Read No abras los ojos Online

Authors: John Verdon

Tags: #novela negra

No abras los ojos (36 page)

BOOK: No abras los ojos
7.03Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Tenía el nuevo número de Kyle en marcación rápida. «Joder, hazlo ya.»

Sacó el teléfono, marcó el número y le salió el buzón de voz: «Hola, soy Kyle. No puedo responder ahora mismo. Por favor, deja un mensaje».

—Hola, Kyle, soy papá. He pensado en llamar para ver cómo te iba en Columbia. ¿El piso compartido va bien?—Dudó, estuvo a punto de preguntar por Kate, la exmujer de Kyle, pero se lo pensó mejor—. No hay nada urgente, solo quería saber cómo te va. Llámame cuando puedas. Hasta pronto. —Pulsó el botón de finalizar la llamada.

Una experiencia curiosa. Un poco enredada, como el resto de la vida emocional de Gurney. Se sentía aliviado de haber llamado por fin. También se sentía aliviado, para ser sincero al respecto, de que le hubiera salido el contestador de su hijo en lugar de su hijo. Pero tal vez ahora podría dejar de pensar en ello, al menos por un tiempo. Dio un par de sorbos más a su café, miró la hora—las 8.52—y volvió a la carretera comarcal.

A excepción de un Audi negro brillante y unos cuantos Ford y Chevrolet no tan brillantes con placas oficiales, el aparcamiento del edificio de la Oficina del Condado estaba vacío, lo habitual en una mañana de sábado. El alto edificio de ladrillo sucio parecía frío y desierto, como la institución sórdida que había sido en el pasado.

Kline bajó del Audi cuando Gurney aparcó en un sitio cercano. Otro coche, un Crown Victoria, entró en el aparcamiento y estacionó al otro lado del Audi. Rodriguez salió de detrás del volante.

Gurney y Rodriguez se acercaron a Kline desde direcciones diferentes. Intercambiaron saludos con la cabeza con el fiscal, pero no entre sí. Kline encabezó la comitiva a través de una puerta lateral de la cual tenía su propia llave, y a continuación subió un tramo de escaleras. No se pronunció una sola palabra hasta que los tres se sentaron en los sillones de cuero alrededor de la mesa de café del despacho. Rodriguez cruzó los brazos con fuerza sobre su pecho. Sus ojos oscuros eran poco comunicativos detrás de sus gafas de montura de acero.

—Está bien—dijo Kline, inclinándose hacia delante—. Es hora de ir al grano.

Estaba lanzándole a Gurney la clase de mirada penetrante que podría dedicar a un testigo hostil en el estrado.

—Estamos aquí debido a la bomba que ha prometido, amigo. Déjela caer.

Gurney asintió con la cabeza.

—Exacto. La bomba. Será mejor que tomen notas.

Una contracción bajo uno de los ojos del capitán le dijo a Gurney que había interpretado la sugerencia como un insulto.

—Vaya al grano—dijo Kline.

—La bomba viene por partes. Voy a tirarlas sobre la mesa. Hay que hacerlas encajar. En primer lugar, resulta que Héctor Flores es el nombre de un personaje de una obra isabelina, un personaje que simula ser un jardinero español. Interesante coincidencia, ¿no?

Kline frunció el ceño y miró a Gurney con aire inquisitivo.

—¿Qué clase de obra?

—Aquí es donde se pone interesante. La trama consiste en la violación de un gran tabú sexual, el incesto, que resulta que es un elemento común en la infancia de muchos delincuentes sexuales.

El ceño de Kline se arrugó aún más.

—Entonces, ¿qué está diciendo?

—Estoy diciendo que el hombre que vivía en casa de Ashton casi seguro que tomó el nombre de Héctor Flores de esa obra.

El capitán soltó un resoplido de incredulidad.

—Creo que necesitamos más detalles—dijo Kline.

—Esta obra trata sobre el incesto. El personaje de Héctor Flores en la obra aparece disfrazado de jardinero y…—Gurney no pudo resistirse a hacer una pausa dramática—. Resulta que mata al personaje femenino culpable de la obra: le corta la cabeza.

Kline puso los ojos como platos.

—¿Qué?

Rodríguez dedicó a Gurney una mirada incrédula.

—¿Dónde diablos está esa obra?

En lugar de empantanarse en la discusión que sin lugar a dudas se produciría si revelaba que el texto completo de la obra ya no existía, Gurney le dio al capitán el nombre y la información del antiguo profesor universitario de Peggy Meeker.

—Estoy seguro de que estará encantado de discutirlo con usted. Y, por cierto, no hay duda de que la obra se relaciona con el asesinato de Jillian Perry. El nombre del dramaturgo era Edward Vallory.

Kline tardó un par de segundos en comprenderlo.

—¿La firma del mensaje de texto?

—Así es. De manera que ahora sabemos con certeza que la identidad del «trabajador mexicano» era un engaño desde el primer día, un engaño en el que cayó todo el mundo.

El capitán parecía lo bastante furioso como para estallar en llamas.

Gurney continuó.

—Este hombre vino a Tambury con un plan a largo plazo y mucha paciencia. La oscuridad de la referencia literaria significa que estamos tratando con un individuo bastante sofisticado. Y el contenido de la obra de Vallory deja claro que la historia sexual de Jillian Perry es casi con absoluta seguridad el motivo de su asesinato.

Kline daba la impresión de que estaba intentando no parecer anonadado.

—Bueno, así que tenemos… Tenemos un nuevo punto de vista…

—Desafortunadamente, es solo la punta del iceberg.

Kline abrió mucho los ojos.

—¿Qué iceberg?

—Las chicas desaparecidas.

El capitán negó con la cabeza.

—Lo dije ayer y voy a decirlo de nuevo: no hay pruebas de que nadie haya desaparecido.

—Lo siento—dijo Gurney—. No quise utilizar mal un término legal. Tiene razón, todavía no se ha introducido ningún nombre en una base de datos oficial de personas desaparecidas. Así que vamos a llamarlas… ¿cómo? ¿«Graduadas de Mapleshade cuya ubicación actual no puede verificarse»? ¿Qué nombre prefiere?

Rodriguez se adelantó en su asiento y habló con voz ronca.

—¡No tengo por qué aguantar toda esta arrogancia!

Kline levantó la mano como un policía de tráfico.

—Rod, Rod, tranquilízate. Estamos todos un poco…, bueno, calma. —Esperó hasta que el hombre comenzó a apoyar la espalda en la silla antes de volver su atención a Gurney—. Digamos, solo como hipótesis, que una o más de estas chicas realmente han desaparecido o están ilocalizables, como sea el término adecuado. Si ese fuera el caso, ¿cuál sería su conclusión?

—Si han sido secuestradas por el hombre que se hacía llamar Héctor Flores, mi conclusión es que, o bien están muertas o bien lo estarán pronto.

Rodriguez se echó de nuevo hacia delante en su silla.

—¡No hay ninguna prueba! Si, si, si, si. Son solo hipótesis una encima de otra.

Kline inspiró lentamente.

—Me parece que hay que dar un gran salto para llegar a esa conclusión, Dave. ¿Quiere ayudarnos un poco con la lógica?

—El contenido de la obra, además de los mensajes de texto de Vallory, sugiere que el asesinato de Jillian Perry fue un acto de venganza por los abusos sexuales. Resulta que un factor común entre las estudiantes de Mapleshade es su historial de haber cometido abusos sexuales, lo cual las convierte a todas ellas en objetivos potenciales. Convertiría Mapleshade en el lugar perfecto para que un asesino motivado por esa cuestión encontrara a sus víctimas.

—«Objetivos potenciales», ¿has oído eso? «Potencial», lo acaba de decir. A eso voy. —Rodriguez negó con la cabeza—. Todo esto es…

—Espera, Rod, por favor—lo interrumpió Kline—. Ya te he entendido. Y créeme, estoy de tu lado, soy un hombre que se guía por las pruebas, igual que tú. Pero vamos a escucharle. Ya lo sabes, hay que estudiar todas las posibilidades. Vamos a escucharlo hasta el final. ¿De acuerdo?

Rodriguez dejó de hablar, pero siguió moviendo la cabeza como si no se diera cuenta de que lo estaba haciendo. Kline hizo una pequeña señal con la cabeza para invitar a Gurney a continuar.

—En cuanto a las chicas desaparecidas, la similitud en las discusiones que conducen a su partida es prueba
prima facie
de una conspiración. Es inconcebible que a todas se les ocurriera pedir un coche caro por pura coincidencia. Una explicación razonable es que se trataba de una conspiración urdida para facilitar sus secuestros.

Kline tenía cara de estar experimentando un reflujo de Tabasco.

—¿Tiene algún otro dato fiable que apoye la hipótesis del secuestro?

—Héctor Flores había pedido a Ashton oportunidades para trabajar en Mapleshade, y las chicas actualmente ilocalizables fueron vistas conversando con él, allí.

Rodriguez aún seguía negando con la cabeza.

—Eso es una conexión pillada por los pelos.

—Tiene razón, capitán—dijo Gurney con voz cansada—. De hecho, la mayoría de lo que sabemos está pillado por los pelos. Todas las chicas desaparecidas o secuestradas habían aparecido en anuncios de alta carga sexual de Karmala Fashion, igual que Jillian Perry, pero no sabemos nada acerca de esa empresa. No se ha determinado cómo se establecieron esos encargos para trabajar de modelo, ni siquiera se ha investigado. A día de hoy el número total de chicas que pueden estar desaparecidas todavía se desconoce. No se sabe si las chicas con las que no podemos contactar están vivas o muertas. Se desconoce si se están produciendo secuestros mientras estamos aquí sentados. Lo único que estoy haciendo es decirles lo que pienso. Lo que temo. Tal vez esté completamente loco, capitán. Espero por Dios que lo esté, porque la alternativa es horrenda.

Kline tragó saliva.

—Así que admite que existe una buena cantidad de suposiciones en su… visión de esto.

—Soy policía de Homicidios, Sheridan. Sin unas pocas suposiciones…—Gurney se encogió de hombros; su voz se fue apagando.

Hubo un largo silencio.

Rodriguez parecía desinflado, empequeñecido, como si la mitad de su ira hubiera desaparecido, pero no hubiera sido reemplazada por ninguna otra cosa.

—Imaginemos, solo es un suponer—dijo Kline—, que tiene razón en todo. —Extendió ambas manos con las palmas hacia arriba, como si estuviera abierto incluso a la teoría más descabellada—. ¿Qué haría usted?

—La tarea fundamental consiste en ponerse al día con las desaparecidas. Lograr las listas de alumnas de Mapleshade con información de contacto de las familias. Consígalas de Ashton esta mañana, si es posible. Entrevistas con cada familia, con cada compañera de la clase de Jillian; a continuación, todas las del año anterior y el anterior. Respecto a cualquier familia con una hija cuya ubicación no sea verificable, se han de obtener todos los detalles descriptivos y circunstanciales que puedan introducirse en el VICAP, NamUs, bases de datos del NCIC; sobre todo si el último contacto con la familia fue la discusión de la que hemos oído hablar.

Kline miró a Rodriguez.

—Podríamos intentarlo de todos modos.

El capitán asintió con la cabeza.

—Muy bien, adelante.

—En los casos en que no pueda localizarse a la hija, se recoge una muestra de ADN a partir de un pariente biológico de primer grado: madre, padre, hermano, hermana. En cuanto el laboratorio del DIC tenga el perfil, se compara con el perfil de todas las mujeres de la edad adecuada fallecidas en el plazo de la desaparición y cuyos cadáveres no han sido identificados.

—¿Ámbito?

—Nacional.

—¡Dios mío! ¿Se da cuenta de lo que está pidiendo? Todo ese material va estado por estado, en ocasiones condado por condado. Algunas jurisdicciones no las guardan. Algunos ni siquiera las recogen.

—Tiene razón, es como un grano en el culo. Cuesta dinero, requiere tiempo, la cobertura es incompleta. Pero será mucho peor si más adelante tiene que explicar por qué no se hizo.

—Bien. —La palabra de Kline sonó como una exclamación de disgusto—. ¿Después?

—Después, investigar a Allessandro y Karmala Fashion. Ambos parecen demasiado difíciles de localizar para ser empresas comerciales normales. A continuación, hablar con todas las estudiantes actuales de Mapleshade con respecto a cualquier cosa que puedan saber sobre Héctor, Allessandro, Karmala o cualquiera de las chicas desaparecidas. Después, interrogar a todos los empleados de Mapleshade actuales y recientes.

—¿Tiene alguna idea de la cantidad de horas y hombres de los que está hablando?

—Sheridan, esta es mi profesión. —Hizo una pausa por el significado de su lapsus—. Quiero decir que era mi profesión. El DIC ha de poner una docena de investigadores en esto lo antes posible, más si puede. Una vez que llegue a los medios, se lo comerán vivo si ha hecho menos que eso.

Kline entrecerró los ojos.

—Tal y como lo está describiendo, nos comerán vivos de todos modos.

—Los medios tomarán la ruta que atraiga más audiencia—dijo Gurney—. El llamado periodismo informativo es una película de buenos y malos. Deles una historia grande y candente de buenos y malos y la sacarán. Garantizado.

Kline lo miró con recelo.

—¿Como qué?

—La historia aquí ha de ser que se han hecho todos los esfuerzos, que se ha sido totalmente «proactivo». En el instante en que usted y el equipo del DIC descubrieron la dificultad de algunos de los padres para ponerse en contacto con sus hijas, usted y Rod pusieron en marcha la mayor investigación de la historia por un caso de asesino en serie: alerta máxima, todos a cubierta, vacaciones canceladas.

El disco duro mental de Kline parecía estar analizando todos los resultados posibles.

—¿Supongamos que se abalanzan sobre el coste?

—Fácil: «En una situación como esta, ser proactivo cuesta dinero. La falta de acción cuesta vidas». Es una respuesta estereotipada difícil de discutir. Deles la historia de la movilización gigante y tal vez se mantengan lejos de la historia de la investigación fallida.

Kline estaba abriendo y cerrando los puños, flexionando los dedos; sus ojos parecían delatar que la excitación daba paso a la incertidumbre.

—Está bien—dijo—. Será mejor que empecemos a pensar en la conferencia de prensa.

—En primer lugar—dijo Gurney—, es necesario poner las cosas en marcha. Si la prensa descubre que todo es mentira, la narración cambia,
ipso facto
: de los héroes del momento a los idiotas del año. A partir de ahora, han de tratar esto como el caso potencialmente enorme que es probable que sea, o despedirse de sus carreras.

Tal vez algo en la posición de la mandíbula de Gurney convenció a Kline o, quizás, una astilla de metralla del horror potencial del caso atravesó por fin su ensimismamiento. Por alguna razón, parpadeó, se frotó los ojos, se recostó en su silla y le lanzó a Gurney una mirada larga y funesta.

BOOK: No abras los ojos
7.03Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

White Fire by Douglas Preston, Lincoln Child
1636: The Cardinal Virtues by Eric Flint, Walter H Hunt
Destiny by Jason A. Cheek
The Ruby Talisman by Belinda Murrell
Madness Rules - 04 by Arthur Bradley
Lost Boy by Tim Green