El secreto del universo (40 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

BOOK: El secreto del universo
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Mientras los icebergs permanecen en aguas árticas no sufren demasiados cambios. Las gélidas aguas del océano Ártico no funden el hielo de manera perceptible. Los icebergs que se forman frente a la costa oeste de Groenlandia se quedan en la bahía de Baffin durante mucho tiempo, pero finalmente empiezan a desplazarse hacia el sur atravesando el estrecho de Davis, y entran en las aguas del sur de Groenlandia y el este de la península de Labrador.

Muchos icebergs quedan atrapados a lo largo de la desierta costa de Labrador, donde se parten y se funden muy lentamente; pero algunos siguen casi intactos en puntos tan al sur como la isla de Terranova, después de haber recorrido 3.000 kilómetros en un período máximo de tres años.

Pero cuando un iceberg llega a Terranova su destino es irrevocable. La corriente lo arrastra y pasa de largo por delante de esta isla, hasta acabar en las cálidas aguas de la corriente del Golfo.

En un año cualquiera, aproximadamente 400 icebergs pasan junto a Terranova y entran en las rutas navegables del Atlántico Norte. La mayoría se funde en dos semanas al llegar a las cálidas aguas de la corriente del Golfo, pero el 2 de junio de 1934 se avistaron los restos de un iceberg gigante a la latitud récord de 30° N, la misma latitud del norte de la península de Florida.

Pero al comenzar la última etapa de su viaje los icebergs siguen siendo enormes y amenazadores, y mucho más peligrosos de lo que parecen, ya que la mayor parte de su masa está sumergida y puede estar mucho más cerca de la nave que se cruce con ellos que la porción superior y visible.

En los años anteriores a la invención de la radio, cuando los barcos se encontraban verdaderamente aislados y no había manera de saber qué había más allá del horizonte, los icebergs constituían un verdadero peligro. Por ejemplo, entre 1870 y 1890 catorce barcos se hundieron y cuarenta sufrieron daños a causa de las colisiones con icebergs.

Luego vino el
Titanic
. En el momento de su botadura, en 1911, era el barco más grande del mundo. Tenía 270 metros de longitud y un tonelaje bruto de 46.000 toneladas. Su casco estaba dividido en dieciséis compartimientos estancos, y el barco no se hundiría, aunque se abrieran violentamente cuatro de ellos al mismo tiempo. De hecho, se creía que el
Titanic
era insumergible, y así se proclamó a los cuatro vientos. En abril de 1912 partió en su viaje inaugural desde Southampton hasta Nueva York, con un deslumbrante cargamento de pasajeros ricos y socialmente prominentes.

En la noche del 14 al 15 de abril avistó un iceberg en un punto situado a unos 500 kilómetros al sureste de Newfoundland. El barco había ignorado hasta entonces la eventualidad de encontrarse con un iceberg y navegaba a demasiada velocidad, ansioso por cruzar el Atlántico en un tiempo récord. Por consiguiente, cuando el iceberg fue avistado, era demasiado tarde para evitar la colisión.

Cuando se produjo el choque, se abrió una brecha de 90 metros en el costado de estribor del barco. La fatalidad quiso que cinco compartimientos estanco se abrieran en dos, pero aun así el
Titanic
resistió como un valiente. Tardó casi tres horas en hundirse.

Ese tiempo podría haber bastado para salvar a los pasajeros, pero no se habían hecho ensayos con los botes salvavidas, y aun de haberse hecho, los botes disponibles sólo podían albergar a menos de la mitad de las más de 2.200 personas que había a bordo.

En aquella época ya había radio en los barcos, y el
Titanic
envió una señal de socorro. Otro barco, el
California
, que estaba equipado para recibir la señal y que pasó la noche lo bastante cerca como para acudir a toda prisa al rescate, sólo tenía un operador de radio, y un hombre tiene que dormir de vez en cuando. Cuando se recibió la señal, no había nadie junto a la radio.

Cuando el
Titanic
se hundió, se perdieron más de 1.500 vidas. A causa del dramático naufragio, del número de vidas que se perdieron y de la posición social de muchas de las víctimas, este desastre revolucionó las normas que regulaban los desplazamientos por mar. Después de la tragedia se exigió que todos los barcos de pasajeros llevaran botes salvavidas con espacio suficiente para todo el mundo a bordo, que se realizaran ensayos de salvamento en todos los viajes, que los aparatos de radio funcionaran las veinticuatro horas del día, estableciendo turnos de escucha, y así sucesivamente.

Además, en 1914 se fundó una Patrulla Internacional del Hielo, que sigue existiendo en la actualidad, para controlar las posiciones de estos gigantes inanimados de las profundidades. Está respaldada por diecinueve países y dirigida por el Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos. La patrulla facilita continuamente información sobre todos los icebergs avistados por debajo de la latitud 52° N, junto con un pronóstico de los movimientos de cada uno de ellos en las doce horas siguientes.

Por último, la patrulla también dispone de medios de vigilancia aérea y de detección por radar, y en los años transcurridos desde su fundación ni un solo barco ha sido hundido por un iceberg en el área controlada. Lo cierto es que los transatlánticos modernos se mantienen tan apartados de los icebergs que los pasajeros ni siquiera los avistan en el horizonte. Así que no es de extrañar que los pasajeros del
Queen Elizabeth 2
pudieran permitirse el lujo de reírse de esa alusión de mal gusto al
Titanic
.

En los glaciares del oeste de Groenlandia se forman los icebergs más peligrosos del mundo, pero no los mayores. No sería lógico que lo fueran, ya que la placa de hielo de Groenlandia, a pesar de ser la segunda en tamaño del mundo, es mucho más pequeña que la que ocupa el primer lugar.

La mayor placa de hielo del mundo es la de la Antártida. El hielo antártico es una masa casa circular, con un diámetro de unos 4.500 kilómetros y una línea costera de más de 20.000 kilómetros. Tiene una superficie aproximada de 14.000.000 de kilómetros cuadrados, unas siete veces y media más que la superficie de la placa de Groenlandia y una vez y media más grande que la superficie de los Estados Unidos. El espesor medio de la placa de hielo antártica es de casi 2 kilómetros, y el espesor máximo es de 4,3 kilómetros.

El volumen total de la placa de hielo antártica es de unos 30.000.000 kilómetros cúbicos, que constituye el 90 por 100 del volumen total de hielo en el mundo.

En este continente más o menos circular hay dos profundas muescas: el mar de Ross y el mar de Weddell. Como la placa de hielo de la Antártida se aplasta y se extiende hacia fuera a consecuencia de la presión, llega antes a estos dos mares, pero no se desprende allí como en el caso de la placa de hielo del oeste de Groenlandia. Es demasiado gruesa para ello, así que se adentra intacta en estos mares, formando dos plataformas de hielo.

Estas plataformas de hielo permanecen intactas, hasta que están a unos 1.300 kilómetros de la costa como máximo, y allí forman grandes bloques de hielo de unos 800 metros de espesor en el punto más cercano al continente, y de unos 250 metros de espesor en el extremo que se adentra en el mar. La plataforma de hielo de Ross, la más grande de las dos, ocupa la misma superficie que Francia.

Por supuesto, las plataformas de hielo no se desplazan indefinidamente en dirección norte. Con el tiempo empiezan a desprenderse masas de hielo del extremo más alejado de la costa, formando grandes «icebergs tabulares», coronados por una superficie horizontal y con una altura máxima de unos 100 metros por encima del nivel del mar, y longitudes del orden de cientos de kilómetros.

En 1956 se avistó un iceberg tabular que tenía 330 kilómetros de longitud y 100 kilómetros de anchura: un único fragmento de hielo flotando libremente, con una superficie equivalente a la de la mitad del estado de Massachussets.

La mayor parte de los icebergs antárticos se desplazan a la deriva por el océano Antártico y son arrastrados alrededor del continente una y otra vez, avanzando lentamente hacia el norte, mientras se van deshelando poco a poco. Aunque en total constituyen una masa de hielo mucho mayor que la de los 400 icebergs de Groenlandia que pasan junto a la isla de Terranova cada año, los icebergs de la Antártida pasan prácticamente desapercibidos para los hombres, ya que se encuentran muy alejados de las principales rutas comerciales oceánicas. En el hemisferio sur no hay ninguna ruta de navegación tan frecuentada como las del Atlántico Norte.

De vez en cuando, un iceberg antártico se aleja bastante hacia el norte en su deriva; en 1894 se divisaron los restos de uno de ellos al oeste del Atlántico Sur, en la latitud 26° S, un poco al sur de Río de Janeiro, Brasil.

Pero los icebergs también tienen su utilidad. La enorme placa de hielo de la Antártida y los grandes icebergs que se desprenden de ella cumplen la función de refrigerar el aire del planeta, y, al mantener las profundidades oceánicas a baja temperatura, hacen posible el desarrollo de las formas de vida marina.

¿Algo más? Bueno, vamos a cambiar un poco de tema.

El americano medio bebe ocho vasos de agua al día, lo que representa 0,7 metros cúbicos al año. También necesita agua para su aseo, para lavar los platos, regar el césped, etcétera, así que el americano medio consume en el hogar 200 metros cúbicos de agua al año.

Pero los americanos también necesitan agua para sus animales domésticos, los cultivos y la industria. Por ejemplo, para fabricar un kilo de acero se necesitan 200 kilogramos de agua, y para cultivar un kilo de trigo se necesitan 8.000 kilogramos de agua.

El consumo total de agua en los Estados Unidos es de 2.700 metros cúbicos por persona y año.

En aquellas regiones del planeta que apenas tienen industria y en las que se utilizan métodos sencillos para los cultivos, la demanda de agua puede cubrirse con 900 metros cúbicos por persona y año. La demanda media planetaria puede ser de unos 1.500 metros cúbicos por persona y año.

¿Qué representa esto en relación con las reservas de agua mundiales?

Si se repartiera en partes iguales toda el agua del mundo entre los cuatro mil millones de personas que habitan el planeta en este momento, a cada persona le corresponderían 320.000.000 metros cúbicos. Esta cantidad parece más que suficiente. Si este agua se recicla eficazmente, bastaría para atender las necesidades de una población 210.000 veces mayor que la actual.

¡Pero esperen! El 97,4 por 100 de toda el agua de la Tierra es agua salada de los océanos, y los seres humanos no utilizan el agua salada, ya sea para beber, lavar, la agricultura o la industria. Esos 1.500 metros cúbicos por persona y año sólo pueden ser de agua dulce.

Si se dividiera en partes iguales toda el agua
dulce
de la Tierra entre los cuatro mil millones de personas que habitan el planeta en este momento, a cada persona le corresponderían 8.300.000 metros cúbicos. Sigue sin parecer nada terrible. Si este agua se recicla eficazmente, el suministro de agua dulce podría mantener a una población 5.500 veces mayor que la actual población mundial.

¡Pero esperen! El 98 por 100 de toda el agua dulce del planeta se encuentra bloqueada en forma de hielo (sobre todo en la placa de hielo antártica), y los seres humanos no pueden disponer de ella. Los seres humanos sólo pueden servirse del agua dulce
en estado líquido
, que se encuentra en los ríos, los estanques, los lagos y en los depósitos subterráneos, continuamente reaprovisionados por la lluvia y la nieve fundida.

Si dividimos en partes iguales toda el agua dulce
en estado liquido
entre los cuatro mil millones de personas que habitan el planeta en este momento, a cada persona le corresponderían 160.000 metros cúbicos por año. Sigue sin parecer fatal.

Si este agua se recicla eficazmente, bastaría para mantener a una población cien veces mayor que la actual población mundial.

¡Pero esperen! El reciclaje no es cien por cien eficaz. No podemos utilizar más agua dulce en estado liquido por año que la que nos proporciona cada año la lluvia o la fracción de nieve caída que acaba por fundirse. Si se reparte toda el agua dulce en estado líquido
reunida en las precipitaciones
entre los cuatro mil millones de personas que habitan la Tierra en este momento, a cada una le corresponderían 30.000 metros cúbicos al año. Esta cantidad basta para mantener a una población 20 veces mayor que la actual población mundial.

¡Pero esperen! El agua dulce en estado líquido
no
está uniformemente repartida entre la población mundial. Y la lluvia tampoco cae de manera uniforme, ya sea en el espacio o en el tiempo. En consecuencia, algunas zonas del mundo tienen demasiada agua, y otras demasiada poca. Hay selvas forestales y desiertos; a veces, se producen inundaciones catastróficas y otras veces sequías no menos desastrosas.

Además, la mayor parte del agua dulce de la Tierra se abre camino hasta el mar sin que los seres humanos tengan la más mínima oportunidad de utilizarla, y una gran parte del agua dulce que podemos utilizar está cada vez más contaminada. A consecuencia de todo esto, por asombrosa que resulte esta afirmación en nuestro inundado planeta, nos encaminamos rápidamente hacia una escasez de agua de dimensiones mundiales y consecuencias desastrosas.

¿Qué hemos de hacer entonces?

1. Obviamente, lo más importante es controlar la población mundial. Si ésta se multiplica por veinte —lo que, de empeñarnos, podría ocurrir en un plazo de 150 años—, nuestras necesidades superarán el suministro total de agua de lluvia.

2. Hay que evitar destruir las reservas de agua dulce que están a nuestro alcance. Tenemos que minimizar el impacto de la contaminación, a la vez que evitar la destrucción del suelo mediante prácticas agrícolas imprudentes que reducen su capacidad de almacenamiento de agua, con lo que se fomenta así la propagación de los desiertos.

3. Tenemos que minimizar el derroche de agua y utilizar más eficazmente nuestras reservas de agua dulce. Por ejemplo, el río Amazonas, que es el mayor del mundo, descarga en el mar 7.200 kilómetros cúbicos de agua al año, lo que bastaría para suplir las necesidades de la actual población mundial indefinidamente; pero el hombre no aprovecha prácticamente nada de este volumen de agua. Por otra parte, tampoco debemos sobreexplotar las reservas de agua dulce. Por ejemplo, no debemos extraer el agua subterránea a más velocidad de la que tardan en reponerse sus reservas, porque la disminución del nivel de agua subterránea o la penetración del agua salada en estas reservas podría tener consecuencias catastróficas.

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