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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Antes bruja que muerta (55 page)

BOOK: Antes bruja que muerta
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Con los ojos clavados en el reloj que se mecía en su leontina, recité la invocación. Los dos nos tambaleamos cuando la fuerza que nos atravesaba decayó. No me relajé en absoluto cuando la burbuja de energía de línea luminosa se abrió a nuestro alrededor. Le eché un vistazo al reloj de Trent pero no pude ver cuánto tiempo quedaba.

Trent se apartó el pelo de los ojos con un gesto sin soltarme el brazo. Con los ojos mustios, recorrió con la mirada la burbuja manchada de oro que nos envolvía y miró a las personas que quedaban fuera. Sus ojos se vaciaron de toda expresión. Tragó saliva y me apretó el brazo con más fuerza. Era obvio que ya no le quemaba pero la presión iría aumentando poco a poco hasta alcanzar los niveles previos.

—Es grande de verdad —dijo mirando la luz trémula—. ¿Eres capaz de sostener un círculo tan grande como este aunque no esté dibujado?

—Puedo sostenerlo —dije y evité sus ojos. La piel que presionaba la mía era cálida y me provocaba un cosquilleo. No me hacía gracia tanta intimidad—. Y lo quería grande para tener un poco de margen cuando nos golpee la onda expansiva. En cuanto te sueltes o yo lo toque…

—Se cae —terminó Trent por mí—. Lo sé. Estás farfullando, Morgan.

—¡Cállate! —exclamé, nerviosa como un pixie en una habitación llena de ranas—. ¡Puede que tú estés acostumbrado a que estallen bombas sin parar a tu alrededor pero para mí es la primera vez!

—Si tienes suerte, no será la última —dijo.

—¡Cállate de una vez, anda! —le solté. Esperaba que en mi mirada no hubiera tanto miedo como en la suya. Si sobrevivíamos a la explosión, todavía teníamos que enfrentarnos a las consecuencias. Trozos de barco cayendo del cielo y agua helada. Estupendo—. Esto, ¿cuánto queda? —pregunté, me temblaba la voz. Mi móvil volvía a sonar.

Trent bajó la cabeza.

—Diez segundos. Quizá deberíamos sentarnos antes de caer.

—Claro —dije—. Seguramente es una buena ide…

Un estallido hizo temblar el suelo y yo ahogué un grito. Estiré el brazo hacia Trent, desesperada por evitar que nos soltáramos. El suelo nos empujó y caímos. Trent se aferró a mi hombro y me atrajo hacia él para que no me fuera rodando. Apretada contra su cuerpo, olí el aroma de la seda y el de su loción para después del afeitado.

Se me cayó el estómago a los pies y un destello de fuego estalló a nuestro alrededor. Chillé cuando se me adormecieron los oídos. Con un movimiento irreal, mudo, el barco se partió en dos y nos alzamos en el aire. La noche se convirtió en manchones de cielo negro y fuego rojo. Me bañó el cosquilleo del círculo al romperse. Y entonces caímos.

Se me escapó el brazo de Trent y chillé cuando me envolvió el fuego. Los oídos, entumecidos por la explosión, se me llenaron de agua y por un momento fui incapaz de respirar. No me estaba quemando, me estaba ahogando. Hacía frío, no calor. Aterrada, luché contra el peso del agua que me empujaba.

No podía moverme. No sabía donde estaba la superficie. La oscuridad estaba llena de burbujas y trozos de barco. Me llamó la atención un brillo exiguo que vi a mi izquierda. Me recuperé un poco y me lancé hacia allí mientras le decía a mi cerebro que era la superficie, aunque pareciera estar de lado y no hacia arriba.

Dios, esperaba que fuera la superficie.

Salí del agua de golpe, seguía sin oír nada. Me golpeó un frío que me dejó helada. Ahogué un grito, sentía el aire como un cuchillo en los pulmones. Respiré hondo otra vez, agradecida, pero hacía tanto frío que dolía.

Seguían cayendo trozos de barco y me puse a flotar en posición vertical, menos mal que llevaba un vestido con el que me podía mover. El agua sabía a aceite y lo que había tragado me pesaba en el estómago.

—¡Trent! —grité y lo oí como si fuera a través de un almohadón—. ¡Trent!

—¡Aquí!

Me sacudí el pelo mojado de los ojos y me volví. Me envolvió una oleada de alivio. Estaba oscuro pero entre el hielo y la madera que flotaba vi a Trent. Tenía el pelo pegado a la cabeza pero no parecía herido. Estaba temblando pero me quité de una patada el tacón que me quedaba y empecé a nadar hacia él. De vez en cuando nos salpicaban trocitos de barco. ¿Cómo podía estar cayendo todavía? me pregunté. Había suficientes restos entre los dos como para construir dos barcos enteros.

Trent empezó a avanzar con una brazada profesional. Al parecer había aprendido a nadar. El fulgor del fuego en el agua helada iluminó la noche a nuestro alrededor. Miré hacia arriba y sofoqué un grito. Todavía tenía que caer algo grande y en llamas.

—¡Trent! —grité pero no me oyó—. ¡Trent, cuidado! —chillé al tiempo que señalaba. Pero no me escuchaba. Me agaché para intentar escapar.

Algo me lanzó como si me hubieran dado un golpe. El agua se volvió roja a mi alrededor. Me quedé casi sin aire en los pulmones cuando me golpeó algo y me hizo una magulladura en la espalda. Pero me salvó el agua y con los pulmones doloridos y los ojos irritados, seguí el aliento que exhalaba hasta la superficie.

—¡Trent! —lo llamé al sacar la cabeza del agua helada al frío ardiente de la noche. Lo encontré agarrado a un cojín que se estaba llenando de agua a toda velocidad. Sus ojos se encontraron con los míos sin poder centrarse. La luz del barco en llamas se atenuaba y nadé a por él. El muelle había desaparecido. No sabía cómo íbamos a salir de allí.

—Trent —dije tosiendo cuando lo alcancé. Me zumbaban los oídos pero ya podía oírme. Escupí el pelo que se me había metido por la boca—. ¿Te encuentras bien?

Parpadeó como si intentara centrarse. Sangraba por la línea del pelo y la herida dejaba una veta marrón en su cabello rubio. Tenía los ojos cerrados y observé horrorizada que empezaba a soltar el cojín.

—Ah, no, de eso nada —dije y estiré el brazo antes de que se hundiera.

No podía dejar de temblar pero le rodeé el cuello con un brazo y le levanté la barbilla con el codo. Respiraba. Se me estaban entumeciendo las piernas por el frío y empezaba a tener calambres en los dedos de los pies. Miré a mi alrededor en busca de ayuda. ¿Dónde coño estaba la SI? Alguien tenía que haber visto la explosión.

—Nunca están cuando más los necesitas —murmuré mientras apartaba un trozo de hielo tan grande como una silla—. Seguro que andan por ahí poniéndole una multa a alguien por vender amuletos caducados. —El muelle había desaparecido. Tenía que sacarnos a los dos del agua pero el rompeolas era casi un metro liso de cemento. La única forma de salir era subirnos otra vez al hielo e ir caminando hasta otro muelle.

Se me escapó un sonido desesperado y eché a nadar hacia el borde del agujero que había abierto la explosionen el hielo. Jamás conseguiría llegar, ni siquiera con aquella lenta corriente. El agua estaba empezando a cubrirme cada vez más y mis movimientos se iban ralentizando, y me resultaba más y más difícil hacer cualquier cosa. Tampoco tenía frío ya y eso me hacía cagarme de miedo. Seguramente podría salir… si no estuviera arrastrando a Trent.

—¡Me cago en todo! —grité, necesitaba utilizar la ira para seguir moviéndome. No iba a morir allí intentando salvarle el culo a aquel elfo—. ¿Por qué no me dijiste lo que estabas haciendo, Kisten? —exclamé, sentía que unas lágrimas ardientes como el fuego se me escapaban al nadar—. ¿Por qué no te dije adonde iba? —me contesté a gritos—. Soy gilipollas. ¡Y tu estúpido reloj se adelanta, Trent! ¿Lo sabías? Tu estúpido… —respiré hondo, con un sollozo— …reloj se adelanta.

Me dolía la garganta pero con el movimiento entré un poco en calor. El agua estaba caliente y todo. Jadeé, dejé de nadar y me puse a flotar. Se me empañó la visión cuando me di cuenta de que ya casi había llegado. Pero tenía un gran trozo de hielo en medio y tendría que rodearlo.

Respiré, decidida, cambié el brazo cargado de postura y empecé a mover las piernas. Ya no las sentía pero supuse que se movían porque el saliente de hielo de veinte centímetros de grosor parecía acercarse. Los últimos rayos de luz del barco quemado comenzaban a dejar pequeñas manchas rojas en el hielo, estiré el brazo y toqué el hielo. Me resbaló la mano y solo cogí nieve, después me hundí. Me golpeó una oleada de adrenalina y volví con un par de patadas a la superficie. Trent empezó a escupir y toser.

—Oh, Trent —dije, y se me llenó la boca de agua—. Me olvidé de que estabas ahí. Tú primero. Venga. Sube al hielo.

Utilicé el más que cuestionable apoyo de lo que parecía parte de la barra del casino y subí la mitad del cuerpo de Trent al río helado. Me empezaron a rodar lágrimas por la cara porque al fin podía usar los dos brazos para mantenerme a flote. Me quedé allí, inmóvil, un momento, con las manos insensibles en la nieve y la cabeza apoyada en el hielo. Estaba tan cansada. Trent no se iba a ahogar. Había hecho mi trabajo. Ya podía salvarme.

Estiré los brazos para intentar salir al hielo… y fracasé. Cayó un poco de nieve que hizo charcos en el aguanieve. Cambié de táctica e intenté subir una pierna. No se movió. No podía mover la pierna.

—Está bien —dije, no tan asustada como pensé que debería estar. El frío debía de haberlo dormido todo, hasta mis pensamientos vagaban en una nube. Se suponía que tenía que estar haciendo algo pero no recordaba qué. Parpadeé cuando vi a Trent con las piernas todavía en el agua.

—Ah, sí —susurré. Tenía que salir del agua. El cielo era negro y la noche estaba en silencio salvo por el zumbido que tenía en los oídos y el leve sonido de unas sirenas. La luz de los fuegos era nimia y cada vez se amortiguaba más. No podía mover los dedos y tuve que usar los brazos como si fueran palos para acercar un trozo de barco. Me concentré para no perder el hilo de mis pensamientos y me lo puse debajo para que me ayudara a flotar. Se me escapó un gemido cuando, con su ayuda, conseguí subir una pierna al hielo. Rodé con torpeza y me quede allí jadeando. El viento era como fuego en mi espalda y el hielo estaba calentito. Lo había conseguido.

—¿Dónde está todo el mundo? —dije sin aliento, sentía la piel dura contra el hielo frío—. ¿Dónde está Ivy? ¿Dónde están los bomberos? ¿Dónde tengo el teléfono? —Lancé una risita cuando recordé que estaba en el fondo del río, con mi bolso, y después recuperé la sobriedad al pensar en las personas inconscientes que se iban hundiendo en el agua helada con sus mejores galas para reunirse con él. Joder, sería capaz hasta de besar a Denon, mi antiguo y despreciable jefe de la SI si apareciese.

Cosa que me recordó algo.

—Jonathan —susurré—. Oh, Jooo-ooo-nathan -canturreé—. ¿Dónde estás? Sal, anda, sal de donde quieras que estés, enorme bicho raro.

Levanté la cabeza y me alegré de estar apuntando en la dirección adecuada. Entrecerré los ojos entre el pelo desaliñado y vi una luz donde se encontraba la limusina. Los faros apuntaban al río e iluminaban la destrucción y los trozos de barco que se iban hundiendo. La silueta de Jonathan se recortaba junto al muelle. Sabía que era él porque era la única persona que conocía que era así de alta. Solo que no miraba hacia donde debía. No me iba a ver y yo ya no podía gritar.

Maldición, iba a tener que levantarme.

Lo intenté. De verdad. Pero las piernas no me funcionaban y los brazos se quedaron allí, tirados, sin hacerme ningún caso. Además, el hielo estaba calentito y no me apetecía levantarme. Quizá, si gritaba, me oiría.

Respiré hondo.

—Jonathan —susurré. Mierda, eso no iba a funcionar. Respiré hondo otra vez.

—Jonathan —dije, lo oí entre el zumbido que tenía en los oídos. Levanté la cabeza y vi que no se movía para mirar—. Da igual —dije dejando caer la cabeza otra vez en el hielo. La nieve estaba tibia y me apreté contra ella—. Qué bien —murmuré pero no creo que las palabras llegaran a traspasar mi cabeza y salieran al mundo real.

Tenía la sensación de que el mundo entero estaba dando vueltas y oí el chapoteo del agua. Me acurruqué en el hielo y sonreí. Hacía días que no dormía bien. Exhalé, me dejé llevar por la nada y disfruté del calor de ese sol que de repente brillaba sobre el hielo. Alguien me rodeó con los brazos, sentí que se me caía la cabeza contra un pecho empapado y me levantaron.

—¿Denon? —me oí murmurar—. Ven aquí, Denon. Te debo un beso… muy… grande…

—¿Denon? —repitió alguien.

—Ya la llevo yo, Sa'han.

Intenté abrir los ojos y me deslicé de nuevo en la nada cuando sentí que me movía. Estaba adormilada, no despierta pero tampoco dormida del todo. Después me quedé quieta e intenté sonreír y dormir por fin. Pero no hacía más que sentir un leve pellizco y una palpitación en las mejillas y además me dolían las piernas.

Irritada, empujé el hielo y me encontré con que había desaparecido. Estaba sentada y alguien me estaba dando tortas.

—Ya es suficiente —oí que decía Trent—. Vas a dejarle marcas.

El pellizco se desvaneció y dejó solo la palpitación. ¿
Me estaba arreando Jonathan
?

—Eh, puñetero cabrón —dije sin aliento—. Como me vuelvas a pegar, me voy a ocupar yo de tu planificación familiar.

Algo olía a cuero. Arrugué la cara, empezaba a recuperar las sensaciones en las piernas y los brazos. Oh, Dios, cómo dolía. Abrí los ojos y me encontré a Trent y Jonathan mirándome. A Trent le chorreaba sangre por el nacimiento del pelo y le caía agua de la nariz. Por encima de sus cabezas vi el interior de la limusina. ¿Estaba viva? ¿Cómo había llegado al coche?

—Ya era hora de que nos encontraras —dije sin aliento, después cerré los ojos.

Oí suspirar a Trent.

—Está bien.

Supongo. Quizá. Comparado con estar muerta, supongo que estaba bien.

—Una pena —dijo Jonathan y lo oí alejarse de mí—. Habría simplificado las cosas si no lo estuviera. Todavía estamos a tiempo de tirarla al agua con los demás.

—¡Jon! —ladró Trent.

En su voz había tanto calor como el que sentía en la piel. Me estaba quemando, coño.

—Me ha salvado la vida —dijo Trent en voz baja—. Me da igual si te cae bien o no, pero se ha ganado tu respeto.

—Trenton… —empezó a decir Jonathan.

—No. —La voz era gélida—. Se ha ganado tu respeto, punto.

Hubo una vacilación y yo me habría dejado llevar por la nada si el dolor en las piernas me hubiera dejado. Además, me ardían los dedos de las manos.

—Sí, Sa'han —dijo Jonathan y yo desperté con una sacudida.

—Llévanos a casa. Llama antes y dile a Quen que le prepare un baño. Tenemos que hacer que entre en calor.

—Sí, Sa'han. —Fue una frase lenta y reticente—. Está aquí la SI. ¿Por qué no la dejamos con ellos?

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