El vuelo del dragón (10 page)

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Authors: Anne McCaffrey

BOOK: El vuelo del dragón
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—¡No mates! ¡No mates!

El wher guardián, con su rugido convertido en un angustiado grito de alarma, ejecutó una increíble maniobra en pleno aire, desviándose de su trayectoria. F'lar oyó el sordo crujido cuando lo forzado de su aterrizaje rompió el cuello del encadenado animal.

Antes de que F'lar pudiera ponerse en pie, Lessa estaba meciendo la espantosa cabeza entre sus brazos, con el rostro desolado.

Mnementh inclinó su cabeza para rozar suavemente el cuerpo del moribundo wher guardián. Informó a F'lar que el animal había sospechado que Lessa se marchaba de Ruatha, algo que una de su Sangre no debía hacer. En su confusión senil, sólo podía suponer que Lessa estaba en peligro. Cuando oyó la frenética orden de Lessa, había rectificado su error a costa de su vida.

—Sólo se proponía defenderme —murmuró Lessa, con voz quebrada. Se aclaró la garganta—. Era el único ser en que podía confiar. Mi único amigo.

F'lar palmeó cariñosamente el hombro de la muchacha, abrumado al pensar que alguien podía verse reducido a tener a un wher guardián como único amigo. Parpadeó, porque la caída había vuelto a abrir la herida de su hombro y le dolía.

—Un amigo fiel, ciertamente —dijo, esperando pacientemente hasta que la luz en los ojos verde-dorados del wher guardián se apagó.

Todos los dragones emitieron la impresionante nota, apenas audible pero que erizaba los cabellos, que significaba la muerte de uno de los de su especie.

—No era más que un wher guardián —murmuró Lessa, asombrada por aquel tributo, con los ojos muy abiertos.

—Los dragones confieren honores cuando ellos quieren —observó F'lar secamente, rechazando la responsabilidad.

Lessa permaneció unos instantes contemplando la repulsiva cabeza. Inclinándose, deshizo con rápidos dedos la pesada hebilla que sujetaba el collar de metal alrededor del cuello. Arrojó el collar lejos, con inusitada violencia.

Luego se incorporó y echó a andar con paso decidido hacia Mnementh, sin mirar ni una sola vez atrás. Subió tranquilamente a la levantada pata de Mnementh y se sentó, tal como F'lar la había instruido, sobre el gran cuello.

F'lar revisó al resto de su escuadrón, que se había reunido alrededor del Patio. La gente del Fuerte se había retirado a la seguridad del gran Vestíbulo. Cuando sus dragoneros estuvieron a punto, F'lar se encaramó al cuello de Mnementh, delante de la muchacha.

—Agárrate fuertemente a mis brazos —le ordenó, mientras él se aferraba al espolón más pequeño del cuello y daba la voz de mando final.

Los dedos de Lessa se cerraron espasmódicamente alrededor del antebrazo de F'lar cuando el gran dragón bronce despegó, agitando las alas para alcanzar altura en su vuelo vertical. Mnementh prefería caer en vuelo desde un acantilado o una torre. Los dragones tendían a la indolencia. F'lar echó una ojeada detrás de él, y vio a los otros dragoneros en correcta formación, extendida para cubrir los huecos de los que habían quedado de guardia en Ruatha.

Cuando alcanzaron una altura suficiente, F'lar le ordenó a Mnementh la transferencia, a través del
inter
, hasta el Weyr.

Lessa disimuló perfectamente su asombro mientras colgaban en el
inter
. Acostumbrado como estaba a la punzada del frío intensísimo, a la espantosa falta absoluta de luz y sonido, F'lar no encontraba enervantes las sensaciones. Pero la insólita transferencia no requería más tiempo que el que se tarda en toser tres veces.

Mnementh murmuró su aprobación a la tranquila reacción de esta candidata mientras surgían del fantástico
inter
. Ella no había tenido miedo ni gritado de pánico como otras mujeres. F'lar había notado los latidos del corazón de Lessa en su brazo apretado contra las costillas de la muchacha, pero eso fue todo.

Y de repente se encontraron encima del Weyr, con Mnementh tensando sus alas para deslizarse en la brillante luz del día, a medio mundo de distancia de Ruatha, donde entonces era de noche.

Las manos de Lessa se aferraron con más fuerza a los brazos de F'lar, esta vez con sorpresa, mientras volaban en círculo encima del gran pilón del Weyr. F'lar observó de reojo el rostro de Lessa, complacido por el deleite que se reflejaba en él; la muchacha no parecía asustada por el hecho de encontrarse a semejante altura sobre la alta cordillera Benden. Luego, mientras los siete dragones rugían su grito de arribada, una sonrisa de incredulidad iluminó su rostro.

Los otros dragoneros se dejaron caer en una amplia espiral, hacia abajo, hacia abajo, en tanto que Mnementh prefería descender en perezosos círculos. Y cada uno de ellos se posaba en el lugar que le correspondía en la hilera de cuevas del Weyr. Mnementh completó finalmente su descenso a sus cuarteles silbando estridentemente para sí mismo mientras frenaba su velocidad con una torsión de sus alas, posándose suavemente en el saledizo de roca. A continuación se agachó para que F'lar se apeara y ayudara a descender a la muchacha.

—Este camino conduce únicamente a nuestros alojamientos —le dijo F'lar a la muchacha al penetrar en el pasillo abovedado y suficientemente ancho para permitir el paso a los grandes dragones bronce.

Cuando llegaron a la enorme cueva natural que había pertenecido a Mnementh desde que alcanzó la madurez, F'lar miró a su alrededor con ojos ávidos después de su primera ausencia prolongada del Weyr. La inmensa cámara era indiscutiblemente más amplia que la mayoría de los Vestíbulos que había visitado en compañía de Fax. Aquellos Vestíbulos habían sido proyectados como lugares de reunión para hombres, no como moradas de dragones. Pero súbitamente se dio cuenta de que sus propios alojamientos se hallaban casi en tan malas condiciones como todo Ruatha. Desde luego, Benden era uno de los Weyrs más antiguos, así como Ruatha era uno de los Fuertes más antiguos, pero eso no disculpaba nada. ¡Cuántos dragones se habían albergado en aquel hueco hasta hacer que la sólida roca se adaptara a las proporciones de un dragón! ¡Cuántos pies habían desgastado el sendero que conducía más allá del Weyr del dragón, hasta el dormitorio y hasta el cuarto de baño donde el manantial de agua caliente proporcionaba el líquido elemento perpetuamente renovado! Pero los tapices que colgaban de las paredes tenían un aspecto lamentable, y había manchas de grasa en el dintel y en el suelo que podían haber sido limpiadas fácilmente.

Notó la expresión de alarma en el rostro de Lessa cuando se detuvo en el dormitorio.

—Tengo que dar de comer a Mnementh inmediatamente. Entretanto, puedes bañarte —dijo, rebuscando en un baúl y sacando ropas limpias para ella, dejadas allí por anteriores ocupantes, pero mucho más presentables que las que ahora llevaba la muchacha. Volvió a introducir cuidadosamente en el baúl el vestido de lana blanco que era el atuendo tradicional para la Impresión. Lessa lo llevaría más tarde. F'lar tiró varias prendas a los pies de la muchacha, así como una bolsa de arena fina, señalando hacia la cortina que oscurecía el camino hacia el baño.

A continuación se marchó, sin que Lessa hubiera hecho el menor esfuerzo para tomar ninguna de las prendas amontonadas a sus pies.

Mnementh le informó que F'nor estaba alimentando a Canth y que él, Mnementh, también tenía hambre. Ella no confiaba en F'lar, pero no le tenía miedo a él, Mnementh.

—¿Por qué habría de tenerte miedo? —preguntó F'lar—. Tú eres primo del wher guardián que era su único amigo.

Mnementh informó a F'lar que él, un dragón bronce completamente desarrollado, no tenía ningún parentesco con un canijo y encadenado wher guardián.

—Entonces, ¿por qué le otorgasteis los honores de dragón?

Mnementh le explicó, visiblemente molesto, que se habían limitado a rendir pleitesía a una personalidad leal y capaz del más sublime de los sacrificios: el de la propia vida. Ni siquiera un dragón azul podría negar el hecho de que aquel wher guardián ruathano no había divulgado la información que se había comprometido a no revelar, a pesar de que él mismo, Mnementh, le había presionado rudamente para que lo hiciera. Y con su hazaña física al atacar a F'lar y desviar su trayectoria en el último segundo, se había elevado a sí mismo a la altura de un dragón. Y, desde luego, los dragones le habían rendido tributo.

F'lar, complacido al ver que había sido capaz de irritar al dragón bronce, rió para sus adentros, mientras Mnementh alzaba el vuelo con gran dignidad hacia el comedero.

F'lar saltó cuando Mnementh pasó cerca de F'nor. El impacto con el suelo le recordó que se había propuesto pedirle a la muchacha que le vendara el hombro. Contempló cómo el dragón bronce atrapaba al más cercano de los machos del rebaño.

—La Incubación tendrá lugar en cualquier momento —le dijo F'nor a su hermanastro, sonriéndole mientras se sentaba en cuclillas. Sus ojos brillaban de excitación.

F'lar asintió pensativamente.

—Habrá mucho donde escoger para los machos —admitió, sabiendo que F'nor se reservaba las mejores noticias con el propósito de fastidiarle.

Ambos contemplaron cómo el Canth de F'nor separaba un antílope hembra. El dragón pardo agarró al forcejeante animal con una de sus garras y remontó el vuelo, instalándose en un saledizo desocupado para comer.

Mnementh dio cuenta de su primera presa y se deslizó de nuevo sobre el rebaño hacia los ánades que estaban más allá. Escogió uno de los más robustos y lo levantó entre sus garras. F'lar observó su ascensión, experimentando como siempre una sensación de orgullo ante el poderoso impulso, sin esfuerzo aparente, de las grandes alas, el reflejo del sol sobre la piel broncínea, el destello de las garras plateadas, extendidas para tomar tierra. Nunca se cansaba de contemplar a Mnementh en vuelo ni de admirar su gracia y su fuerza inconscientes.

—Lytol quedó abrumado por el nombramiento —dijo F'nor—, y te envía sus mejores respetos. Actuará bien en Ruatha.

—Por eso fue elegido —gruñó F'lar, aunque en su fuero interno se sentía halagado por la reacción de Lytol. Una Regencia no compensaba la pérdida de un dragón, pero era una honrosa responsabilidad.

—Hubo mucho júbilo en las Altas Extensiones —continuó F'nor, con una ancha sonrisa—, y sincero pesar por la muerte de Dama Gemma. Será interesante ver cuál de los contendientes asume el título.

—¿En Ruatha? —inquirió F'lar, enarcando las cejas.

—No. En las Altas Extensiones y en los otros Fuertes que Fax conquistó. Lytol inducirá a su propio pueblo a defender Ruatha y hará que cualquier agresor en potencia se lo piense dos veces antes de atacar aquel Fuerte. Conoce a muchos en las Altas Extensiones que preferirían hacer un cambio de Fuerte, a pesar incluso de que Fax no domine ya las Altas Extensiones. Lytol se propone actuar con rapidez a fin de que nuestros hombres puedan regresar lo antes posible.

F'lar hizo un gesto de aprobación, volviéndose a saludar a otros dos miembros de su escuadrón, caballeros azules, que habían llegado con sus animales al comedero. Mnementh volvió en busca de otra presa.

—Come muy aprisa —comentó F'nor—. Canth todavía está engullendo.

—Los pardos son lentos en alcanzar su pleno desarrollo —dijo irónicamente F'lar, contemplando con satisfacción cómo los ojos de F'nor llameaban de rabia. Eso le enseñaría a retener noticias.

—R'gul y S'lel han regresado —anunció finalmente el caballero pardo.

Los dos azules habían alborotado al rebaño, haciendo que corriera de un lado a otro chillando de miedo.

—Los otros han sido llamados —continuó F'nor—. Ya sabes que a Nemorth no le gusta perder tiempo. —Entonces no pudo seguir conteniéndose—. S'lel ha traído dos. R'gul tiene cinco. Muy listas, dicen, y hermosas.

F'lar no dijo nada. Había esperado que aquellos dos traerían múltiples candidatas. Podían traer centenares, si les apetecía. El, F'lar, el caballero bronce, había elegido a la ganadora.

Exasperado al ver que sus noticias eran acogidas en silencio, F'nor se puso en pie.

—Tendríamos que ir en busca de aquella de Crom, y de la hermosa...

—¿Hermosa? —le interrumpió F'lar, en tono desdeñoso—. ¿Hermosa? Jora era hermosa —escupió cínicamente.

—K'net y T'bor traerán competidoras del oeste —añadió F'nor, preocupado.

El poderoso rugido de dragones regresando a casa desgarró el aire. Los dos hombres alzaron sus cabezas hacia el cielo y vieron las dobles espirales de los dos escuadrones de retorno, veinte dragones en total.

Mnementh irguió la cabeza, canturreando. F'lar le llamó, complacido de que el bronce no se mostrara enojado por la llamada, a pesar de que había comido muy poco. F'lar, saludando a su hermanastro amablemente, se encaramó a la pata extendida de Mnementh y fue transportado a su propio saledizo.

Mnementh hipaba con aire ausente mientras su jinete y él recorrían el corto pasillo hasta la abovedada cámara interior. El dragón se dirigió directamente a su ahuecado lecho y se instaló en la piedra curvada. Cuando Mnementh se hubo desperezado y tendido cómodamente, F'lar se acercó a él. Mnementh miró a su amigo con el ojo más próximo, brillando en sus múltiples facetas y cerrándose gradualmente a medida que F'lar rascaba los párpados.

Cualquiera que no estuviera familiarizado con aquel espectáculo podría encontrarlo enervante. Pero desde el momento, veinte Revoluciones antes, en que el gran Mnementh había roto su cascarón y se había tambaleado a través de la Sala de Incubación para detenerse, sobre unas débiles patas, delante del muchacho F'lar, el dragonero había atesorado aquellos instantes de tranquilidad como los más felices de un largo día. Un hombre no podía recibir mayor tributo que la confianza y la compañía de los alados animales de Pern. Ya que la lealtad que los dragones entregaban al ser humano de su elección era inquebrantable y absoluta desde el momento de la Impresión.

La satisfacción íntima de Mnementh era tan grande que el gran ojo se cerró rápidamente. El dragón se durmió, con sólo la punta de su cola erguida, una señal segura de que estaría inmediatamente alerta en caso necesario.

Por el Huevo Dorado de Faranth,

Por la Dama del Weyr, discreta y sincera,

Engendrad un escuadrón de alas broncíneas y pardas,

Engendrad un escuadrón de verde y azul.

Engendrad jinetes, fuertes y audaces,

Enamorados de los dragones.

Escuadrones de centenares remontándose hacia el cielo,

Hombre y dragón plenamente hermanados.

Lessa esperó hasta que el sonido de los pasos del dragonero demostró que realmente se había marchado. Se precipitó rápidamente a través de la gran caverna, oyó el restregar de garras y el batir de las poderosas alas. Recorrió el corto pasillo hasta el mismo borde de la bostezante entrada. Allí estaba el dragón bronce volando en círculos hacia el extremo más ancho del óvalo de kilómetro y medio de longitud que era el Weyr de Benden. Lessa había oído hablar de los Weyrs, como cualquier pernés, pero encontrarse en uno de ellos era algo completamente distinto.

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