Benjamín (61 page)

Read Benjamín Online

Authors: Federico Axat

Tags: #Intriga, #Terror

BOOK: Benjamín
4.62Mb size Format: txt, pdf, ePub

¿A quién había visto Allison?

¿Acaso el niño no se había encargado de aclararlo en bonitas letras sangrientas?

La idea de que un niño muerto hacía más de cuarenta años acechara a Allison era estúpida. Tan estúpida como las luces que vemos al morir, la reencarnación o las personas que aseguran ser secuestradas por extraterrestres. Mike no creía en nada de esto, pero súbitamente se encontró convencido de su nueva y sobrenatural visión de los acontecimientos. Era descabellado, sí, pero creía en ella.

La desaparición de Ben había sido el comienzo de una sinfonía enloquecida; el resultado de un director de orquesta que súbitamente pierde la razón y agita sus brazos sin control. Los instrumentos eran los mismos de siempre, pero la melodía carecía de sentido. El encuentro entre Danna y Matt Gerritsen, la inesperada aparición de Robert, la muerte de Rosalía Hernández.

Mike aceleró hasta ciento veinte kilómetros por hora imponiéndose esta velocidad como límite. Quería llegar cuanto antes, pero no con un tubo de oxígeno incrustado en la nariz.

Llegó a Manchester a las cinco y media. Hizo algunas preguntas para evitar dar vueltas en vano y dio con la zona que buscaba casi de inmediato. Se trataba de un barrio residencial, de casas imponentes de estilo victoriano. Encontrar la de la familia Arlen fue sencillo. Mike se hallaba de pie frente a la casa cuando un Mercedes que circulaba por la calle Kennedy giró y avanzó por el camino privado. Mike reconoció al conductor de inmediato. No veía a Brandon Arlen desde la boda de Robert, pero la mandíbula marcada y aquellos ojos profundos evocaron de inmediato el rostro de Danna.

Mike avanzó hasta detenerse a una distancia prudente del Mercedes.

—Arlen, soy Mike Dawson. Quizás se acuerde de mí. Nos conocimos en…

—La boda de mi hermana —completó Brandon—. Me acuerdo de usted, Dawson.

El abogado sonrió tras aquel alarde de buena memoria.

—Precisamente estoy aquí por Danna. ¿Está con ustedes?

—Está dentro —respondió Brandon.

Mike presenció cómo el coche ascendía la pendiente y se internaba en el garaje para tres vehículos. Un sonido metálico se hizo audible nuevamente cuando el portón se encargó de engullir al Mercedes. Eran las seis de la tarde, el cielo estaba saturado de nubes grises y una brisa suave auguraba la presencia de lluvia inminente.

Si Danna estaba en casa, ¿por qué no había respondido a sus reiteradas llamadas?

La puerta principal se abrió.

—Adelante, señor Dawson. —Courteney le tendió la mano y Mike se la estrechó.

—Llámeme Mike, por favor.

—Está bien, soy Courteney. Brandon estará con nosotros en un momento.

La mujer lo condujo a la sala, donde un minuto después Brandon se presentó cargando su equipo de golf. Lo depositó junto a uno de los sillones y se aproximó a Mike para estrecharle la mano.

—Danna debe de estar dormida —dijo Brandon—. No descansó bien anoche. ¿Puedo preguntarle por qué ha venido hasta aquí? ¿Ha sucedido algo?

—Nada de que preocuparse. —Mike supo que debía darle a los Arlen un buen motivo para estar allí, pero no pudo pensar en uno—. En realidad quisiera hablar con Danna directamente; lo he intentado por teléfono, pero no ha respondido a mis llamadas.

El rostro de Brandon mostraba cierta incredulidad. Mike creyó conveniente agregar algo más para otorgarle cierta credibilidad a su viaje.

—Robert me ha pedido que intercediera —dijo a continuación en tono confidencial—. Supongo que están al tanto de lo que ha ocurrido entre ellos…

El rostro del abogado se suavizó.

—Algo nos ha dicho, pero créame, Dawson, no mucho. Iré a ver si está despierta. Tome asiento si lo desea.

Las escaleras que llevaban al segundo piso eran una estructura curva con barandilla de madera labrada. Culminaba en un balcón cuya única puerta daba acceso a las diferentes habitaciones, entre ellas la de invitados. Brandon subió los escalones de dos en dos y al llegar a la parte superior se detuvo frente a la puerta. Mike, que había seguido los movimientos del hombre, inmediatamente se puso tenso y alzó la voz para ser oído.

—¿Ocurre algo?

—Sí. —Brandon retrocedió dos pasos.

Mike se lanzó hacia el piso superior sin esperar que Brandon le dijera que lo hiciera.

—Mierda —dijo al llegar.

Dos o tres maceteros con plantas de interior habían sido derribados y sus restos yacían desperdigados sobre la alfombra color vino. Al final, la puerta del baño abierta dejaba ver en el suelo una mancha roja que no podía ser otra cosa más que sangre.

—¿Qué ocurre, Brandon? —La voz de Courteney llegó desde la planta baja.

Brandon se volvió de pronto en dirección a Mike. Algo en su mirada cambió de pronto.

—¡Cariño! —vociferó, asomándose desde el balcón—. Algo le ha ocurrido a Danna. Avisa a la policía.

Courteney no respondió. Sus pasos resonaron cuando se lanzó al teléfono de la sala.

—Comprendo lo que está pensando —se apresuró a decir Mike—, pero recuerde que fui yo quien se acercó a usted ahí fuera.

Brandon lo observó, vacilante. La voz de Courteney volvió a llegarles desde la planta baja.

—¡El teléfono no funciona!

—Utilice mi móvil —dijo Mike mientras tendía a Brandon su teléfono.

Brandon le lanzó una mirada dudosa, pero aceptó el ofrecimiento. Llamó al 911 y dio una descripción rápida y precisa de lo que habían encontrado en la casa. Luego dio su dirección y cortó.

—Discúlpeme, Dawson, por un momento me he sentido mareado.

—Descuide.

Los dos hombres avanzaron por el pasillo esquivando restos de cerámica y tierra. Brandon vociferó el nombre de su hermana tres veces sin obtener respuesta. Luego comprendió que no tenía sentido seguir haciéndolo.

Se detuvieron a dos metros de la puerta entreabierta del baño. Pudieron ver con claridad la mancha de sangre que describía una curva desde la habitación de invitados. Adquiría el aspecto de una pincelada gigante y grotesca. Brandon parecía incapaz de moverse, de modo que fue Mike quien avanzó dos pasos, rodeó al dueño de casa y se asomó al interior del cuarto de baño. Pudo ver a Danna tendida en la bañera. La expresión en su rostro era la de alguien que disfruta de un relajante baño de burbujas.

—Se ha quitado la vida, ¿verdad? —Brandon no se movía.

Mike no respondió. En su lugar se dirigió hacia la bañera, sintiéndose perdido.

Dos cadáveres en menos de veinticuatro horas resulta demasiado para alguien que se gana la vida alquilando maquinarias.

Mike colocó dos dedos en el cuello de Danna y buscó un pulso inexistente.

Courteney, que había encontrado el valor suficiente para subir las escaleras, pero no para atravesar el pasillo que la separaba de su marido, preguntó qué era lo que estaba ocurriendo. Su voz se quebró al ver la mancha de sangre a la distancia y Brandon se apresuró a reunirse con ella.

Mike no podía apartar su mirada del cuerpo de Danna. El corte en el bíceps derecho, horriblemente profundo, atrapó de inmediato su atención. Sin embargo, había algo que no iba bien…

La bañera estaba vacía, pero era evidente que se había vaciado recientemente. Para empezar, el cabello de Danna estaba mojado en las puntas, y su cuerpo, húmedo. Además estaba el detalle del desagüe, donde un círculo sangriento casi perfecto conservaba el rastro del paso de agua. Mike advirtió que el tapón que había servido para contener el agua yacía junto al talón de Danna. Una cadena delgada lo mantenía unido al grifo.

El cuadro de situación parecía sencillo: Danna había llenado la bañera con agua y luego había utilizado uno de sus pies para quitar el tapón. Así de simple, salvo…

¿Con qué propósito una mujer que pretende suicidarse se preocuparía por quitar el tapón de la bañera? De hecho, ¿por qué se preocuparía por
cualquier
cosa?

Y había algo más. Tanto las heridas de las muñecas como las de los brazos estaban perfectamente limpias. ¿Cómo era posible que no hubiera sangre en torno a ellas? Si Danna había quitado el tapón del desagüe, lógicamente estaba viva en el momento de hacerlo, y por lo tanto sus heridas aún sangrantes.

En cambio, si en el momento de vaciar la bañera sus heridas ya no sangraban, entonces…

—Dawson, ¿está muerta?

Mike se sintió tentado a gritar, en parte por el susto al oír la voz de Brandon y en parte por el giro que tomaban los hechos. Se obligó a responder con la mayor tranquilidad de que fue capaz que Danna, en efecto, estaba muerta. Decirlo en voz alta hizo que tomara conciencia del hecho, al menos un poco más de la que tenía mientras jugaba a Sherlock Holmes. Bien sabía los sentimientos que Danna había despertado en él en vida, no tenía sentido engañarse ahora que tenía su lastimoso cadáver delante. Pero eso no cambiaba el hecho de que era la esposa de su amigo. Robert estaría en ese momento en Maggie Mae, procurando reponerse de la infidelidad de Danna, sin tener idea de que ella estaba ahora allí, con un corte horrible en el bíceps y las muñecas juntas a la altura del estómago. Robert, ajeno a todo…, incluido el detalle de que su hijo Ben no había muerto ahogado, sino que había enloquecido.

¿Quién había quitado el tapón?

Si la propia Danna lo había hecho valiéndose de uno de sus pies, entonces ¿el flujo del agua no debió ser suficiente para arrastrar el tapón hacia el desagüe? Claro que sí, y sin embargo estaba al menos a cincuenta centímetros.

Por primera vez, Mike apartó su atención del cadáver y se concentró en el resto. Observó la sangre en el suelo y las huellas de la propia Danna. Luego el lavabo. No vio ningún objeto cortante con el que Danna pudiera haberse practicado las heridas, pero eso no significaba nada. La sangre en el umbral de la puerta indicaba claramente que ella había elegido terminar con su vida en la habitación y luego se había dirigido al baño. Resultaba poco lógico, pero Mike se preguntó vagamente si cabía la expresión «poco lógico» en el mundo de alguien que ha tomado la decisión de saltar de pronto al casillero final del juego de la vida.

Cuando se disponía a salir del baño, advirtió restos de tierra entre la sangre reseca. Se dijo que seguramente él mismo la había traído en la suela de los zapatos, pero entonces comprendió…

La pieza fuera de lugar.

El corazón le dio un vuelco. Si Danna se había dirigido desde la habitación hacia el baño para morir desangrada allí, entonces ¿quién había ocasionado los destrozos en las plantas del pasillo?

Evidentemente, no una mujer moribunda.

La única respuesta que encontró hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo.

Quizás alguien irritado ante la muerte de Danna. Alguien cuya impotencia lo obligó a quitar el tapón de la bañera y permanecer un buen rato observando el cuerpo sin vida…

Alguien.

La imagen del desván de los Green se alzó dentro de su cabeza. Estuvo a punto de trastabillar cuando quiso girar sobre sí mismo y encaminarse a la puerta del baño.

Encontró a Courteney y Brandon abrazados en el pasillo; la mujer sollozaba y él procuraba consolarla aunque su rostro estaba desencajado. Brandon le dijo que la policía estaba en camino y que llegaría de un momento a otro. A continuación debió de advertir algo en el rostro de Mike, porque permaneció en silencio. Se limitó a pronunciar palabras tranquilizadoras en el oído de su mujer.

Mike aún podía ver el lateral de la bañera y el rostro emergente de Danna, con los ojos cerrados y la expresión tranquila. Había tenido una muerte pacífica, le diría probablemente a Robert más tarde, como si aquello fuera un consuelo.

—Será mejor que bajemos a esperar a la policía —dijo Brandon.

Mike asintió. Los tres se encaminaron a la planta baja, descendiendo los escalones con lentitud y en silencio. Brandon tomó el auricular del teléfono y comprobó que seguía sin funcionar y con su tono de abogado solemne dijo que era probable que Danna lo hubiera desconectado. Courteney se encaminó hacia la cocina sin decir una palabra. Mike se encontró frente a la mesa del teléfono, observando el aparato muerto, un par de adornos y una libreta abierta. Al leer lo que había escrito en la libreta, el corazón le dio un vuelco.

—¡Arlen! —disparó.

El abogado se detuvo en plena marcha y se volvió. Su rostro mostraba un terror profundo.

—¿Qué ocurre? —logró articular.

Courteney salió de la cocina sosteniendo una taza vacía entre sus manos y con los ojos abiertos como platos. Mike comprendió que si alzaba nuevamente el tono de voz, la mujer dejaría caer la taza y probablemente se desmayaría, de modo que procuró hablar despacio.

—Brandon, ¿qué es esto?

El abogado se aproximó hasta ver a qué se refería Mike.

—Usted debería saberlo… —respondió en tono desafiante.

—Ya sé lo que es. —Mike comenzaba a exasperarse—. Lo que me pregunto es cómo ha llegado allí.

—Yo mismo lo apunté esta tarde antes de irme.

—¿Quién le dijo que Robert estaría en mi casa del lago?

¿Y cómo es que la dirección está apuntada en esta libreta? —Mike apenas tomaba conciencia de lo que esto podía significar.

—Robert telefoneó —explicó Brandon. Esta vez su tono fue el de alguien a la defensiva—. Dijo que pasaría unos días allí con Andrea. Me pidió que me encargara de hacérselo saber a mi hermana. —Brandon bajó la cabeza y Mike supo que aquella información nunca le había llegado.

Si el mensaje había estado allí todo el tiempo y si en efecto Danna había recibido
visitas
después de su suicidio, entonces alguien más podía estar al corriente de dónde encontrar a Robert y a Andrea en ese momento.

Unas sirenas se hicieron audibles.

Se presentaron dos policías de película. Hablaban enérgicamente por sus radios al tiempo que interrogaban a Brandon, cuya coraza protectora de abogado parecía haberse ido al demonio. El policía que parecía llevar las riendas del asunto, un hombre corpulento de mandíbula cuadrada y ojos pequeños, pidió ser conducido al piso superior
de inmediato
. Mientras subía los escalones escoltado por el dueño de casa, el otro policía, considerablemente menos fornido y con dientes de ratón, permaneció junto a Mike en la planta baja. Dijo llamarse Daniels, pero Mike no le prestó atención. Aún pensaba en el mensaje junto al teléfono.

Brandon había presentado a Mike a los policías como un amigo de la familia y aquello había sido suficiente para que ellos se olvidaran de él. Mike le había prometido a Allison que la llamaría tan pronto llegara a Manchester y aún no lo había hecho. Mentalmente trazó un plan de acción cuyo primer paso consistía en marcharse de allí cuanto antes. Si había algo que podía hacer, no sería precisamente en casa de los Arlen. Eso estaba claro. Se encaminó a la cocina, donde encontró a Courteney y le preguntó directamente si la cocina disponía de una salida lateral. La respuesta fue la que Mike esperaba.

Other books

Secret Desire by Taylor, Susan D.
The Raft by Christopher Blankley
Saucer by Stephen Coonts
SirenSong by Roberta Gellis
Chaos by Nia Davenport
Hard Rain by Janwillem Van De Wetering
Flash by Jayne Ann Krentz
Unbroken Promises by Dianne Stevens
Breakfast with Mia by Jordan Bell
Divine Misdemeanors by Laurell K. Hamilton