Maestra del Alma (Spanish Edition) (24 page)

BOOK: Maestra del Alma (Spanish Edition)
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50. Abandonada

 

Cuando volvió al campamento, todavía tiritando y goteando, vio a Dai con la espalda a una roca tallando un trozo de madera con un cuchillo ignorando su llegada por completo. Cerca del fuego Suke parecía querer estar en cualquier lado excepto entre ellos dos, incluso parecía un poco sonrojado, aunque podía ser a causa de las llamas.

—Toma –dijo acercándole una manta sin hacer contacto visual –Envuélvete en esto y pon tu ropa a secar cerca del fuego.

—Gracias –dijo tomando la manta agradecidamente.

—La próxima vez, prepara un fuego cerca de la orilla –agregó lanzando una mirada brevemente a Dai, que continuaba ignorando la situación.

—¿No fue la decisión más inteligente, verdad?

—Definitivamente.

—Olía... y la ropa tenía sangre... y mi cabeza parece un lugar ideal para que pájaros empollen sus huevos –excusó Alina resignada.

Suke sonrió, y esa fue la primera victoria de Alina. Porque Dai nunca había sonreído de esa forma desinteresada y dulce, siempre era con sorna o mostraba todos sus dientes en una gran sonrisa. Nunca nada a medias tintas, o sonreía ampliamente o no. Suke era un viento fuerte en una tormenta, es verdad, pero Dai era un huracán. Alina fue hacia la cueva, ignorándose mutuamente con Dai, se quitó la ropa y se envolvió en la calentita manta que Suke le había prestado.

Alrededor del fuego Suke había clavado unas ramas y Alina colgó su ropa en ellas, luego se sentó a mirar las llamas mientras se secaba. El chico frente a ella seguía sin mirarla directamente, pero Alina notó que sus mejillas estaban aún más coloradas.

—¿Te estás sonrojando? –preguntó divertida, mejor hacer la situación un poco más amena entre ellos.

—¡No! –contestó duramente, pero su rostro se iluminó de rojo aún más.

—¡Si lo estás! –dijo riéndose un poco.

—Ya te dije que tenemos cosas más importantes de lo que preocuparnos que tú bañándote en un impulso.

—Basta de teatro, Suke... el que dijo eso fue el pervertido de Dai

—Yo soy Dai.

Alina suspiró y lo dejó correr. Pasaron unos minutos que los hermanos parecían moverse incómodos al unísono hasta que Suke la miró sonrojado furiosamente.

—Hay una chica, desnuda, usando mi manta para taparse... ¿y tú quieres que no me sonroje?

—En realidad, me dejé la ropa interior puesta –se burló Alina.

Suke hizo un sonido indistinguible y se llevó las palmas de las manos a los ojos como queriendo borrar una imagen. Ambos sintieron un golpe y vieron el cuchillo de Dai clavado en el suelo, la madera apartada a un lado.

—¡Me tiras rocas a mí y luego te burlas sonriendo como discapacitada mental con él! –gritó y sin más palabras se alejó del campamento mirando fuerte.

Alina miró a Suke y vio sorpresa en sus cejas levantadas, para luego dejar caer la máscara Daesuke de los primeros días en su rostro. Su sonrisa fácil y rubor habían desaparecido. Esa fue la segunda victoria de Alina, Dai admitiendo que él y Suke eran dos personas completamente diferentes, pero no se sentía como si hubiera ganado.

No entendía si se sentía enojada, culpable o dolida, pero no lo reflexionó mucho y, enganchando las puntas de la manta detrás de su cuello para crear una especie de vestido, salió detrás de Dai pisando igual de fuerte que él.

Lo alcanzó a pocos metros, enojada, definitivamente enojada, y cuando estuvo a su alcance tiró fuertemente de su trenza.

—Vete, ya es hora que nos dejes tranquilos y te largues. La única cosa que causas son problemas –espetó Dai.

—Tú fuiste quien me espió en el lago, tú fuiste quien insultó mi cuerpo y quien me ignoró cuando llegué al campamento con frío. No tienes derecho a enojarte solo porque Suke actuó como una persona normal –respondió ella señalándolo acusadoramente con su dedo índice.

—¿Cómo lo sabes? –dijo volteándose de repente haciendo que la trenza se escapara de entre las manos de Alina.

—¿Cómo se lo qué?

—¿Cómo sabes si fui yo o si fue él quien estuvo en el lago? No puedes saberlo, somos lo mismo, incluso vomitaste la primera vez que nos vistes juntos. Termina con tus juegos de intentar distinguirnos, es patético –dijo Dai dándole la espalda nuevamente.

—Ustedes fueron los primeros que comenzaron con el juego cuando me hicieron vomitar a propósito. Saben el efecto que causan y usan su poder para confundir aún más a las personas, así que no me culpes porque ustedes están enfermos de la cabeza.

—¡Cállate! –dijo abalanzándose un poco sobre ella al punto que Alina tuvo que retroceder un paso hacia atrás –No tienes ni idea de lo que estás hablando. Apenas nos conoces y crees que porque tienes un poder especial puedes saber todo sobre una persona. ¡No es así! ¿Me escuchas? No seas tan pretenciosa de creer que conoces a alguien.

—No sé de dónde has sacado la idea de que pretendo conocerlos, porque déjame decirte que son tan penetrables como una roca.

—Bien, ¡es exactamente la intención! No necesitamos a nadie, y nunca lo hemos necesitado. Pero tú sigues inmiscuyéndote donde nadie te llama, ¿por qué diablos sigues aquí realmente?

—Que no pueda conocerlos porque son las personas más cerradas del universo no quiere decir que no quiera, y puedo apostar que hubieron varios como yo a lo largo de su vida. Simplemente fueron lo suficientemente cerrados de mente como para no darse cuenta o importarles.

—¿Ah sí? Supongo que fuimos cerrados de mente cuando la gente huía o alejaba a sus niños de nosotros. Cuando nos llamaban abominaciones, cuando preferían darle sobras a los cerdos antes que a dos niños muriéndose de hambre. Cuando nos echaban de las aldeas tirándonos piedras...

Alina sintió que se le retorcía algo en el pecho... ella había hecho exactamente esto último hacia solo unas horas...

—Dai, no sabía....

—No, ¡no sabías! No sabes nada sobre nosotros, ¿por qué sigues aquí? Deja el drama de lado y di cuáles son tus intenciones exactamente. Porque si tu plan y el de la iluminada es que de repente nos volvamos un niño bueno y honesto, eso no va a funcionar. Te puedes ir yendo...

—No sé de lo que estás hablando, no hay ningún plan. Deja de desconfiar de todos los que te rodean.

—Desconfío porque ninguno ha dado razones como para no desconfiar.

—Quizás no le hayan dado la oportunidad a nadie.

—Entonces dime, si no es un plan, por qué sigues aquí.

—¿Eres ciego? ¿O simplemente no te da el cerebro? ¿Quieres que te lo deletree para que lo entiendas?

Silencio.

—Estoy aquí por la misma razón por la que tú no me has abandonado en la mitad del bosque.

—Te dejamos estar porque si no morirías deambulando en el bosque al cabo de una semana o los otros demonios te capturarían. ¿Estás aquí para cuidar que no nos muramos, entonces?

—Si eres tan malo y cruel, tan absorbido por la sombra... ¿por qué no lo hiciste? ¿Por qué no me abandonaste en la mitad del bosque?

—Estoy arrepintiéndome en este mismo instante. Sigues sin responderme, ¿por qué sigues aquí?

—¡Porque me gusta estar con ustedes, cerebro de pollo! ¿Es tan grande el crimen? ¿Es tan difícil de creer que me divierta con ustedes y especialmente con nuestros cruces de palabras? Tú y yo, quiero decir.

—Y tener dos de nosotros, el doble del entretenimiento.

—No lo dices en serio, solo no quieres admitirlo. Conozco a Suke desde hace unos días, y me agrada mucho, pero es contigo con quien estuve todo este tiempo las veinticuatro horas del día.

—No puedes saber quién es quién, nadie ha podido nunca, somos lo mismo.

—Son dos hermanos, profundamente conectados, pero son dos, no uno. Solo voy a preguntarlo una vez Dai, y voy a respetar sea lo que sea tu respuesta. ¿Realmente quieres que me vaya?

Dai le dio la espalda y se cruzó de brazos.

—Si.

Bueno, allí tenía su respuesta, tonto era pensar o esperar algo diferente del Demonio Supremo Daesuke. Pero dolía de todas formas.

—Bien, me iré en la mañana a primera hora.

Dai no se volteó, simplemente siguió dándole la espalda en silencio.

—Nunca te llamé Suke, ni a Suke lo llamé Dai –dijo a modo de despedida sintiendo las lágrimas llegar a sus ojos, pero negándose a darle el gusto de verla llorar.

Sin más, Alina retornó al campamento donde Suke seguía cuidando el fuego con el rostro impenetrable. No se dirigieron la palabra, él simplemente se levantó y entró al bosque por el camino por el que ella había vuelto. Aun sola, Alina no lloraría. Esperó hasta que las ropas se secaran, se cambió y se fue hacia el lago nuevamente a qué pasaran las horas.

No sabía cómo iba a hacer mañana, pero definitivamente cumpliría su promesa y se iría. Seguiría el curso del río donde tendría agua y pesca gracias a su nueva caña de pescar. Tiempo atrás, durante un viaje, alguien le había dicho que la mejor forma de encontrar una población en caso de perderse en la naturaleza era seguir el río, puesto que siempre habría gente viviendo cerca de ellos. Las noches serían un problema, no tenía abrigo, y tampoco sabía prender fuego sin fósforos o encendedor, por lo que el pescado no podría cocinarse. Pero no moriría como tantas veces había amenazado, y lo sabía desde el principio. Sería difícil, pero sobreviviría. No se dejaría ganar por nada ni por nadie.

Por la noche volvió al campamento pero, por suerte, los hermanos no estaban. El fuego seguía prendido y un par de pescados estaban tibios en una roca esperándola. El orgullo casi no la deja tomarlos, pero Alina era una persona racional y sabía que le deparaban unos días con mucha hambre por lo que los comió rápido, sin sentirles el gusto. El cuchillo y el trozo de madera con los que Dai estaba tallando en la mañana ya no estaban y no se los sentía en los alrededores.

Sin despedidas, entiendo,
pensó
.

Entró a la cueva y se dispuso a dormir tranquila puesto que seguramente fuera la última noche que dormiría resguardada, no tenía practica buscando refugios en el bosque.

Durmió profundamente esa noche, como lo hacía cuando estaban entrando al bosque hace tantos días atrás y Alina supo en seguida que habían sido los hermanos. Salió rápidamente de la cueva para encontrar exactamente lo que esperaba, Dai y Suke se habían ido. No quedaba ningún rastro que ellos habían estado ahí por más de una semana.

La habían abandonado.

51 Sádica

Una Maestra del alma, eso sí que era interesante.... Y preocupante.

La sombra caminaba por su caverna luego de haber exprimido la mente de Emir durante varias horas. Podía sentirlo en uno de sus hilos, la sensación de seguridad extrema de que esta chica era clave en la batalla que se aproximaba, sin importar en qué bando se encontrara. Al lado de la iluminada sería un inminente peligro, a su lado, sin embargo, sería la clave del éxito.

Sonrió ampliamente al imaginarse ganando nuevamente. Era verdad que la sombra no tenía un objetivo en particular con ganar la batalla y juntar demonios bajo su poder. Simplemente, adoraba la sensación de tener al mundo bajo su control y soñaba con alguna vez ser venerada como una diosa, como algunos ya lo hacían con la iluminada. También tenía que admitir que realmente disfrutaba con la desgracia ajena, no había nada más estimulante que ver el sufrimiento o hacer sufrir a una persona enteramente bajo tu control. Hacía sentir a uno poderoso, y eso era una adicción difícil de controlar.

Sádica, la habían llamado a lo largo de la historia. ¿Era sádico el niño que se reía cuando su amigo se tropezaba de forma poco elegante? ¿Era sádica la mujer que hacía sufrir a un amante solo para sentirse halagada y hermosa? ¿Era sádico el hombre que despedía a un empleado de su granja para aumentar su ganancia? ¿Dónde estaba el límite de ese llamado sadismo y la ambición?

La verdad era que tampoco le importaba, seguramente solo le importaba a la iluminada, el resto de las personas era más oscuro de lo que ella se imaginaba. Era tan fácil reclutar demonios, especialmente en aquellos débiles de mente, el problema era que tenía que ser quisquillosa con aquellos que seleccionaba para poder controlarlos fácilmente. Hacía excepciones con personas con un poder extremadamente fuertes, como lo había sido Daesuke y como lo sería ahora la Maestra del alma, cuyo vínculo era frágil y difícil de controlar.

Buscando el hilo que la unía con la Demonio Supremo Naná, la sombra llamó su atención y le hizo ver lo que quería adulándola con imágenes de ella permanentemente hermosa y joven. Le recordó que la misma sombra tenía casi un centenar de años y no había envejecido más allá de la adolescencia, le transmitiría el secreto en breve.

Ingenua mujer...

52. La más valiente

Hikaru se movía incómodo en su silla y miraba a todos como un cachorro perdido en un día de lluvia. El Palacio lo había cambiado desde la última vez que Alina lo había visto, actuando ahora más como un niño que como un adulto en miniatura. Habiendo conocido las Logias, no era raro que actuara así, Hikaru había pasado toda su vida sumergido en sus estudios sin ninguna clase de juego o diversión. No entendía bien por qué Mayra había solicitado que Hikaru esté presente en estas reuniones, no pretendería llevarlo a la guerra, ¿o sí? ¡Era solo un niño! En particular, en este momento más que un niño parecía una hormiga rodeada de un montón de lobos.

Recordando su primera reunión imprevista con el grupo de la iluminada, intentó encontrar su mirada tras el tul de su capucha y darle una sonrisa de aliento, cuando se acordó que no tenía ningunas ganas de sonreír. La realidad era que estaba escuchando con solo un oído lo que se decía en la reunión mientras que el otro permanecía cerrado en sus propios pensamientos.

Ian se encontraba ahora haciendo dando un reporte sobre cómo la había encontrado, luego de una seña de Alina para que se encargase él de informar y la dejase tranquila.

—Los centinelas la encontraron cuando fueron a investigar los alrededores de la masacre, estaba deambulando al costado del rio un poco desorientada —explicó Ian, sus alas desvanecidas dentro de la pequeña sala.

Lejos de defenderse, Alina se cansó de solo pensar en encontrar una respuesta apropiada que no la dejara quedar como una incompetente.

—La Demonio Supremo Naná seguía allí buscando a Daesuke, no era nuestra misión entrar en batalla con ella por lo que nuestras investigaciones eran cautelosas y en cubierto. Un par de días antes de encontrar a Alina descubrimos que había un punto en el bosque, de solo unos metros cuadrados, en dónde nos era imposible llegar. Terminábamos dando círculos a su alrededor, la Demonio Suprema también se había dado cuenta y prácticamente lo tenía rodeado de todo su batallón. Al día siguiente, el batallón de la Demonio Suprema recibió un ataque, y se movilizó hacia el norte en persecución de quién suponemos era Daesuke. El punto impenetrable desapareció a las pocas horas y cuando hacia allí nos dirigimos encontramos a Alina.

—No estuve sola ni dos horas –agregó Alina apretando los puños firmemente –él sabía todo esto y se usó a sí mismo como distracción.... Todo el tiempo estuvo protegiéndonos y no me dijo nada...

Nadie emitió sonido, aunque algunos la miraron un poco incómodos. Mayra, a su lado, tomó el brazo de Alina intentando calmarla. Los roles de hace unos días se habían revertido y era Mayra quién ahora intentaba hacer reaccionar a Alina y sacarla del pozo en el que se encontraba. No estaba deprimida, como lo había estado la iluminada, simplemente estaba triste y cansada. Ya no pensaba en volver a casa ni se cuestionaba si estaba loca o no, solamente quería ayudar a sus amigos y vivir tranquilamente en un mundo que había comenzado a querer con gente que le había enseñado mucho sobre sí misma.

—Tenemos que seguir adelante, no creo que haya sobrevivido a todo un batallón –tanteó Murdock.

Alina no respondió, pero tampoco lo negó, dando pie a que la discusión siguiese adelante.

—Tenemos los cetros prontos pero no tenemos ningún plan. Emir debe haber contado todo lo que sabe a la sombra por lo que tenemos que elegir una nueva estrategia, ya no tenemos a Daesuke para que nos diga lo que sabe. Estamos en cero —dijo Murdock desanimado.

Silencio.

—No tengo ni la menor idea de qué hacer –confesó Mayra cerrando los ojos.

 

* * *

 

Hikaru fue el primero en salir de la horrible y depresiva reunión, seguramente lo hubiese hecho antes si se lo hubieran permitido. Alina lo siguió y vio como una personita lo esperaba fuera apoyando su espalda en la pared frente a la puerta, claramente aburridísima. Marina sonrió ampliamente cuando lo vio salir y lo tomó del brazo no dando lugar a que nadie más que ella lo volviese a secuestrar. Juntos corrieron por el pasillo en risas, perdiéndose de vista.

—¿Tienes un rato para charla de chicas? –preguntó Mayra apareciendo a su lado.

Alina nunca había tenido una charla profunda mano a mano con otra chica, la realidad era que no tenía ninguna amiga en la que confiara. Extrañamente no le parecía una idea repelente como hubiese pensado unos meses atrás, la realidad era que quería desahogarse con alguien y, según sentía emanar de Mayra, ella también lo necesitaba.

—Claro, ¿existe chocolate en este mundo? –preguntó con pocas esperanzas.

—Oh si, a eso vamos.

Caminaron rápidamente antes que Elio las alcanzara y se dirigieron a las cocinas donde Mayra hizo su mejor acto de iluminada para conseguir unas galletitas con chispas de chocolate que olían a dioses. Una cocinera regordeta y simpática abrazó a Mayra cálidamente, algo bastante poco común con la iluminada y agregó a las galletitas una gran tarta de fresas.

—Ella es la madre de Elio –explicó Mayra aun con el brazo de la mujer en su cintura.

—Me disculpo por el despistado de mi hijo, Alina. No puede recordar ni de venir a saludar a su querida madre de vez en cuando –dijo animadamente la mujer.

Esa manzana ha caído muy lejos del árbol
, pensó Alina mientras la mujer les daba dos sonoros besos en la mejilla a ambas.

Recorrieron los pasillos del Palacio apuradas hasta llegar a la habitación de Alina, la de Mayra no tendría ni dos segundos de paz seguramente. Al entrar, se desplomaron en la cama y comenzaron a comer las galletitas con chispas esparciendo migas por todo el cobertor.

—Tendrás que guiarme, no entiendo bien cómo funcionan estas charlas –dijo Alina con la boca abierta—. ¿Nos pintamos las uñas y hacemos guerra de almohadas?

—¿Cuántas otras chicas de nuestra edad ves por aquí hablando conmigo? –preguntó Mayra.

—Buen punto –respondió Alina entendiendo que Mayra parecía estar exactamente en la misma situación que ella–. Bien, comienzo yo.

Alina le contó todo, incluso sobre Suke, algo que había mantenido en secreto hasta entonces. Le contó como aquella mañana en la que había despertado sintiéndose abandonada, había revisado una mochila armada para ella y dejada a su lado en la caverna. En ella había encontrado una manta, un pequeño puñal y una camisa hecha un bollo arrugada. Al estirarla descubrió que había sido usada para guardar dos objetos de forma apurada: una barra de jabón que quién sabe de dónde había sacado Dai y un tosco y peine de madera tallado con apuro y a medio terminar.

Se había quedado mirando esos objetos idiotizada durante unos minutos antes de entender qué significaban e intentar encontrar algún rastro de los hermanos que la llevara hacia ellos. No había tenido éxito y había seguido algo que parecía ser huellas durante un par de horas hasta llegar a un par de centinelas, quienes la miraron inquisitivamente y cuestionaron hasta decidir que efectivamente se trataba de Alina y dirigirla con Ian. El eleutheriano parecía honestamente contento de verla sana y salva pero Alina no le había casi dirigido la palabra en todo su trayecto de vuelta, tendría que disculparse con él cuanto antes.

El maldito de Dai había estado protegiéndola de forma permanente sabiendo que la Demonio Supremo Naná los rodeaba, y ella lo había ahuyentado con piedras. No había nada que pudiese cambiar eso y ahora era demasiado tarde para cambiarlo.

—Alina, no quiero ser presuntuosa, pero ¿estás segura de lo que estás sintiendo? –preguntó Mayra de forma cautelosa— Estamos hablando de alguien que era la mano derecha de la sombra. Ha matado a sangre fría, torturado y quién sabe qué más. No te dejes engañar por estos últimos días, gran parte de ese tiempo estaba espiándonos y por eso estaba tranquilo. Hay mucho sobre él que aún no sabes.

—Lo sé y me asusta un poco pensar que no conozco su verdadera naturaleza. De todas maneras no hay nada más que pensar, seguramente esté muerto y alimentando las lombrices del bosque –dijo Alina debatida tragando otra galletita.

—No subestimes a dos Dai juntos –intentó animar Mayra

—¿Qué hay de ti Mayra? A todo el mundo aquí le gusta pretender que todo será color de rosa cuando esto termine, manga de ingratos...

—No son ingratos, simplemente es el destino, es para lo que existo. No tiene caso luchar en contra a la corriente, ni siquiera puedo pensar en hacerlo —respondió Mayra recostándose sobre los almohadones.

—Pero estás aterrorizada –dijo notando como Mayra había comenzado a temblar—. Si la sombra ha logrado vencer a la iluminada una vez, seguramente lo opuesto puede realizarse. Al diablo con la maldita sombra, la aplastaremos como un bicho.

—Elio ha estudiado la posibilidad durante años mientras nadie lo mira, pero no hay caso, no es posible. Las debilidades de las iluminadas son verdaderas, las debilidades de la sombra son lo que nosotros llamamos virtudes.

—Antes no me tenían a mí –dijo Alina poniendo su máscara de valentía nuevamente, por el bien de su amiga.

—Siento que eres una pieza clave en todo esto Alina, pero no quiero levantar mis esperanzas muy alto y pensar que es por mi seguridad. Tengo que mantenerme objetiva.

—No tenemos ningún plan...

—No, pero eso no debe pararnos. Haremos como se definió en la reunión. Notificaremos a todos los pueblos para encontrarnos en el punto establecido y luego marcharemos hacia la sombra en las cavernas rocosas del norte. Terminaremos de afinar la estrategia sobre la marcha... sé que es difícil de entender, pero estoy segura que algo cambiará en el camino y se aclararán un poco nuestras ideas —explicó Mayra

Alina no se pudo contener y abrazó a Mayra fuertemente, como nunca antes había abrazado a otro ser, sintiéndose orgullosa de ella y no entendiendo cómo alguna vez la había considerado débil. ¿Cuándo se había olvidado ella que ser valiente no era aislarse del resto de las personas con una actitud antipática y fuerte? Ser valiente era poder seguir andando aunque supieras que en unos días podrías estar muerta, aunque temblaras de miedo como lo estaba haciendo Mayra en este momento, aunque lloraras a mares por la impotencia y por no tener otra opción.

—Eres la más valiente de todos nosotros Mayra, y te guste pensarlo o no haré todo lo posible para salvarte.

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