—Insistieron en volver a sus puestos —le dijo entre dientes la capitana Desjani a Geary, orgullosa. Orgullosa de su nave y de su tripulación. Se habían entregado durante la batalla, y lo habían hecho bien. Habían trabajado a contrarreloj para poner a punto la batería y poder utilizarla de nuevo en combate, y en ese instante volvían a estar preparados para luchar.
No había podido olvidar que tanto los daños que se habían reparado, como los tripulantes que faltaban porque sus cuerpos esperaban inertes su funeral, eran el resultado de sus decisiones.
Y pese a todo, los ojos de aquellos hombres y mujeres seguían reflejando confianza, orgullo, determinación, y una desconcertante fe en Black Jack Geary, el legendario héroe de la Alianza. Seguían dispuestos a seguirlo. Cumplían sus órdenes, y se dirigían hacia el mismo lugar en el que la flota había abandonado una multitud de naves destrozadas.
—Un trabajo extraordinario —afirmó Geary, intentando pronunciar aquello de forma que su voz sonase con la emoción precisa, pero ni un ápice más de lo necesario. Sabía que debía parecer interesado e impresionado, pero no alterado—. Nunca he estado de servicio con una tripulación mejor, ni con una que se entregase más en combate.
Era verdad. Antes de ser rescatado de un sueño que lo había mantenido vivo durante un siglo y llevado a bordo del
Intrépido
, su experiencia de combate había consistido en una única batalla desesperada. Sin embargo, en aquel momento dependía de él una flota de naves y sus tripulantes, y eso sin tener en cuenta el propio destino de la Alianza.
E incluso, a lo mejor, también el de la humanidad.
No había presión alguna. En absoluto.
Geary sonrió hacia los operarios de la batería de lanzas infernales.
—Estaremos de vuelta en el sistema estelar Lakota en seis horas, y tendrán algo a lo que disparar. —Los operarios respondieron con una sonrisa fiera—. Reposen antes un poco. ¿Capitana Desjani?
Ella asintió.
—Descansen —les ordenó a los operarios de artillería—. Quedan liberados de sus obligaciones durante las próximas cuatro horas, y quedan autorizados a consumir raciones completas. —Los operarios volvieron a sonreír. Los niveles de comida andaban bajos, por lo que las raciones se habían reducido para que durasen lo máximo posible.
—Los síndicos van a lamentar que volvamos a Lakota —afirmó Geary.
—Retírense —ordenó Desjani. Luego siguió a Geary mientras abandonaba el compartimento de la batería—. No pensé que pudiésemos tener a la Alfa Tres preparada a tiempo —le confesó—. La verdad es que han hecho un trabajo estupendo.
—Tienen a una buena capitana —afirmó Geary. Desjani pareció ruborizarse ante aquel halago pese a ser toda una veterana curtida en más batallas de las que él había librado—. Por lo demás, ¿cómo va el
Intrépido
? —preguntó. Podría revisar la información de los sistemas de la flota, pero preferiría poder hablar sobre aquellos asuntos con otro oficial o con un tripulante.
—Todas las lanzas infernales están operativas, al igual que los proyectores de campos de anulación; todos los sistemas de combate en perfecto estado, y todo el daño en el casco sufrido en Lakota reparado o sellado hasta que podamos ocuparnos —recitó Desjani al momento—. Y tenemos capacidad de maniobra total.
—¿Y de munición?
Desjani puso mala cara.
—No nos quedan misiles espectro, y solo tenemos veintitrés cápsulas de metralla y cinco minas. Reservas de células de combustible al cincuenta y uno por ciento.
Se suponía que para dejar suficiente margen de seguridad, una nave nunca debería tener las reservas de combustible por debajo del setenta por ciento. Lamentablemente, las demás naves de la flota se encontraban más o menos en la misma situación que el
Intrépido
, y tampoco sabía cuándo volverían, al menos algunas de ellas, al estar al setenta por ciento, ni siquiera aunque consiguiesen salir victoriosos del combate y abandonasen de nuevo Lakota.
Como si le leyese el pensamiento, Desjani afirmó con confianza.
—Las auxiliares fabricando nueva munición, señor.
—Las auxiliares han estado fabricando munición y partes que había que reparar tan rápido como han podido, por lo que sus almacenes de materias primas vuelven a estar casi vacíos —le recordó Geary.
—Habrá más en Lakota. —Desjani sonrió mientras lo miraba—. No puede fallar. —Se detuvo durante un instante y realizó un saludo militar—. Tengo que revisar un par de cosas más antes de que lleguemos a Lakota. Con su permiso, señor.
No pudo evitar sonreír pese a que la confianza que Desjani demostraba tener en él, al igual que tantos otros en la flota, era casi perturbadora. Creían que había sido enviado por las mismísimas estrellas del firmamento para salvar a la Alianza. Lo habían encontrado milagrosamente en estado de hibernación, todavía vivo, justo a tiempo para ponerlo al mando de una flota atrapada en las profundidades del espacio enemigo. Habían crecido con las leyendas del gran Black Jack Geary, el arquetipo de oficial de la Alianza, y un héroe propio de los mitos. Y el hecho de que no fuese ese mito parecía no haberlos impresionado por el momento. Aunque Desjani había visto bastante de primera mano como para saber que no constituía esa leyenda, seguían creyendo en él, y, dado que Geary confiaba bastante en el juicio de Desjani, aquello lo reconfortaba.
Aquello se contraponía especialmente a los oficiales de la flota que todavía creían que era un fraude, o el mero cascarón de lo que una vez había sido un héroe. Ese grupo había actuado para minar su caudillaje desde que asumió a regañadientes el mando de la flota, después de que el almirante Bloch fuese asesinado por los síndicos. En realidad no había querido ocupar el puesto de comandante. Todavía estaba conmocionado por el impacto que le había causado saber que todas las personas y los lugares que había conocido habían quedado un siglo atrás. De todos modos, en lo que respectaba a Geary, tampoco tenía otra opción que no fuese asumir el mando, puesto que su fecha de entrada en el cuerpo también había quedado un siglo atrás, lo cual lo convertía en el capitán más antiguo de la flota.
Geary le devolvió el saludo a Desjani.
—Claro. El trabajo de un capitán nunca se termina. La veré en el puente de mando en unas horas.
La sonrisa de Desjani se volvió más fiera, puesto que ya estaba pensando en la batalla con las fuerzas de los Mundos Síndicos.
—No sabrán siquiera quién los está atacando. —Se inclinó y se alejó por el corredor.
O eso o no lo conseguiremos, pensó Geary. Aquella decisión había sido una locura. Había escapado con la flota de una trampa de la que casi no son capaces de salir, para volver a cargar contra el sistema estelar en el que casi son destruidos. Sin embargo, los oficiales y la tripulación del
Intrépido
habían festejado la decisión, y no tenía ninguna duda de que en las otras naves había pasado lo mismo. Seguía habiendo muchas cosas que intentaba entender sobre las tripulaciones de la Alianza de aquel tiempo situado a cien años de distancia del suyo, pero, pese a todo, estaba seguro de que podían luchar dando lo máximo, y de que, de hecho, lo harían. Si iban a morir, querían hacerlo enfrentándose al enemigo, no escapando.
No era que muchos esperasen morir, sino que creían que conseguiría llevarlos a casa sanos y salvos, y que de paso salvaría también a la Alianza. Que los ancestros me ayuden.
Victoria Rione, copresidenta de la República Callas y miembro del Senado de la Alianza, estaba esperándolo en su camarote. Geary se detuvo al verla. Podía entrar en su compartimento en cualquier momento puesto que ya había pasado algunas noches allí, a intervalos irregulares, aunque Rione lo había evitado desde que Geary le ordenó a la flota que volviese a Lakota.
—¿Tú por aquí?
Rione se encogió de hombros.
—Llegaremos a Lakota en cinco horas y media. Puede que sea la última vez que tenemos la oportunidad de hablar, puesto que es posible que la flota sea destruida poco después.
—No creo que esa sea una buena manera de inspirarme antes del combate —dijo Geary, mientras se sentaba frente a ella.
Ella suspiró y negó con la cabeza.
—Es una locura. Cuando hiciste que la flota diese la vuelta y se dirigiese a Lakota, no podía creérmelo, y entonces todo el mundo se puso como loco. Ni los entiendo a ellos, ni te entiendo a ti. ¿Por qué están contentas las tripulaciones y los oficiales?
Sabía a qué se refería. A la flota no le quedaba demasiado combustible, y el estado de la munición era incluso peor. Además, había sufrido daños en la batalla de Lakota y en los combates anteriores contra los síndicos, y la formación estaba desordenada después de la huida desesperada de Lakota y del precipitado giro que había tomado para dirigirse de nuevo hacia el sistema estelar enemigo. Si se analizaba desde un punto de vista racional, atacar otra vez parecía un disparate, pero un instante antes, en Ixion, había estado seguro de que era el movimiento adecuado. Además, el hecho de que tanto intentar defenderse allí como escapar a través del sistema estelar habría significado seguramente la destrucción de la flota, hizo que tomar aquella decisión fuese más fácil.
—Es difícil de explicar. Confían en mí, y en ellos mismos.
—¡Pero van de cabeza a luchar a un lugar del que casi no salen vivos! ¿Cómo va a agradarles eso? No tiene sentido.
Geary frunció el ceño mientras intentaba convertir en palabras algo que sabía sin más, casi a un nivel instintivo.
—Toda la gente de la flota sabe que se va a enfrentar a la muerte. Sabe que se les ha ordenado cargar contra alguien que va a hacer todo lo posible para matarlos, y ellos, a su vez, intentarán hacer lo mismo. Quizá estar contento por volver a luchar en Lakota no tenga sentido, pero ¿es que las demás cosas que se ven obligados a hacer lo tiene? En realidad se trata de eso, de estar dispuesto a hacerlo, de golpear más duro y durante más tiempo que el enemigo, y de creer que va a servir de algo. Creen que derrotar a los síndicos es fundamental para defender sus hogares. Creen que tienen la obligación de defender a los suyos, y están dispuestos a morir luchando. ¿Por qué? Pues porque sí.
Rione volvió a suspirar, esta vez profundamente.
—Yo no soy más que una política. Les ordenamos a los soldados que luchen, y comprendo por qué lo hacen, pero soy incapaz de entender por qué celebran este movimiento.
—Tampoco es que yo pueda afirmar que lo entiendo del todo. Es así, simplemente.
—Celebraron la orden, y obedecen, porque tú se la has dado —añadió Rione—. ¿Por qué luchan los soldados, John Geary? ¿Por tener la oportunidad de volver a casa? ¿Por proteger a la Alianza? ¿O luchan por ti?
No pudo evitar reírse durante un instante.
—Por la primera y la segunda, que en realidad son lo mismo, puesto que la Alianza necesita que esta flota sobreviva. Y quizá también un poquito por la tercera.
—¿Un poquito? —le preguntó Rione, en tono burlesco y casi turbada—. ¿Y lo dice el hombre al que le han ofrecido ser un dictador? Si sobrevivimos en Lakota, el capitán Badaya y los suyos volverán a hacerte la oferta.
—Y yo volveré a rechazarla. Por si no lo recuerdas, durante todo el camino a Ixion estuvimos preocupados por la posibilidad de que me relevasen de mi puesto de comandante al mando de la flota en cuanto llegásemos al sistema estelar. Al menos es un mejor problema del que preocuparse.
—¡No creas que los oficiales de alto rango de la flota que están contra ti van a detenerse solo porque has hecho algo que la mayoría de la flota aplaude! —Rione manipuló algunos controles e hizo aparecer la imagen del sistema estelar Lakota sobre la mesa del camarote. En el visor se podían ver las posiciones que ocupaban las naves síndicas en el momento en que la flota de la Alianza saltó fuera del sistema. Eran muchas naves. De hecho, superaban por bastante a la maltrecha flota de la Alianza.
—Me dijiste que no sobreviviríamos si intentásemos escapar a través de Ixion. Perfecto, pero ¿cuál es la diferencia con volver a Lakota?
Geary señaló el visor.
—Entre otras razones, si intentamos atravesar el sistema estelar Ixion, los síndicos que nos persiguen seguramente aparecerían tras nosotros en un par de horas. Hemos tenido cinco días y medio en el espacio de salto para reparar el daño sufrido en los combates de Lakota, pero no es suficiente. Al dar la vuelta y retroceder, hemos ganado otros cinco días y medio para que las naves puedan seguir con las reparaciones. Sin embargo, existen limitaciones para hacer eso en el espacio de salto, y no puedo tener acceso a los informes actualizados de las demás naves hasta que volvamos al espacio normal. Sin embargo, todas las naves tienen como máxima prioridad la orden de poner a punto las unidades de los sistemas de propulsión. Como poco, deberíamos ser capaces de movernos a mayor velocidad cuando salgamos al espacio normal en Lakota. Y eso sin mencionar otro tipo de reparaciones que se están llevando a cabo, como las de las defensas, la munición o los sistemas dañados. Cuando salgamos de nuevo al espacio normal, nuestras naves habrán tenido once días para recuperarse del daño sufrido durante el último combate.
—Eso lo entiendo, pero vamos a seguir con suministros escasos, y en el espacio profundo enemigo —dijo Rione. Luego negó con la cabeza—. Está claro que no vamos a toparnos con una fuerza síndica del mismo tamaño que la que dejamos en Lakota, ya que seguramente han enviado a una parte importante en nuestra busca. Sin embargo, sigue habiendo naves enemigas en el sistema, y las que nos perseguían seguramente han dado la vuelta en cuanto se dieron cuenta de que nosotros hemos virado y saltado a Lakota. Esas naves siguen estando a solo unas horas de nosotros.
—Seguramente supondrán que vamos a emboscarlos a la salida del punto de salto de Ixion —comentó Geary—, por lo que habrán invertido por lo menos un par de horas ordenando la formación para prepararse antes de saltar detrás de nosotros. También habrán salido en Ixion a una velocidad superior a la nuestra, lo que significa que les llevará también más tiempo dar la vuelta, y, puesto que pensarán que los podemos emboscar también en Lakota, tendrán que mantener la formación, lo que hará que, una vez más, tarden más que nosotros al tener que mantener todas las naves en su sitio. Supongamos que disponemos de tres horas antes de que lleguen; tendríamos posibilidades. Si suponemos seis, tenemos opciones reales de llegar con la flota a otro punto de salto y salir sin sobresaltos de Lakota.