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Authors: Mike Resnick

Tags: #Ciencia Ficción

Starship: Mercenario (33 page)

BOOK: Starship: Mercenario
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Con el paso de los años he dado forma a la galaxia. Existen varios cúmulos de estrellas —el Cúmulo de Albión, el Cúmulo de Quinellus y varios otros, y un par que aparecen por primera vez en este libro, los Cúmulos del Fénix y el de Casio—. Existen planetas individuales, algunos lo bastante importantes como para aparecer en el título de un libro, como Walpurgis III; algunos que reaparecen en historias y períodos diferentes, como Deluros VIII, Antares III, Binder X, Keepsake, Spica II y algunos otros, y cientos (quizás ya sean millares) de mundos (y también de razas, ahora que lo pienso) que son mencionados en una sola ocasión y no se vuelve a saber de ellos.

Y además tenemos que contar con unos señores que, si no son los malos, al menos podemos llamarlos la Desleal Oposición. Algunos de ellos, como el Imperio Sett, emprenden una única guerra contra la Humanidad y ahí termina todo. Otros, como los Gemelos Canphor (Canphor VI y Canphor VII) han sido una espina en el corazón de los humanos durante casi diez milenios. También los hay como Lodin XI, que cambian de bando casi a diario, de acuerdo con la situación política.

Llevo un cuarto de siglo empeñado en la construcción de este universo, y cada vez que sale un nuevo libro, o un nuevo relato, lo siento más real. Si me dais otros treinta años, acabaré por creerme todo lo que he escrito sobre él.

APÉNDICE 3

ESTACIÓN SINGAPORE

Breve historia de una infraestructura por Deborah Oakes
[1]

La Estación Singapore es conocida en toda la galaxia por su estatus diplomático único y la vitalidad de su comercio. Pocos se han parado a pensar en qué formidable hazaña de la ingeniería representa el conjunto de esta estación. Cuando la Estación Saville y el Puesto Avanzado Lewis decidieron unir fuerzas, formando la semilla de lo que sería la Estación Singapore, ambas poseían sistemas de energía, atmósferas estándar y técnicas de construcción parecidas. Aun así, situaron cuidadosamente su estación combinada en un punto del nuevo sistema Langrage para minimizar los efectos gravitacionales en la estructura. Durante los primeros cincuenta años, sólo se añadieron estaciones con atmósferas estándar a la Estación Singapore. Siempre que era posible, los sistemas de energía y comunicación se integraban en la red de la Estación Singapore. Las esclusas de aire y los diques fueron usados para unir las estaciones vecinas o se trasladaron a los límites, siempre en expansión, de la Estación Singapore. Algunas secciones quedaron tan interconectadas que sólo las direcciones de las empresas revelaban a qué estación había pertenecido anteriormente una sección. En otros lugares aún sobreviven vestigios de la historia de la estación. Las corrientes en la estructura global se equilibran y se monitorizan cuidadosa y constantemente. En toda la historia de la Estación Singapore nunca ha habido una separación o desacople involuntario: un hito dada su compleja estructura. Los huecos de los ascensores y las estaciones del nivel de transporte están entre las estructuras construidas específicamente para la Estación Singapore, no se aprovecharon los de las estaciones integrantes. El transporte de mercancías está automatizado y utiliza vainas de carga esféricas y un sistema magnético de inducción. Todas las secciones y los hangares están conectados por monorraíl en el nivel de transporte. Es una característica de la estación que el viaje automatizado horizontal en los niveles de atmósfera estándar es, virtualmente, inexistente.

Cuando un consorcio de estaciones con atmósfera de cloro se acercó por primera vez a la Estación Singapore con una propuesta de ensamblaje, hubo una oposición considerable por parte de los ingenieros. Interconectar dos sistemas atmosféricos que se aniquilaban mútuamente suponía un alto riesgo. Por fuerza, los sistemas de energía y los estándares estructurales de las estaciones con atmósfera de cloro eran radicalmente distintos. El cloro es un elemento muy activo y resulta corrosivo para muchos metales, así que las estaciones usaron cantidades equivalentes de enormes piedras naturales y artificiales. Finalmente, como podía esperarse tratándose de la Estación Singapore, se alcanzó un compromiso. Se creó un nuevo nivel, que no se unió a los otros existentes ni a la atmósfera estándar, sino al otro lado del nivel de transporte. El nuevo nivel se integró en el conjunto de la estructura de manera flexible, en el nivel de transporte, y fue responsable de mantener su propia estabilidad dinámica y sus servicios. Las complejas interconexiones con el sistema de comunicaciones quedaron limitadas y los que respiraban cloro podían usar únicamente algunas instalaciones cuando convenía. Éste se convirtió en el esquema básico para añadir estaciones no estándar a la Estación Singapore. El siguiente nivel que se añadió fue un nivel de negociación sin atmósfera, situado bajo el nivel de cloro. Las instalaciones se limitaban a salas de conferencias, servicios informáticos e instalaciones de transporte y emergencias. Deshabitadas, excepto por los negociadores durante los congresos, también sirven como amortiguador entre el nivel de cloro y el entorno de la atmósfera de amonio.

Los entornos de quienes respiran amonio son una serie de cilindros y esferas interconectadas con una amplia variedad de presión atmosférica, gravedad y temperatura. Muchos brillan hermosamente, al estar recubiertos por materiales reflectantes que ayudan a mantener las bajas temperaturas propias de las lunas que son el hogar nativo de la mayoría de quienes respiran amonio. Algunos residentes prefieren una mezcla de amonio y metano. Sus hábitats sirven como punto de contacto entre los entornos de amonio y el último nivel de la Estación Singapore —los enormes hábitats de quienes respiran metano—. Dos de estas enormes estaciones espaciales son las últimas adiciones no estándar a la Estación Singapore. De forma ovoide achaparrada y parecidas a enormes esqueletos, estas enormes estaciones proporcionan la atmósfera de alta presión requerida por la única raza conocida que respira metano, que se desarrolló en la atmósfera de las gigantes gaseosas de la galaxia.

Del mismo modo que se han añadido nuevos niveles para quienes respiran cloro, amonio y metano, la parte de la Estación Singapore con atmósfera estándar ha continuado expandiéndose, hasta alcanzar cuatro niveles y más de ocho kilómetros de diámetro visible. En algunas zonas, las conexiones laterales se han visto limitadas por la arquitectura de las estaciones originales. Las estaciones mejor conectadas tienden a ser centros comerciales. Las que tienen un acceso de personal limitado pero un buen acceso de mercancías se convirtieron en refugios para traficantes y ocasionalmente, para algún fabricante. Todas las secciones con un sistema de transporte pobre, en general, se convirtieron principalmente en espacios residenciales o de almacenamiento.

De vez en cuando, una característica de una estación ensamblada se revelaba como inesperadamente ventajosa. Por ejemplo, la granja experimental fue, tiempo atrás, una parte de una estación de investigación. Limitada por el crecimiento de la estación, ahora está iluminada artificalmente y se conserva como el parque de la sección de York, rodeado por algunas de las residencias más caras de la Estación Singapore. En otro caso, un enorme tanque de agua, parte de la barrera antiradicación de una primitiva estación, se ha convertido en un centro de ocio, y sirve, también como reserva de agua para emergencias. Hay muchísimas características únicas que pueden encontrarse en los múltiples niveles de la estación. A los visitantes que deseen ver más instalaciones, se les aconseja usar un guía local. Disfruten explorando la Estación Singapore.

APÉNDICE 4

PLANO DEL CASINO EL RINCÓN DEL DUQUE

por Deborah Oakes

APÉNDICE 5

REINAS PIRATAS

por Mike Resnick

Ocurrió algo interesante cuando iba escribir este apéndice. Empecé a recibir toneladas de cartas de los fans a propósito de
Starship: Pirata
, y casi todas tenían que ver con Val. Aunque no hace su aparición hasta la mitad del segundo libro de
Starship
, es claramente el personaje más popular de la serie.

Un montón de cartas preguntaban cómo se me ocurrió la peculiar idea de una Reina Pirata. Así que supongo que es momento de hacer una confesión: las reinas pirata han estado por ahí desde mucho antes que la ciencia ficción. Y eso me hace pensar que quizás os gustaría saber algo de su historia.

Hugo Gernsback, quien creó el género como una categoría editorial separada con
Historias sorprendentes
, allá en 1926, definió la ciencia ficción (el primer término, que fue una metedura de pata, fue «cientificción») como una rama de la ficción que haría que los chicos se interesaran por la ciencia. Las chicas, presumiblemente, estaban demasiado ocupadas jugando con sus muñecas.

Pero estos chicos no tenían ingresos durante la Depresión, así que después de que Buck Rogers y Hawk Carse y la tripulación del
Skylark
de Doc Smith hubieran hecho su aparición, los editores decidieron que quizás deberían empezar a lanzar algún material que atrajera a los chicos no tan jóvenes, como de quince a diecinueve años.

Vamos a las Reinas Piratas.

Probablemente, la más memorable de las primeras, sea Belit, quien demostró ser una perfecta pareja para el temible Conan, en el clásico de Robert E. Howard, «La reina de la costa negra».

Después Stanley Weinbaum ideó a Peri la Roja, quien, como Belit, tiene el aspecto de Sofia Loren de joven y las habilidades físicas de Tarzán.

A. Merritt aportó la despampanente Sharane, tentadora, sacerdotisa y, sí, reina pirata a bordo del
Navío de Ishtar
.

Y de repente fue una avalancha, y las reinas piratas que blandían una espada empezaron a salir como setas por todos lados, algunas buenas, otras malas, todas vestidas para un clima extremadamente cálido. No podías dar un paso sin toparte con una.

Y luego ocurrió algo, y ese algo fue John Campbell Jr., el editor más influyente de la historia de la ciencia ficción. Se hizo cargo de la edición de
Astounding
a finales de la década de 1930, la convirtió en la revista más prestigiosa del género y pagó tanto (para aquella época) que era más viable para un autor reescribir una historia un par de veces siguiendo las especificaciones de Campbell, que vender otra recién salida de la máquina de escribir en cualquier otro lugar.

Campbell no permitió sexo o tensión sexual en
Astounding
, y nadie puede negar que las despampanantes y semidesnudas reinas piratas tienen algo más que un poco de atractivo sexual para los chicos y los que tienen alma de chico, razón por la que se han hecho tan populares.

No desaparecieron —nadie ha conseguido jamás hacer que el Tópico Número Uno desaparezca—, pero se trasladaron a revistas más baratas y entre el veinticinco y el cincuenta por ciento de la sutileza verbal se fue al garete, y la mayoría de sus habilidades físicas siguieron pronto el camino de los dinosaurios. Los chicos querían héroes con los que identificarse, así que los Chicos Buenos siempre eran hombres… pero también querían una reina pirata semidesnuda, así que durante la mayor parte de la década siguiente las Reinas Piratas se convirtieron en villanas, dispuestas a conquistar la galaxia (con frecuencia, seduciendo al héroe).

Se convirtieron en tales parodias de sí mismas con la llegada de las ediciones de Campbell y de su migración masiva a las revistas más baratas que, finalmente, un buen escritor, no de ciencia ficción, llamado William Knoles escribió una pieza muy divertida en tono nostálgico para el número de noviembre de 1960 de la revista
Playboy
, titulado «Chicas para el dios de barro», una cariñosa mirada retrospectiva a todas las reinas piratas desaparecidas y sus desaparecidas vestiduras. La definición de Knole lo dice prácticamente todo: «A diferencia de otras chicas del espacio, las Reinas Piratas (el término es genérico e incluye altas sacerdotisas y despóticas amazonas) hacían las cosas bastante a su manera hasta la última página. Asesinaban a los pasajeros de los buques espaciales para divertirse, torturaban, muertas de celos, a la heroína y seducían con todas sus fuerzas al héroe.»

¡Ay, así era la cosa, verdaderamente! En 1997 reuní el artículo de Knoles, tres cuentos de Reinas Pirata de Henry Kuttner, una réplica jocosa de Isaac Asimov («Playboy y el dios de barro») y un par de cosas relacionadas, y la antología
Chicas para el dios de barro
fue publicada por Obscura Press.

Hasta anteayer, la gente, incluyendo al humilde abajo firmante, hacíamos bromas con las típicas reinas piratas de los años cuarenta. En mi relato breve «Catástrofe Baker y las ecuaciones frías», la Reina Pirata, quien había estado viajando de polizón en la nave del héroe, le pregunta cómo se las ha arreglado para identificar su ocupación tan rápidamente. «Bueno, señora —le contesta—, en mi larga experiencia, las reinas piratas siempre pueden identificarse por sus nombres exóticos, su naturaleza lujuriosa, su apetito por la destrucción y sus orgullosos y arrogantes pechos.»

Eran fáciles de identificar, aquellas Reinas Piratas de los años cuarenta.

Pero como cualquier otro jovencito que se mira al espejo y se pregunta de dónde ha salido todo ese cabello cano y por qué ya no le cubre la coronilla, me queda un poco de cariño por las Reinas Piratas. Así que pensé que podría recuperar a una, pero no a una de las de pecho prominente y cabeza hueca de los años cuarenta. Retrocedí un poco más atrás en la historia de la ciencia ficción para dar con una fuente, hasta Belit y Peri la Roja y algunas de sus parientes piratas más cercanas, como la maravillosa Jirel, de Joiry de C.L. Moore.

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