Harry Potter. La colección completa (384 page)

Read Harry Potter. La colección completa Online

Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
8.99Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿La serpiente? —repitió Harry con asombro—. ¿Se pueden hacer
Horrocruxes
con animales?

—Bueno, no es aconsejable. Confiarle una parte de tu alma a algo capaz de pensar y moverse por sí mismo es un asunto muy arriesgado. Con todo, suponiendo que mis cálculos sean correctos, a Voldemort todavía le faltaba un
Horrocrux
, si quería reunir seis, cuando entró en la casa de tus padres con la intención de matarte.

«Parece que reservaba el proceso de crear
Horrocruxes
para las muertes más importantes. La tuya, desde luego, lo habría sido mucho. Voldemort creía que matándote destruiría el peligro anunciado por la profecía y que de ese modo él se haría invencible. Estoy convencido de que pretendía crear su último
Horrocrux
utilizando tu muerte.

»Como es obvio, no lo logró. Sin embargo, tras un intervalo de varios años utilizó a
Nagini
para matar a un anciano
muggle
y quizá entonces se le ocurriera convertir a la serpiente en su último
Horrocrux
.
Nagini
subraya su relación con Slytherin, y eso realza el halo de misterio de lord Voldemort. Me inclino a pensar que siente más cariño por ella que por cualquier otro ser; le gusta tenerla cerca y da la impresión de que la domina asombrosamente, incluso tratándose de un hablante de
pársel
.

—A ver —dijo Harry—, hemos destruido el diario y el anillo. La copa, el guardapelo y la serpiente todavía están intactos, y usted cree que podría haber un
Horrocrux
que perteneció a Ravenclaw o Gryffindor, ¿no?

—En efecto, un resumen admirablemente conciso y exacto —dijo el director inclinando la cabeza.

—Y… ¿sigue usted buscándolos, señor? ¿Por eso se ausenta del colegio?

—Correcto. Llevo mucho tiempo buscando. Y es posible que esté a punto de encontrar otro. Hay indicios esperanzadores.

—Y si lo encuentra —saltó Harry—, ¿me dejará ir con usted y ayudarlo a que lo destruya?

—Sí, creo que sí —respondió el director mirándolo a los ojos.

—¿Podré ir? —repitió el muchacho, sin dar crédito a sus oídos.

—Sí, Harry —reafirmó Dumbledore con una sonrisa—. Creo que te has ganado ese derecho.

Harry sintió que se hinchaba de orgullo. Por una vez, no adoptaban con él una actitud protectora ni le aconsejaban cautela, y eso resultaba muy reconfortante. Los directores y directoras que colgaban de las paredes no parecían tan favorablemente impresionados por la decisión de Dumbledore; algunos menearon la cabeza y Phineas Nigellus soltó un resoplido de desaprobación.

—¿Sabe lord Voldemort cuándo se destruye un
Horrocrux
, señor? ¿Lo nota? —inquirió el muchacho sin hacer caso a los retratos.

—Una pregunta muy interesante, Harry. Creo que no. Creo que ahora está tan sumido en su maldad, y esas indispensables partes de su alma llevan tanto tiempo separadas de él, que ya no siente como nosotros. Quizá en el momento de la muerte se dé cuenta de su pérdida… Pero no se enteró, por ejemplo, de que el diario había sido destruido hasta que obligó a Lucius Malfoy a revelarle la verdad. Tengo entendido que cuando descubrió que el diario había sido mutilado y desprovisto de todos sus poderes, su cólera fue devastadora.

—Pero ¿no fue él quien le pidió a Lucius Malfoy que introdujera el diario en Hogwarts?

—Sí, así es, aunque de eso hace muchos años, cuando estaba seguro de que podría crear más
Horrocruxes
. Además, Lucius tenía que esperar a que le diera la orden de actuar, pero nunca la recibió porque Voldemort se esfumó poco después de entregarle el diario. No cabe duda de que creyó que Malfoy no se atrevería a hacer nada con el
Horrocrux
salvo guardarlo con sumo cuidado. Pero pasaron los años y Lucius dio por muerto a su autor. Lucius no sabía qué era en realidad el diario, claro. Me consta que Voldemort le había dicho que ese libro permitiría que la Cámara de los Secretos volviera a abrirse porque se le había hecho un astuto sortilegio. De haber sabido que tenía entre las manos una parte del alma de su amo, sin duda lo habría tratado con más respeto, pero actuó por su cuenta y puso en práctica el antiguo plan en su propio beneficio: poniendo el diario en manos de la hija de Arthur Weasley pretendía desacreditar a éste, hacer que me echaran de Hogwarts y librarse de un objeto altamente comprometedor, todo de una vez. ¡Ay, pobre Lucius…! Entre la furia de Voldemort al enterarse de que había utilizado el
Horrocrux
para lograr sus propios fines, dando lugar a que se destruyera, y el fracaso en el ministerio el año pasado, no me sorprendería que ahora Lucius se alegrara de estar a salvo en Azkaban, aunque no lo reconozca.

—Y si todos esos
Horrocruxes
se destruyeran, ¿se podría matar a Voldemort? —preguntó Harry tras un momento de reflexión.

—Sí, creo que sí. Sin sus
Horrocruxes
, Voldemort será un hombre mortal con el alma deteriorada y menoscabada. Pero no olvides que, aunque su alma esté dañada y no pueda recomponerse, su mente y sus poderes mágicos permanecen intactos. Harán falta un poder y una habilidad excepcionales para matar a un mago como él, incluso sin los
Horrocruxes
.

—Pero yo no tengo un poder ni una habilidad excepcionales —arguyó Harry.

—Sí los tienes —replicó Dumbledore con firmeza—. Tienes un poder que Voldemort nunca ha tenido. Tú puedes…

—¡Ya lo sé! —saltó Harry, impaciente—. ¡Yo puedo amar! —Y se contuvo de añadir: «¡Qué gran ayuda!»

—Exacto, Harry, tú tienes el poder de amar —dijo Dumbledore, y dio la impresión de que sabía muy bien qué había estado a punto de decir Harry—. Y eso, teniendo en cuenta todo lo que te ha pasado, es algo grandioso y extraordinario. Todavía eres demasiado joven para entender lo excepcional que eres.

—Entonces, cuando la profecía dice que yo tendré «un poder que el Señor Tenebroso no conoce», ¿se refiere sólo al amor? —preguntó Harry, un poco decepcionado.

—En efecto, sólo al amor. Pero no olvides nunca que la predicción de la profecía sólo tiene valor porque Voldemort se lo concedió. Ya te lo expliqué a finales del curso pasado: Voldemort te señaló a ti como la persona que mayor peligro podía entrañar para él, y al hacerlo ¡te convirtió efectivamente en la persona que mayor peligro entrañaría para él!

—En realidad viene a ser lo mismo…

—¡No, no lo es! —discrepó Dumbledore, y su tono empezaba a denotar impaciencia. Señalando a Harry con su negra y marchita mano, añadió—: ¡Das demasiado valor a la profecía!

—Pero si… pero si usted me dijo que significa…

—Si Voldemort no hubiera oído hablar de la profecía, ¿se habría cumplido ésta? ¿Habría significado algo? ¡Claro que no! ¿Acaso crees que todas las profecías de la Sala de las Profecías se han cumplido?

—Pero… —persistió Harry, desconcertado— pero el año pasado usted dijo que uno de nosotros tendría que matar al otro…

—¡Harry, Harry! ¡Te lo dije porque Voldemort cometió un grave error y dio por buenas las palabras de la profesora Trelawney! Si él no hubiera matado a tu padre, ¿habría hecho surgir en ti un furioso deseo de venganza? ¡Claro que no! Y si no hubiera obligado a tu madre a morir por ti, ¿te habría conferido una protección mágica que él no podría vencer? ¡Pues claro que no! ¿Acaso no lo entiendes? ¡El propio Voldemort creó a su peor enemigo, como hacen los tiranos! ¿Tienes idea de hasta qué punto éstos temen a la gente que someten? Todos los opresores comprenden, tarde o temprano, que entre sus muchas víctimas habrá al menos una que algún día se alzará contra ellos y les plantará cara. ¡Voldemort no es ninguna excepción! Él ya estaba alerta por si aparecía alguien capaz de desafiarlo. ¡Oyó la profecía y decidió actuar, y como consecuencia de ello no sólo escogió a la persona con más posibilidades para acabar con él, sino que le entregó unas armas excepcionalmente mortíferas!

—Pero…

—¡Es fundamental que entiendas esto! —insistió Dumbledore, y se levantó para pasearse por la habitación haciendo ondear su relumbrante túnica. Harry nunca lo había visto tan alterado—. ¡Al intentar matarte, el propio Voldemort señaló a la extraordinaria persona que está ante mí y le proporcionó las herramientas necesarias para realizar el trabajo! El tiene la culpa de que tú pudieras adivinar sus pensamientos, sus ambiciones, e incluso de que entiendas el lenguaje de las serpientes que él emplea para transmitir órdenes; y sin embargo, Harry, pese a tu privilegiada comprensión del mundo de Voldemort (un don por el que cualquier
mortífago
mataría), nunca te han seducido las artes oscuras, nunca, ¡ni siquiera por un segundo has mostrado el menor deseo de unirte a los seguidores de Voldemort!

—¡Por supuesto que no! ¡El mató a mis padres!

—¡Lo que significa que te protege tu capacidad de amar! —concluyó Dumbledore elevando la voz—. ¡Esa es la única protección efectiva contra unas ansias de poder como las de Voldemort! ¡A pesar de todas las tentaciones que has resistido y del sufrimiento que has soportado, tu corazón sigue puro, tan puro como cuando tenías once años y te miraste en un espejo que reflejó los deseos de ese corazón tuyo! El espejo te mostró el modo de desbaratar los planes de Voldemort, pero no te tentó con la inmortalidad ni las riquezas. ¿Te das cuenta, Harry, de que muy pocos magos habrían podido ver lo que tú viste en ese espejo? ¡Voldemort debió haber comprendido entonces a qué se enfrentaba, pero no lo hizo!

»Ahora sí sabe qué clase de adversario eres. Tú te asomaste a su mente sin sufrir daño, pero él no puede poseerte sin padecer una agonía mortal, como descubrió en el ministerio. Pero sigue sin entender por qué. Tenía tanta prisa por cercenar su propia alma que no se detuvo a valorar el incomparable poder de un alma íntegra e intachable.

—Pero señor —dijo Harry, y se esforzó en no parecer discutidor—, al fin y al cabo da lo mismo, ¿no? Tengo que intentar matarlo o…

—¿Que tienes que intentarlo? —lo interrumpió el director—. ¡Claro que sí! ¡Pero no por la profecía, sino porque sabes que no descansarás hasta que lo hayas intentado! ¡Ambos lo sabemos! ¡Imagínate, aunque sólo sea un momento, que nunca hubieras oído esa profecía! ¿Cómo juzgarías a Voldemort? ¡Piensa!

Harry se quedó mirando a Dumbledore, que no cesaba de pasearse delante de él, y reflexionó. Pensó en su madre, en su padre y en Sirius; pensó en Cedric Diggory; pensó en todos los horrores cometidos por Voldemort y sintió como si una llama le ardiera dentro del pecho y le abrasara la garganta.

—Querría verlo muerto —murmuró—. Y querría matarlo yo.

—¡Pues claro! —exclamó Dumbledore—. ¿Lo ves? ¡La profecía no significa que tú tengas que hacer nada! Pero la profecía provocó que lord Voldemort «te señalara como su igual»… Dicho de otro modo, tú tienes libertad para elegir tu camino, eres libre para rechazar la profecía. En cambio, Voldemort sigue otorgándole un gran valor. El seguirá persiguiéndote, y eso garantiza que…

—Que uno de nosotros acabará matando al otro —dijo Harry, y por fin comprendió lo que Dumbledore intentaba explicarle: la diferencia entre dejarse arrastrar al ruedo para librar una lucha a muerte o salir al ruedo con la cabeza alta. Algunos dirían, quizá, que los dos caminos no eran tan distintos, pero Dumbledore sabía («Y yo también —pensó Harry con un arrebato de fiero orgullo— y mis padres también») que la diferencia era enorme.

24
¡Sectumsempra!

En la clase de Encantamientos de la mañana siguiente, Harry, agotado pero muy satisfecho de la última clase particular con Dumbledore (y después de hacerles el hechizo
muffliato
a los que tenía más cerca), les explicó a Ron y Hermione lo que había sucedido. Sus dos amigos se mostraron muy impresionados por la manera como le había sonsacado el recuerdo a Slughorn y se sintieron sobrecogidos cuando les habló de los
Horrocruxes
de Voldemort y les contó que Dumbledore había prometido llevarlo con él si encontraba otro de éstos.

—¡Uau! —exclamó Ron embelesado, mientras agitaba distraídamente su varita apuntando al techo sin prestar la menor atención—. ¡Uau! Vas a ir con Dumbledore… para destruir… ¡Uau!

—Ron, estás provocando que nieve —le advirtió Hermione con paciencia, y le desvió la varita para que dejara de apuntar al techo, del que empezaban a caer unos gruesos y blancos copos. Lavender Brown, que tenía los ojos enrojecidos, fulminó con la mirada a Hermione desde una mesa cercana, y ésta soltó el brazo de Ron.

—¡Oh, vaya! —se asombró el muchacho, y se miró los hombros—. Lo siento… Ahora parece que todos tengamos una caspa horrible. —Sacudió la nieve falsa que Hermione tenía en el hombro y Lavender rompió a llorar. Ron puso cara de sentirse tremendamente culpable y le dio la espalda—. Es que anoche cortamos cuando me vio salir del dormitorio con Hermione —le explicó a Harry por lo bajo—. Como a ti no podía verte porque llevabas puesta la capa, creyó que habíamos estado solos.

—Bueno, pero no te importa que se haya acabado, ¿no?

—No —admitió Ron—. Fue muy desagradable cuando se puso a chillarme, pero al menos no tuve que cortar yo.

—Cobarde —dijo Hermione, aunque daba la impresión de que aquella historia le resultaba graciosa—. En fin, se ve que la pasada noche fue mala para los romances en general. Ginny y Dean también han cortado, Harry.

A él le pareció que Hermione lo miraba con suspicacia, pero era imposible que ella supiera que de pronto sus entrañas se habían puesto a bailar la conga. Esforzándose por no cambiar la expresión y por hablar con un tono lo más indiferente posible, preguntó:

—¿Qué ha pasado?

—Pues mira, ha sido por una tontería. Ginny le dijo que estaba harta de que siempre la ayudara a pasar por el hueco del retrato, como si no pudiera hacerlo ella sola. Pero la verdad es que hacía tiempo que no les iban bien las cosas.

Harry miró a Dean, en el otro extremo del aula, y comprobó que no parecía nada contento.

—Esto te plantea un pequeño dilema, ¿verdad? —dijo Hermione.

—¿Qué quieres decir? —se apresuró a replicar Harry.

—El equipo de
quidditch
—aclaró Hermione—. Si Ginny y Dean no se hablan…

—¡Ah! ¡Ah, sí! Claro…

—Que viene Flitwick —les previno Ron.

El menudísimo maestro de Encantamientos se dirigía bamboleándose hacia ellos, y Hermione era la única que había logrado convertir el vinagre en vino; su frasco de cristal estaba lleno de un líquido rojo oscuro, mientras que los frascos de Harry y Ron todavía presentaban un contenido marrón fangoso.

Other books

Song of the River by Sue Harrison
Whispers from the Dead by Joan Lowery Nixon
The Mysterious Mr. Heath by Ariel Atwell
Knowing Me Knowing You by Mandy Baggot
Dust by Arthur G. Slade
A Lady's Favor by Josi S. Kilpack
The Insanity Plea by Larry D. Thompson
The African Contract by Arthur Kerns