Las llanuras del tránsito (61 page)

BOOK: Las llanuras del tránsito
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Ayla abrió los ojos sorprendida. La anécdota había cobrado un sesgo diferente.

–Me llevó donde estaba su fuego. Había una mujer de edad en su campamento; yo temblaba tanto que ella me ofreció una piel de lobo. Después de que me calenté, regresamos al río. El cabe..., el jovencito quería la mitad del pez y yo se la di de buena gana. Cortó al esturión por la mitad, a lo largo, y se llevó su mitad. Todos los que me vieron pasar vinieron a buscarme, y justamente en ese momento me encontraron. Aunque se rieron mucho, me sentí muy contento de verlos.

–Todavía es difícil comprender que un solo cabeza chata llevara la mitad de ese pez. Recuerdo que se necesitaron tres o cuatro hombres para mover la mitad que dejó allí –dijo Markeno–. Era un esturión grande.

–Los hombres del clan son fuertes –dijo Ayla–, pero no sabía que hubiera gente del clan en esta región. Creí que todos estaban en la península.

–Había unos pocos al otro lado del río –dijo Barono.

–¿Qué sucedió con ellos? –preguntó Ayla.

La gente del bote de pronto pareció inquieta, y desviaba la mirada. Finalmente, Markeno dijo:

–Después de la muerte de Doraldo, Dolando reunió mucha gente y... fue a buscarlos. Pasado un tiempo, la mayoría de ellos... desapareció..., creo que se alejaron.

–Enséñame eso otra vez –dijo Roshario, deseosa de probar con sus propias manos. Esa mañana Ayla había aplicado al brazo los trozos de corteza de haya. Aunque todavía no estaba completamente seco, el material fuerte y liviano ya había obtenido rigidez suficiente para inmovilizar el brazo, y Roshario podía ahora moverse con mayor soltura; pero Ayla no quería que comenzara a utilizar la mano.

Estaban, junto con Tholie, sentadas al sol, entre varios cueros suaves de gamuza. Ayla había traído su caja de costura y les mostraba el pasahílos o aguja que había elaborado con la ayuda del Campamento del León.

–Primero, hay que hacer unos orificios con una lezna en los dos pedazos de cuero que se desea unir –dijo Ayla.

–Es lo que hacemos siempre –asintió Tholie.

–Pero os servís de esto para pasar el hilo por los orificios. El hilo atraviesa este minúsculo agujero por un extremo, y después, cuando pasáis la punta por los cortes del cuero, arrastra el hilo y une los dos pedazos que se desean juntar.

Mientras mostraba el funcionamiento de la aguja de marfil, Ayla tuvo una idea. Se preguntó si, con una aguja bastante aguda, no sería posible que el pasahílos también perforase el orificio. Sin embargo, el cuero podía ser muy resistente.

–Déjame ver –dijo Tholie–. ¿Cómo pasas el hilo por el orificio?

–Así, ¿ves? –mostró Ayla, haciendo una demostración; después le devolvió la aguja. Tholie trató de dar unas pocas puntadas.

–¡Qué fácil es! –dijo–. Casi se podría hacer con una sola mano.

Roshario, que miraba con mucha atención, pensó que quizá Tholie tuviera razón. Aunque ella no podía usar el brazo fracturado, si consiguiera emplear la mano aunque no fuera más que para mantener unidos los trozos, con un pasahílos como aquél lograría coser empleando la mano sana.

–Nunca había visto nada parecido. ¿Cómo se te ocurrió la idea? –preguntó Roshario.

–No lo sé –dijo Ayla–. Lo pensé casualmente en una ocasión en que encontré dificultades para coser algo, pero muchos me ayudaron. Creo que la principal dificultad fue perforar un agujero suficientemente pequeño con un pedernal. Jondalar y Wymez trabajaron en esto.

–Wymez es el tallador de pedernal del Campamento del León –explicó Tholie a Roshario–. He oído decir que es muy bueno.

–Sé que Jondalar trabaja bien –dijo Roshario–. Aportó tantas ideas para mejorar las herramientas que usamos para fabricar botes, que todos se entusiasmaron con él. A menudo no eran nada más que simples detalles, pero que suponían grandes mejoras. Estaba enseñando a Darvo antes de partir. Jondalar es bueno para enseñar a los jóvenes. Quizá ahora pueda demostrarlo mejor.

–Jondalar dijo que aprendió mucho de Wymez –afirmó Ayla.

–Es posible, pero vosotros dos parecéis eficientes cuando se trata de idear modos más eficaces de hacer las cosas –dijo Tholie–. Este pasahílos facilitará mucho la costura. Incluso aunque uno sepa hacerlo, siempre es difícil pasar el hilo por los orificios con un punzón. Lo mismo sucede con ese lanzavenablos de Jondalar, que entusiasmó a todos. Cuando tú les mostraste que sabías usarlo, la gente comenzó a pensar que todos podían utilizarlo, aunque no creo que sea tan fácil como tú has querido decir. Supongo que has practicado bastante con ese artefacto.

Jondalar y Ayla habían demostrado cómo se usaba el lanzavenablos. Se necesitaba mucha habilidad y paciencia para acercarse lo suficiente a una gamuza y capturarla, y cuando los cazadores shamudoi vieron la distancia que una lanza podía cubrir con el aparato, quisieron probarlo con los esquivos antílopes monteses. Varios pescadores ramudoi del exterior se entusiasmaron tanto que decidieron adaptarle un arpón para comprobar su funcionamiento. En el curso de la discusión, Jondalar explicó su idea de la lanza dividida en dos partes, con un elemento posterior largo provisto de dos o tres plumas y un elemento delantero más pequeño, que se desprendía del anterior y tenía una punta. Las posibilidades del arma fueron captadas inmediatamente y en los días siguientes ambos grupos realizaron varias pruebas.

De pronto, se produjo un revuelo en el punto más alejado del campo. Las tres mujeres volvieron los ojos y vieron a varias personas que recogían el canasto de los suministros. Algunos jovencitos corrían hacia ellas.

–¡Han atrapado a uno! ¡Han cogido a uno con el lanzador de arpones! –gritó Darvalo, mientras se aproximaba a las mujeres–. ¡Y es una hembra!

–¡Vamos a ver! –dijo Tholie.

–Adelantaos vosotras. Os alcanzaré apenas haya guardado mi pasahílos.

–Ayla, yo te esperaré –dijo Roshario.

Cuando se reunieron con los otros, ya habían descargado la primera parte del esturión y bajado de nuevo el canasto. Era un pez enorme, demasiado grande para elevarlo de una sola vez, pero primero habían elevado la mejor parte: casi cien kilogramos de minúsculos huevos negros de esturión. Parecía una señal premonitoria de que aquella gran hembra fuese el resultado de la primera cacería del esturión con la nueva arma creada a partir del lanzavenablos de Jondalar.

Llevaron al fondo del campo los bastidores para secar pescado, y casi todos los que estaban allí comenzaron a cortar en pequeños trozos al gran pez. Pero la gran masa de caviar fue transportada a la zona en que se levantaban las viviendas. Era responsabilidad de Roshario supervisar la distribución. Pidió a Ayla y a Tholie que la ayudasen y apartó un poco para que todos pudiesen saborearlo.

–¡Hace años que no como esto! –dijo Ayla, introduciéndose una porción en la boca–. Siempre es mejor cuando está recién extraído del pez, ¡y aquí hay tanto!

–Es una suerte que así sea, porque, de lo contrario, no comeríamos mucho –bromeó Tholie.

–¿Por qué no? –preguntó Ayla.

–Porque las huevas de esturión son uno de los elementos que usamos para suavizar la piel de gamuza –dijo Tholie–. Empleamos la mayor parte para ese fin.

–Me gustaría ver alguna vez cómo suavizáis tan bien ese cuero –dijo Ayla–. Siempre me interesó trabajar con los cueros y las pieles. Cuando vivía en el Campamento del León aprendí a teñir las pieles y a obtener un tono realmente rojo, y Crozie me enseñó cómo lograr un cuero blanco. También me gusta el color amarillo que obtenéis.

–Me sorprende que Crozie se mostrase dispuesta a revelártelo –dijo Tholie. Miró significativamente a Roshario–. Creía que el cuero blanco era un secreto del Hogar de la Cigüeña.

–No dijo que fuese un secreto. Afirmó que su madre le había enseñado, y parece que la hija no estaba muy interesada en trabajar el cuero. Me dio la impresión de que estaba encantada en transmitir a alguien ese conocimiento.

–Bien, como ambas eran miembros del Campamento del León, podría decirse que pertenecían a la misma familia –aseveró Tholie, si bien estaba bastante sorprendida–. No creo que hubiese hablado con un extraño, del mismo modo que tampoco nosotros lo haríamos. El procedimiento de los sharamudoi para tratar la piel de gamuza es secreto. Nuestros cueros son admirados y poseen un elevado valor comercial. Si todos supieran cómo trabajarlos, no serían tan valiosos; por eso mismo no compartimos ese conocimiento –dijo Tholie.

Ayla asintió, pero su expresión decía bien a las claras que estaba decepcionada.

–Bien, es bonito, y el amarillo es tan luminoso y atractivo.

–El amarillo proviene del arrayán del pantano, pero no lo empleamos por su color. Sencillamente es que resulta así. El arrayán del pantano contribuye a mantener la suavidad de los cueros incluso aunque se mojen –dijo Roshario. Hizo una pausa, y agregó–: Si te quedaras aquí, Ayla, podríamos enseñarte a fabricar piel de gamuza amarilla.

–¿Si me quedara? ¿Cuánto tiempo?

–Lo que quisieras, mientras vivas, Ayla –propuso Roshario, mirándola con expresión sincera–. Jondalar es pariente; le vemos como uno de los nuestros. No necesitaría mucho para convertirse en sharamudoi. Incluso ya ha llegado a fabricar un bote. Has dicho que aún no os habéis unido. Estoy segura de que podremos encontrar a alguien dispuesto a formar parejas cruzadas con vosotros, y después podríais uniros aquí. Sé que serías bienvenida entre nosotros. Desde que murió nuestro viejo Shamud, estamos necesitando un curador.

–Nosotros estaríamos dispuestos a formar parejas cruzadas –dijo Tholie. Aunque el ofrecimiento de Roshario era espontáneo, parecía muy oportuno en el momento en que lo formuló–. Tendría que hablar con Markeno, pero estoy segura de que aceptará. Después de Jetamio y Thonolan, ha sido difícil encontrar otra pareja con la cual quisiéramos unirnos. El hermano de Thonolan sería perfecto. Markeno siempre simpatizó con Jondalar, y a mí me agradaría compartir una vivienda con otra mujer mamutoi –sonrió a Ayla–. Y a Shamio le encantaría tener cerca a su «Lobito».

El ofrecimiento sorprendió a Ayla. Cuando comprendió cabalmente el sentido de lo que había oído, se sintió abrumada. Las lágrimas comenzaron a escocerle los ojos.

–Roshario, no sé qué decir. Desde que llegué aquí he sentido que esto era un hogar para mí. Tholie, me encantaría compartir contigo...

Las lágrimas afluyeron a sus ojos.

Las dos mujeres sharamudoi sintieron el contagio de las lágrimas y parpadearon para contenerlas, pero sonrieron una a la otra como si ambas hubieran conspirado para trazar un plan maravilloso.

–Apenas Markeno y Jondalar regresen, se lo diremos –afirmó Tholie–. Markeno se sentirá tan aliviado...

–No sé qué pensará Jondalar –dijo Ayla–. Sé que deseaba venir aquí. Incluso renunció a un camino más corto para veros, pero no sé si querrá permanecer. Siempre me dice que desea volver con su pueblo.

–Pero nosotros somos su pueblo –dijo Tholie.

–No, Tholie. Aunque estuvo aquí tanto tiempo como su hermano, Jondalar continúa siendo zelandonii. Nunca pudo separarse totalmente de ellos. Y a veces pensé que quizá por eso sus sentimientos hacia Serenio no eran tan intensos –dijo Roshario.

–¿Era la madre de Darvalo? –preguntó Ayla.

–Sí –contestó la mujer mayor, al mismo tiempo que se preguntaba cuánto habría revelado Jondalar a Ayla acerca de Serenio–, pero como es evidente lo que siente por ti, tal vez, después de todo el tiempo que ha pasado, los vínculos con su propio pueblo sean más débiles. ¿No crees que ya habéis viajado bastante? ¿Por qué tenéis que hacer un viaje tan largo cuando disponéis de un hogar aquí mismo?

–Además, es tiempo de que Markeno y yo elijamos una pareja cruzada... antes del invierno. No te lo he dicho, pero la Madre me concedió de nuevo su bendición... y deberíamos unirnos antes de que éste llegue.

–Yo pienso lo mismo. Es maravilloso, Tholie –dijo Ayla. Después, sus ojos cobraron una expresión soñadora–. Tal vez, un día, podré acunar a mi propio hijo...

–Si somos compañeros cruzados, el que estoy formando ahora también será tuyo. Y sería agradable saber que se tiene cerca una persona que puede ayudar, por si acaso..., aunque no tuve ninguna dificultad cuando nació Shamio.

Ayla pensó que eso sería como tener su propio hijo, el hijo de Jondalar, pero ¿y si no era así? Había bebido cuidadosamente su infusión matutina todos los días, y no se producía el embarazo, pero ¿y si no se trataba de la infusión? ¿Si sencillamente ella no era capaz de comenzar a formar un niño? ¿No sería maravilloso saber que los hijos de Tholie serían suyos y de Jondalar? También era cierto que la región circundante se parecía tanto a la zona que se extendía alrededor de la caverna del clan de Brun, que le parecía su propio hogar. La gente era amable..., aunque ella no confiaba en la actitud de Dolando. ¿Él querría realmente que Ayla se quedase allí? Tampoco estaba segura respecto de los caballos. Estaba muy bien permitirles que descansaran, pero ¿tendrían alimento suficiente para pasar el invierno? ¿Y habría un lugar tan espacioso que les permitiese correr? Y lo que era más importante, ¿qué sucedería con Jondalar? ¿Estaría dispuesto a renunciar a su viaje de regreso al país de los zelandonii para instalarse precisamente allí?

Capítulo 19

Tholie se acercó al frente del gran hogar y permaneció de pie. Su silueta se recortaba contra el resplandor rojizo de las brasas moribundas y el cielo vespertino enmarcado por los altos muros laterales del valle. La mayoría de la gente continuaba en el lugar de reunión, bajo el saliente de piedra arenisca, dando cuenta de las últimas moras o bebiendo la infusión favorita, o un vino de bayas recién fermentado y un tanto espumoso. El festín de esturión fresco había comenzado con el primer y único bocado de caviar de la hembra atrapada antes. El resto de las aceitosas huevas de pescado sería aplicado a un uso más prosaico: la fabricación de suaves pieles de gamuza.

–Dolando, quiero decir algo, ahora que todavía estamos todos reunidos aquí –dijo Tholie.

El hombre asintió, aunque en verdad su aprobación poco importaba. Tholie continuó sin esperar que él la autorizara.

–Creo que puedo hablar por todos cuando digo que nos alegramos mucho de tener aquí a Jondalar y a Ayla –indicó Tholie. Varias personas manifestaban verbalmente su asentimiento–. Todos estábamos preocupados por Roshario, no sólo por el sufrimiento que padecía, sino porque temíamos que perdiera el uso de su brazo. Ayla cambió la situación. Roshario dice que ya no siente dolor y, con suerte, hay buenas perspectivas de que vuelva a recuperar totalmente su brazo.

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