La Loca, Loca Búsqueda Del Tesoro (3 page)

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Authors: Megan McDonald

Tags: #Infantil y juvenil

BOOK: La Loca, Loca Búsqueda Del Tesoro
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—Ya lo sé —dijo Judy.

—Tiene casi doscientos años —dijo Stink.

—Ya lo sé.

—Este faro es muy alto —dijo Stink.

—Ya lo sé.

—Tiene unos veintiocho metros de altura.

—Ya lo sé.

—King Kong solo medía ocho metros.

—Ya lo sé.

—El faro se puede ver desde una distancia de diez kilómetros.

—Ya lo sé.

—Antes lo alimentaban como a una lámpara gigante, con aceite de ballena.

—Ya lo sé.

—Cada faro tiene su propio ritmo de señales luminosas, así que los barcos saben de qué faro se trata —dijo Stink—. Y…

—¿Y qué? —preguntó Judy.

—Algunos incluso utilizan el código morse. ¿Sabías eso? —preguntó Stink.

—No, no, yo no sabía que los faros podían enviar mensajes secretos en código morse. ¡Fantástico! —dijo Judy—. Stink eres un genio.

—Bueno, y ahora. ¿Cómo encontramos la próxima pista? —preguntó Stink.

Judy no le escuchaba, estaba observando al chico alto y a la chica lista que estaban hablando con una guarda del parque. Una guarda del parque que llevaba… ¡Un pañuelo pirata!

—Vamos a hablar con aquella señora asistente pirata.

La guarda tenía el pelo corto y rizado y un sombrero como el del Oso Yogui. Sonrió a Judy y a Stink.

—¿Contraseña? —preguntó bajito.

—Um… ¿faro? —murmuraron los dos a la vez.

—¡Acabáis de ganar cinco piezas de a ocho! —La guarda metió la mano en un cubo y depositó las monedas en la mano de Stink. Tintinearon al caer.

Stink rebuscó en su mochila. Sacó una bolsita negra y se la ató al cinturón.

—Guardaremos aquí nuestro botín pirata. ¡Ya tenemos seis monedas!

—Ya podéis defender ese botín con vuestras vidas —dijo la guarda—. ¡Hay piratas por todas partes! —Y les entregó la siguiente pista.

Judy y Stink se sentaron en un tronco caído y la abrieron.

—¡Está en código morse! —dijo Stink.

—¿Código morse? No tenemos ni idea de cómo descifrar eso.

—¿Quién lo ha dicho? —dijo Stink rebuscando en su mochila de supervivencia otra vez.

—«Shhh…» —dijo Judy—. Espías en cubierta. Espías en cubierta.

—Tú tienes el mapa —oyeron que el chico alto le preguntaba a la chica lista—. ¿Dónde está la biblioteca?

—¡La biblioteca! —susurró Judy—. ¡Buena idea! Vamos…

Stink sacó un cuadernito con espiral que tenía el código morse en la cubierta.

—¿Llevas el código morse en tu equipo de supervivencia? —se asombró Judy.

—Uno nunca sabe cuando pude ser abandonado en una isla desierta y tiene que enviar un mensaje de auxilio.

—Stink, ¿te he dicho últimamente que eres un genio?

Stink guiñó un ojo.

—Me lo acabas de decir; pero no me importa que me lo repitas.

-… .- .-. -… .--. . --. .-. .-

Judy miró cada letra y la escribió en el cuaderno de Stink.

—¿Qué dice? ¿Qué dice? —la apremió Stink.

—Déjame terminar —dijo Judy.

—¿Es Barbo? ¿Es Babear? ¿Es Barbera? —trataba de adivinar Stink.

—¡Barbanegra! —exclamaron a la vez Judy y Stink olvidándose por completo de los espías.

-… .- .-. -… .--. . --. .-. .-

Judy y Stink se encontraron con sus padres enfrente de Barnacle Bob.

—Esas dos chicas con las caras pintadas también tienen mapas —dijo Judy señalándolas.

—Y también ese ridículo chico surfista —dijo Stink—. El que no para de comer perritos calientes.

Stink y Judy devoraron sus perritos calientes, luego sus padres les llevaron en coche a dar una vuelta por la ciudad mientras ellos trataban de descifrar la siguiente pista. Algo acerca de Barbanegra.

Fueron al castillo de Barbanegra. Curiosearon en una tienda de regalos que se llamaba Locura de Barbanegra. Echaron un vistazo a una tienda de surfing llamada El descalzo Barbanegra, pero todo lo que encontraron fue un montón de chanclas.

—Vamos a aparcar y a caminar por el centro del pueblo —dijo mamá—. Necesito crema protectora. Y espero poder encontrar algunos materiales de dibujo que…

—¿Tenemos que ir nosotros? —preguntó Stink, que se sentía agotado por el aburrimiento de las compras.

—Venid, será divertido —dijo mamá—. Hay una tienda de juguetes y una de animales de compañía como Pelos y Plumas, y un puesto de helados.

—Los piratas no se divierten con juguetes —dijo Stink—, ni van a tiendas de animales de compañía.

—¿Ni siquiera a tiendas de disfraces de piratas? —bromeó mamá.

—Y, desde luego, no comen helados —aseguró Judy.

—¿Ni siquiera esos polos con forma de calavera? —preguntó papá con una sonrisa.

—Algunas veces los padres están de lo más despistados —le susurró Judy a Stink.

—También nosotros estamos despistados —dijo Stink refiriéndose al juego de las pistas, y a los dos hermanos les dio por reír hasta que les dolió la tripa.

—¡Párate! —pidió Stink—. Me van a entrar ganas de vomitar otra vez.

* * *

En el pueblo, Stink y Judy vieron por todas partes a chicos y chicas con mapas.

—Stink. Mira. Al otro lado de la calle. El chico alto y la chica lista.

—¿Qué pasa? ¿Tengo que mirarles cada vez que nos los encontremos? —Pero de todos modos les miró—. Oye, ¿Qué te parece si les seguimos en plan de espías?

—Stink, eso es trampa —dijo Judy.

—Regla pirata no sé cuantas: Haz trampas siempre que puedas.

—¡Carbunclo! —exclamó Judy.

Judy y Stink recorrieron de arriba a abajo Back Road y School Road, entrando y saliendo de las tiendas detrás de papá y mamá.

Stink se quejaba de aburrimiento. Judy sólo ponía cara de aburrida.

Hasta que… oyeron un voz.

—¡Al abordaje! ¡Al abordaje! —decía la voz. No era la voz del pirata Escorbuto Sam. Era una voz aguda y chillona.

—¡Avante a toda vela! —chilló.

—Creo que sale de la tienda de animales —dijo Judy colándose dentro a todo correr.

—¡A la tienda de animales! —gritó Stink a sus padres, corriendo detrás de Judy.

—¡Bandera pirata! ¡Piezas de a ocho! ¡Bandera Pirata!

—¡Es ese loro! —dijo Stink señalando un ave grande azul y amarilla con largas plumas en la cola. Se acercaron rápidamente a su jaula.

—¡Guay! —dijo Judy.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Stink, imitando la voz del loro.

—Mira, Stink, aquí dice que se llama…

—¡BARBANEGRA! —exclamaron a la vez Judy y Stink.

Se precipitaron sobre el muchacho que estaba detrás del mostrador. Llevaba una melena negra como el carbón que casi le tapaba los ojos, una camisa verde militar a la que le faltaban las mangas y un aro de plata que colgaba de una oreja.

—¿Es, por casualidad, ese bicho Barbanegra? —le murmuró Stink.

—¿Sabes algo de la caza del tesoro? —le preguntó Judy—, porque nos parece que tu loro es Barbanegra y esa es nuestra siguiente pista.

—La habéis encontrado —dijo el muchacho, poniéndose la banda roja. Apretó un botón en la caja registradora y le tendió cuatro piezas de a ocho.

—¡Diez! —dijo Stink—. ¡Ya tenemos diez! ¡Vamos a ganar! Sólo tenemos que resolver tres pistas más y ganar seis piezas de a ocho más.

Stink y Judy se acercaron a la jaula.

Y buscaron a su alrededor algún papel, dentro o fuera de la jaula, o debajo de ella.

—¡Oye! —le dijo Judy al muchacho—. Aquí no hay nada.

—La tiene él —dijo el muchacho—. Preguntadle a él.

—«¡Buack!» ¡Barbanegra cantaba en lo profundo de la noche!

—¡Oye! Está cantando esa vieja canción de los Beatles que papá canta de vez en cuando y que habla de un pájaro negro —dijo Judy—. A lo mejor la pista es «pájaro negro».

—¿Es la pista «pájaro negro»? —le preguntó Stink al loro—. ¿Es esa la pista?

—Símbolo pirata. El símbolo pirata —dijo Barbanegra, encrespando las plumas y moviendo la cabeza de arriba a abajo.

—Se ha puesto muy nervioso. A lo mejor esa es la pista.

—El símbolo pirata.

—Eso es —dijo Judy—. Cada vez que decimos la palabra «pista»…

—El símbolo pirata.

—¿Lo ves? —dijo Judy.

—Suena como un disco rayado —dijo Stink.

—¿Es «Símbolo pirata»? ¿Es esa la pista? —preguntó Judy al muchacho del mostrador.

—Símbolo pirata —chilló Barbanegra.

—¡Ya lo sabemos! ¡Ya lo sabemos! —exclamó Stink tapándose los oídos—. ¡Vámonos de aquí! No puedo pensar.

El símbolo pirata

Judy y Stink esperaron fuera mientras mamá y papá entraban en la tienda de arte. Una familia con tres niños pequeños pasó de largo empuñando la primera pista.

—Esos ni siquiera han encontrado todavía «lo que tú ya sabes» —murmuró Stink.

—Ya, pero qué me dices de ese otro —dijo Judy. Señaló a un chico pelirrojo con la cara llena de pecas y una mancha blanca en la nariz—. Cuando ha pasado a nuestro lado me ha parecido oír un tintineo de monedas en su bolsillo. Como si llevara el «botín pirata».

Stink no la miraba. Estaba muy ocupado contando las monedas, una vez más.

—Oye, el chico alto y la chica lista están entrando en la cafetería.

—¿Tú crees que saben algo que nosotros no sabemos? —preguntó Stink.

—No. A menos que la tienda tenga un símbolo pirata en algún sitio. Venga, Stink. Piensa. Pon a trabajar ese cerebro tuyo hasta que eche humo.

—Quizá tengan un helado con Sabor Pirata y esa sea la señal pirata.

—Venga, no digas bobadas.

—Bueno, quizás tengan una bandera —dijo Stink.

—Tienes el cerebro lleno de banderas —dijo Judy.

—En el cerebro del «genio» —dijo Stink, rompiendo a reír—. Me refiero a banderas piratas. Cada pirata tiene la suya algunas son negras, otras son rojo sangre.

—Bueno. No mires ahora, pero me parece que alguien está espiándonos.

Al otro lado de la calle, mientras la chica lista sorbía su refresco, el chico alto miraba a través de su catalejo, enfocado directamente a Judy y Stink.

—Esos apestosos espías —dijo Stink.

—Déjales que espíen —dijo Judy—. No estamos haciendo nada.

—Ya, y no son los únicos espías en esta isla —dijo Stink, sacando su catalejo y apuntándolo hacia el chico alto—. No te preocupes. No nos están mirando a nosotros. Parece que están espiando algo en la tienda de arte.

—¿Y qué puede haber de interesante en la tienda de arte? —preguntó Judy—. Sólo tienen pinceles y cosas así.

—Yo creo que están mirando en todas las tiendas que hay en esta parte de la calle. Probablemente buscan cualquier cartel que tenga piratas pintados.

Judy levantó la vista para leer el viejo cartelón de madera:

Vuestro ojo de artista

P
inceles

I
lustraciones

R
eglas

A
cuarelas

T
intas

A
nilinas

Abierto

—¡Guay! —Judy señaló el cartelón—. Mira, compruébalo. Este cartel es un acróstico, ¿lo ves? Las primeras letras de cada palabra forman la palabra PIRATA. ¡Tiene que ser esto! ¡Lo sé! Venga, Escorbuto Stink —Judy tiró del brazo de su hermano.— Vamos deprisa a buscar nuestra próxima pista antes de que esa Nancy Drews se nos adelante.

El asistente pirata de la tienda de arte les entregó tres monedas más y la siguiente pista.

Cuando salían de la tienda de arte, el chico alto y la chica lista cruzaron la calle en dirección a la misma. Judy y Stink se ocultaron en un portal y se apresuraron a leer la siguiente pista.

Pista 4

No hace tic, ni tac, ni toc, silencio y sin agujas avanza el reloj.

No lo penséis más, dejad de dudar. La arena del tiempo corre sin parar.

—¡Reloj! —exclamó Stink en un susurro—. ¡Es un reloj!

—Pero dice que no hace ni tic ni tac —dijo Judy—. Y que no tiene agujas. Oye, a lo mejor es un reloj digital, como los de las estaciones.

—Vamos a preguntar a mamá y a papá si hay una tienda de relojes por aquí.

Judy leyó la pista otra vez. Miró a Stink, que andaba muy concentrado, como caminando sobre la pasarela fatal, por encima de un banco, agitando su bandera pirata, mientras esperaban a sus padres.

—Oye, Stink, ¿te acuerdas del tipo aquel, Cristóbal Moody, el pirata? ¿No dijo él algo sobre que el tiempo corre?

—Sí, y por eso había un reloj de arena en su bandera —dijo Stink—, que quiere decir: «no te líes con piratas o eres hombre muerto». ¡Espera! ¡Un reloj de arena no tiene agujas! Ni hace tic ni tac y tiene arena. ¡La arena del tiempo!

—¡Lo has adivinado, grumete! —dijo Judy.

—¿Dónde podemos encontrar un reloj como ése? —preguntó Stink.

—En cualquier sitio en que haya piratas muertos —dijo Judy.

Horas en cristal

—¡Tengo un calor…! —se quejó Stink.

—¡Y yo tengo una sed…! —dijo Judy imitando a su hermano y echándose a reír.

—Habéis estado todo el día de acá para allá con el juego —dijo papá— deberíamos volver…

—¡No! —gritó Stink.

—Podemos beber un refresco y descansar un rato en la habitación hasta la hora de la cena —dijo mamá—. Y os enseñaré las conchas que he recogido.

—¡Ni concha ni concho! —despreció Stink—. No podemos dejarlo ahora. Hay otros concursantes que nos están siguiendo de cerca. Otros que son más altos que nosotros y más listos. Y pueden ganarnos.

—Seguro, seguro, seguro y requeteseguro —dijo Judy.

Fueron a la tienda de antigüedades. No había un reloj de arena. Miraron en la biblioteca. Ningún reloj de arena. Visitaron el museo donde vieron toda clase de objetos restos de naufragios: ni un reloj de arena.

—¡Vaya pérdida de tiempo! —dijo Judy.

—Por lo menos hemos visto oro de verdad —dijo Stink.

—Dirás «polvo de oro» —le corrigió Judy—. Venga «Campanilla». Llevamos una hora buscando un reloj de arena. Yo también quiero volver.

—Muy bien, «Pipi Calzaslargas» —dijo Stink.

* * *

De vuelta en el albergue, Stink se dejó caer sobre la gran cama y se quedó mirando al techo.

—¿Y ahora quién se porta como Pipi Calzaslargas? —bromeó Judy.

—Sí, ya, pero ella tenía una maleta llena de monedas de oro. Nosotros no tenemos nada,
nothing
,
rien
, cero.

—Venga, no abandones el barco ahora —le animó Judy—. Sólo nos faltan tres monedas más.

—Cuando hayáis descansado un poco —dijo mamá—. ¿Qué os parecería hacer una merienda-cena y luego ir a dar una vuelta por el paseo de los Fantasmas? Me he traído algunos materiales de la tienda de arte por si queréis calcar algunos relieves de las viejas lápidas.

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