Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (17 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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—¿Cuál de las dos cosas querrías que eligiese?

—Me gustaría que eligieras un camino que te permitiera conservar la pureza de tus grandes dones y que evitara que fuesen utilizados por los generales y los políticos —dijo Akanah—. Me gustaría que no hubieras contraído ninguna deuda con ellos, y que no abrazaras ninguna causa...

—A pesar de las apariencias, he hecho cuanto estaba en mis manos para proteger nuestra independencia —dijo Luke.

—¿Acaso no has jurado defender al gobierno de Coruscant? ¿No has hecho ningún juramento de lealtad?

—No. Sólo los pocos Jedi que han escogido servir a la Nueva República en la Flota, o en los ministerios, han hecho ese tipo de juramentos. No está prohibido, pero no es muy frecuente. Los Jedi no son la Guardia Republicana, y nunca lo serán.

—Bueno, supongo que eso ya es algo —murmuró Akanah—. Pero ¿no sería mucho mejor que el símbolo más poderoso de tu orden, el mismísimo emblema de esa larga tradición, fuese cualquier cosa antes que un arma mortífera?

—No pedimos que fuera así —dijo Luke—. Sencillamente ocurrió, Akanah. Las armas antiguas tienen un cierto prestigio.

—Todas las armas tienen un cierto prestigio —dijo Akanah con tristeza—. Hay demasiados hombres que quieren conquistar el mundo o cambiarlo, y los que quieren cambiarlo son casi tan peligrosos para las cosas vivas como los que quieren conquistarlo. ¿Puedes decirme por qué no basta con encontrar un lugar seguro y cómodo en el mundo o, en el peor de los casos, con encontrar un refugio donde estés a salvo del mundo?

Luke frunció el ceño.

—No, no puedo. —Señaló el compartimiento del equipo—. Pero puedo decirte cómo desactivar el bloqueo de la Zona de Control de Vuelo en una Aventurera Verpine, cosa que no podría haber hecho hace unas horas. Puede que mañana haya encontrado algunas respuestas a preguntas que ahora soy incapaz de responder.

Akanah le miró, y esbozó una sonrisa llena de melancolía.

—Supongo que de momento tendré que conformarme con eso.

Tres días de vigilar el sensor de navegación con tanta fijeza como un ratón nervioso que intentara detectar la presencia de un depredador en la oscuridad acabaron dando como único resultado un puñado de contactos totalmente inocentes. No apareció ninguna nave de guerra, y los pocos navíos comerciales y particulares que despegaron de Lucazec después de su partida o que pasaron junto a la
Babosa del Fango
en su trayectoria hacia el planeta no dieron ninguna señal de estar interesados en el pequeño esquife.

—Sea cual fuese la persona a la que el comandante Paffen envió su informe, debía de estar lo bastante lejos para que su controlador de misión se haya limitado a darle por perdido —dijo Luke, inclinándose sobre los controles.

—Pero ahora nos estarán buscando por todas partes —dijo Akanah desde detrás de él—. Especialmente a ti...

—Buscar y encontrar son dos cosas muy distintas —replicó Luke—. He tenido que acostumbrarme a disfrazar mi apariencia sólo para poder disfrutar de un poco de intimidad entre la gente y para poder ir donde quiera sin que todo el mundo se me quede mirando con la boca abierta.

—¿Y cómo lo consigues?

—Oh... Basta con adoptar una apariencia de anciano allí donde honran a la juventud y de joven allí donde honran a la edad, o una fisonomía de mujer en los sitios donde mandan los hombres y una de hombre allí donde mandan las mujeres. Carecer de atractivo es lo más cercano a ser invisible que existe.

—Enséñame cómo lo haces.

Akanah vio cómo sus hombros subían y bajaban, y oyó la profunda exhalación de aliento que casi parecía un suspiro. Cuando Luke hizo girar su sillón hasta quedar de cara a ella y alzó los ojos hacia su rostro, Akanah se encontró contemplando unas facciones de sesenta años de edad que le recordaron inmediatamente a todo el mundo y a nadie en concreto. La mirada era sincera y honesta pero vacía, la expresión abierta pero curiosamente falta de vida. No había nada peculiar o que llamara la atención en sus rasgos, nada por lo que aquel anciano pudiera ser recordado o que pudiera llegar a grabarse en la memoria de quien lo viese.

—Un truco excelente —dijo Akanah—. ¿Me permites que haga una pequeña prueba?

Akanah tragó aire con una temblorosa inspiración, y después cerró los ojos y trasladó el foco de sus sentidos hasta un punto situado detrás de donde parecía estar Luke, buscando a tientas un ancla en lo que era real. Cuando la encontró, volvió a abrir los ojos y disipó la ilusión con el suave soplo de la incredulidad.

—Ah, estás ahí —dijo, y sonrió.

—Un truco excelente —repitió Luke—. Hay que tener una mente muy poderosa para ver a través de la ilusión.

—Quería estar segura de que podría dar contigo si teníamos que separarnos en Teyr. ¿También alteras tu voz?

—Puedo hacerlo. Eso requiere una concentración mayor, porque el oído no se deja engañar con tanta facilidad como el ojo. No estoy muy seguro de a qué se debe, pero así es..., por lo menos en el caso de los seres humanos. Y hablando de Teyr, te diré que ya hemos llegado a la zona amarilla.

—¿Y eso quiere decir que ya podemos saltar al hiperespacio sin correr ningún riesgo?

—No veo por qué no —dijo Luke—. Y saltando desde este punto, ganaremos casi una hora. Eso suponiendo que no haya hecho un estropicio mayor de lo que pretendía cuando estuve hurgando dentro del panel, claro...

Akanah sonrió.

—Vamos a averiguarlo.

—De acuerdo —dijo Luke, y se volvió nuevamente hacia los controles—. ¿Sigues queriendo ejecutar un primer salto innecesario para despistar a nuestros posibles perseguidores, o vamos directamente a Teyr?

—Sigo queriendo hacer el viaje en dos saltos —dijo Akanah, permitiendo que su mano se posara suavemente sobre el hombro de Luke—. Todavía no podemos descartar por completo la posibilidad de que alguien nos esté vigilando desde Lucazec. Pero que no sea un salto muy largo, por favor. Quiero llegar a Teyr lo más pronto posible. No puedo explicarte cómo lo sé, pero... Bueno, sencillamente sé que allí encontraremos algo más que ruinas.

El contacto físico sorprendió a Luke en un momento en el que había bajado sus barreras mentales, y también le abrió la mente de Akanah durante una fracción de segundo. Luke percibió la impaciencia reprimida a duras penas que envolvía su necesidad de reunirse con su pueblo, el resplandor de su esperanza y la profundidad de sus inquietos temores.

—Bueno, entonces será mejor que te pongas el arnés de seguridad..., sólo por si acaso —dijo.

El salto estuvo tranquilizadoramente desprovisto de incidentes. Cuando llegó el momento en el que la
Babosa del Fango
habría sido liberada del bloqueo impuesto por la Zona de Control de Vuelo, la nave ya había completado su primer salto y había vuelto al vector que la llevaría hasta Teyr.

Entonces durante las horas de silencio y calma libres de toda perturbación en las que Akanah dormía y nada podía llegar hasta ellos, por fin hubo tiempo de sobra para pensar. Luke las dedicó básicamente a pensar en laltra, volviendo a la casita medio en ruinas y llena de polvo donde había vivido su madre y examinando minuciosamente una vez más todos sus recuerdos sensoriales en busca de su presencia.

Luke sabía que tendría que volver allí cuando el hacerlo hubiera dejado de ser peligroso, y se preguntó si debería hacerse algo para preservar aquel sitio. También se preguntó cómo reaccionarían las autoridades de Lucazec si les pedía que protegieran el antiguo hogar de su madre. Si las ruinas consumidas por el fuego de la granja de los Lars podían ser reconstruidas como un monumento histórico, tal vez las ruinas de laltra pudieran ser rescatadas de un abandono hostil por el nombre de Skywalker. Quizá incluso sería posible rehabilitar la reputación de quienes habían sido expulsados de allí.

Pero todo eso tendría que hacerse más tarde, cuando hubiera menos secretos que proteger. De momento, Luke tendría que confiar en la vergüenza que había envuelto a los fallanassis para que protegiera a laltra de nuevas intromisiones.

«Que los nackhawns hagan desaparecer los cuerpos —pensó—, y que las sombras se encarguen de preservar la paz de laltra. Que los recuerdos de mi madre sigan durmiendo hasta que pueda regresar para despertarlos...»

Cuando Luke oyó que Akanah se removía en el catre a su espalda, apoyó un pie descalzo en la consola de control y se impulsó con él, haciendo girar el sillón de pilotaje hasta dejarlo encarado hacia la popa.

—Eh... ¿Estás despierta?

—No consigo dormir —dijo Akanah, invisible detrás de la cortina de intimidad—. Quizá deberíamos cambiar de sitio.

Luke echó un vistazo a los sensores por encima de su hombro.

—Sólo faltan dos horas para el final del salto —dijo—, y después tendré tiempo de sobra para descansar durante la aproximación a Teyr.

—Y ahora que has desconectado el bloqueo, ¿no podríamos usar tu autorización militar? —La voz de Akanah llegaba hasta él con gran nitidez y Luke se imaginó a la joven, inmóvil y acostada de espaldas sobre el catre—. Podríamos llegar a Teyr mediante un microsalto hiperespacial sin tener que arrastrarnos por el espacio real, ¿no?

La carcajada llena de sorpresa de Luke resonó ruidosamente en el pequeño recinto.

—No en este trasto. Y aunque la
Babosa del Fango
fuera capaz de dar ese microsalto, hay muchas probabilidades de que las vibraciones de las resonancias acabaran haciéndola pedazos. La entrada en el hiperespacio siempre produce una onda de choque, y cada vez que das un microsalto tienes que permitir que esa onda te alcance justo en el momento en que es más potente. Cuando llegáramos a Teyr, lo único que quedaría de nosotros sería una nubecita de restos metálicos brillando en el cielo.

—Oh —dijo Akanah—. Pero si hubiéramos trazado nuestro curso antes de abandonar la ruta espacial que sale de Lucazec, entonces podríamos haber hecho todo el viaje de un solo salto.

—Exacto. Suponiendo que hubiéramos estado dispuestos a responder a todas las preguntas y a enfrentarnos a toda la atención extra que eso habría significado, claro está... Arrastrarnos por el espacio real me gusta tan poco como a ti, pero te aseguro que es mejor de esta manera.

Akanah suspiró.

—Bueno, en ese caso supongo que intentaré dormir —dijo—. Es la manera más sencilla de conseguir que el tiempo vaya un poco más deprisa.

—Buena suerte —dijo Luke, y empezó a volverse hacia su consola de control.

Y entonces se dio cuenta de que casi había vuelto a ocurrir: la conversación que había iniciado con un propósito muy determinado había empezado a moverse en círculos, y había acabado desapareciendo antes de que Luke tuviera tiempo de llegar a la pregunta que realmente quería formular.

—¿Akanah?

—¿Sí?

—Antes de que te duermas... Verás, hay algo que me tiene un poco preocupado.

—¿De qué se trata?

—Cuando estábamos en laltra... ¿Había una fecha en ese mensaje que descubriste?

—¿Una fecha? No.

—¿Y tienes alguna forma de saber cuánto tiempo llevaba allí? No sé, por ejemplo... Bueno, puede que la escritura de la Corriente se vaya difuminando poco a poco con el paso del tiempo, o algo por el estilo.

—No... No si ha sido escrita tal como debe hacerse, por lo menos. No puedo decirte cuándo dejaron ese mensaje, pero sí puedo asegurarte que fue escrito antes de que los fallanassis se fueran de Lucazec. ¿Por qué?

—Me estaba preguntando cómo es posible que dos agentes imperiales consiguieran permanecer escondidos durante tanto tiempo en un sitio donde todo el mundo conoce a todo el mundo y nada cambia muy deprisa —dijo Luke—. Me he estado preguntando qué razón podían tener para haber obrado de esa manera.

—¿Quieres saber por qué hicieron lo que hicieron? Pues porque... Porque querían capturarnos... Porque quieren controlar la Corriente Blanca para usarla como arma.

—Pero ¿qué razón podían tener para pensar que alguien volvería allí? ¿Por qué te estaban esperando?

Akanah tardó bastante en responder.

—Llevo mucho tiempo haciendo preguntas e intentando encontrar el círculo —dijo por fin—. Me temo que no siempre he sido todo lo prudente que hubiese debido ser, y me estoy refiriendo tanto a las preguntas que he hecho como a las personas a las que se las he formulado.

—¿A quién le dijiste que planeabas ir a Lucazec?

—Sólo a ti —replicó Akanah—. Pero antes había tratado de enviar algunos mensajes al círculo..., a Wialu. Hablé con gente de los departamentos de aduanas y de inmigración de Lucazec. Presenté solicitudes para todas las plazas libres de cada crucero estelar que pasaba por Carratos con la esperanza de que podría pagarme el pasaje trabajando. Cada vez que publicaban una nueva lista de tarifas, siempre iba corriendo a las oficinas para informarme de los precios de los billetes espaciales.

—Y la gente empezó a preguntarse quién eras, y también empezaron a preguntarse qué podía ser eso que tanto te interesaba.

—Peor aún —dijo Akanah—. La verdad es que al final casi huían de mí. Solía rondar por los bares del espaciopuerto cada vez que llegaba una nave, e interrogaba a las tripulaciones con la esperanza de que pudieran saber algo que me fuese de utilidad. Encontré formas de obtener listas de pasajeros. Hablé con todas las personas que pensaba que podían saber algo. —Su sonrisa estaba llena de melancolía—. Tardé algún tiempo en comprender que hubiese debido ser más discreta.

—Las personas con las que te habían dejado...

—Esas personas no me ayudaron en nada —le interrumpió Akanah—. Me prohibieron que hablara del círculo con ellas, y me castigaban cada vez que se enteraban de que había estado haciendo averiguaciones por mi cuenta.

—Debían de temer por tu seguridad..., y quizá también por la suya. Se suponía que debían esconderte, ¿no? Y tú te negabas a permanecer escondida.

—Comprender resulta más fácil que perdonar —dijo Akanah—. Me impedían volver al sitio en el que debía estar. No podré perdonárselo hasta que haya vuelto a encontrar el círculo. Si nunca consigo dar con ellos, entonces creo que nunca podré perdonarla.

—¿Quién es esa persona a la que nunca podrás perdonar?

—Se llama Talsava —dijo Akanah—. Era mi guardiana en Carratos. Pero si empiezo a hablar de ella ahora, nunca conseguiré conciliar el sueño.

—De acuerdo —dijo Luke—. Lo siento.

—No me gusta recordar esas cosas, pero tú no podías saberlo —dijo Akanah—. Ya te lo contaré en alguna ocasión.

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