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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

El bokor (74 page)

BOOK: El bokor
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¿Me está diciendo que usted y Amanda…?

—No. Benjamin Strout cometió un error, intentó sacar a Lilitu de mí y luego no fue capaz de terminar el trabajo, dejando expuesta a su hija. Lilitu tomó a Amanda Strout y luego mató a Benjamin para evitar que tratara de exorcizarla de nuevo.

—¿Y qué hay de Daniels?

—Daniels y su esposa estaban en el grupo, conocían lo que había sucedido y por eso Lilitu los mató, los colgó por los pies a ambos y no dudaría de matar a Sebastian si lo creyera necesario.

—¿Y por qué no ha intentado matar a mama Candau, a Jean, a usted…?

—Porque nos utiliza. A mama Candau no puede tocarla, está sellada, pero a mí y a Jean ya nos poseyó una vez y no le costaría hacerlo de nuevo.

—Dice que los utiliza, dígame ¿para qué?

—Para que busquemos con quienes obtener la semilla que necesita.

—¿Me está diciendo que Jean me utilizó para traerme hacia Lilitu?

—No concientemente. Las artes de ese demonio no son obvias, pero a su modo hace lo que quiere.

—No puedo creer lo que me dice, son tonterías, supercherías…

—No lo son. En esta isla se conjuga todo lo que Lilitu necesita, la religión, la impunidad, la maldad…

—¿Por qué yo?

—Eso no lo sabemos, Lilitu escoge a sus hombres y una vez que los ha elegido no hay fuerza en la tierra que pueda detenerla.

—A no ser que sea el sello de fuego.

—El riesgo es muy grande, quien fracasa en combatirla termina sirviéndole de por vida, aun y contra nuestra propia voluntad. Ella arruina nuestras vidas, no nos deja más camino que éste que Jean y yo hemos tomado.

—¿Qué hay de la Mano de los Muertos?

—Es su bokor. Un bokor es un sacerdote del vudú petro, a diferencia de otros que pueden dedicarse a la magia blanca, el bokor siempre será maligno, son los fabricantes de zombis, se encargan con sus hechizos de robar la voluntad de los hombres con polvos que les hacen ingerir o aspirar en forma de humo. Una vez un bokor se ha apoderado de su alma, usted hará su voluntad y ni siquiera podrá recordar las cosas que ha hecho actuando a su servicio, quizá eso es lo peor, se vive una doble vida, por un lado estará el Kennedy sacerdote y hacedor del bien y por otro, el caballo del bokor, el cuerpo mediante el cual el sacerdote del mal actúa. Si usted está poseído por un bokor, usted ya no será usted padre Kennedy, pasará a ser un instrumento de la voluntad del brujo.

—Ya usted ha visto el poder de este hombre —dijo mama Candau— ha visto lo que le ha hecho a Nomoko y a usted mismo. Usted vio lo que sucedió en mi casa, las cosas volando, Nomoko en ese trance.

—Estoy muy confundido —dijo Kennedy sentándose y poniendo la cabeza entre sus piernas— ya no sé que es real y qué no lo es.

—Eso es fruto de la magia del bokor, cuando usted actúe a su servicio todo le parecerá un sueño, una pesadilla de la que acaba de despertar, pero no habrá sido así, todo habrá sido real.

—¿Cómo distinguirlo entonces?

—Es preciso tener al lado a alguien que se encargue de protegernos. Alguien que sepa de todo y que nos oriente en ese camino de oscuridad, alguien a quien encomendemos nuestras almas al dormir.

—¿Un ángel de la guarda?

—Un protector.

—¿Y quien es el suyo?

—Casas y yo nos protegíamos mutuamente, pero creo que Alcides fue seducido por una fuerza mayor.

—¿Un demonio?

—La codicia. Duvalier debe haberlo convencido de que estando a su servicio sería perdonado y posiblemente compensado con algo que le resultara particularmente de interés.

—¿Dinero?

—Casas es un pederasta y la niñez en Haití no significa gran cosa, es posible que le hayan ofrecido satisfacer sus deseos.

—Es asqueroso.

—Es una realidad, además, eso lo comprometería más con el servicio a ese hombre, a usted mismo lo intentó atacar por la misma vía. Recuerde a María desnudándose en su iglesia y posiblemente en otras ocasiones que usted confundió con sueños pervertidos. Sé que usted contrató a la niña para servirle en la casa con algunos quehaceres…

—Y nadie más que yo sabe que siempre ha sido usted bienintencionado —cortó mama Candau.

—Pero la gente murmura, posiblemente por enterarse de la propia boca de María de que ustedes dos…

—Jamás haría lo que sugiere.

—María es una niña influenciable y usted padre, es solo un hombre.

—No permitiré que se me trate de pederasta.

—No es de nosotros de quienes debe preocuparse, Duvalier tiene el poder para hacer parecer que todo eso es cierto y que usted vino a la isla a satisfacerse con sus niños.

—Pero no hace nada por salvar a Aqueda de la Mano de los Muertos.

—Como le dije, para esta gente los niños no significan más que moneda de cambio.

—¿Qué hay de Daniels?

—Casas no dijo nada de él, pero no le gustó que dijera que Amanda había tenido que ver en la muerte de su padre. Es posible que Sebastian esté en este momento haciéndose tantas preguntas como usted respecto a esa mujer.

—Pero, si todo esto que me dicen fuera cierto…

—Lo es, padre Kennedy.

—¿Qué podría hacer? Me niego a pensar que simplemente las cosas no se puedan cambiar.

—Ya le he dicho la única forma en la que puede redimir su alma y de paso la de Jean, Alcides y la mía.

—¿Matar a Amanda Strout?

—Pero antes debe matar al espíritu que la habita, debe haber vencido primero a Lilitu y luego acabar con la vida de Amanda, solo así podrá salvarnos.

—¿Y que hay de la Mano?

—Muerta Lilitu, su poder se extinguirá y lo hará vulnerable.

—¿También debo matarlo?

—No será necesario. No sabemos cuantos años tiene ese hombre, pero se lo puedo asegurar, debe sumar más que nosotros tres juntos.

—¿Cómo puede…?

—La magia lo mantiene con vida y una vez acabado ese poder, todo terminará.

—Pero para hacer lo que me dicen, primero debería encontrar el sello de fuego.

—Casas nos ha dado algunas pistas que nos conducirían a él.

—Entonces podemos ir y buscarlo.

—Lo siento padre Kennedy, pero el sello está en Cuba y ni Jean ni yo podemos ir a allá y salir con vida, recuerde que matamos a la amante de Castro.

—También él yació con el súcubo.

—Y su alma está tan comprometida como la nuestra, no encontrará el descanso mientras Lilitu siga con vida.

—Debo ir solo a Cuba entonces.

—Yo iré con usted, padre —dijo mama Candau. —Jean podrá hacerse cargo de Nomoko por algún tiempo y estoy seguro de que Sebastian vendrá con nosotros si usted se lo pide.

—¿Cree que deseará acompañarnos después de lo que ha pasado hoy aquí?

—Lo hará por el recuerdo de sus padres y el descanso de sus almas.

—Entonces no hay tiempo que perder, hablaré con él a primera hora de la mañana.

—Debe prepararse, obtener el sello no será fácil.

—Ahora me parece que no tengo otra misión en la vida.

—Suerte a los tres, estaré esperando su regreso.

Capítulo LIII

Bronson y Johnson habían ido al bosque a ver la escena del crimen, no había ningún lugar para las dudas, Francis había sido asesinado por el mismo sujeto que los traía de cabeza en aquel caso siniestro. Un grupo de uniformados rodeaba la escena con un morbo que a Bronson le molestó, pero sabía que luego de tantos crímenes sería imposible alejar a aquellos hombres de la posibilidad de obtener información de primera mano sobre lo que todos en Nueva Orleans hablaban.

En todos los periódicos se hablaba del asesino de vudú, los titulares no podían ser más sensacionalistas «Un asesino venido de la isla del vudú» rezaba el Times y en el Herald destacaba en primera plana «Un bokor entre nosotros tiene en jaque a la policía» No citaban las fuentes pero era evidente que alguien había ido con la noticia de lo que había sucedido en las celdas de la comisaría, era muy probable que los diarios se refirieran al sacerdote y a su proceder en la celda, cómo oraba en creole y cómo aquellos prisioneros habían caído en el paroxismo luego de escucharlo.

—¿Viste los periódicos? —dijo Johnson.

—Así es, ahora todos pensarán en algo diabólico.

—No los culpo, este caso apesta a santería.

—¿Quién supones que ha sido su fuente?

—Todos buscan unos minutos de fama, puede que nuestra secretaria o alguno de los uniformados.

—O Natasha.

—También podría ser el tipo misterioso que se hizo pasar por abogado. Si te llamó para prevenirte respecto a Lucila, puede que haya llamado a los periódicos para hacer de esto un circo mediático.

—Ese tipo es tan sospechoso como Kennedy.

—¿Has dado la orden de captura para ambos?

—Ya se les busca por todo Nueva Orleans y extendí la alerta a otras ciudades de Lousiana.

—¿No crees que hayan salido del estado?

—No. Este chico murió hace apenas unas horas y creo que de ninguna manera puede considerarse el objetivo de este hombre, tiene que haber algo más detrás de todos estos asesinatos, una misión que debe cumplir y que posiblemente inició con la muerte de Jeremy.

—¿Ese fue el disparador?

—No hay muertes previas que estén relacionadas, pueden ser dos cosas, que el chico fuera la primera víctima o bien, que su muerte de alguna manera precipitara algo que ya se estaba gestando.

—Jeremy, Francis, Jean Renaud, Ryan, los tres hombres del narco, los dos hombres de McIntire, demasiados muertos.

—Pero en el caso de Jeremy, Renaud y Ryan, no hay signos de violencia física.

—Los tres hombres del narco fueron ajusticiados y vivían en ese mundo de violencia, y los hombres de McIntire seguro se involucraron y salieron mal parados, pero… ¿Qué hay de Francis?

—Murió de igual forma que esos hombres, ¿crees que estaba metido en drogas?

—Más allá de consumirlas no creo, se veía un chico algo desubicado, pero no un traficante ni mucho menos.

—Es posible, quizá su único pecado fue ser amigo de Jeremy. No merecía una muerte así.

—¿Han buscado pistas en la zona?

—Están en eso, hay huellas de sangre por todos lados, al parecer el asesino se descuidó esta vez y ha caído en la sangre de este chico, luego al huir, ha dejado sangre en hojas y en el pasto.

—¿Alguna huella que nos sirva?

—Todo es un desastre, similar al que dejó la señora Bonticue en la iglesia.

—Escenas contaminadas no nos dicen gran cosa.

—La única limpia fue la del tipo que escapó de detención y hasta ahora no encuentran una sola maldita huella, parece que el tipo usa guantes o de alguna manera limpia sus huellas.

—Muy planificado para una bestia que caza.

—Sin duda.

—Ya vienen los Bonticue, esto se pondrá feo.

Los esposos Bonticue se acercaron a los policías que los esperaban fuera de la zona acordonada. Trevor lucía furioso, mientras la mujer estaba abatida.

—¿Qué le han hecho a mi muchacho? —rugió Trevor mientras la mujer rompió a llorar.

—Señor y señora Bonticue —dijo Bronson que veía a Johnson alejarse disimuladamente— lamento mucho su pérdida.

—Ya me encargaré de que lo lamenten realmente si no encuentran en las próximas horas al bastardo que hizo esto, tengo muchos contactos incluido el gobernador.

—Conocemos bien sus contactos políticos señor Bonticue pero este caso se tratará con el mismo profesionalismo que lo hacemos con todos los demás.

—Creo que no hacen suficiente, muchos hombres han muerto y ustedes no han sido capaces de detener más que al maldito sacerdote que ahora está en fuga.

—No había razones para detenerlo más tiempo, alguien metido en la política como usted sabe que debemos respetar las leyes.

—Pues hay alguien en Nueva Orleans que no las respeta y si la policía no hace algo al respecto, me encargaré de que alguien cace a ese bastardo.

—¿No estará hablando de contratar a un cazador? Ya vio lo que sucedió a los hombres de su amigo McIntire.

—Puede estar seguro que no contrataría a un par de imbéciles como esos dos.

—¿Conocía usted a esos hombres?

—Por supuesto que no.

—Sin embargo McIntire nos ha dicho…

—No puedo responder por las cosas que diga ese hombre.

—Señora Bonticue, ¿conocía usted a esos hombres?

La mujer miró a Trevor en busca de una respuesta y el hombre entornó las cejas y arrugó el ceño.

—Los había visto —dijo finalmente.

—Mujer…

—Cálmese Bonticue —dijo Bronson tomándolo por un brazo e impidiendo que se acercara a su mujer, luego se dirigió otra vez a su esposa. —Señora Bonticue, ¿dónde había visto a esos hombres?

—Estuvieron en nuestra casa hace unas semanas, eran hombres de Alexander McIntire y tenían algunos negocios con Trevor.

—Estás loca mujer.

—No mentiré más Trevor, por tu culpa Francis…

—Detective, mi esposa está atravesando un momento muy difícil, comprenda usted…

—Lo comprendo señor Bonticue, pero tendrá que dar muchas explicaciones respecto a su relación con McIntire y la muerte de Jeremy.

—Diles lo que tuviste que ver con la muerte de ese chico —dijo la señora Bonticue.

—Nada Karen —dijo el hombre nervioso. —Jeremy murió de una sobredosis.

—Eso es verdad —dijo Bronson— pero de acuerdo a Alexander McIntire hay algo más detrás de todo esto.

—Trevor no está diciendo todo cuanto sabe.

—Señora Bonticue, este no es un buen momento, pero…

—Ninguno lo será detective Bronson y si mi esposo está implicado en todo esto no seré yo quien le sirva de coartada.

—Karen, estás loca, no sabes el daño que puede hacerme esto que estás diciendo, mi carrera…

—Al diablo con tu carrera maldito, dejaste morir a Jeremy en este mismo bosque para que no dijera las cosas que sabía de ti y de Alexander y ahora la maldición ha caído sobre nuestro Francis.

—Karen, por favor…

—Detective Bronson, quiero rendir una declaración, puedo decirle que mi esposo y Alexander McIntire son responsables de dejar morir a Jeremy Sanders porque el chico escuchó una conversación telefónica donde ellos dos planeaban un negocio sucio con tráfico de influencias.

—Eso es muy delicado, señora Bonticue.

—Tengo las pruebas en casa, puede estar seguro de que hay suficiente para incriminar a los dos.

—Karen, vamos a casa, no estás bien de la cabeza.

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