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Authors: John Scalzi

La colonia perdida (33 page)

BOOK: La colonia perdida
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—Lo sé —contestó Jane—. Pero en este punto realmente no importa.

Rybicki me miró en busca de comprensión. No la obtuvo.

—¿Qué piensan hacer ahora? —preguntó.

—No podemos decírselo —respondió Jane.

—Porque no se fían de mí.

—Porque la misma fuente que me permite saber qué está pensando permitirá que alguien más sepa lo que estamos planeando —dijo Jane—. No podemos arriesgarnos.

—Pero están planeando algo —dijo Rybicki—. Usaron una clave inútil para enviarnos un mensaje. Querían que fuera leído. Están intentando atraer a alguien.

—Es hora de que se marche, general —dijo Jane.

Rybicki parpadeó, poco acostumbrado a ser despedido. Se levantó y se dirigió a la puerta. Se volvió hacia nosotros al llegar a ella.

—Sea lo que sea lo que están haciendo, espero que funcione —dijo—. No sé qué pasará si consiguen salvar esta colonia. Pero seguro que algo mejor que si no lo consiguen.

Se marchó. Yo me volví hacia Jane.

—Tienes que decirme cómo lo has hecho —dije—. Cómo has conseguido esa información. No la habías compartido conmigo antes.

—Antes no la tenía —respondió ella, tocándose la sien—. Me dijiste que el general Szilard dijo que me había dado la gama completa de funciones de mando. Una de esas funciones de mando, al menos en las Fuerzas Especiales, es la capacidad para leer mentes.

—¿Cómo dices?

—Piénsalo. Cuando tienes un CerebroAmigo, aprende a leer tus pensamientos. Así es como funciona. Usarlo para leer las mentes de otros es sólo un tema de software. Los generales de las Fuerzas Especiales tienen acceso a los pensamientos de sus soldados, aunque Szilard me dijo que la mayor parte de las veces no es muy útil, ya que la gente piensa en tonterías. Esta vez, nos vino de perlas.

—Así que a todo el que tenga un CerebroAmigo se le pueden leer los pensamientos —dije.

Jane asintió.

—Y ahora ya sabes por qué no pude ir contigo a la Estación Fénix. No quería que descubrieran nada por mi culpa.

Señalé la puerta por la que acababa de salir Rybicki.

—Se lo has revelado a él —dije.

—No. No sabe que he sido ampliada. Sólo se está preguntando qué miembro de su personal filtró la información y cómo llegó hasta mí.

—Todavía estás leyendo su mente.

—No he dejado de hacerlo desde que aterrizó —dijo Jane—. Y no pararé hasta que se haya ido.

—¿Qué está pensando ahora?

—Sigue pensando cómo obtuve esa información. Y está pensando en nosotros. Espera que tengamos éxito. Esa parte no era mentira.

—¿Cree que lo conseguiremos? —pregunté.

—Por supuesto que no.

* * *

Las torretas de rayos enfocaron los misiles y dispararon, pero había demasiados para concentrarse en todos. Las torretas estallaron en una serie de explosiones que lanzaron restos por los campos donde estaban emplazadas, a cierta distancia de Croatoan.

—Estoy recibiendo un mensaje —nos dijo Jane a Trujillo y a mí—. Es una orden para que dejemos de luchar y nos preparemos para un desembarco —hizo una pausa—. Me dicen que cualquier resistencia causará un bombardeo que arrasará por completo la colonia. Me piden que reconozca el mensaje. Si no lo hago dentro de un minuto será interpretado como un desafío y tendrá lugar el bombardeo.

—¿Qué piensas tú? —le pregunté a Jane.

—No vamos a estar más preparados de lo que lo estamos ahora en otro momento —dijo Jane.

—¿Manfred?

—Estamos preparados —respondió él—. Y espero por Dios que esto funcione.

—¿Kranjic? ¿Beata?

Me volví hacia donde se hallaban los dos, completamente ataviados con sus equipos de reporteros. Beata asintió; Kranjic hizo un gesto con el pulgar.

—Diles que reconocemos su mensaje y que cesamos el fuego —le dije a Jane—. Dile que esperamos su llegada para discutir los términos de rendición.

—Hecho —respondió Jane, un momento después.

Me volví hacia Savitri, que estaba junto a Beata.

—Te toca.

—Magnífico —dijo Savitri, con un tono de voz completamente falto de convicción.

—Lo harás bien.

—Creo que voy a vomitar —dijo Savitri.

—Me temo que dejé el cubo en la oficina.

—Entonces vomitaré en tus botas.

—En serio —dije—, ¿estás preparada para hacer esto, Savitri?

Ella asintió.

—Estoy preparada. Hagámoslo.

Todos fuimos a nuestros puestos.

Poco después una luz en el cielo se convirtió en dos transportes de tropas. Los transportes revolotearon sobre Croatoan durante un ratito antes de aterrizar a un kilómetro de distancia en un campo sin sembrar. En realidad el campo había sido sembrado: habíamos sembrado bajo los primeros retoños. Contábamos con el transporte de tropas: esperábamos convencerlos de que aterrizaran en un punto concreto haciéndolo más atractivo que
otros sitios.
Funcionó. Me imaginé a Jane sonriendo sombría. Jane se habría puesto alerta si hubiera aterrizado en un campo agrícola que no tuviera plantas asomando, pero ése fue uno de los motivos por los que lo hicimos; también a mí me habría parecido sospechoso, cuando lideraba tropas. La competencia militar básica iba a contar aquí, y ésta era nuestra primera pista sobre qué tipo de lucha teníamos entre manos.

Cogí mis binoculares y eché un vistazo; los transportes se habían abierto y los soldados salían de las bodegas. Eran compactos, moteados y de piel gruesa: arrisianos todos ellos, como su líder. Ésa era otra de las diferencias entre esta flota invasora y la del general Gau, que repartía la responsabilidad de sus incursiones entre todo el Cónclave. Eser reservaba la gloria de este ataque para su propia gente.

Los soldados formaron en pelotones: tres pelotones de treinta o treinta y cinco soldados cada uno. Un centenar más o menos en total. Eser se sentía claramente envalentonado. Pero claro, los cien soldados en tierra eran una ilusión: sin duda Eser tenía unos cuantos centenares más en su nave, por no mencionar que la nave misma era capaz de arrasar la colonia desde la órbita. En el terreno o desde arriba, Eser tenía potencia de fuego más que suficiente para matarnos varias veces. La mayoría de los soldados arrisianos llevaban el rifle automático arrisiano estándar, un lanzábalas conocido por su velocidad y precisión. Y alta potencia de disparo. Dos soldados en cada pelotón llevaban lanzadores de misiles montados sobre el hombro; dado el despliegue, parecía que aquello iba a ser una exhibición más que otra cosa. No había armas de rayos ni lanzallamas que yo pudiera ver.

Entonces llegó Eser, flanqueado por una guardia de honor. Iba vestido con uniforme arrisiano, resultaba un poco extravagante porque nunca había sido militar, pero supongo que cuando se intenta hacer de general en una misión militar es mejor vestirse para el papel. Los miembros de Eser eran más gruesos y los mechones de fibra alrededor de sus tallos oculares eran más oscuros que los de sus soldados: era más viejo y estaba menos en forma que los que le servían. Pero por las pocas emociones que yo era capaz de leer en su rostro alienígena, parecía bastante contento consigo mismo. Se plantó delante de sus soldados, gesticulando, como si estuviera haciendo un discurso.

Gilipollas. Sólo estaba a un kilómetro de distancia, inmóvil en terreno llano. Si Jane o yo tuviéramos el rifle adecuado, podríamos haberle volado limpiamente la cabeza. Luego podríamos haber muerto, porque sus soldados y su nave habrían arrasado la colonia. Pero habría sido divertido mientras durara. Fue una lástima: no teníamos el tipo de rifle adecuado y, de todas formas, no importaba lo que sucediera, queríamos a Eser vivo al final. Matarlo no entraba en las reglas. Lástima.

Mientras Eser hablaba su guardia escrutaba activamente el entorno, buscando amenazas. Esperé que Jane, en su posición, estuviera tomando nota de eso: no todo el mundo en aquella pequeña aventura era completamente incompetente. Deseé tristemente poder decírselo, pero guardábamos silencio total: no queríamos revelar el juego antes de que hubiera empezado.

Eser por fin dejó de hablar y toda la compañía de soldados empezó a avanzar por el camino que conectaba la granja con Croatoan. Un escuadrón de soldados abría la marcha, buscando amenazas y movimiento; los demás avanzaron en formación pero sin disciplina. Nadie esperaba mucha resistencia.

Tampoco encontrarían ninguna en el camino a Croatoan. Toda la colonia estaba despierta y era consciente de la invasión, naturalmente, pero les habíamos advertido a todos que se quedaran en sus refugios y no establecieran ningún tipo de contacto mientras los soldados se dirigían a Croatoan. Queríamos que representaran el papel de los colonos acobardados y asustados que se suponía que eran. Para algunos de ellos, no iba a ser ningún problema; pero, a otros iba a costarles trabajo. A los del primer grupo los queríamos mantener tan a salvo como fuera posible; a los del segundo, queríamos contenerlos. Les dimos tareas para después, si había un después.

Sin duda la avanzadilla escaneaba las inmediaciones con sensores infrarrojos y caloríficos, a la espera de algún ataque. Lo único que pudieron encontrar fue a los colonos en las ventanas, mirando la oscuridad mientras los soldados marchaban. Pude ver con mis binoculares que al menos un par de colonos salían a sus porches a ver a los soldados. Menonitas. Eran pacifistas, pero desde luego no les asustaba nada.

Croatoan seguía igual que cuando se fundó: era un modelo contemporáneo del campamento de las legiones romanas, todavía rodeado de dos grupos de contenedores de carga. La mayoría de los colonos hacía tiempo que la habían abandonado para irse a vivir a casas o granjas propias, pero unas cuantas personas seguían viviendo allí, incluyéndonos a Jane, a Zoë y a mí, y donde antes había tiendas ahora había varios edificios permanentes. La zona recreativa del centro del campamento todavía permanecía, atravesada por un carril que conducía al edificio de administración. En el centro de la zona recreativa se hallaba Savitri, sola. Sería la primera humana que vieran Eser y los soldados arrisianos; y con suerte, la única.

Yo podía ver a Savitri desde donde me encontraba. La mañana no era fría, pero apreciaba claramente que ella estaba temblando.

El primero de los soldados arrisianos llegó al perímetro de Croatoan y dio el alto, mientras examinaban las inmediaciones para asegurarse de que no se dirigían a una trampa. Tardaron varios minutos, pero al final comprobaron que no había nada que pudiera hacerles daño. Reiniciaron la marcha y los soldado avanzaron hacia la zona recreativa, observando con cautela a Savitri, que permanecía allí de pie, silenciosa y temblando ahora sólo un poco. En unos instantes todos los soldados estuvieron dentro de los límites formados por contenedores de Croatoan.

Eser se abrió paso entre las filas con su guardia y se plantó ante Savitri. Pidió un aparato traductor.

—Soy Nerbros Eser —dijo.

—Yo soy Savitri Guntupalli —dijo Savitri.

—¿Eres el líder de esta colonia? —dijo Eser.

—No —respondió Savitri.

Los tallos oculares de Eser se sacudieron.

—¿Dónde están los líderes de esta colonia? —preguntó.

—Están ocupados —dijo Savitri—. Por eso me han enviado a hablar con usted.

—¿Y quién eres tú?

—Soy la secretaria.

Los tallos oculares de Eser se extendieron furiosos y casi chocaron entre sí.

—Puedo arrasar toda esta colonia, y su líder me envía a su
secretaria
a recibirme —dijo. Obviamente, cualquier gesto de magnanimidad que Eser hubiera considerado tener tras su victoria acababa de esfumarse.

—Bueno, me dieron un mensaje para usted —dijo Savitri.

—¿Eso han hecho?

—Sí. Me dijeron que le dijera que si usted y sus soldados estaban dispuestos a volver a sus naves y marcharse por donde han venido, los dejaremos vivir.

Eser abrió mucho los ojos y luego emitió un agudo chirrido, el ruido con el que los arrisianos expresaban la diversión. La mayoría de sus soldados chirriaron con él; fue como una convención de abejas furiosas. Entonces dejó de chirriar y se plantó justo delante de Savitri, quien, como la estrella que es, ni siquiera parpadeó.

—Planeaba dejar con vida a la mayoría de sus colonos —dijo Eser—. Iba a hacer ejecutar a los líderes de esta colonia por crímenes contra el Cónclave, puesto que ayudaron a la Unión Colonial a tender una emboscada a nuestra flota. Pero iba a salvar a sus colonos. Sus palabras me animan a cambiar de opinión respecto a eso.

—¿Eso es un no? —dijo Savitri, mirando directamente a sus tallos oculares.

Eser dio un paso atrás y se volvió hacia uno de sus guardias.

—Mátala —dijo—. Luego, poneos a trabajar.

El guardia alzó su arma, apuntó al torso de Savitri y pulsó el panel del gatillo de su rifle.

El rifle explotó, estallando verticalmente en el plano perpendicular a su mecanismo de fuego y enviando una onda plana vertical de energía directamente hacia arriba. Los tallos oculares del guardia intersectaron ese plano y fueron cercenados; cayó gritando de dolor, agarrando lo que quedaba de sus tallos.

Eser miró de nuevo a Savitri, confuso.

—Tendrían que haberse marchado cuando tuvieron la oportunidad —dijo Savitri.

Hubo un estampido cuando Jane abrió de una patada la puerta del edificio de administración, el traje de nanomalla que ocultaba el calor de su cuerpo cubierto por una armadura policial estándar del Departamento de Colonización, igual que los otros miembros de nuestro pequeño escuadrón. En los brazos llevaba algo que no era un artículo estándar del Departamento de Colonización: un lanzallamas.

Jane indicó a Savitri que se apartara. Savitri no necesitó que se lo dijeran dos veces. De delante de Jane llegó el sonido de gritos arrisianos, mientras los asustados soldados trataban de dispararle sólo para ver cómo sus rifles explotaban violentamente en sus brazos. Jane se dirigió hacia los soldados, que habían empezado a retroceder de temor, y los roció con fuego.

* * *

—¿Qué es esto? —le pregunté a Zoë cuando nos llevó a la lanzadera para ver eso que quería enseñarnos. Fuera lo que fuese, tenía el tamaño de una cría de elefante. Hickory y Dickory estaban a su lado; Jane se acercó y empezó a examinar el panel de control de su costado.

—Es mi regalo a la colonia —dijo Zoë—. Un campo extractor.

—¿Un tractor? —dije yo.

—No, extractor. Con e-equis.

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