Komarr (51 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Komarr
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—¿También a la larga?

—Aunque la cantidad de dinero que se robó al presupuesto del Sector Serifosa fue importante desde el punto de vista individual, desde el punto de vista burocrático no fue un pellizco tan grande. Hay otros diecinueve Sectores, después de todo. El daño al espejo solar va a ser la mayor factura.

—¿Lo reparará el Imperio? Esperaba que lo hicieran.

Él sonrió.

—He tenido una gran idea al respecto. Voy a pinchar a Gregor para que declaremos que la reparación, y la ampliación, del espejo solar sea un regalo de bodas de Gregor a Laisa y de Barrayar a Komarr. Voy a recomendar que doblen su tamaño, añadiendo los seis nuevos paneles que los komarreses llevan pidiendo toda la vida. Creo que este accidente puede convertirse en un absoluto golpe propagandístico. Conseguiremos que el Consejo de Condes y Ministros lo apruebe rápidamente, antes del Solsticio de Verano, cuando todo el mundo en Vorbarr Sultana esté sentimentalmente afectado por la Boda Real.

Ella aplaudió entusiasmada, pero luego se detuvo, dubitativa.

—¿Funcionará? Creía que el apolillado Consejo de Condes no era susceptible a lo que Tien solía llamar
impulso romántico
.

—Oh —dijo él, tan tranquilo—, estoy seguro de que sí. Yo mismo soy miembro cadete de los Condes… Sólo somos humanos, después de todo. Además, podremos señalar que cada vez que un komarrés mire hacia arriba (bueno, la mitad de las veces) verá en lo alto ese regalo de Barrayar, y sabrán lo que está haciendo para crear su futuro. El poder de la sugestión y todo eso. Nos ahorraría las molestias de tener que sofocar la próxima conspiración komarresa.

—Eso espero —dijo ella—. Creo que es una idea magnífica.

Miles sonrió, claramente gratificado.

Miró a la profesora, se dio la vuelta y sacó un paquetito del bolsillo de su pantalón.

—No sé, señora Vorsoisson, si Gregor le dará una medalla o no, por su rápida actuación y su sangre fría en la bodega de Puerto Sur…

Ella sacudió la cabeza.

—No necesito…

—Pero pensé que debería tener algo para recordarlo. Esto —extendió la mano.

Ella recogió el paquetito y se echó a reír.

—¿No reconozco esto?

—Probablemente.

Desplegó el familiar envoltorio y abrió la caja para descubrir el modelo de Barrayar de la joyería de Serifosa, colgado de una fina cadena de oro trenzado. Lo alzó y giró a la luz.

—Mira, tía Vorthys —dijo tímidamente, y lo tendió para que la dama lo contemplara y aprobase.

La profesora lo examinó con interés, entornando un poco los ojos.

—Muy bonito, querida. Muy bonito de verdad.

—Considérelo el Premio Lord Auditor Vorkosigan Por Facilitar Su Trabajo —dijo Vorkosigan—. Es lo que hizo, ¿no? Si los komarreses no hubieran perdido su aparato infernal, nunca se habrían rendido, aunque yo hubiera hablado hasta quedarme afónico. De hecho, Soudha dijo algo al respecto durante nuestros interrogatorios preliminares anoche, así que puede usted considerar que está confirmado. Si no hubiera sido por usted, esta estación estaría convertida ahora en un millón de fragmentos volantes.

Ella vaciló. ¿Debería aceptar…? Miró a su tía, quien le sonreía benigna y sin aparentes recelos sobre el decoro. No es que la tía Vorthys fuera particularmente apasionada sobre esas cosas: la indiferencia era, de hecho, una de las cualidades que la convertían en el pariente favorito de Ekaterin.
Piénsatelo
.

—Gracias —le dijo sinceramente a lord Vorkosigan—. Lo recordaré. Y lo recuerdo —añadió.

—Hum, se supone que tiene usted que olvidar toda la desafortunada parte del estanque.

—Nunca —ella sonrió—. Fue lo mejor del día. ¿Fue por una especie de clarividencia por lo que compró esto?

—No lo creo. El azar favorece a los preparados y todo eso. Afortunadamente para mí, desde fuera la mayor parte de la gente no puede distinguir entre aprovecharse rápidamente de algo y una planificación extensa —sonrió encantado cuando ella se colocó la cadena por encima de la cabeza—. Sabe, es usted la primera, no… la primera amiga a la que he podido entregar Barrayar. No por falta de ganas.

Los ojos de ella chispearon.

—¿Ha tenido muchas novias?

Si no las había tenido, tendría que considerar que todas las de su sexo eran idiotas congénitas. Este hombre podía hacer salir serpientes de los agujeros, a niños de nueve años de los cuartos de baño donde estaban encerrados y a terroristas komarreses de sus búnkeres. ¿Por qué no había mujeres siguiéndolo a manadas? ¿No podía ver ninguna mujer barrayaresa más allá de la superficie, o de sus estiradas narices?

—Hum… —un largo instante de vacilación—. La progresión habitual, supongo. Primer amor sin esperanza, esto y lo otro a través de los años, arrebatos de locura no correspondidos…

—¿Quién fue el primer amor sin esperanza? —preguntó ella, fascinada.

—Elena. La hija de uno de los hombres de mi padre, que era mi guardaespaldas cuando yo era joven.

—¿Sigue todavía en Barrayar?

—No, emigró hace años. Hizo carrera militar y se retiró con el grado de capitán. Ahora es comandante comercial.

—¿Naves de salto?

—Sí.

—Nikki se sentiría tan envidioso. Hum… ¿qué es exactamente esto y lo otro? Si puedo preguntarlo.

—Ehh. Bueno. Sí, creo que puede, considerando las cosas. Mejor tarde que temprano, opino.

Él se volvía terriblemente barrayarés, pensó Ekaterin: el uso de aquel «opino» era puro dialecto montañés Dendarii. Este estallido de confianza era al menos tan entretenido como aplicarle la pentarrápida.

Mejor, dado lo que había dicho sobre su extraña reacción a la droga.

—Estuvo Elli. Era una mercenaria libre cuando la conocí.

—¿Qué es ahora?

—Almirante de la Flota.

—Así que ella fue esto. ¿Quién fue lo otro?

—Estuvo Taura.

—¿Qué era, cuando la conoció?

—Una esclava jacksoniana. De la Casa Ryoval… la Casa Ryoval solía ser muy mala.

—Tendré que preguntarle alguna vez sobre esas misiones encubiertas suyas… ¿Qué es ahora?

—Sargento mayor en una flota mercenaria.

—¿La misma flota que, hum, esto?

—Sí.

Ella alzó las cejas. Su tía volvía a tener un dedo sobre los labios, los ojos encendidos de risa; no, la profesora no iba a interferir en esto.

—¿Y…? —le instó empezando a sentirse inmensamente curiosa sobre cuánto rato continuaría así. ¿Por qué demonios pensaba que su historia romántica era algo que ella debería conocer? No es que ella fuera a detenerlo… ni la tía Vorthys, al parecer, ni por un soborno de cinco kilos de bombones. Pero su opinión secreta acerca de su sexo empezó a mejorar.

—Hum… estuvo Rowan. Eso fue… eso fue breve.

—¿Y ella era…?

—Sierva técnica de la Casa Fell. Ahora es, me alegro decirlo, cirujana de criorresurrección en una clínica independiente de Escobar. Está muy contenta con su nueva ciudadanía.

Ekaterin advirtió que Tien la había protegido orgullosamente, en la pequeña fortaleza Vor de su casa. Tien había pasado una década protegiéndola tanto, sobre todo de cualquier cosa que se pareciera al desarrollo, que apenas se consideraba más completa a los treinta que a los veinte. Fuera lo que fuese que Vorkosigan había ofrecido a esta extraordinaria lista de amantes, no había sido protección.

—¿Empieza a notar una tendencia en todo esto, Lord Vorkosigan?

—Sí —replicó él, a regañadientes—. Ninguna de ellas quiso casarse conmigo y venirse a vivir a Barrayar.

—Y bien… ¿qué hay del arrebato de locura no correspondido?

—Ah. Ésa fue Rian. Yo era joven, apenas un teniente novato en una misión diplomática.

—¿Y qué hace ella ahora?

Él se aclaró la garganta.

—¿Ahora? Es emperatriz —y añadió, bajo la presión de la mirada de Ekaterin— de Cetaganda. Tienen varias, ¿sabe?

Se produjo un largo silencio. Él se agitó incómodo en su silla, y su sonrisa asomó y desapareció intermitentemente.

Ella apoyó la barbilla en su mano, y lo miró. Alzó las cejas, en deliciosa evaluación.

—Lord Vorkosigan. ¿Puedo tomar un número y ponerme a la cola?

Fuera lo que fuese que él esperaba que dijera, no era esto. Se quedó tan sorprendido que casi se cayó de la silla. Espera, ella no había pretendido que sonara como… Su sonrisa continuó pegada en su cara, pero un poco descolocada.

—El siguiente número —jadeó—, es el uno.

Fue el turno de ella de sorprenderse: bajó los ojos, sorprendida por la pasión de los suyos. Él la había engatusado. La culpa era suya por ser tan… seductor. Ekaterin miró salvajemente en derredor, esperando poder hacer alguna observación neutral a la que aferrarse. Era una estación espacial: no podía hablar del clima.
Vaya, el vacío está feo hoy
… No, eso no colaría tampoco. Miró implorante a la tía Vorthys. Vorkosigan observó su involuntario retroceso, y su sonrisa adquirió una especie de tono de disculpa. También él miró cautelosamente a la profesora.

La profesora se frotó pensativamente la barbilla.

—¿Y va a regresar a Barrayar en un crucero comercial, lord Vorkosigan? —le preguntó afablemente. Los otros dos la miraron, parpadeando, llenos de sofocada gratitud.

—No —dijo Vorkosigan—. Por correo rápido. De hecho, me está esperando ahora mismo.

Se aclaró la garganta, se puso en pie e hizo como que miraba el reloj.

—Sí, ahora mismo. Profesora, señora Vorsoisson, confío en volver a verlas pronto en Vorbarr Sultana.

—Sí, desde luego —dijo Ekaterin, disimulando apenas su inquietud.

—Espero el momento de todo corazón —dijo la profesora, compasiva.

La sonrisa de Miles se torció al apreciar el tono. Se marchó haciendo una retorcida reverencia, un efecto cortés que quedó estropeado cuando chocó contra el marco de la puerta. Sus rápidos pasos se perdieron pasillo abajo.

—Un joven muy agradable —observó la tía Vorthys, en una habitación que de pronto pareció mucho más vacía—. Una lástima que sea tan bajo.

—No es bajo —dijo Ekaterin, a la defensiva—. Es sólo… concentrado.

La sonrisa de su tía se volvió enloquecedoramente neutral.

—Ya me he dado cuenta, querida.

Ekaterin alzó la barbilla, haciendo acopio de lo que le quedaba de dignidad.

—Veo que te encuentras mucho mejor. ¿Vamos a dar ese paseo por los cultivos hidropónicos?

APÉNDICE

Miles Vorkosigan/Naismith: su universo y su época

Lois McMaster Bujold ambienta prácticamente todas sus novelas y narraciones en un mismo universo coherente, en el que se dan cita tanto los cuadrúmanos de
EN CAÍDA LIBRE
como los planetas y los sistemas estelares que presencian las aventuras de Miles Vorkosigan, su héroe más característico.

A continuación se ofrece un breve esquema argumental del conjunto de los temas que tratan los libros de ciencia ficción de Bujold aparecidos hasta hoy en Estados Unidos. La
CRONOLOGÍA
se refiere a la edad de Miles Vorkosigan, protagonista central de la serie, y los
HECHOS
incluyen un brevísimo resumen de parte de lo sucedido, con la única intención de situar el conjunto de las narraciones en un esquema general. Cada uno de los libros puede ser leído independientemente. La mayor parte de la información procede de datos aparecidos en las ediciones norteamericanas de las aventuras de Miles Vorkosigan, que no he dudado en modificar y completar por mi cuenta. El apartado
CRÓNICA
hace referencia a las narraciones en las cuales se detallan las diversas aventuras. Se indica, en cada caso, el título original en inglés, la fecha de publicación de dicho original y una traducción del título que, muy posiblemente, coincida con la que utilizaremos en su edición española.

CRONOLOGÍA:
Aproximadamente 200 años antes del nacimiento de Miles
.

HECHOS:
Se crean los cuadrúmanos por medio de la ingeniería genética. La gran corporación espacial Galac-Tech los explota, en condiciones de esclavitud, en el Habitat Cay. Los cuadrúmanos luchan por su libertad con la ayuda del ingeniero Leo Graf.

CRÓNICA: Falling Free
(abril de 1988)

EN CAÍDA LIBRE
(NOVA, número 24)

CRONOLOGÍA:
Durante la guerra entre Cetaganda y Barrayar, pocos años antes del nacimiento de Miles.

HECHOS:
Cordelia Naismith, comandante de la fuerza expedicionaria de Beta, encuentra a Lord Aral Vorkosigan como capitán de un crucero de la flota Imperial de Barrayar. Ambos militan en bandos opuestos de la guerra entre Cetaganda y Barrayar. A pesar de los peligros, aventuras y dificultades, se enamoran y se casan.

CRÓNICA: Shards of Honor
(junio de 1986)

FRAGMENTOS DE HONOR
(NOVA, número 157)

CRONOLOGÍA:
Poco antes del nacimiento de Miles, durante la guerra de sucesión de Vordarian
.

HECHOS:
Ezar, el anciano emperador de Barrayar, fallece dejando a Aral Vorkosigan como regente hasta la mayoría de edad de Gregor, entonces un niño de cuatro años. Aral debe superar diversos complots contra el emperador y contra su misma regencia. Cuando su esposa Cordelia está embarazada, fracasa un intento de asesinar a Aral con gas venenoso, pero Cordelia resulta afectada: Miles Vorkosigan nace con diversos defectos físicos, entre ellos unos huesos frágiles y quebradizos. Su estatura será, finalmente, la de un enano
.

CRÓNICA: Barrayar
(octubre de 1991)

BARRAYAR
(NOVA, número 60)

CRONOLOGÍA:
Miles tiene 17 años
.

HECHOS:
Miles fracasa al pasar las pruebas físicas del examen de ingreso en la Academia Militar. En un viaje posterior, la necesidad le lleva a improvisar y acaba creando la flota de los Mercenarios Libres Dendarii. Durante cuatro meses pasará por diversas aventuras, todas ellas en cierta forma involuntarias pero inevitables. Finalmente, deja a los Dendarii en las competentes manos de Ky Tung y viaja a Beta para reconstruir la cara destrozada de la comandante Elli Quinn. Debe volver a Barrayar para desbaratar un complot contra su padre, el regente del imperio. El emperador en persona interviene para hacer que Miles ingrese en la Academia Militar
.

CRÓNICA: The Warrior's Apprentice
(agosto de 1986)

Other books

Eater by Gregory Benford
To Sin With A Stranger by Caskie, Kathryn
In the Air by Serowka, Crystal
French Lessons by Peter Mayle
The Exciting Life by Karen Mason
Death on the Sapphire by R. J. Koreto
Watcher of the Dead by J. V. Jones
We the Underpeople by Cordwainer Smith, selected by Hank Davis
The Wild Heart by Menon, David