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Authors: Eleanor Coppola

Tags: #Historia, Referencia, Otros

Notas a Apocalipsis Now (8 page)

BOOK: Notas a Apocalipsis Now
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El espectáculo estaba patrocinado por la Asociación de Mujeres del American College de Manila. Era la primera vez que me encontraba en una sala repleta de mujeres occidentales desde que salimos de San Francisco. No podía cesar de mirar lo que las otras mujeres vestían, cómo se peinaban, qué tipo de zapatos calzaban. Luego me sorprendía a mí misma y me volvía a concentrar en los bailarines, pero mis ojos se desviaban una y otra vez para mirar a las otras mujeres.

28 de mayo, Manila

Acabo de prepararme un poco de crema de trigo. La primera cucharada me ha sorprendido, de lo caliente que estaba. Había olvidado el tiempo que hacía que no comía nada tan caliente. Aquí lo más normal es un mango frío.

El sabor de la crema de trigo me ha recordado cuando estaba embarazada y tenía náuseas. Fue lo único que comí durante cuatro meses. Hoy estoy mareada y me duele todo. Pensaría que es por el clima tropical o por algo exótico que comí, pero llevo cinco días aquí en Manila.

¡Dios! Acabo de pesarme y estoy en cuarenta y un kilos. No había pesado tan poco desde que tenía catorce años. Mi madre me escribió recientemente y me contó que había leído en alguna parte que los trópicos no son adecuados para las mujeres blancas.

Una de esas cucarachas gigantes acaba de aparecer por un extremo de la cama y se ha encaramado por la colcha. Esto agota mi paciencia. Apenas las tolero en la cocina y el baño. Janet Sheen me contó que una noche, en Iba, se despertó con una cucaracha en la cara.

29 de mayo, Manila

Acabo de darme cuenta de lo bien que estoy esta noche en casa, a solas. Sofía ha ido a pasar la noche a casa de los vecinos de aliado; Gio y Roman se han ido al cine con Marc y tomarán un taxi para volver, Les parece divertido correr a casa justo antes del toque de queda.

Francis está en Iba. Es el único que me preocupa. Está exhausto por todo y muy nervioso. Lleva unos cuantos días filmando con el barro hasta la cintura, empapado todo el día. Esta noche se reúne con el abogado y el personal de producción para evaluar lo que van a hacer tras el tifón. Mona fue hoy a Iba con el perito de la compañía de seguros y dijo que Francis quiere definitivamente interrumpir la producción durante unas semanas. Francis no se rinde con facilidad. Me pregunto qué planes tiene.

Esta mañana había un papelito al lado de la cafetera, con varios números anotados en tinta roja. Abajo decía que la producción lleva un retraso de seis semanas y que supera el presupuesto en dos millones de dólares.

Acabo de ver el nombre de Bob Dylan en la revista Time. Me recordó una noche que fue a nuestra casa de San Francisco y me sentí abochornada, aquí sentada, al otro lado del mundo y a un año de distancia. Acudió con Marlon Brando y otra gente después de un concierto organizado por Bill Graham. Francis preparó una olla enorme de espaguetis con aceite de oliva, ajo y bróculi. Yo estaba en la cocina, acabando de preparar los platos, y todo el mundo se fue sentando a la mesa. Bob estaba colgando su chaqueta, o algo así, y cuando llegó al comedor sólo quedaba un sitio libre, junto a los niños, en un extremo; así que se sentó allí, lejos de su mujer y de Marlon y Francis. Se quedó allí sentado con aire sombrío y, en la mitad de la cena, se levantó y se marchó. Yo intenté convencerme de que estaba cansado por el concierto y que probablemente no tendría hambre, pero tuve remordimientos por no haber sido una buena anfitriona. Nunca estoy cómoda con los grupos de gente que no conozco, y sin embargo me encuentro asiduamente en el epicentro de cenas espontáneas de diez o quince personas, muchas de ellas desconocidas. Supongo que el día que aprenda a relajarme y disfrutar, Francis decidirá convertirse en un ermitaño.

Había una mujer que me llamaba de vez en cuando y me preguntaba: «Ellie, dime, ¿quién estuvo cenando en la casa de ustedes la semana pasada?».

Un famoso al que no conozco es como una persona anónima a la que no conozco; me hace sentir tímida e incómoda, quizá todavía más que los anónimos.

Hoy me he pasado el día en cama, me sentía pésimo. Por la cabeza me han pasado cantidad de ideas aleatorias. Algo me hizo pensar en mi amiga Theo, que una vez me dijo que, en total, era la responsable de treinta y dos baños … contando la casa de Cleveland, la de Sun Valley, el rancho y la casa de San Francisco. Recuerdo que me reí, porque yo estaba en la casa de San Francisco y pensaba que seis baños eran muchos. Ahora creo que sumo veintisiete, si cuento nuestras casas de Los Ángeles, Nueva York, San Francisco y Napa, además de esta casa aquí en Manila.

30 de mayo, Manila

Francis regresó hoy. Bill Graham estaba con él. Me contó que pasaron por la misma zona de estanques que sobrevolamos la semana pasada. El tifón había derribado las pequeñas cabañas cerca de los diques y cientos de personas habían quedado atrapadas en los escombros. No parecía haber ninguna operación de salvamento oficial. Francis y Bill empezaron a hablar de todo lo que habían pasado durante los cinco últimos días. En Iba, el set del hospital de campaña había quedado totalmente destruido por el viento. La lancha de patrulla había sido arrastrada tierra adentro, a unos quince metros, hasta la primera hilera de carpas; la lancha se había incrustado contra la plataforma del helicóptero; el río había crecido muchísimo y se había llevado montones de provisiones que estaban cerca del muelle; el camión generador había sido cubierto por el agua y probablemente era irrecuperable; el riel del
travelling
estaba enterrado bajo un metro de barro. Todos colaboraron, acarreando sacos de arena y sacando barro, y el viernes y el sábado lograron filmar.

5 de junio, Manila

Hace una semana que me siento mal y tengo náuseas. Nunca he tenido náuseas y cansancio, excepto cuando estaba embarazada. Hoy he estado fantaseando sobre qué pasaría si estuviera embarazada. Pensé en cuántas horas he pasado cavilando sobre la posibilidad real de estar embarazada. Incluso hubo una época en mi vida en la que pensaba mucho por qué no quedaba embarazada. Me he preguntado cuánto tiempo promedio pasa una mujer pensando en este tema. Oí hablar de un médico que ha curado a algunos de producción que regresaron enfermos de Iba. Es filipino, y yo he estado yendo a un médico europeo. Le pedí que viniera a examinamos a Francis y a mí. Cuando llegó, a mí me ignoró por completo y en cambio hizo mucho aspaviento con Francis.

El punto básico de Su diagnóstico fue que estamos deshidratados y que nos falta sal. Dijo que las curas milagrosas que le había aplicado a la gente del equipo consistían en alimentación intravenosa. En cuanto se marchó, fui a la cocina y me comí dos rodajas de sandía, con mucha sal. Quizá sea todo psicológico, pero el caso es que me siento mejor.

8 de junio, aeropuerto de Manila

18:00 - Llevamos unos cuarenta y cinco minutos a bordo de un avión. Tomamos este vuelo con la esperanza de despegar hacia San Francisco. En seis o siete puntos entre la terminal y el avión había muchos policías con armas automáticas. El mes pasado ha habido dos secuestros de aviones por parte de los rebeldes, para atraer la atención sobre la guerra civil. Todavía no hemos despegado. Por altoparlante han anunciado que el retraso se debe a un problema de la fuente de energía externa. Estamos con las luces apagadas, excepto los indicadores de las salidas. El aire acondicionado también está apagado. La gente había subido al avión con cierto decoro; ahora están todos desabrochándose las camisas y abanicándose con los menús.

Regresamos a casa porque la producción se suspendió durante seis semanas. La compañía entera se traslada a Pagsanjan, a unas dos horas en coche desde Manila, por caminos asfaltados. Se va a concentrar todo en una única locación. Los sets que se destruyeron en Iba se van a reconstruir cerca de Pagsanjan. También dejamos nuestra casa de Manila. Robin se quedó para hacemos el traslado. Nos vamos a casa hasta que todo esté listo para reiniciar la filmación.

19:30 - Nos hicieron bajar del avión. Estoy sentada en una silla de plástico en la terminal del aeropuerto. Hay algo en esta sala de espera que podría ser de cualquier lugar del mundo. Una vez, en un vuelo a Río de Janeiro, llevaba toda la noche volando y de pronto me despertaron y me hicieron bajar en una terminal. No había nada particular en ella. Vi a muchos turistas japoneses y, de pronto, tuve miedo. Quizá me había equivocado de avión. Busqué pistas de en qué país me encontraba, en qué lugar del mundo estaba. Resultó ser Lima, Perú.

20:30 - Por altoparlante anuncian que el vuelo a Los Ángeles ha sido cancelado definitivamente. «Los pasajeros del vuelo 865 hacia Bangkok y Europa están embarcando ahora.» Todavía no han dicho nada sobre el vuelo 106 a Honolulu y San Francisco.

21:15 - Han anunciado nuestro vuelo. Partirá a las 22:15. El reloj de la pared marca las 14:30…

Estoy en ese punto en que empiezo a fijarme en las manchas de chicles aplastados en el suelo.

Comienzan a escocerme los ojos por el humo de cigarrillo que circula a través de las rejillas del aire acondicionado. Siempre digo que cada uno se fabrica su propia realidad, de manera que cuando me quedo atrapada así tendría que reconocer que yo lo he elegido. Pero en momentos así es cuando esta filosofía se me desmorona. Podría estar de mejor humor, supongo, pero acabamos de salir del hospital esta misma tarde. Francis y yo no nos encontrábamos bien, de manera que el médico nos mandó al hospital durante tres días. Nos hicieron muchas pruebas y nos alimentaron por vía intravenosa. El médico nos dijo que, por los resultados de los análisis, parecíamos haber pasado seis meses en un campo de concentración. Los dos estábamos deshidratados y con síntomas de desnutrición. Estuvimos en camas de hospital con suero y todo, hasta que Francis se puso tan nervioso que se levantó, les dijo que nos quitaran todos los sueros y nos largamos. La habitación parecía más bien de motel, toda alfombrada y música funcional. Estaba formada por una sala de estar y el dormitorio, separados por un biombo de acordeón. Teníamos dos camas individuales con dispositivos eléctricos, y Francis se pasaba los largos ratos de impaciencia jugueteando con los botones para elevar los pies, o la cabeza, o sencillamente elevar la cama hasta el máximo y luego hacerla descender. Ingresamos el lunes por la noche, y el martes por la mañana, cuando desperté, el guardaespaldas de Francis estaba sentado en el sofá, leyendo la guía de teléfonos. Tardé media hora en reunir el valor para pedirle que esperara fuera, en el pasillo.

Una enfermera pequeñita me dio un baño de esponja en la cama. Era muy discreta, y cada vez que acababa con una parte del cuerpo me la cubría, manteniendo en todo momento una actitud pudorosa frente al hombre que había en la cama adyacente. Empecé a fantasear sobre cuál sería su proceder cuando tuviera que asear a Francis. Cuando acabó con mi baño, me agradeció y desapareció. Entonces entró un enfermero para asear a Francis.

8 de junio

Hace unas veinticuatro horas que salimos de nuestra casa en Manila. Estamos volando el último tramo: Honolulu-San Francisco. Sofía tiene quince mantas y un montón de almohadas extendidas por los tres asientos a mi lado. Está jugando a las casitas con una niña de unos cuatro años, y empiezan a alborotarse. Roman tiene los auriculares puestos. Se ha aprendido de memoria el orden de la música en los diferentes canales estéreo. A la banda sonora de
El Padrino
en el canal 11 le sigue un cambio rápido al canal 3, justo a tiempo para que empiece a sonar la música de
El golpe
. Ahora Sofía ha dibujado una carita con un chicle pegado a un trozo de papel. Ha moldeado una boquita, dos ojos y una especie de serpiente que hace de pelo, y ahora está dibujando el cuerpo sobre el papel.

13 de junio, Napa

Nos despertamos aquí, en esta casita sin color. Cuando Francis abrió la puerta parecía igual que Dorothy abriendo la puerta del país de Oz. Hay un estanque reluciente con nenúfares, un islote con un sauce llorón y una rana grande y verde. Hay árboles en flor, setas tallados, arces japoneses con hojas de colores. Sofía salió corriendo por los pequeños senderos con su divertido pijama, como si fuera un duendecillo. A la derecha, los viñedos perfectamente cuidados se extienden hacia 10 alto de la colina hasta los eucaliptos y los robles gigantes, y detrás están los secuoyas. Es como el punto donde se encuentran el mundo real y el de los sueños. Me siento plena y en casa, y totalmente de acuerdo con el proverbial «hogar, dulce hogar». Manila me parece parte de una vida pasada.

Mediados de junio, Napa

Anoche abrimos una botella de vino de 1889 que Francis sacó de la parte más abarrotada de la bodega de la casa grande. El corcho estaba deshecho. Se encontraban aquí Bob Mondavi y Mike, y cada experto tenía una teoría diferente sobre cómo sacar el viejo tapón. Tardaron una media hora en sacarlo del todo. Buscaron algo para decantar el vino; sólo había un tarro grande de manteca de maní. El vino estaba todavía en buenas condiciones.

20 de junio, Napa

El sábado necesitaba desesperadamente estar a solas. Tenía ganas de llorar, pero no se me ocurría ningún motivo. Sólo deseaba marcharme, subir sola por la colina, pero tuve que estar vigilando a los niños mientras lavaban los platos y ordenaban. Es sorprendente lo desordenados que nos hemos vuelto todos, cómo nos hemos acostumbrado a dejar todo tirado por cualquier rincón. Vivir en esta casita representa un gran cambio respecto de tener a cuatro personas sirviéndolos en la gran casa de Manila, aunque prefiero estar aquí. Hacia el mediodía, cuando conseguimos que todo estuviera ordenado, y me disponía a salir, empezó a llegar gente. Eran amigos que venían a hacer un picnic. Me pregunté cómo decirles que quería estar a solas un rato. Finalmente reuní el valor suficiente y pedí permiso para ausentarme. Di un maravilloso paseo por un camino frondoso que iba hasta dos viejos depósitos de agua. Entre los árboles, se divisaba una vista panorámica del valle. Se veían las ordenadas hileras de viñedos y las colinas al otro lado. Estuve mucho tiempo allí sentada. Vi una liebre, varios pájaros carpinteros, un arrendajo azul. Los depósitos de agua estaban hechos con unos preciosos tablones descoloridos que habían sido rojos; eran del tipo de madera que se ve en las fotos de una cocina «campestre» en un departamento elegante neoyorquino. En algún lugar de mi mente me preguntaba todo el tiempo si mi familia e invitados se habrían enfadado conmigo.

21 de junio, Napa

Francis estaba leyendo un libro sobre la vida de Gengis Kan, haciendo comentarios en el grabador y murmurando cosas sobre Kurtz. Yo me fui con los niños al almacén de quesos. Compramos un excelente queso de cabra, un Cheddar de Borgoña, Camembert maduro, unos cuantos quesos blandos franceses de los que nunca había oído hablar y que estaban en la misma caja que el Boursin, y un poco de Gruyere. Cuando volvimos, Gio tomó unas hojas de parra y arreglamos los quesos encima de la tabla de cortar, entre las hojas. Entonces salimos fuera a organizar un picnic con fruta, pan y queso, sobre el césped, bajo el magnolio, que ahora está todo florido. Francis abrió una botella de Cabernet; los niños también tomaron vino.

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