Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (44 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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—Soy la princesa Leia Organa Solo, presidenta rectora del Senado, jefe de Estado de la Nueva República y comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa. Me dirijo a Nil Spaar, virrey de la Liga de Duskhan, a los gobiernos de N'zoth, Wakiza, Zhina y el resto de mundos yevethanos esparcidos por el Cúmulo de Koornacht, y a los comandantes de las fuerzas armadas yevethanas estén donde estén.

«Habida cuenta de que Nil Spaar ha admitido voluntaria y abiertamente su responsabilidad en lo tocante a los espantosos crímenes cometidos contra los habitantes de Campana de la Mañana, Polneye, Nueva Brigia, Doornik-628 y otros asentamientos legalmente constituidos del interior del Cúmulo de Koornacht y sus alrededores...

«Habida cuenta de que esos crímenes incluyen la aniquilación total y sin ninguna provocación previa de los habitantes de esos mundos, y la confiscación ilegal e inmoral de sus hogares, bienes y territorios...

»Habida cuenta de que esos actos suponen una salvaje e inexcusable violación de los derechos fundamentales de los seres inteligentes y los mundos pacíficos tal como son reconocidos y respetados en toda la galaxia, así como de los principios fundamentales de la conducta moral...

«Habida cuenta de que la Nueva República mantiene un firme compromiso con esos derechos y principios, tanto en la ley como en el espíritu...

»En este momento y a través de esta transmisión, aconsejo y conmino al virrey Nil Spaar y a las autoridades gubernativas yevethanas a que renuncien inmediatamente a los sistemas que han conquistado y se retiren de ellos, a que devuelvan todas y cada una de las propiedades confiscadas, y a que dejen en libertad sin infligirles daño alguno a todos los prisioneros que tengan en su poder en estos momentos. De no hacerlo así en un plazo de tiempo razonable y con la debida diligencia, nos veremos obligados a utilizar todos los medios que se hallen a nuestra disposición para imponer y hacer respetar esta decisión.

Su mirada pareció atravesar la lente de la grabadora holográfica.

—Quiero dejarles bien claro que nuestra voluntad y nuestra decisión respecto a este asunto no pueden ser más firmes. Retírense de esos mundos que han conquistado inmoral e ilegalmente, o serán expulsados de ellos mediante la fuerza. Ésas son sus únicas opciones. La Nueva República no consentirá que obtengan ningún beneficio de unos actos cuya barbarie carece de precedentes.

«Ordenado y registrado este día y ante estos testigos en la Ciudad Imperial, Coruscant, por la presidenta Leia Organa Solo.

»Fin de la transmisión.

Cuando el personal técnico indicó que la sesión de grabación había terminado, el grupo se dispersó con una sorprendente rapidez. Ackbar, Behn-kihl-nahm y Han fueron hacia Leia con palabras de ánimo y apoyo en los labios, pero Han fue el único que no se marchó enseguida.

—No estábamos en primera fila, pero visto desde allí todo tenía un aspecto muy impresionante —dijo, envolviéndola en un rápido abrazo—. Si te hubieras estado dirigiendo a mí, enseguida habría sabido que hablabas en serio. Bien... ¿Cuánto rato vamos a esperar antes de hacer algo?

—Espero que no tengamos que esperar mucho tiempo —dijo Leia—, pero no hay ningún plazo fijado. Les daremos el tiempo suficiente para que lleguen a una decisión. Estoy segura de que no tardaremos mucho en recibir noticias suyas.

—¿Y si no las recibimos?

—Entonces Doornik-319 se convertirá en el centro de todo —dijo Leia—. Es el único sitio desde el que podemos vigilarles lo bastante de cerca para saber si los yevethanos están haciendo el equipaje para marcharse o si continúan llegando colonos. Concentraremos toda nuestra vigilancia sobre ese punto.

Esperar no resultaba nada fácil.

Una hora llegó y pasó, y la excitación de los primeros momentos hizo que apenas pareciese durar unos minutos. La hora siguiente duró un día. El primer día duró una eternidad. La expectación se convirtió en preocupación, y la preocupación en nerviosismo. El nerviosismo no tardó en convertirse en impaciencia, y la impaciencia pasó a ser una inquietud continua que impedía pensar en ninguna otra cosa.

El segundo día fue todavía más largo.

Y no había ningún lugar en el que la espera resultase más dura que a lo largo del perímetro de Koornacht. Los ciento seis navíos del Quinto Grupo de Batalla mantenían el nivel de alerta de combate sin interrupción.

Escuadrones de cazas e interceptores con todos sus sistemas de armamento activados entraban y salían de los hangares de lanzamiento de los transportes mientras las pantallas defensivas eran energizadas hasta alcanzar la máxima densidad de combate.

Al final del segundo día, el ultimátum fue hecho público, junto con algunos fotogramas meticulosamente seleccionados por los servicios de inteligencia de Alfa Azul. La respuesta fue sorprendentemente tranquila y, en conjunto, positiva.

—Es reconfortante, pero también es una ilusión —le advirtió Behn-kihl-nahm a Leia—. El Senado se está guardando las críticas hasta que haya alguna señal, bajo la forma de noticias procedentes de Farlax, que les indique en qué bando les conviene estar al final. Mientras tanto, pueden actuar noblemente apareciendo como leales defensores de la presidencia y defensores de la Carta. Y en cuanto a la respuesta pública... Bueno, sospecho que pronto descubrirá que la inmensa mayoría de observadores están aplaudiendo el principio sin ser conscientes del riesgo que implica el defenderlo. Esa exhibición de fuerza les encanta, y la idea de que impongamos nuestra voluntad a unos desconocidos les parece justa, legítima y razonable. Esperan que los yevethanos obedezcan sin rechistar, y que todo termine en unos cuantos días. Por encima de todo, no esperan que esto lleve a una guerra.

Dos días se convirtieron en tres, y tres se fueron estirando hasta convertirse en cinco. El ultimátum era retransmitido cada día a las diecisiete horas, pero no hubo respuesta de ninguna clase procedente del Cúmulo de Koornacht. Cada vez iba estando más claro que los yevethanos habían decidido ignorar los mensajes.

El sexto día una sonda estacionaria de Alfa Azul emergió del hiperespacio en los alrededores de Doornik-319 y grabó la llegada de una pequeña flotilla formada por tres navíos esféricos de impulsión por ondas y un Destructor Estelar de diseño imperial. La grabación fue transmitida con éxito a un repetidor situado fuera del Cúmulo de Koornacht, pero la sonda ya había superado con creces su límite de tolerancia al vacío espacial y se desintegró cuando intentó volver a desaparecer en el hiperespacio.

Drayson llevó personalmente las noticias y el despacho a la residencia de Leia apenas hubieron llegado a sus manos.

—Me temo que nuestra sonda habrá dejado algunos restos esparcidos en el espacio real —se disculpó—. Eso podría complicar un poco la situación.

—Esos restos sólo les dirán que estamos vigilándoles..., y que no pueden detectar nuestra vigilancia para saber cuándo estamos observándoles —replicó Leia—. Tal vez eso nos ayudará un poco.

—Pero la realidad es que esa sonda era el último recurso informativo de que disponía dentro de ese sistema —dijo Drayson—, e introducirlos allí resulta mucho más difícil que esconderlos una vez que están dentro. Es muy probable que éste sea el último informe de Doornik-319 que recibamos en un futuro inmediato. A partir de ahora, debemos ser conscientes de que toda nuestra información ha rebasado su fecha de caducidad.

—Déjeme avisar a Han y echaremos un vistazo a esos datos —dijo Leia—. Y también deberíamos ponernos en contacto con Behn-kihl-nahm y Ackbar.

—Me he tomado la libertad de avisarles —dijo Drayson—. Bennie ya viene hacia aquí, pero el almirante Ackbar está volando en un TX-sesenta y cinco y tardará un mínimo de una hora en llegar.

—Muy bien. Esperaremos a Bennie.

—Dijo que no le esperásemos.

—Bueno, pues entonces supongo que no lo haremos —dijo Leia.

Han, Leia y el almirante Drayson contemplaron los cuatro últimos minutos de datos: había veinte clips de captura sensora, cada uno de veinte segundos de longitud, que abarcaban un período de seis horas. Los clips documentaban la llegada de cuatro naves y los descensos efectuados en puntos considerablemente separados por tres de ellas. Cuando la grabación llegó a su fin, Leia estaba visiblemente sorprendida.

—No es suficiente —dijo—. No sabemos si esas naves estaban llenas o vacías. No sabemos si se fueron o si se quedaron.

—Un momento —dijo Drayson—. Esta grabación ha sido rodada con el máximo aumento de resolución disponible. Podemos aumentar la definición de los dos últimos clips, y volver a ver la secuencia en que la segunda nave de impulsión por ondas se encontraba casi directamente debajo de la sonda.

Las imágenes aumentadas eliminaron la ambigüedad. La secuencia reveló una pista de descenso de aspecto vidrioso en el centro de una llanura totalmente vacía y desértica, y una hilera de plataformas de carga remolcadas por androides, cada una de ellas casi tan grande como un transporte ligero, que se iban alejando lentamente de la nave yevethana.

—Ahí lo tenemos —dijo Leia—. Ésa es su respuesta.

Han meneó la cabeza y frunció el ceño.

—Creo que la traducción es «Ah, ¿sí? Pues entonces obligadme a hacer las maletas». —Hizo una profunda inspiración de aire y lo dejó escapar ruidosamente—. ¿Y ahora qué?

—Esperaremos a Bennie —dijo Leia—. Mientras tanto, quiero volver a ver esas imágenes.

La reunión en la residencia acabó creciendo hasta incluir a Engh, Rieekan, Falanthas, Behn-kihl-nahm y Ackbar. Hubo varias proyecciones de la grabación, especialmente de los últimos clips. Todos los que los vieron se sintieron bastante preocupados.

—¿Qué hacemos, Bennie? —preguntó Leia—. ¿Enviamos otro ultimátum? ¿Les decimos que sabemos qué están haciendo, e insistimos en que deben dejar de hacerlo? Esta vez quizá podríamos incluir un plazo, y una consecuencia claramente definida si no lo cumplen.

El que Leia usara su apodo en aquel ambiente provocó un temblor casi imperceptible en las mandíbulas de Behn-kihl-nahm, pero no hizo ningún comentario al respecto.

—No se me ocurre ninguna palabra mágica que pudiera hacer que otra advertencia resultara más creíble que la que ya les hemos enviado —dijo.

—Deberíamos darles más tiempo —dijo el ministro Falanthas—. Puede que este asunto haya provocado una lucha interna, una fractura entre los militares y el gobierno civil... Lo que vemos en Doornik-319 tal vez no refleje la decisión final que adoptarán. Si reaccionamos con excesiva energía, eso podría obligarles a adoptar una clara posición de adversarios.

—No sabemos mucho sobre los yevethanos, desde luego, pero los datos de que disponemos no contienen ninguna evidencia de que esa distinción tenga algún significado en el caso de la Liga de Duskhan —dijo Ackbar—. Nil Spaar siempre actúa con la decisión y la iniciativa propias de un autócrata, y se comporta como un gobernante absoluto.

—Tú has subido la apuesta, pero Nil Spaar quiere continuar la partida —dijo Han—. No hay ninguna otra manera de interpretar esas imágenes.

Rieekan asintió.

—Estoy de acuerdo.

—Sí —dijo Ackbar—. Esas naves están equipadas con sistemas de hiperimpulsión. Si han venido de N'zoth, tuvieron que despegar después de que enviáramos la primera advertencia.

—En ese caso tendré que volver a reunir al Consejo de Defensa para comparecer ante él —dijo Leia, volviendo la mirada hacia Behn-kihl-nahm.

Behn-kihl-nahm inclinó la cabeza.

—¿Y qué ocurrirá si el senador Marook y el senador Deega consiguen imponer su opinión, ahora que la apuesta se ha elevado de una manera tan claramente visible? —preguntó—. ¿Hacemos volver a la Quinta Flota y nos marchamos con el rabo entre las piernas?

Leia se levantó y fue hacia el panel de visión del estudio. Se detuvo delante de él y contempló el silencioso e inmóvil jardín de setos, cuyas siluetas minuciosamente esculpidas sólo estaban iluminadas por la claridad nocturna que brotaba de la Ciudad Imperial.

—No sabemos qué está ocurriendo en N'zoth —dijo por fin—. Sólo estamos al corriente de lo que está ocurriendo en Doornik-319, y lo que ocurre allí es inaceptable. —Se volvió hacia ellos y cruzó los brazos encima del pecho—. ¿Están dispuestos a apoyar un bloqueo de Doornik-319?

Uno a uno, todos los presentes fueron asintiendo con una inclinación de cabeza o expresaron su asentimiento en voz alta. Drayson fue el último en responder.

—No creo que los yevethanos vayan a dejarse convencer fácilmente de su vulnerabilidad o de que realmente estamos decididos a actuar —dijo—. Pero el bloqueo parece un próximo paso razonable incluso suponiendo que acabe demostrando ser insuficiente.

Leia asintió, y después se apartó del panel de visión y volvió a reunirse con ellos.

—Almirante Ackbar, ¿cuál es la situación táctica del general Ábaht? ¿Dispone de los efectivos necesarios para imponer un bloqueo general a ese sistema?

—Deberíamos consultarle al respecto —dijo Ackbar—. Ya hay como mínimo un Destructor Estelar yevethano en la zona, por lo que el general Ábaht tendrá que contar con una fuerza abrumadora o correr el riesgo de tener que enfrentarse a un estallido inmediato de las hostilidades.

—Vamos a repasar las reglas de activación del bloqueo planetario, y procuraremos acordarnos de lo que acaba de decir mientras lo hacemos —dijo Leia.

Behn-kihl-nahm se levantó.

—Si me disculpa, señora presidenta... Esas decisiones ya no requieren mi presencia, y me gustaría ir a casa para estar con mi familia. Ministro Falanthas... ¿Querría acompañarme? Hay un asunto que necesito discutir con usted...

Con los asientos que lo flanqueaban repentinamente vacíos, Nanaod Engh también encontró una razón para excusarse. Leia esperó hasta que Engh se hubo marchado y después lanzó una mirada interrogativa a Ackbar.

—Son decisiones que ya resultan muy duras incluso para los soldados —dijo Drayson, encargándose de responder a su muda pregunta—. No puede culparles si quieren distanciarse de ellas lo suficiente para poder dormir.

—¿Y qué razón hay para que ellos sean los afortunados? —protestó Han, y suspiró—. Oh, demonios... Ya volvemos a empezar.

—No —dijo Leia con firmeza—. Estamos haciendo todo esto para evitar una guerra, no para empezarla. Pero eso significa que debemos hacer comprender a Nil Spaar que no ha sabido interpretar correctamente nuestra advertencia. Ésa va a ser la auténtica misión del general Ábaht..., ésa y ninguna otra.

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