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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

Anochecer (18 page)

BOOK: Anochecer
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¿Trey sin Patru? ¿Tano sin Sitha?

Bueno, técnicamente, sí. Cuando una de las parejas de soles dobles se hallaba cerca del horizonte, un sol podía estar por encima del horizonte y el otra por debajo durante un breve período. Pero eso no era en realidad un acontecimiento solar significativo, tan sólo una aberración momentánea. Los dobles soles seguían juntos, pero separados transitoriamente por la línea del horizonte.

¿Los seis soles a la vez en el cielo?

¡Imposible!

Peor que eso..., ¡impensable!

Sin embargo, él acababa de pensar en ello. Beenay se estremeció ante la idea. Si todos los seis estuvieran por encima del horizonte simultáneamente, eso querría decir que habría una región en el otro hemisferio donde no podría verse ninguna luz solar. ¡La Oscuridad! ¡La Oscuridad! Pero la Oscuridad era algo desconocido en cualquier parte de Kalgash, excepto como un concepto abstracto. Nunca podría presentarse la circunstancia de que los seis soles estuvieran juntos y una parte importante del mundo se viera sumido en una total ausencia de luz. ¿Podía esto haber ocurrido alguna vez?

¿Podía?

Beenay meditó en la estremecedora posibilidad. Una vez más oyó la profunda voz de Theremon explicándole las teorías de los Apóstoles:

"...todos los soles desaparecerán..."

"...las Estrellas lanzarán sus llamas desde el negro cielo..."

Agitó la cabeza. Todo lo que sabía sobre los movimientos de los soles en el cielo se rebelaba contra la idea de los seis soles reuniéndose de algún modo en un lado de Kalgash al mismo tiempo. Esto simplemente no podía ocurrir, era una especie de milagro. Beenay no creía en milagros. Por la forma en que los soles estaban dispuestos en el cielo, siempre tenía que haber al menos uno o dos de ellos brillando sobre cualquier parte de Kalgash en un momento determinado.

Olvida la hipótesis de los seis soles aquí, la Oscuridad allí.

¿Qué quedaba?

Dovim solo, pensó. ¿El pequeño sol rojo completamente solo en el cielo?

Bueno, sí, ocurría, aunque no a menudo. En esos muy raros días de cinco soles, cuando Tano, Sitha, Trey, Patru y Onos estaban todos en conjunción en el mismo hemisferio: eso dejaba sólo a Dovim al otro lado del mundo. Beenay se preguntó si ése podía ser el momento en que llegara la Oscuridad.

¿Era posible? Dovim, solo, arrojaba tan poca luz, únicamente su frío y débil brillo rojizo, que la gente podía confundir aquello por la Oscuridad.

Pero no tenía sentido. Incluso el pequeño Dovim debería de ser capaz de proporcionar la suficiente luz como para impedir que la gente se sumiera en el terror. Además, los días de sólo Dovim ocurrían en alguna parte del mundo una vez cada cuatro o cinco décadas. Era un fenómeno muy poco común, pero en absoluto extraordinario. Cualquiera por encima de los cincuenta años había experimentado uno. Seguro que, si los efectos de no ver nada excepto un único, pequeño y opaco sol en el cielo podía causar enormes trastornos psicológicos, entonces todo el mundo estaría preocupándose acerca del próximo acontecimiento de Dovim solo, que se preveía que ocurriera, recordaba Beenay, dentro de otro año o así. Y, de hecho, nadie se preocupaba en absoluto por ello.

Pero, si tan sólo Dovim estuviera en el cielo y ocurriera algo, alguna cosa especial, alguna cosa realmente extraña, que anulara la escasa luz que proporcionaba...

Thilanda apareció junto a su hombro y dijo con voz hosca:

—Bueno, Beenay, tengo tus proyecciones solares preparadas. No sólo 4.200 años, además, sino una regresión infinita. Faro me lo sugirió, y hemos hecho el programa de modo que funcione hasta el fin de los tiempos si así lo quieres, o hacia atrás hasta el inicio del universo.

—Espléndido. Pásalo al ordenador que estoy usando, ¿quieres? Y ven aquí, Faro.

El bajo y grueso estudiante se situó a su lado. Sus oscuros ojos brillaban con curiosidad. Evidentemente burbujeaba con preguntas acerca de lo que estaba haciendo Beenay; pero observaba el protocolo estudiante-profesor y no dijo nada, simplemente aguardó a oír lo que Beenay tenía que decirle.

—Lo que tengo aquí en mi pantalla —empezó Beenay— es la órbita sugerida por Athor para el hipotético Kalgash Dos. Voy a suponer que la órbita es correcta, puesto que Athor nos dijo que explica exactamente todas las perturbaciones en nuestra propia órbita, y tengo fe en que Athor sabe lo que está haciendo.

»También tengo aquí, o al menos lo tendré cuando Thilanda haya terminado la transferencia de los datos, el programa que tú y ella habéis elaborado para los movimientos solares a lo largo de un extenso tramo de tiempo. Lo que voy a hacer ahora es intentar establecer una correlación entre la presencia de sólo un sol en el cielo y la aproximación de Kalgash Dos a este planeta, a fin de...

—¿A fin de poder calcular la frecuencia de posibles eclipses? —saltó Faro—. ¿Es eso, señor?

La celeridad del muchacho fue divertida y también un poco desconcertante.

—De hecho, sí. ¿Tú también habías pensado en eclipses?

—Estaba pensando en ellos cuando Athor nos dijo la primera vez todo lo relativo a Kalgash Dos. Simbron, ¿recuerda?, mencionó que el extraño satélite podía ocultar la luz de algunos de los soles durante un corto período, y usted dijo que a ese fenómeno se le llamaba eclipse, y entonces empecé a trabajar en algunas de las posibilidades. Pero Athor me cortó antes de que pudiera decir nada, porque estaba cansado y deseaba irse a casa.

—¿Y no has dicho nada al respecto desde entonces?

—Nadie me preguntó —indicó Faro.

—Bueno, éste es tu momento. Voy a transferir todo lo que tengo en mi ordenador al tuyo, y tú y yo nos sentaremos por separado en esta habitación y empezaremos a trabajar con los números. Lo que busco es un caso muy especial en el que Kalgash Dos se halle en su punto más cercano de aproximación a Kalgash y sólo haya un sol en el cielo, bien Onos o Dovim.

—Exacto.

—Onos está solo en el cielo una vez cada nueve días, por supuesto. Pero Dovim se ve solo con mucha menos frecuencia. La periodicidad de los días de sólo Dovim es...

—Sí —dijo Beenay—, sé todo eso. Lo que quiero saber es la posible periodicidad de los días de un solo sol en conjunción con la proximidad de Kalgash Dos.

Faro asintió. Se encaminó hacia su ordenador a una velocidad superior a la que nunca le había visto moverse Beenay.

Beenay no esperaba ser el primero el terminar los cálculos. Faro era reconocidamente rápido en esas cosas. Pero lo importante era hacer que cada uno elaborara el problema de forma independiente, a fin de proporcionar una validación por separado del resultado. Así que cuando Faro emitió un pequeño bufido de triunfo al cabo de un rato y saltó en pie para decir algo, Beenay le hizo un gesto irritado de que guardara silencio y siguiera trabajando. Le tomó otros diez embarazosamente eternos minutos terminar.

Entonces los números empezaron a aparecer en su pantalla.

Si todas las suposiciones que había introducido en el ordenador eran correctas —los cálculos de Athor de la probable masa y órbita del satélite desconocido, los cálculos de Thilanda de los movimientos de los seis soles en el cielo—, entonces parecía que nunca se presentaría la ocasión en la que Onos estuviera solo en el cielo y Kalgash Dos en su punto de máxima aproximación. Los ciclos orbitales simplemente no se cruzaban. Cada una de las aproximaciones de Kalgash Dos parecía quedarse corta por tres o cuatro días de cualquier Día Onos. Así que nunca se produciría un eclipse de Onos por parte de Kalgash Dos que pudiera producir la aterradora Oscuridad sobre una parte significativa del mundo.

La única otra posibilidad que podía traer consigo una total Oscuridad era un día de solo Dovim. Pero no parecía como si Kalgash Dos tuviera muchas posibilidades de eclipsar a Dovim tampoco. Los días de solo Dovim eran tan raros que la posibilidad de que Dovim se hallara en el cielo en el momento en que Kalgash Dos estuviera en alguna parte cerca de Kalgash en su larga órbita era infinitésima, sabía Beenay.

¿O no?

No. No infinitésima.

Algo más que eso. Contempló atentamente los números en la pantalla. Parecía haber una remota posibilidad de una convergencia. Los cálculos no estaban completos, pero las cosas apuntaban en esa dirección a medida que el ordenador elaboraba cada conjunción Kalgash-Kalgash Dos en el período de los últimos 4.200 años. Cada vez que Kalgash Dos se acercaba en su órbita, llegaba a las inmediaciones de Kalgash más y más cerca de un día de solo Dovim. Las cifras seguían apareciendo a medida que el ordenador procesaba todas las posibilidades astronómicas. Beenay observó con creciente sorpresa e incredulidad.

Y ahí estaban al fin. Los tres cuerpos alineados de una forma correcta. Kalgash..., Kalgash Dos..., ¡Dovim!

¡Sí! Era posible que Kalgash Dos causara un eclipse total de Dovim en el momento en que Dovim era el único sol visible en el cielo.

Pero esa configuración era una extrema rareza. Dovim tenía que hallarse solo en su hemisferio y a una distancia máxima de Kalgash, mientras que Kalgash Dos tenía que estar a su distancia mínima. El diámetro aparente de Kalgash Dos sería entonces siete veces el de Dovim. Eso era suficiente para ocultar la luz de Dovim durante bastante más de medio día, de modo que ningún punto del planeta escaparía a los efectos de la Oscuridad. El ordenador mostraba que una circunstancia tan especial podía producirse tan sólo una vez cada...

Beenay jadeó. No quiso creerlo.

Se volvió hacia Faro. El redondo rostro del joven estudiante graduado estaba pálido por la impresión.

Roncamente, Beenay dijo:

—Está bien. He terminado, tengo una cifra. Pero primer dime la tuya.

—Eclipse de Dovim por Kalgash Dos, periodicidad 2.049 años.

—Sí —dijo Beenay con voz de plomo—. Exactamente lo mismo. Una vez cada 2.049 años.

Sintió vértigo. Todo el universo parecía estar girando a su alrededor.

Una vez cada 2.049 años. La duración exacta de un Año de Gracia, según los Apóstoles de la Llama. La misma cifra que estaba reflejada en el libro de las Revelaciones.

"...todos los soles desaparecerán..."

"...las Estrellas lanzarán sus llamas desde el negro cielo..."

No sabía qué eran las Estrellas. Pero Siferra había descubierto un montículo en la península Sagikana donde las ciudades habían sido destruidas por las llamas con una sorprendente regularidad, una vez aproximadamente cada dos mil años. Cuando tuviera la oportunidad de efectuar los tests del carbono-14, la cifra exacta del tiempo entre cada conflagración en la Colina de Thombo, ¿resultaría ser 2.049 años?

"...un cielo negro..."

Beenay miró descorazonado a Faro, de pie al otro lado de la habitación.

—¿Cuándo está previsto que se produzca el próximo día de solo Dovim?

—Dentro de once meses y cuatro días —dijo hoscamente Faro—. El 19 de theptar.

—Sí —murmuró Beenay—. El mismo día que Mondior 71 nos dice que el cielo va a volverse negro y el fuego de los dioses descenderá y destruirá nuestra civilización.

17

—Por primera vez en mi vida —dijo Athor— he rezado con todo mi corazón para que mis cálculos estuvieran equivocados. Pero me temo que los dioses no me han concedido esa gracia. Nos vemos inexorablemente empujados a una conclusión que es terrible de contemplar.

Miró a su alrededor en la habitación, dejando que sus ojos se posaran por un instante en cada una de las personas a las que había convocado. El joven Beenay 25, por supuesto. Sheerin 501, del Departamento de Psicología. Siferra 89, la arqueóloga.

Sólo gracias a pura fuerza de voluntad consiguió Athor ocultarles la enorme fatiga que sentía, la sensación de creciente desesperación, el aplastante impacto de todo lo que había averiguado en las últimas semanas. Había luchado por ocultar todas aquellas cosas incluso a sí mismo. De tanto en tanto, últimamente, se había descubierto pensando que había vivido demasiado tiempo, se había dado cuenta de que deseaba que se le hubiera permitido retirarse hacía uno o dos años. Pero siempre había apartado enérgicamente esos pensamientos de su mente.

Una voluntad de hierro y una fortaleza de espíritu inflexible habían sido siempre las características principales de Athor. Ahora, con la edad arando surcos en su vigor, se negaba a dejar que esos rasgos desaparecieran.

—Según tengo entendido —le dijo a Sheerin—, su campo es el estudio de la Oscuridad.

El gordo psicólogo pareció regocijado.

—Supongo que ésta es una forma de decirlo. Mi tesis doctoral fue sobre desórdenes mentales relacionados con la Oscuridad. Pero la investigación de la Oscuridad es tan sólo una faceta de mi trabajo. Estoy interesado en la histeria de masas de todo tipo..., en las respuestas irracionales de la mente humana a los estímulos abrumadores. Todo el abanico de las locuras humanas, eso es lo que pone el pan en mi mesa.

—Muy bien —dijo Athor fríamente—. Dejémoslo así. Beenay 25 dice que es usted la autoridad más sobresaliente sobre la Oscuridad en esta universidad. Acaba de ver nuestra pequeña demostración astronómica en la pantalla del ordenador. Supongo que comprende usted las implicaciones esenciales de lo que hemos descubierto.

El viejo astrónomo no pudo hallar ninguna forma de impedir que aquello sonara con un cierto aire de superioridad. Pero Sheerin no pareció particularmente ofendido.

—Creo haberlo captado bastante bien —dijo con voz tranquila—. Dice usted que existe un misterioso cuerpo astronómico invisible, de tamaño planetario, de tal y tal masa, en órbita en torno a Kalgash a tal y tal distancia, y que con esto y aquello y lo de más allá, su fuerza de atracción explica con exactitud ciertas desviaciones con respecto a la teoría de la órbita de Kalgash que mi amigo Beenay aquí presente ha descubierto. ¿Voy por buen camino?

—Sí —dijo Athor—. Sin desviarse ni un palmo.

—Bien —siguió Sheerin—. Resulta que a veces este cuerpo se interpone entre nosotros y uno de nuestros soles. A eso se le llama un eclipse. Pero sólo hay un sol en el plano de su revolución en condiciones de ser eclipsado, y ese sol es Dovim. Se ha puesto en evidencia que el eclipse se producirá solamente cuando... —Sheerin hizo una pausa y frunció el ceño—, cuando Dovim sea el único sol en el cielo, y tanto él como el llamado Kalgash Dos se hallen alineados de tal modo que Kalgash Dos cubra completamente el disco de Dovim y no nos llegue de él ni la menor luz. ¿Sigo yendo por buen camino?

BOOK: Anochecer
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