Una correa sencilla es un modo básico de asegurarte de que el animal no va a escapar de tu lado, lo cual suele redundar en su propio bien. Recuerdo experiencias en la granja de mi abuelo cuando una vaca o un caballo se caían en una zanja. El animal, presa del pánico, se revolvía haciendo cosas que obviamente iban a hacerle daño. Mi abuelo iba a por un ramal, se lo ataba al cuello y utilizando su energía serena y firme conseguía que el animal se tranquilizara para después, empleando ese ramal conducir al animal a terreno seguro. La cuerda conseguía transmitir confianza, respeto y liderazgo, y permitía a mi abuelo comunicarse directamente con el animal y transmitirle en qué dirección debía ir para salir de una situación peligrosa.

Una sencilla correa es la herramienta que elijo para salir con mi manada a la carretera. Cuando salgo a pasear con Coco, el chihuahua, Louis, el chino crestado, y Sid, el bulldog francés, en una ciudad desconocida, les paso al cuello mi fina cuerda de nailon y «emigramos» unas cuantas manzanas. Me gusta que la correa les quede en la parte alta del cuello, lo que me proporciona mayor control sobre la cabeza del animal y evita que se muevan de acá para allá o se despisten olfateando el suelo. Al igual que con Daddy, Coco, Louis y yo establecemos una conexión perfecta a través de la correa, podría llevarlos siguiéndome sin ella por lugares en los que pasear de ese modo fuese legal. Sin embargo, Sid es harina de otro costal. Hace pocos meses que lo hemos adoptado y desgraciadamente le queda mucho por aprender en cuanto al significado de los límites y las fronteras. Sid trabajó como perro de exposición; de hecho, ganó varios premios. Su experiencia de la vida hasta hace bien poco se reducía a la pista de exhibiciones. Nunca antes había paseado en zonas abiertas ni había pasado tiempo al aire libre, de modo que si una ardilla aparece en su campo de visión, es un evento de capital importancia para él. Sid todavía no comprende que cuando está fuera no puede salir corriendo en la dirección que se le antoje. Hasta que él y yo no hayamos pasado más tiempo juntos y repetido una y otra vez los ejercicios que lo ayuden a comprender el concepto de fronteras invisibles, lo único que puede comunicarle esos límites es la correa, y la correa le salvará la vida.

El collar

La siguiente herramienta básica para influir en nuestro perro es el collar de cadena o de cuero, del que colgamos sus chapas. La mayoría de collares que se pueden comprar llevan incorporada una anilla en la que sujetar una correa, con lo que se crea una combinación de correa y collar. Si un animal no está domesticado, se resistirá a un collar que sea demasiado restrictivo, pero un perro medio no tendrá problemas con él. Es un paso más en la simple cuerda de nailon que yo uso, pero a la mayoría de dueños les proporciona mayor seguridad. Además los collares pueden ser de mil formas y estilos diferentes, y pueden costar desde menos de un dólar hasta miles de ellos. Algunos collares llevan tachuelas que pueden evitar que otro animal hiera el cuello de tu perro si llega el caso de ser atacado, pero la mayoría son sólo a efectos estéticos. Cuando Daddy y yo estuvimos presentes en los premios Emmy a las Artes Creativas, le puse su collar más elegante para la ocasión. ¿Notó él la diferencia? Por supuesto que no. Pero ¡los paparazzi lo encontraron muy fotogénico cuando avanzábamos por la alfombra roja!

Una cosa muy importante que no hay que olvidar cuando usemos una correa o un collar es que
nunca
debes ponérselo tú, sino que debes invitar al perro a venir a la herramienta. Puedes hacer que para él sea una experiencia positiva utilizando una golosina o tu propia energía. Perseguir a un perro para obligarle a llevar algo extraño en el cuello no conseguirá franquearte su confianza o su respeto. El perro creerá que estás jugando con él o llegará a temer esa herramienta. Nunca permitas que una herramienta quede asociada en la cabeza del perro con algo negativo.

La correa extensible

Las correas extensibles fueron creadas para animales que debían seguir rastros. Antes de que se ideara este tipo de herramienta, quienes tenían a su cargo perros de rastro tenían que llevar seis, nueve e incluso doce metros de cuerda para permitir al perro seguir un rastro, y después tenían que pasar por la tediosa tarea de recoger todos esos metros de cuerda. La correa extensible fue la solución perfecta, porque de ese modo podía ordenarse al perro seguir un rastro, y una vez había localizado su objetivo, la persona a su cargo sólo tenía que seguir la correa hasta donde el animal le esperaba, y recoger a la vez que caminaba. Desde su invención, la correa extensible se ha hecho muy popular entre los dueños de perros por una razón que para mí es un mito: que el perro necesita «libertad» cuando sale de paseo.

Sí, el perro necesita libertad. Todos los animales la necesitan. Pero el término
libertad
puede tener distintas definiciones. La finalidad de un paseo con el líder de la manada no es dejar que el perro camine a su antojo, sino proporcionarle una experiencia intensa, primitiva, estructurada y de vinculación afectiva entre un hombre y un perro. La mayoría de la gente no comprende que el paseo estructurado en sí mismo es una experiencia verdaderamente «liberadora» para un perro. Normalmente el dueño que se siente tan preocupado por la «libertad» de su perro alberga un sentimiento de culpa por haber dejado al perro solo en casa todo el día mientras él se iba a trabajar. De algún modo, permitir que su perro la lleve casi arrastras por todo el barrio en nombre de la «libertad» apacigua su sentimiento de culpa.

Cuando un perro al que están paseando con una correa extensible tira delante de su dueño, es el animal quien está al mando. No es que esté siguiendo un rastro, lo cual sería una actividad estructurada y controlada, sino que anda olfateando de acá para allá. Muchos dueños consideran este comportamiento adecuado porque creen que su perro, digamos, «está leyendo el periódico», o lo que algunos llaman el «pis-riódico». Así es, el perro se entera de las noticias olfateándolo todo: el suelo, los arbustos, los árboles, las bocas de riego y todo mobiliario urbano. De este modo averigua quién ha pasado por allí recientemente, si ese congénere tenía algún problemilla de salud y el resto de cotilleos caninos que el animal recoge de los olores y de lo que le rodea. Sin embargo, hay un modo correcto y otro incorrecto de permitir que tu perro se ponga al día en las noticias locales. En primer lugar, tu perro puede obtener esa misma información si camina a tu lado o detrás de ti. No tiene por qué ir tirando de ti, actuando como si él fuese el líder de la manada. En segundo lugar, yo siempre recomiendo que el líder humano conceda a su perro un pequeño esparcimiento o dos en mitad del paseo para que pueda darse una vuelta, explorar, oler y orinar. La diferencia estriba en que es el dueño quien controla el comportamiento, es decir, quien le da permiso diciéndole dónde y cuándo puede hacerlo, y luego es el dueño también quien decide cuándo seguir adelante. De este modo, podrás mantener tu estatus de líder al comienzo y al final del paseo, mientras con ello habrás recompensado también a tu mascota.

Cadena estranguladora

La cadena estranguladora, la herramienta de trabajo con el peor nombre del mundo, partió de la misma idea básica de pasar un lazo por el cuello de un animal para controlar sus movimientos. Volvemos al concepto del ramal de mi abuelo. Cuando se usa correctamente, esta herramienta no va a causar el «ahogamiento» del perro, ni siquiera debe causarle una incomodidad momentánea. La idea es que la presión de la cadena en su cuello le envíe un mensaje de corrección, y al soltarla le transmitamos que la corrección ha sido ejecutada. Por supuesto, si ese tipo de cadena se usa de modo incorrecto, tirando del cuello del animal hacia arriba con demasiada fuerza, puede causar la sensación de ahogamiento. Su uso debido debe limitarse a un tirón firme, pero no fuerte y que dure apenas un segundo para que transmita la idea de que el animal debe dejar de hacer lo que está haciendo y prestar atención. Ojalá le hubieran dado a esta herramienta otro hombre —collar de cadena, vuelta de cadena, cadena de control...— y no un nombre que implica causar dolor al animal. Pero parece ser que hemos de quedarnos con el de «cadena estranguladora», de modo que así será como me refiera a ella.

Un estrangulador ni siquiera tiene que ser de cadena para servir a sus propósitos. Aunque la cadena estranguladora está hecha de aros de metal, hay personas que piensan que los collares hechos de hilo de algodón o aros entrelazados de nailon grueso son más humanos para el perro. La cadena estranguladora que se utiliza en las exhibiciones caninas está hecha de pequeñas láminas de metal imbricadas, como en la piel de una serpiente, tan juntas entre sí que parecen una línea continua. Este tipo de cadena tiene la misma finalidad que las otras más gruesas. Cuanto más gruesa es la cadena menos probable es que el perro la rompa mordiéndola o que pueda quitársela tirando. Lógicamente cuanto más fuerte es el perro más gruesa será la cadena que quieras utilizar con él. El concepto de la cadena estranguladora fue desarrollado en un principio para perros muy fuertes, animales que podían herir a una persona, a otro perro o a ellos mismos si se escapaban.

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