Sólo tú (6 page)

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Authors: Jordi Sierra i Fabra

BOOK: Sólo tú
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Aunque al comienzo le doliera reconocerlo.

Llamó al timbre de la puerta tras colarse directamente en el edificio al encontrar la del vestíbulo abierta y oyó la voz de Teresa al otro lado.

—¿Sí?

—Soy yo, Beatriz.

La hija de Mati abrió la puerta y no se detuvo ni un segundo tras hacerlo. Dio media vuelta mientras le decía:

—Pasa.

Fue tras ella. Teresa tenía trece años y las inseguridades propias de su edad. Era agradable, tierna, pero con complejos que empezaban a fastidiarla. El principal, el exceso de pecho. Llevaba hierros en los dientes y vestía con espíritu de tribu aunque mantenía cierta irreverencia y pose de combate. Cuando fruncía el ceño parecía feroz. Cuando sonreía era un ángel. Beatriz la encontraba atrevida, guapa y chispeante. Teresa se sentía todo lo contrario y la envidiaba a ella. Era la hermana mayor que no tenía.

La adoraba.

—No están, pero ya no creo que tarden —la informó metiéndose en su habitación.

Beatriz continuó tras ella.

—¿Qué tal?

—¡Puaf! —Fue expresiva—. Exámenes.

—Dímelo a mí.

—Tú terminas ya —expresó con envidia—, y no tienes que dejarte las cejas para, como mínimo, aprobar. Yo, en cambio...

Se sentaron en la cama, las dos. Las paredes de la habitación estaban llenas de pósteres de cantantes más o menos guapos y de algún que otro deportista. Apenas si quedaba espacio. En un panel de corcho se distribuían algunas fotografías personales. En una se las veía a las dos, abrazadas, riendo como locas.

Su padre se había ido con Mati hacía cinco años.

Y la única que no lo había superado era su madre.

—¿Qué harás este verano?

—Reflexionar —dijo Beatriz.

—¿Y eso es bueno o es malo?

—Es lo único que tengo.

—Ya.

—¿Tú tienes claro lo que harás cuando acabes de estudiar?

—Me gustaría ser periodista, cada día le veo más sentido.

—No está mal.

—Es genial... si lo consigues, por supuesto, y si trabajas en un periódico de verdad, o en la tele, o te vas de corresponsal a alguna parte del mundo. Pero supongo que ésa es la parte romántica que les gusta a todos. —Chasqueó la lengua—. Tú también podrías ser periodista, con lo bien que escribes.

—Gracias.

—Aunque tu último comentario en el blog...

—¿Qué pasa?

—¡Te cargas a Brainglobalnoise!

—¿Tú también? —La miró asustada.

—¿Yo también qué? Son geniales.

—Son basura.

—¡No digas eso!

Imposible luchar contra una fan. No hay nada más fuerte que la creencia y el amor de una fan por su cantante o grupo favorito. Es el amor supremo. En la adolescencia, por fin se tiene algo en que creer. Algo que se cree sólido. Tratar de inmiscuirse es buscarse su enemistad. Se aferran a ello en cuerpo y alma. En Inglaterra, cada vez que un grupo famoso se separa, se establecen teléfonos de ayuda para las fans, porque el grado de suicidios aumenta y las depresiones se convierten en habituales. Cuando una fan pone su vida entera al servicio de una causa, y esa causa se rompe, a veces llega el fin del mundo. Esos cinco chicos guapos y privilegiados que de pronto se tiran los trastos a la cabeza y dicen odiarse, sacando a relucir las miserias del grupo, causan más estragos que un divorcio paterno. Es como decirle a alguien que todo aquello en lo que creía no era verdad, que mientras sonaban las canciones y parecían felices, mentían y se reían de todo. Había sucedido una y otra vez, con New Kids on The Block, Backstreet Boys, Take That... Cada generación pensaba que «su» grupo era distinto, y también que sería eterno.

—Lo siento, pero no me gustan. —Fue sincera.

—¿Los has escuchado bien?

—Lo intento, pero hacen tanto ruido...

—¡Es lo que expresan, el ruido global, el caos, pero por encima de él cantan y expresan la rabia, la furia capaz de romperlo todo!

No tenía ganas de reír. No allí, en su habitación. Tampoco quería frustrarla. A ella menos que a nadie. Cuando su madre se había unido a su padre, Teresa tenía ocho años. Una edad incierta. Ya casi no veía a su padre biológico, porque era un alcohólico. Su pasado había sido bastante amargo. Ahora los tres vivían felizmente.

Algo que no podía decir Beatriz. Con su madre anclada en el pasado.

—¿Quieres que los oigamos juntas? —le propuso Teresa.

Iba a rendirse, por no herirla, dispuesta a buscar una flor en la basura, pero en ese momento las dos oyeron el ruido de la puerta del piso abriéndose.

Se sintió salvada por la campana.

Beatriz y Teresa se levantaron de la cama para acudir en busca de su padre y de su madre, respectivamente.

 

 

Al llegar a casa fue directamente a la habitación de Carlota.

La encontró pegada a un libro, como era habitual, con la cabeza apoyada en las dos manos y los codos hincados en la mesa. Su hermana pequeña ni levantó la vista para mirarla. Pronunció apenas un difuso:

—¿Qué?

—Papá te manda un beso.

Eso sí hizo que la chica se enfrentara a sus ojos.

—¿Has ido a verlo?

—Sí, claro, ya sabes que voy cada semana.

No hubo respuesta, y de alguna forma, en ese instante, Beatriz vio en Carlota el reflejo de Teresa. Una tenía ocho años y la otra nueve cuando se produjo el cambio en sus vidas. Teresa había sustituido un padre por otro. Carlota lo había perdido.

Y, fiel aliada de su madre, todavía no lo había perdonado.

Quizá nunca lo hiciese.

—Estará tan pancho.

—Está bien —la corrigió Beatriz.

—Pues bueno. —Se dispuso a seguir estudiando.

—Deberías ir a verlo.

Consiguió detenerla de nuevo.

—No pienso ir a esa casa —dijo con firmeza.

—Lo que pasó entre papá y mamá es asunto suyo; nosotras...

—Lo que pasó nos afecta a todos —puntualizó ella—. Nos abandonó —dijo remarcando el «nos»—. Prefirió la frivolidad y el sexo antes que una familia y sus hijas.

—No sabes cómo piensan ni cómo son los mayores. No juzgues.

—Me importa un pito cómo piensen y cómo sean los mayores. Era mi padre, y nos jorobó a todas. Escogió a ésa. Muy bien. Yo no tengo por qué hacerlo.

—Pareces mamá.

Carlota la taladró con la mirada.

Catorce años de rebeldía.

Y por lo menos, ideas propias, aunque fuesen equivocadas y estuviesen influenciadas por la figura materna.

—Siempre será nuestro padre —dijo Beatriz.

—Era tu ídolo. —La voz de su hermana pequeña se hizo mucho más dura e inflexible—. Tú se lo perdonarías todo. Para ti, papá era... como Dios, pero para mí sólo era eso, un padre, alguien al que necesitaba. Lo viviste con doce años, pero yo tenía nueve.

—Fue duro para todas.

—Fue un palo, y los palos dejan huellas y cicatrices, así que no me vengas de mensajera de la paz.

—Pregunta siempre por ti.

—Pues menos mal.

—Incluso Luisa lo ve.

—Pero no va a esa casa.

—No —reconoció.

—Déjame estudiar, ¿quieres? —La invitó a irse.

—Carlota...

Su hermana estalló.

—¡Mierda, Beatriz, engañó a mamá, con una más joven, como todos!

—¡Ya no tenían nada en común! ¡Esas cosas pasan! ¿Qué querías, que vivieran juntos y se amargaran la vida el uno al otro? Ahora, al menos uno es feliz, y mamá podría serlo si dejara su resentimiento y se diera una oportunidad.

—¿Una oportunidad con otro? ¿Te refieres a eso? ¿Quieres a un tío asqueroso aquí, en casa? ¡Pues yo no!

—¡Tenemos que ayudarla!

—¡No así! ¡Mamá por lo menos es coherente con sus ideas y con lo que siente! Y tú..., tú... —Pareció no encontrar las palabras adecuadas, batida por los huracanados vientos de su furia—. ¡Tú eres más rara que un perro verde, hermanita, no sé cómo puedes pretender dar lecciones de nada a nadie!

—Yo sólo intento...

—¡Que haya paz y armonía, que todo el mundo sea feliz, que se viva la vida siempre pase lo que pase, que haya esperanza! ¡Oh, sí, Miss ONG! —El grito la sacudió de arriba abajo—. ¿Quieres dejarme estudiar de una maldita vez?

Vaciló un simple segundo.

El rostro de Carlota lo decía todo.

Soltó una bocanada de aire, ahogó las lágrimas que afloraban en sus ojos y se retiró de la habitación cerrando la puerta a su espalda.

El puñetazo de una mano sobre la mesa fue el último de los sonidos que oyó además de sus pasos por el pasillo en dirección a su habitación.

 

 

Al entrar en su blog no se sorprendió de que hubiera varias respuestas sobre su comentario acerca de Brainglobalnoise. Una cosa era hablar de temas dispersos, y otra muy distinta meterse con algo que estaba de moda, sentar las bases de una polémica, disparar con fuego verbal de verdad sobre un nuevo icono juvenil. Había comentarios del tipo «No tienes ni idea, tía», «Vete a un asilo, vieja» y «¿Qué sabrás tú de música? Los Beatles murieron hace más de cuarenta años. ¿Te has enterado de que estamos en el siglo
XXI
?». Pero lo que más la sorprendió fue un texto largo, muy largo de alguien que ni la insultaba ni parecía un simple fan. Un adulto, con lenguaje adulto y puntos de vista adultos. Un verdadero contrincante.

Y se sentía peleona.

Leyó aquel texto.

«Me sorprende tu punto de vista. Tu fotografía no revela la edad que tienes, pero incluso eso es lo de menos. Hablamos de música, de unos artistas, de unas personas que ofrecen lo que hacen a la consideración del público. Y es normal que ese arte no guste a todo el mundo por igual. La uniformidad a veces es mala. Es bueno que haya puntos de vista diferentes. Sin embargo... ¿No era Elvis Presley el que decía en un disco que “50 millones de fans no pueden equivocarse”? Brainglobalnoise responden a una inquietud de hoy, rabiosamente actual. Vivimos en tiempos difíciles, con subidas del petróleo, crisis, hambrunas, desplomes bursátiles... Y la juventud se enfrenta a un futuro siempre incierto, cargado de miedos. Lo que hace Brainglobalnoise es plantarse y gritar, muy fuerte, que algunos están hartos, y que de la insatisfacción ha de surgir la rebeldía que rompa con lo establecido. Porque de eso se trata, de romper. Ya hay bastantes cantantes guapos que le cantan al amor, y muchos grupos que rockean o rapean, pero con letras pasadas de moda en el primer caso o machistas en el segundo. Brainglobalnoise buscan su espacio, nada más. Y a juzgar por la respuesta del público, lo están consiguiendo.

»Cada tiempo tiene su música, y cada música tiene su tiempo. ¿Hubo hippies porque alguien tenía que enfrentarse a la guerra de Vietnam, o la guerra de Vietnam facilitó que apareciera el movimiento hippy, con su pacifismo, y que de él derivara una música propia? ¿La crisis petrolera de 1973 desplomó el rock y facilitó la aparición del punk, o fue la insatisfacción de aquella generación la que quiso volver a los orígenes porque el rock se había vuelto sofisticado y había perdido su alma rebelde? A Brainglobalnoise probablemente los juzgará la historia, y no por sus ventas o su éxito, sino por su legado. Deberías respetar eso. Deberías respetar a unos chicos que tratan de ser honestos y exponen su arte a la consideración pública. Tú, con tu blog, también expones tu manera de ser, pero no es lo mismo. Piénsalo, querida bloguera.»

Firmaba «Rogelio».

Sonrió.

Encontrar a un adversario que estuviese a la altura siempre era bueno.

Quería hacer un pequeño vídeo para YouTube. Poner de fondo
Kontaminación
y montar unas imágenes duras, durísimas, sobre ese fondo musical. Pero no para sublimarlo, sino para que el espectador se diera cuenta de la falacia de la letra.

Leyó el texto por segunda vez, y se detuvo en algunas de las frases más significativas.

«Brainglobalnoise buscan su espacio, nada más. Y a juzgar por la respuesta del público, lo están consiguiendo», «50 millones de fans no pueden equivocarse», «Cada tiempo tiene su música, y cada música tiene su tiempo», «A Brainglobalnoise probablemente los juzgará la historia, y no por sus ventas o su éxito, sino por su legado», «Deberías respetar a unos chicos que tratan de ser honestos y exponen su arte a la consideración pública»...

—¿Buscar un espacio que, a juzgar por la respuesta del público, están consiguiendo? ¡Publicidad y una campaña masiva de alienación! —gritó para sí misma—. ¿Música de este tiempo? ¿Los juzgará la historia? ¿Legado? ¡No pasarán a la historia, ni dejarán ningún legado, por Dios! ¡Desaparecerán, como todos los productos de mercado sin una base! ¿Chicos honestos que exponen su arte? ¿Arte?

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