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Authors: Javier Peleigrín Ana Alonso

Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil

Tatuaje I. Tatuaje (25 page)

BOOK: Tatuaje I. Tatuaje
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—¿Qué significan esos símbolos de la empuñadura? —preguntó Álex, incapaz de refrenar su curiosidad.

Los jefes de los clanes lo miraron escandalizados, y Garo dio un paso hacía él, enseñando los dientes con expresión amenazante. Sin embargo, Óber esbozó un gesto apaciguador con la mano.

—Nuestro invitado es un humano y desconoce nuestras leyes —dijo, sonriendo—. Su juventud le inclina a la espontaneidad, y eso no siempre es malo. ¿Alguno de los presentes quiere responder a su pregunta?

Álex se volvió hacia Jana con expresión interrogante, pero, antes de que la muchacha tuviese tiempo de abrir la boca, las tres hijas de Pértinax se levantaron al unísono, se alisaron los volantes del vestido y se volvieron hacia Óber con cara de alumnas aplicadas.

—Los dos signos de la empuñadura representan a Mercurio y a Ibis —respondió la rubia con un siseo de ultratumba—. Los antiguos lo identificaban con Hermes, Señor de lo oculto, pero también ha recibido otros nombres.

—Aah-Tehuti, Toth, a veces Nebo —prosiguió la morena con el mismo siseo inhumano que su hermana—. Pero nosotras preferimos pronunciar su nombre olvidado: Dyehuti.

—Son los signos del Último, Guardián de las Palabras, Lengua de la Creación, Mago de los Dioses… Cuando cayó fulminado bajo la ira de Drakul, sus nombres se grabaron en el puño de la espada —concluyó la hermana pelirroja.

Cuando calló, todos los presentes respiraron hondo, aliviados. Las fúnebres inflexiones de aquellas voces idénticas parecían haber envenado el aire.

Las muchachas se sentaron, mientras su padre las observaba con una mezcla de ternura y tristeza. Daba la impresión de que él también había estrado conteniendo el aliento mientras ellas hablaban, para no contaminarse de su inhumanidad.

—Mis hijas están muy versadas en el saber antiguo —murmuró el anciano con orgullo, mientras las muchachas regresaban a su rigidez de máscaras—. Han pagado un alto precio por sus conocimientos, como podéis ver.

Álex observó la espada, procurando ocultar su curiosidad. Las trillizas habían hablado de dos símbolos, pero él veia tres. ¿Por qué no habían dicho nada del símbolo central? ¿Acaso no lo veían? El muchacho las miró de reojo mientras se planteaba la posibilidad de formular la pregunta en voz alta. Después de todo, el signo del centro, el que ellas no habían mencionado, era el que más le interesaba…

Porque se trataba de una serpiente, y eso le hizo pensar de inmediato en Jana y en el inquietante tatuaje de su espalda.

De pronto sintió la mirada de Óber clavada en su rostro, ardiente como una quemadura. El jefe de los drakul parecía estar escrutando su alma. ¿Habría leídos sus pensamientos? ¿Se habría dado cuenta de que él había visto un signo más en la espada?

—¿Hay algo más que quieras saber? —le preguntó Óber sin dejar de mirarlo.

Álex se esforzó por controlar la expresividad de sus fracciones.

—No, gracias. Siento haber interrumpido —repuso en tono tranquilo.

Óber le sonrió con aprobación. Luego, dejó de sonreír y, poniéndose en pie, extendió ambos brazos hacia la espada.

—Esta es Aranox, Viento de Más Allá —pronunció con solemnidad. Los cantos de los hechiceros se disolvieron en un respetuoso silencio cuando resonaron estas palabras—. Se muestra pocas veces; pero cuando lo hace, es por un buen motivo.

Desde que encadenó al Último y lo condenó a la oscuridad, estamos bajo su protección. Si se plantea un conflicto entre los clanes, o en el seno de un mismo clan, ella es quien decide. La espada solo puede inclinarse de un lado, y quien cuestione su elección pagará su atrevimiento con la vida.

La luz fría y azul de los ojos de Óber fue recorriendo parsimoniosamente los rostros de todos los presentes. Finalmente se detuvo en Álex.

—Este humano ha acudido a mí para que, utilizando el poder de los drakul, le libere del poderoso hechizo que pesa sobre él. El encantamiento fue obra del hijo menor de Alma, última jefa del clan de los agmar. Se trata de una magia muy peligrosa, practicada sobre el espíritu del humano a través de un tatuaje grabado sobre su piel.

Sometiendo a este joven a tal hechizo, el hijo de Alma ha desafiado nuestras leyes, poniéndonos en peligro.

Sus ojos brillantes como zafiros se apartaron de Álex para fijarse en el rostro de Jana.

—Tienes derecho a explicarte en nombre de tu hermano —le dijo suavemente—.

Pero te advierto que estamos muy descontentos. Nos encontramos en un momento delicado, a punto de enfrentarnos a una amenaza que llevaba siglos sin aparecer. No tenemos tiempo para querellas entre nosotros… Y mucho menos para buscarnos problemas con los humanos. Tu responsabilidad, cuando llegues a la mayoría de edad, consistirá en dirigir y controlar todos los agmar; pero no has demostrado que ni siquiera puedes controlar a tu hermano.

Mientras Óber hablaba, Pértinax meneaba vigorosamente la cabeza con gesto triste.

—Pobre Alma —murmuró, en voz lo suficientemente alta para que todos lo oyeran—. Ella no se merecía esta deshonra.

Los ojos de Jana desafiaron en silencio al anciano, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa a la vez seductora y desdeñosa.

—Veo que la petición de mi amigo humano va a ser utilizada como excusa para someterme ante los jefes de los clanes —dijo con voz clara, volviéndose hacia Óber—. Sin embargo, antes de hacerlo, deberías darle una respuesta a Álex. ¿Vas a concederle lo que te ha pedido?

Un destello de ira atravesó los ojos del jefe drakul.

—Eso lo decidiré más tarde —repuso, tajante—. Primero hablaremos de ti y de los tuyos. Desde hace tiempo, albergamos serias dudas acerca de tu derecho a ocupar la jefatura del clan de los agmar. Desde que murió tu madre, no has dado muestras en ningún momento de haber heredado sus facultades.

—¿Y cuando queríais que las diera? Pértinax se ha encargado de relegarme a la sombra, impidiéndome aparecer ante los míos como la legítima heredera Alma. Creo que a veces se le olvida que él no es más que un regente, y que su labor terminará el día que yo cumpla los dieciocho años.

El aludido aprovechó al instante la ocasión para hacerse oír.

—Mi pobre pequeña, ¡cómo puedes ser tan injusta! Lo único que he hecho a lo largo de estos años ha sido protegerte y procurar ocultar tus… ¿Cómo llamarlas? Tus carencias. He evitado tus intervenciones en las reuniones anuales del clan para impedir que hicieras el ridículo. Es lo menos que podía hacer por Alma… ¡Pobrecilla!

A ella nunca se le pasó por la cabeza que fueses a sucederla.

Por un momento, Álex pensó que Jana iba a lanzarse sobre el anciano. Sin embargo, la joven escuchó su malévola declaración con admirable compostura.

—Pértinax defiende los intereses de sus hijas, y no le culpo por ello —repuso suavemente—. Es lógico que centre todas sus ambiciones en ellas, pero el resto de los clanes no deberían dejarse engatusar por los sueños de grandeza de un pobre anciano.

La única heredera legítima de Alma soy yo; y estoy dispuesta a demostrárselo a cualquiera que se atreva a ponerlo en duda.

Se oyeron murmullos en la cabecera de la mesa, y Lenya se puso en pie para hablar.

—Las disputas internas de los agmar nos afectan a todos —dijo con una voz grave, que sorprendió a Álex por su musicalidad—. No olvidemos que es en su territorio donde, según la profecía, debe surgir la próxima manifestación del Último.

A Álex no le pasó desapercibida la mirada de reojo que le dedicaron varios de los presentes al oír aquella mención. Parecía que, pese al tatuaje, algunos seguían creyendo que cabía la posibilidad de que el Último fuera él… Aunque no daba la sensación de que Óber se contase entre ellos.

—No se trata de un territorio exclusivamente suyo —intervino Glauco con aspereza—. También nos pertenece a los varulf… Y, puesto que ni este viejo incompetente ni esta niña inexperta parecen capaces de enfrentarse con una amenaza como la que se avecina, propongo que los agmar sean disueltos como clan, y que sus derechos se nos traspasen a nosotros.

Óber no se molestó en ocultar la gracia que le hacía aquella reclamación. Sin dejar de mirar a Jana, emitió una carcajada larga y desabrida.

—Vamos, Glauco, no exageres —dijo, cuando logró dominar su risa—. A pesar de la debilidad de los agmar, tu clan ha perdido en todas las batallas libradas contra ellos en estos últimos años. Ni siquiera tus ghuls inhumanos han logrado que eso cambie…

Tienes que reconocer que Pértinax lo ha hecho bastante bien.

Como no estaba dispuesto a reconocer nada semejante, Glauco optó por el silencio.

Sus ojos dorados estaban tan llenos de resentimiento que daba miedo mirarlo.

—Los drakul no queremos que el clan agmar desaparezca —añadió Óber, recuperando la seriedad—. Únicamente deseamos asegurarnos de que sea el mejor quien ocupe su jefatura. Pértinax es un anciano, así que la decisión está entre sus hijas y Jana. Muchacha, dinos si aceptas o no el desafío.

Los ojos castaños de Jana brillaban con una luz otoñal, de árbol pardo y mojado por la lluvia.

—¿Tengo que enfrentarme con la tres a la vez? —dijo, en tono burlón—. La verdad, no me parece justo.

Antes de que Óber tuviese tiempo de replicar, Álex se alzó de bruscamente de su asiento y tomó la palabra.

—Antes de seguir con esto, quiero retirar mi petición a Óber de que me libere del tatuaje mágico —dijo atropelladamente—. Sin pretenderlo, he sido la causa de todo este lío, y estoy dispuesto a hacer lo que sea por reparar el daño que he causado. Jana no tiene la culpa de que su hermano se divirtiera un poco a mi costa… Y, desde vuestro punto de vista, que un medu se burle de un humano no debe de parecer tan grave.

Mientra Óber lo observaba de arriba abajo, Álex notó un firme tirón en su manga derecha. Se trataba de Erik.

—Siéntate —le susurró este con voz casi inaudible—. Estás complicando las cosas.

—No subestimes tu responsabilidad en este asunto, muchacho —dijo Óber en tono paternalista—. Habríamos averiguado la transgresión de David antes o después, y Jana, como jefa de su familia, habría comparecido para explicarse ante este tribunal.

Por eso, te ruego que no vuelvas a intervenir hasta que se te conceda la palabra… De lo contrario, me veré obligado a tomar medidas para controlarte.

Aquella última amenaza había sonado particularmente humillante, pero Álex se mordió el labio inferior y decidió no rebatirla. No quería empeorar las cosas para Jana irritando al jefe de los drakul… Además, en el fondo sabía que tenía razón, y que él pintaba muy poco en aquel espectáculo.

Levantándose majestuosamente, Jana recorrió con una mirada llena de desprecio los rostros de los jefes de los clanes.

—Óber ha formulado en vuestro nombre acusaciones un tanto nebulosas contra mí —dijo, pronunciando con deliberación cada palabra—. Si vais a cuestionar mi liderazgo, exijo que al menos lo hagáis con argumentos concretos. ¿En qué he fallado, según vosotros? ¿Qué tenía que haber hecho que no haya hecho? Es cierto que David ha ejecutado un hechizo de primera magnitud sin mi consentimiento, pero ese no es motivo suficiente para poner en tela de juicio mi liderazgo. Castigadme si queréis por mi descuido, pero no tratéis de arrebatarme el título que heredé de mi madre.

Los jefes de los clanes cuchichearon entre sí, visiblemente descontentos.

—Mi querida Jana —dijo de pronto Pértinax—, como regente actual de los agmar y miembro más anciano del clan, quiero ser yo quien responda a tu pregunta. Durante años he intentado, en lo posible, ahorrarte el sufrimiento de conocer las dudas que albergaba tu madre acerca de ti, pero no puedo seguir haciéndolo por más tiempo. Mi pobrecilla, Alma no creía en tus poderes. De niña nunca diste muestras de tener ningún talento especial para las visiones, y tu hermano menor ha demostrado poseer dotas mágicas mayores que las tuyas. Se trata de un hecho inaudito en el linaje de los agmar, donde las mujeres siempre han sido más poderosas que los hombres. Pero eso no es todo… La desconfianza de Alma hacia su hija era tal que no si quiera le legó la poderosa piedra que dio origen a su linaje. Me refiero a la piedra de Sarasvati, misteriosamente desaparecida desde la muerte de Alma.

Un murmullo de comentarios interrumpió la perorata del anciano.

—Tal vez su asesino la robara —dijo Eilat en voz alta, mirando a Jana con aire pensativo.

—Eso debes preguntárselo a él —repuso Jana volviendo sus ojos hacia Óber con expresión desafiante.

Óber sostuvo su mirada sin pestañear, mientras una sonrisa despectiva afloraba lentamente a sus labios.

—La piedra no fue robada, de lo contrario lo sabríamos —dijo el jefe de los drakul—.

Estoy completamente seguro de que sigue en poder de los agmar… Y creo que Pértinax es de la misma opinión.

—No quiero adelantar nada —intervino el anciano nerviosamente—. Los hechos hablarás por sí mismos… Únicamente diré lo siguiente: es fácil deducir que quien tenga la piedra será depositaria de mayores poderes que quien no la tenga. Que cualquiera de mis hijas se mida con la hija de Alma, y que ambas nos ofrezcan por turnos sus visones. La que demuestra mayor maestría en el dominio de la magia será la heredera legítima de la última gran hechicera agmar… y la legítima dueña de la piedra.

Al oír aquello, Jana se encaró con el viejo. Por un momento, Álex tuvo la impresión de que estaba a punto de perder el control.

—¿Estás insinuando que mi madre quería que esos monstruos que tienes por hijas la sucedieran? —dijo, en voz baja—. ¿Estás insinuando en serio que Alma lo querría así?

El anciano se encogió de hombros.

—Entiendo que estés dolida, muchacha, pero así son las cosa. No he querido hacerlo público hasta ahora para no perjudicar a nuestro clan, pero tu soberbia ha ido demasiado lejos. Si tuvieras la piedra, hace tiempo que la habrías utilizado… La habrías usado, por ejemplo, para ayudarnos a vencer a los varulf. Pero no has podido hacerlo porque no la tienes tú.

—Y entonces, ¿quién la tiene? ¿Tus hijas? —le interrumpió Jana.

Pértinax sonrió misteriosamente.

—No diré nada por ahora —dijo, mirando de reojo a las trillizas—. Las visiones hablarán.

—Que las visiones hablen, entonces —dijo solemnemente—. El combate se celebrará de la siguiente manera: cada contendiente mostrará, cuando le llegue el turno, la visión más poderosa que sea capaz de invocar. La primera será una visión del pasado; la segunda, del futuro, y la tercera, del presente. Las visiones del presente son las más difíciles de dominar, y es necesaria una magia muy poderosa para lograrlo. Los cantos de los hechiceros drakul nos protegerán de los guardianes mientras celebramos el ritual. Si una de las dos contendientes quebranta las normas. La espada hará justicia, destruyendo la ventaja obtenida de modo fraudulento.

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