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Authors: David Sherman & Dan Cragg

La prueba del Jedi

BOOK: La prueba del Jedi
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Dentro de veinticuatro horas estándar tendremos el control total de las comunicaciones que unen los mundos de la República... Nuestro control de Praesitlyn será como una vibrocuchilla dirigida contra el propio Coruscant. Esta campaña nos hará ganar la guerra.

Con estas ominosas palabras. Pors Tonith, implacable esbirro del conde Dooku declaraba sellado el destino de la República. El astuto financiero reconvertido en guerrero dispone a utilizar una fuerza invasora separatista de más de un millón de droides para asediar el planeta Praesitlyn, donde se encuentra el Centro de Comunicaciones Intergalácticas, clave para la supervivencia de la República durante las guerras Clon. Si no se impide, este golpe decisivo podría preparar el camino para la caída de más mundos de la República... Y, con ello, la victoria final de los separatistas. El contraataque debe ser rápido y certero.

David Sherman & Dan Cragg

La prueba del Jedi

LAS GUERRAS CLON

ePUB v1.1

LittleAngel
26.10.11

Título original:
Jedi Trial

Publicación: 2005

Editorial: Alberto Santos Editor

Traductor: Pérez Navarro

Ilustración de cubierta: Steven D. Anderson

Prólogo

—¡Obi-Wan! —exclamó Anakin Skywalker cuando apareció ante él la imagen holográfica del Caballero Jedi Obi-Wan Kenobi.

Anakin había estado paseando por sus habitaciones, pensando en sus pruebas Jedi, la oportunidad de probar que era un verdadero Caballero Jedi. La visión de su Maestro levantó el ánimo de Anakin.

—Anakin —saludó Obi-Wan a su padawan, con una sonrisa— ¿Cómo va todo?

—Bien, supongo —respondió Anakin, encogiéndose de hombros.

La sonrisa de Obi-Wan se desvaneció. Sólo hacía dos días que estaban en Coruscant, pero era muy consciente de lo que podían suponer para Anakin dos largos días sin nada que hacer. Sabía que a su padawan no le gustarían las noticias que le iba a dar.

—Acabo de volver a mis habitaciones de una entrevista con el Consejo Jedi —aclaró.

Los ojos de Anakin se iluminaron. Una entrevista con el Consejo Jedi sólo podía significar una nueva misión.

—Tengo un encargo...

—¿Ya? —interrumpió Anakin, excitado—. ¡Ni siquiera hemos podido presentar el informe oficial del último! Debe de ser importante —dio media vuelta para empezar a preparar su equipo y su equipaje.

—Anakin...

—Ni siquiera he empezado a deshacer el equipaje. Puedo reunirme contigo en el espaciopuerto en una hora.

—¡Anakin! —exclamó de nuevo Obi-Wan—. ¡Anakin!

—¿Dónde nos reuniremos? —preguntó Anakin sin mirarlo siquiera.

—¡ANAKIN!

El grito de Obi-Wan captó por fin la atención de Anakin e hizo que mirase la pantalla, desconcertado por el tono extrañamente agresivo.

—¿Maestro?

—Perdona por haberte gritado, pero no me escuchabas.

—Te escucho, Maestro —replicó Anakin, empleando todo su autocontrol para permanecer quieto y atento.

—Yo tengo una misión, Anakin, no nosotros. El Consejo Jedi me envía a mí solo. Es una misión personal, muy corta, ir y volver.

—¿Y qué se supone que haré yo mientras tanto? —no pudo evitar preguntar, intentando con esfuerzo no fruncir el ceño.

—Tú te quedarás para presentar el informe oficial de nuestra última misión. Te confío esa tarea —suspiró Obi-Wan—. Cuando vuelva sugeriré al Consejo que ya estás preparado para afrontar tus pruebas.

—¿Quieres decir que volverás a sugerirlo?

—Cuando volvimos no era el momento adecuado, y después no tuve tiempo —aclaró Obi-Wan, negando con la cabeza—. En cuanto vuelva buscaré ese tiempo... y el Consejo me escuchará.

—¿Por qué van a hacerlo, cuando hasta ahora ni siquiera han querido escucharte?

—Porque mientras yo esté fuera, tú serás un Caballero Jedi modelo —dijo Obi-Wan con confianza—. Presentarás ese informe y permitirás que te hagan todas las preguntas que quieran, y después, si aún no he regresado, repasarás los archivos estudiando las estrategias más adecuadas para planear nuestras próximas batallas. Les demostrarás que estás preparado para cumplir con los deberes básicos de un Caballero Jedi.

—Estudiar —la voz de Anakin mostró su fastidio—. Está bien, estudiaré.

—Confío en ti, Anakin... Lo sabes.

—Si —la expresión de Anakin se ablandó—. Sé que confías en mí, Obi-Wan. Que la Fuerza te acompañe.


Tres días después, Anakin Skywalker abrió su datapad. Desde la marcha de Obi-Wan, pasaba el tiempo en la biblioteca, estudiando las campañas y batallas de las Guerras Clon y descubriendo unas cuantas variantes. Inquieto, se dirigió a la zona de entrenamiento. Quizás encontrara a alguien con el que medirse y compensar así su inactividad.


La guerra había mermado los recursos de los Jedi, y casi todos los que se encontraban en buenas condiciones físicas se hallaban lejos de Coruscant, ocupados en distintas campañas o misiones. Anakin sólo encontró un Jedi en la zona de entrenamiento, ejercitándose con el sable láser, Nejaa Alción.

Anakin se había encontrado con Alción una vez antes, y no sólo le había parecido inteligente y decidido, sino también un buen táctico. Obi-Wan le confirmó que era una impresión acertada. Pese a sus méritos, el Maestro Alción se sentía un poco desgraciado porque había perdido su nave, la
Plooriod Bodkin
, a manos de un capitán rebelde que el Jedi debía capturar. Anakin se preguntaba qué error podía haber cometido Alción para que el rebelde que se suponía debía arrestar acabase robándole la nave; pero no le parecía correcto preguntárselo.

Contemplar a Alción, verlo moverse completamente concentrado en sus ejercicios, era un placer. Anakin se quedó a un lado. No quería interrumpirlo. Esperaría a que hiciera una pausa.

Por fin, Alción desconectó el sable láser y permaneció erguido. Desvió la mirada hacia Anakin, frunciendo el ceño:

—¡Anakin Skywalker! ¿Buscas un compañero de entrenamiento?

—Sería un honor —respondió Anakin, haciendo una ligera reverencia.

—¿Un honor? —rió Alción—. ¿Eso qué significa? ¿Que estás sorprendido de que recuerde tu nombre o de que un Maestro Jedi acepte entrenarse con un padawan que apenas conoce?

—¿Quizás ambas cosas? —replicó Anakin, sonriendo al anciano.

—Claro que recuerdo tu nombre. Estos días hay tan pocos Jedi por aquí que es fácil recordar el nombre de cada uno. Y, por supuesto, me encantará entrenarme contigo. Acabas de volver del combate, tienes los reflejos aguzados. Yo llevo un tiempo ocioso; necesito ponerme a prueba.

Hizo un gesto de invitación, y Anakin entró en el círculo de entrenamiento.

Se situaron el uno frente al otro y se saludaron. Después tomaron posiciones y encendieron los sables láser.

Anakin hizo el primer movimiento, una estocada elevada que inmediatamente bajó para saltarse la parada que sabía le haría su contrincante a su primer ataque. Las hojas de los sables láser crepitaron, y Alción desvió fácilmente la acometida, riéndose mientras daba un paso lateral.

—Me sorprendes. Es un ataque demasiado básico —dijo Alción en tono semiburlón—. Pensaba que habrías aprendido algunos movimientos nuevos en combate.

Y se lanzó hacia delante con una combinación de golpes de creación propia. Anakin los paró o los desvió todos fácilmente.

—Maestro Alción, en una pelea, pocas veces se tiene tiempo de inventar nuevas maniobras. Normalmente, los movimientos más ensayados son los más efectivos —explicó Anakin cuando se separaron.

Alargó el brazo que empuñaba su sable láser para tocar el de Alción, e hizo girar la punta de su hoja en un revés poco ortodoxo que habría cortado el hombro izquierdo de Alción de no haberlo detenido..., y de no haber retrocedido éste un paso a tiempo.

—Muy bien, padawan —asintió Alción con aprobación—. Estuvo tan cerca que no sé si cuenta como un tocado.

—En medio de una pelea no hay tiempo para inventar... —dijo Anakin, frunciendo el ceño—, pero a veces se puede improvisar sobre la marcha.

Entonces se prepararon para un combate serio.

Los dos sables láser relampaguearon y chisporrotearon cuando las hojas se movieron y chocaron. Cuando uno u otro encontraba la forma de atravesar las defensas del contrincante y estaba a punto de alcanzar su objetivo, la brillante luz se detenía a pocos milímetros de sus cuerpos. Las voces de los dos Jedi vibraban de placer ante cada movimiento habilidoso.

Tras una hora de combate, se detuvieron de mutuo acuerdo. La piel de ambos brillaba de sudor. Los dos sonreían.

—Ah, sí —exclamó Alción, feliz—. Un buen compañero hace que el entrenamiento sea mejor, mucho mejor. Eres muy hábil para ser tan joven.

Los ojos de Anakin brillaron.

—Maestro Alción, debo felicitarlo por su habilidad, la cual es notable para ser tan anciano y llevar tanto tiempo ocioso.

—¡Cachorro desagradecido! —gruñó Alción. Luego estalló en carcajadas—. ¿Repetimos mañana?

—Me parecerá estupendo.

—Mismo lugar y misma hora.

—Será un placer.

El Maestro Jedi y el padawan se saludaron antes de tomar direcciones distintas para lavarse el sudor y la sal de sus cansados cuerpos.

Capítulo 1

No tenían noticias del general Khamar.

Un escalofrío de miedo recorrió los brazos de Reija Momen, alcanzó su cuero cabelludo y luego bajó por su columna vertebral. Se estremeció y cambió de posición, incómoda.
No es momento para ceder al pánico
, pensó.

Todos los demás contemplaban cómo se mantenía tranquila en apariencia. Había salido al jardín para relajarse, ordenar sus pensamientos y serenarse antes de enfrentarse a sus hombres, pero era inútil. El pequeño jardín, atendido con cuidado y devoción, se hallaba en un patio resguardado de los elementos por los edificios que lo rodeaban y por una cúpula solar que se abría con el buen tiempo. Hoy estaba abierta y dejaba entrar un aire fresco que debía estimularla, pero tenía los nervios demasiado tensos. Sus hombres tenían miedo, seguros de que la falta de noticias procedentes del Sur no presagiaba nada bueno.

Reija cerró los ojos e intentó pensar en su hogar. Su contrato terminaría dentro de cinco años y podría volver a Alderaan. Quizás. Una brisa penetró a través de la cúpula, llevándole el aroma de las plantas nativas que crecían abundantes en la pequeña colina donde habían instalado el Centro de Comunicaciones Intergalácticas. Los primeros meses de su contrato había creído ser alérgica a su polen. Cuando salía del complejo de control para inspeccionar las instalaciones exteriores no paraba de toser y estornudar; pero poco a poco se fue acostumbrando a su penetrante aroma. Ahora, hasta lo encontraba agradable. Nunca se había sentido mejor, al menos físicamente. Tenía una teoría, aún no verificada científicamente, según la cual la exposición prolongada a la flora de Praesitlyn era buena para la fisiología humana.

Reija Momen había aceptado el puesto de administradora jefe del centro de comunicaciones Intergalácticas de Praesitlyn porque le gustaba el trabajo. El atractivo salario sólo era un plus agradable. Cualquier otro en su posición ya estaría pensando en la finalización de su contrato y en un cómodo retiro en Alderaan, quizás hasta en formar una familia. Pese a ser de mediana edad, aún era lo bastante joven como para echar raíces algún día, y lo bastante atractiva de una forma madura y particular. Pero estaba contenta con su trabajo. Gracias a su buen corazón su sentido común y su habilidad administrativa, había establecido rápidamente una buena relación con su equipo mixto de técnicos humanos y sluissis. Era de esa clase de administradores, rara en cualquier especie que ejercía su autoridad por responsabilidad, no por placer. Trabajaba mucho y bien porque disfrutaba del trabajo como un fin en sí mismo, y trataba al personal bajo su mando más como si fueran compañeros en una empresa conjunta que como subordinados. Y, a diferencia de tantos burócratas, dominados por la visión que tenían de su propia importancia, sabía cuándo y cómo relajarse.

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