Punto crítico (28 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

BOOK: Punto crítico
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Bajo la presión económica de la liberalización de tarifas aéreas, las compañías estaban reduciendo personal, incluso en el sector de mantenimiento. Y acortaban el período de estacionamiento entre vuelos. En ocasiones, los aviones permanecían en tierra desde dos horas a menos de veinte minutos. Eso exigía un gran esfuerzo por parte del personal de mantenimiento. Norton, al igual que Boeing y Douglas, estaban interesados en contribuir a la eficacia del personal. De ahí la importancia del presentador virtual de datos, que proyectaba los manuales de reparación en unas gafas.

Casey continuó con su trabajo.

A continuación echó un vistazo al resumen semanal de averías, redactado para que la FAA pudiera investigar cuidadosamente los fallos de las piezas. Durante la semana anterior, no se había producido ningún fallo importante. Un compresor de motor se había ahogado; un indicador de temperatura de los gases de escape había fallado; una luz de obstrucción del filtro de aceite se iluminaba incorrectamente; un indicador de calor de combustible se encendía injustificadamente.

Acto seguido leyó los informes de la CEI sobre incidentes anteriores. El Departamento de Apoyo al Producto controlaba todo avión que hubiera sufrido un incidente una vez cada dos semanas durante los seis meses posteriores al incidente, para asegurarse de que la evaluación de la Comisión de Estudio de Incidentes era correcta y que los fallos no se repetirían en el futuro. Luego redactaban un informe resumido, como el que Casey tenía sobre su escritorio:

INFORME DE INCIDENTE DE AERONAVE

INFORMACIÓN
CONFIDENCIAL
EXCLUSIVAMENTE PARA USO INTERNO

INFORME Nº: IRT-8-2776

FECHA: 8 de abril

FECHA DEL INCIDENTE: 4 de marzo

MODELO: N-20

FUSELAJE Nº: 1280

OPERADOR: Jet Atlantic NFA

LOCALIZACIÓN: PS Portugal

INFORME DE: J. Ramones

REFERENCIA: a) AVN-SVC-O8774/ADH

TEMA:
Fallo en una rueda del tren de aterrizaje principal durante el despegue

DESCRIPCIÓN DEL INCIDENTE:

Se informó de que durante la rodadura de despegue se encendió el aviso de «fallo en el giro de la rueda», debido a lo cual la tripulación de vuelo abortó el despegue. El neumático de una rueda del tren de aterrizaje de morro estalló y se produjo un incendio en el cubo de la rueda, extinguido por el personal de tierra. Los pasajeros y la tripulación abandonaron la aeronave usando los toboganes de evacuación. No se produjeron heridos.

MEDIDAS POSTERIORES:

La inspección de la aeronave reveló los siguientes daños:

  1. Los dos
    flaps
    sufrieron daños considerables.
  2. El motor número 1 presentó daños de consideración debidos al hollín.
  3. La bisagra del
    flap
    interior sufrió daños menores.
  4. La rueda número 2 estaba deshinchada en aproximadamente un 30 por ciento. No hubo daños ni en el eje ni en el pistón del tren de aterrizaje delantero.

La evaluación del factor humano reveló los siguientes datos:

  1. Los procedimientos de vuelo de la cabina requieren control adicional por parte de la compañía aérea.
  2. Los procedimientos de reparación en el extranjero requieren control adicional de la compañía aérea.
  3. El avión se encuentra en proceso de reparación. La compañía está investigando los procedimientos internos.

David Levine

Integración Técnica

Departamento de Apoyo al Producto

Norton Aircraft

Burbank, California

Los informes de los incidentes siempre eran diplomáticos. Casey sabía que, en este caso, el personal de mantenimiento había sido tan incompetente que la rueda del morro se había bloqueado durante el despegue, reventando los neumáticos, lo que podría haber causado un incidente de consecuencias graves. Pero el informe no lo decía en esos términos. Había que leer entre líneas. El fallo había sido responsabilidad de la compañía aérea; pero la compañía aérea era el cliente… y atacar a un cliente no beneficiaba a la empresa.

Casey sabía que con el tiempo el incidente del 545 de TransPacific se resumiría en un informe igualmente diplomático. Pero aún quedaba mucho por hacer.

Norma regresó.

—Las oficinas de TransPacific ya han cerrado. Tendré que pedirles la revista mañana.

—Muy bien.

—¿Cariño?

—¿Sí?

—Vete a casa.

Casey suspiró.

—Tienes razón, Norma.

—Y descansa un poco, ¿de acuerdo?

21:15 H
GLENDALE

Su hija había dejado un mensaje en el contestador diciendo que iba a pasar la noche en casa de Amy, con el permiso de su padre. Casey no se alegró al oír la noticia. Pensaba que su hija no debía irse a dormir a casa de sus amigas los días de colegio, pero no podía hacer nada al respecto. Se metió en la cama, cogió la fotografía de Allison de encima de la mesilla de noche, la miró un momento, y volvió a su trabajo. Estaba revisando las comunicaciones del vuelo 545, comparando las coordenadas de ruta de cada tramo con las transcripciones de radio de las torres de control de Honolulu y Oakland, cuando sonó el teléfono.

—Casey Singleton.

—Hola, Casey. Soy John Marder.

Se sentó en la cama. Marder jamás la llamaba a casa. Miró el reloj y vio que eran más de las nueve de la noche.

Marder carraspeó.

—Acaba de telefonearme Benson, de Relaciones Públicas. Un programa de noticias de la televisión le ha pedido permiso para filmar el interior de la planta. Les ha dicho que no.

—Ya. —Era lo normal. No se admitía el acceso de la prensa a la planta.

—Luego ha recibido una llamada de una productora de
Newsline
llamada Malone. Dijo que querían entrar en la fábrica, y ha insistido en que les permitiéramos hacerlo. Una mujer agresiva y pedante. Benson le ha dicho que lo olvidara.

—Ajá.

—Me ha asegurado que ha estado cortés.

—Ajá. —Casey esperaba.

—Esa tal Malone dice que
Newsline
está preparando un reportaje sobre el N-22, y que quería entrevistar al presidente. Benson le ha explicado que Hal está fuera del país.

—Ya.

—Luego la mujer ha sugerido que reconsideráramos su solicitud, porque el reportaje de
Newsline
tratará de los problemas de seguridad del avión. Ya sabes, dos incidentes en dos días, un fallo de motor y una extensión de
slats
, con el resultado de varios pasajeros muertos. Ha dicho que había hablado con algunos críticos (no ha dado nombres, pero puedo imaginármelos) y que quería darle a nuestro presidente la oportunidad de responder.

Casey suspiró.

—Benson le ha respondido que quizá pudiera conseguirle una entrevista con el presidente la semana próxima —prosiguió Marder—. Pero ella se ha negado. Que
Newsline
emitirá el reportaje este fin de semana.

—¿Este fin de semana?

—Exactamente —respondió Marder—. No podían haber escogido un momento peor. El día antes de mi viaje a China. Es un programa de gran audiencia. Lo verá todo el país.

—Sí —dijo ella.

—Luego la mujer ha añadido que quería ser justa, y que el hecho de que una compañía no respondiera a las acusaciones daba mala espina. De modo que si el presidente de la compañía no podía hablar, quizá pudiéramos encontrar a algún otro ejecutivo que lo hiciera.

—Ajá…

—Así que me entrevistaré con esa idiota mañana a mediodía —dijo Marder.

—¿Delante de las cámaras?

—No, no. Nada de cámaras. Pero tocaremos el tema de la investigación de la CEI. Así que creo que sería bueno que estuvieras presente.

—Desde luego.

—Al parecer, piensan emitir un reportaje alarmista sobre el N-22 —dijo Marder—. Todo por culpa de esa maldita cinta que ha emitido la CNN, que ha sido lo que ha destapado la olla. Pero estamos metidos en esto hasta el cuello, Casey. Y tendremos que hacer todo lo posible para salir bien parados.

—Allí estaré —respondió ella.

6:30 H
AEROPUERTO DE MARINA

El zumbido suave e insistente del despertador despertó a Jennifer Malone. Lo paró, miró el hombro bronceado del hombre que estaba junto a ella y sintió un arrebato de furia. Era un especialista de una serie de televisión que había conocido unos meses antes. Tenía facciones angulosas, un estupendo cuerpo musculoso, y sabía lo que hacía en la cama… Pero Jennifer detestaba que sus amantes se quedaran a dormir. Después de la segunda vez se lo había insinuado amablemente. Pero el tipo se había dado la vuelta y se había quedado dormido de inmediato. Y allí estaba, roncando como un descosido.

Jennifer detestaba despertar y encontrar un hombre a su lado. Lo detestaba todo: los ruidos que hacían al respirar, el olor que emanaba de su cuerpo, el pelo grasiento sobre la almohada. Incluso los mejores, las celebridades que la habían encandilado a la luz de las velas, por la mañana parecían ballenas mojadas, varadas en la playa.

Al parecer, los hombres no sabían ponerse en su sitio. Iban a verla, conseguían lo que querían, ella conseguía lo que quería, y todos contentos. Entonces, ¿por qué coño no se iban a dormir a su casa?

Jennifer lo había llamado desde el avión: «Hola, hoy estaré en la ciudad, ¿qué planes tienes para esta noche?». Y él había respondido sin titubear: «Tú eres mi plan». Cosa que a ella le había parecido bien. Sentada en el avión, junto a un ejecutivo inclinado sobre su ordenador portátil, le había causado gracia oír la voz en el teléfono, diciendo: «Tú eres mi plan. Voy a follarte en todas las habitaciones de tu suite».

Y, en honor a la verdad, había cumplido con su palabra. No era un tipo sutil, pero tenía energía de sobra, esa energía física típica de los californianos, imposible de encontrar en un hombre de Nueva York. No sentía la necesidad de hablar de nada. Se limitaba a follar.

Pero en esos momentos, con la luz del día entrando a raudales por la ventana…

Mierda.

Jennifer se levantó de la cama, sintiendo el frío del aire acondicionado sobre su piel desnuda, y abrió el armario para escoger la ropa que se pondría aquel día. Debía entrevistar a unos tipos formales, así que eligió unos tejanos, una camiseta blanca de Agnes B. y una chaqueta azul marino de Jil Sander. Llevó las prendas al cuarto de baño y abrió el grifo de la ducha. Mientras el agua se calentaba, llamó al cámara y le dijo que estuviera en el vestíbulo del hotel una hora después.

Mientras se duchaba, repasó mentalmente el plan del día. Primero Barker, a las nueve. Como calentamiento, haría una toma breve de él con algún avión al fondo. Luego cortaría y terminaría en su despacho.

A continuación Rogers, el periodista. No había tiempo para filmarlo en la sala de redacción de su periódico, en Orange County. Lo haría en Burbank, otro aeropuerto, una imagen diferente. Hablaría de la Norton con los edificios de la Norton a su espalda.

Luego, a mediodía, se entrevistaría con el ejecutivo de la Norton. Para entonces, los otros dos tipos ya la habrían puesto en antecedentes, así que procuraría asustar a los de la Norton para que le dejaran ver al presidente.

Y finalmente un diálogo breve con el perseguidor de ambulancias. El viernes, alguien de la FAA, para equilibrar las fuerzas. Y alguien de la Norton, también el viernes. Haría una toma de Marty ante las puertas de la Norton. Todavía no habían escrito el guión, pero lo único que necesitaba era la introducción. Lo demás se doblaría. Y como material de relleno, pasajeros embarcando rumbo a su aciago destino, despegues, aterrizajes y algunas imágenes sensacionalistas de accidentes.

Con eso bastaría.

El reportaje iba a ser un éxito, pensó mientras salía de la ducha. Sólo le preocupaba una cosa: el fulano que dormía en su cama.

¿Por qué demonios no se largaba de una vez?

6:40 H
CONTROL DE CALIDAD

Cuando Casey entró en las oficinas de Control de Calidad, Norma alzó la vista y señaló al fondo del pasillo.

Casey la miró con perplejidad.

Norma hizo una seña con el pulgar.

—Ya estaba ahí cuando he entrado esta mañana —dijo—. Se ha pasado una hora al teléfono. De repente, el señor Dormilón ya no es tan dormilón.

Casey echó a andar por el pasillo. Cuando llegó al despacho de Richman, le oyó decir:

—De ninguna manera. Estamos convencidos de que todo saldrá bien. No. No. No lo sé. No tengo la menor idea.

Casey asomó la cabeza.

Mientras hablaba por teléfono, Richman estaba repantigado en la silla, con los pies sobre el escritorio. Al verla, pareció sobresaltarse. Cubrió el auricular con una mano.

—Acabaré en un minuto.

—Bien. —Casey volvió a su despacho y ordenó unos papeles. No quería a Richman cerca. Debía mandarlo a hacer otro recado.

—Buenos días —saludó él, entrando en el despacho. Parecía radiante, con una sonrisa de oreja a oreja. Dijo—: He conseguido los documentos de la FAA. Los he dejado encima de tu mesa.

—Gracias —respondió Casey—. Hoy tendrás que ir a la oficina central de TransPacific.

—¿A TransPacific? ¿No está en el aeropuerto?

—No; creo que está en el centro de Los Ángeles. Norma te dará la dirección. Quiero que consigas copias atrasadas de la revista de a bordo de la compañía. Tantas como puedas. Por lo menos las del último año.

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