El caso Jane Eyre (14 page)

Read El caso Jane Eyre Online

Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

BOOK: El caso Jane Eyre
5.79Mb size Format: txt, pdf, ePub

Me dirigí a la barra. Era la hora feliz en el Gato de Cheshire, y las bebidas valían 52,5p.

—Buenas noches —dijo el barman—. ¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?

—¿En qué Poe escribió sobre ambos?

—Muy bien —rió—. ¿Qué va a ser?

—Una mitad de especial de Vorpal. Me llamo Next. ¿Alguien me espera?

El barman, que iba vestido de sombrerero, indicó un apartado al otro lado de la sala donde había dos hombres sentados, parcialmente oscurecidos por las sombras. Cogí la bebida y me acerqué. El local estaba demasiado lleno para que nadie se pusiese a dar problemas. Al acercarme, pude ver más claramente a los dos hombres.

El mayor de los dos era un caballero de pelo gris de unos setenta y cinco años. Tenía grandes patillas y estaba vestido con un traje de tweed bien cortado y una pajarita de seda. Sus manos sostenían un par de guantes marrones sobre un bastón y podía ver un sombrero
deerstalker
en el asiento a su lado. Su rostro tenía una apariencia colorada, y al aproximarme echó la cabeza atrás y rió como una foca por algo que había dicho el joven.

El hombre en el asiento opuesto tenía unos treinta años. Estaba sentado en el borde del asiento de una forma ligeramente nerviosa. Bebía una tónica y vestía un traje de rayas finas que era caro pero que había visto mejores épocas. Sabía que le había visto antes, pero no lograba situarle.

—¿Me buscan, caballeros?

Los dos se pusieron en pie a la vez. El mayor habló primero.

—¿Señorita Next? Encantado de conocerla. Me llamo Analogy. Victor Analogy. Jefe de los detectives literarios de Swindon. Hablamos por teléfono.

Me ofreció la mano y la acepté.

—Encantada de conocerle, señor.

—Este es el operativo Bowden Cable. Los dos trabajarán juntos.

—Encantado de conocerla, señorita —dijo Bowden con grandiosidad, algo incómodo y muy rígido.

—¿Nos hemos visto antes? —le pregunté, mientras le daba la mano.

—No —dijo Bowden con firmeza—. Me acordaría.

Victor me ofreció un asiento junto a Bowden, quien se movió emitiendo ruiditos de amabilidad. Tomé un sorbo de mi bebida. Sabía a vieja manta de caballo empapada de orina. Tosí explosivamente. Bowden me ofreció un pañuelo.

—¿Especial de Vorpal? —dijo Victor, alzando una ceja—. Chica valiente.

—Gr… gracias, señor.

—Bienvenida a Swindon —siguió diciendo Victor—. Primero de todo, me gustaría decir que lamentamos mucho saber de su pequeño incidente. Según lo que cuentan, Hades era un monstruo. No lamento que muriese. Espero que se haya recuperado.

—Lo he hecho, pero otros no tuvieron tanta suerte.

—Lamento oírlo, pero aquí le damos la bienvenida. Nunca antes nadie de su calibre se había molestado en unírsenos en este lugar apartado.

Miré a Analogy y me quedé ligeramente confusa.

—No estoy segura de comprender lo que quiere decir.

—Lo que quiero decir, hablando rápido, es que todos nosotros en esta oficina somos más académicos que agentes típicos de OpEspec. Su puesto lo tenía Jim Crometty. Le mataron de un tiro en la ciudad vieja durante una compra de libro que salió mal. Era el compañero de Bowden. Jim era un amigo muy especial para todos nosotros; tenía esposa, tres hijos. Quiero… no,
ansío tremendamente
capturar a la persona que nos quitó a Crometty.

Miré fijamente sus rostros sinceros con algo de confusión hasta que las piezas encajaron. Creían que yo era un operativo total y miembro de pleno derecho de OE-5 en una misión de descanso y recuperación. No era nada raro. En OE-27 solíamos recibir continuamente a personajes quemados de OE-9 y OE-7.

—¿Ha leído mi expediente? —pregunté lentamente.

—Se negaron a enviarlo —replicó Analogy—. No sucede a menudo que un operativo llegue a nuestras filas desde las altas cumbres de OpEspec 5. Necesitábamos un reemplazo con buena experiencia de campo pero también alguien que pueda… bien, ¿cómo debo expresarlo…?

Analogy se detuvo, aparentemente sin encontrar las palabras. Bowden respondió por él.

—Necesitamos a alguien que no tema emplear
fuerza extrema
si resulta ser necesario.

Miré a los dos, preguntándome si sería mejor confesar; después de todo, lo único a lo que le había disparado recientemente había sido a mi propio coche y a un genio criminal aparentemente a prueba de balas. Yo oficialmente pertenecía a OE-27, no a OE-5. Pero dadas las grandes posibilidades de que Acheron siguiese vivo, y con la venganza todavía en lo alto de mi lista, quizá fuese mejor seguir con el juego.

Analogy se agitó nervioso.

—Homicidio investiga el asesinato de Crometty, por supuesto. Extraoficialmente, no podemos hacer mucho, pero OpEspec siempre se ha enorgullecido de cierta
independencia
. Si descubriésemos cualquier prueba mientras realizásemos cualquier otra investigación, nadie diría nada. ¿Comprende?

—Claro. ¿Tienen alguna idea de quién mató a Crometty?

—Dijeron que tenían algo que debía ver, para comprar. Un manuscrito de Dickens poco común. Fue a verlo y… bien, no iba armado.

—Pocos detectives literarios de Swindon saben usar armas de fuego —añadió Bowden—, y para muchos de ellos el entrenamiento está fuera de la cuestión. El trabajo de detective literario y las armas de fuego no acaban de encajar; la pluma es más fuerte que la espada y todo eso.

—Las palabras están muy bien —repliqué fríamente, disfrutando de pronto de mi papel de mujer misteriosa de OE-5—, pero una bala de nueve milímetros llega a la raíz del problema.

Me miraron en silencio durante uno o dos segundos. Victor sacó una foto de un sobre grueso y la colocó sobre la mesa delante de mí.

—Nos gustaría que nos diese su opinión. La tomaron ayer.

Miré la foto. Conocía muy bien el rostro.

—Jack Schitt.

—¿Y qué sabe de él?

—No mucho. Es el jefe del servicio de seguridad interna de Goliath. Quería saber qué había planeado Hades para el manuscrito
Chuzzlewit.

—Le contaré un secreto. Tiene razón en que Schitt pertenece a Goliath pero
no
es de seguridad interna.

—Entonces, ¿qué?

—División de armamento avanzado. Ocho mil millones de presupuesto anual. Y todo ese dinero pasa por sus manos.

—¿Ocho mil millones?


Y
algo de calderilla. Los rumores dicen que incluso se pasaron de
ese
presupuesto para desarrollar el rifle de plasma. Schitt es inteligente, ambicioso y bastante inflexible. Vino aquí hace dos semanas. No estaría en Swindon a menos que aquí hubiese algo que a Goliath le resultase muy interesante; creemos que Crometty fue a ver el manuscrito original de
Chuzzlewit
y que si eso es así…

—… Schitt está aquí porque lo estoy yo —anuncié de pronto—. Le pareció sospechoso que de entre todos los posibles destinos, yo quisiese un trabajo de OE-27 en Swindon… sin ofender.

—No nos ofendemos —replicó Analogy—. Pero el que Schitt esté por aquí me hace creer que Hades sigue suelto… o al menos, que Goliath lo cree.

—Lo sé —respondí—. Preocupante, ¿no?

Analogy y Cable se miraron. Habían dicho lo que querían decir: me daban la bienvenida, estaban deseosos de vengar la muerte de Crometty y no les gustaba Jack Schitt. Me desearon una agradable velada, se pusieron los sombreros y abrigos, y se fueron.

El número de jazz acabó. Me uní a los aplausos mientras Holroyd se ponía en pie con dificultad y saludaba a la multitud antes de irse. Una vez que acabó la música, el bar se despejó con rapidez, dejándome casi sola. Miré a mi derecha, donde dos Milton estaban muy ocupados mirándose, y luego a la barra, donde varios representantes con traje bebían todo lo que podían con cargo a sus dietas. Fui hasta el piano y me senté. Toqué un par de acordes, probando primero el brazo, sintiéndome luego más aventurera al tocar la mitad baja de un dueto que recordaba. Miré al barman para pedir otra copa, pero estaba muy ocupado secando un vaso. Mientras la introducción de la parte alta del dueto llegaba por tercera vez, una mano de hombre entró en escena y tocó la primera nota de la parte superior exactamente en el momento justo. Cerré los ojos; supe instantáneamente de quién se trataba, pero no iba a mirar. Podía oler su loción para después del afeitado y apreciar la cicatriz de la mano izquierda. El pelo de la nuca se me erizó ligeramente y sentí que un rubor crecía en mi interior. Instintivamente me desplacé a la izquierda y le dejé sentarse. Sus dedos se deslizaron por el teclado junto a los míos, los dos tocando al unísono casi sin cometer errores. El barman nos dedicó una mirada aprobadora, e incluso los tipos con traje dejaron de hablar y miraron a ver quién tocaba. Yo seguía sin mirar. A medida que mis manos se acostumbraban a esa pieza largo tiempo sin tocar, fui ganando confianza y tocando más rápido. Mi compañero no observado incrementó el tempo para mantenerse a mi altura.

Así tocamos durante unos diez minutos, pero yo no podía mirarle. Sabía que si lo hacía le sonreiría y no quería hacerlo. Quería que él supiese que seguía cabreada.
Luego
él podría engatusarme. Cuando la pieza acabó al fin, seguí mirando al frente. El hombre a mi lado no se movió.

—Hola, Landen —dije al fin.

—Hola, Thursday.

Toqué un par de notas distraídamente, pero seguí sin mirarle.

—Ha pasado mucho tiempo —dije.


Mucha
agua bajo el puente —respondió—. Diez años de agua.

Su voz sonaba igual. La calidez y la sensibilidad que una vez había apreciado seguían allí. Le miré, le di un vistazo y aparté la vista rápidamente. Sentí que se me humedecían los ojos. Me avergonzaban mis sentimientos y nerviosamente me rasqué la nariz. Tenía el pelo ligeramente gris, pero lo llevaba de la misma forma. Tenía pequeñas arrugas alrededor de los ojos, pero bien podrían ser por la edad o por reír. Él tenía treinta años cuando me fui; yo veintiséis. Me pregunté si yo habría envejecido tan bien como él. ¿Era ya demasiado mayor para seguir sintiendo rencor? Después de todo, pelearme con Landen no me iba a devolver a Anton. Sentí la tentación de preguntarle si era demasiado tarde para intentarlo de nuevo, pero al abrir la boca las palabras se detuvieron. El re sostenido que yo acababa de pulsar seguía sonando y Landen me miraba fijamente, con los ojos congelados en medio de un parpadeo. El sentido de la oportunidad de papá no podría haber sido peor.

—¡Hola, garbancito! —dijo, llegando hasta mí de entre las sombras—. ¿Molesto?

—Definitivamente… sí.

—Entonces, no te ocuparé mucho tiempo. ¿Qué te parece esto?

Me pasó un objeto curvo y amarillo, como del tamaño de una zanahoria grande.

—¿Qué es? —pregunté, olisqueándolo cautelosamente.

—Es la fruta de una planta nueva diseñada por completo desde cero dentro de setenta años. Mira…

Le retiró la piel y me dejó probarla.

—Buena, ¿no? Lo puedes recoger bastante antes de que madure, transportarla si es necesario a miles de kilómetros de distancia y se mantendrá fresca en su propio contenedor herméticamente sellado y biodegradable. También es nutritiva y sabrosa. La secuenció una ingeniera brillante llamada Anna Bannon. No tenemos muy claro cómo llamarla. ¿Alguna idea?

—Estoy segura de que se te ocurrirá algo. ¿Qué vas a hacer con ella?

—Creo que la voy a introducir en algún lugar del décimo milenio antes del presente y ver qué pasa… Alimento para la humanidad y esas cosas. Bien, el tiempo no espera por nadie, como dicen. Te dejaré volver con Landen.

El mundo parpadeó y arrancó de nuevo. Landen abrió los ojos y me miró.

—Banana —dije, al comprender de pronto que eso era lo que me había mostrado mi padre.

—¿Disculpa?

—Banana. Le pusieron el nombre de su diseñadora.

—Thursday, no entiendo nada de lo que dices —dijo Landen con una sonrisa perpleja.

—Mi padre acaba de venir.

—Ah. ¿Todavía pertenece a todos los tiempos?

—Sigue siendo el mismo. Escucha, lamento lo sucedido.

—Yo también —respondió Landen, luego guardó silencio.

Yo quería tocarle la cara, pero en su lugar dije:

—Te he echado de menos.

Era lo que no debía decir, y me maldije por ello; demasiado, demasiado pronto. Landen se agitó incómodo.

—Deberías apuntar con más cuidado
[5]
. Yo también te eché de menos. El primer año fue el peor.

Landen hizo una pausa. Tocó algunas notas en el piano y dijo:

—Tengo una vida y me gusta vivir aquí. A veces pienso que Thursday Next no fue más que un personaje de una de mis novelas, alguien que inventé a imagen y semejanza de la mujer que quería amar. Ahora… bien, lo he superado.

No era
realmente
lo que yo deseaba oír, pero después de todo lo sucedido, no podía echárselo en cara.

—Pero viniste a buscarme.

Landen me sonrió.

—Estás en mi ciudad, Thurs. Cuando vienen amigos de fuera, vas a visitarles. ¿No se supone que así son las cosas?

—¿Y les compras flores? ¿El coronel Phelps también recibió rosas?

—No, él recibe lirios. Las viejas costumbres tardan en morir.

—Comprendo. Te ha ido bien solo.

—Gracias —respondió—. Nunca respondiste a mis cartas.

—Nunca
leí
tus cartas.

—¿Estás casada?

—No veo que eso sea de tu incumbencia.

—Lo voy a considerar un no.

La conversación había tomado un mal derrotero. Era hora de escapar.

—Escucha, estoy agotada, Landen. Tengo un día muy duro por delante.

Me levanté. Landen cojeó siguiéndome. Había perdido la pierna en Crimea, pero a estas alturas ya se había acostumbrado. Me pilló en la barra.

—¿Cenamos una de estas noches?

Me volví para mirarle.

—Claro.

—¿El martes?

—¿Por qué no?

—Bien —dijo Landen, frotándose las manos—. Podríamos reunir a la vieja unidad…

No era lo que yo había tenido en mente.

—Alto. Después de todo, el martes no me viene bien.

—¿Por qué no? Valía hace tres segundos. ¿Tu padre ha vuelto por aquí?

—No, simplemente tengo que hacer muchas cosas, atender a
Pickwick
y tengo que recogerle en la estación de tren porque las naves aéreas le ponen nervioso. ¿Recuerdas aquella vez que lo llevamos a Mull y vomitó encima de la azafata?

Me contuve. Estaba empezando a parlotear como una idiota.

Other books

Ancillary Justice by Ann Leckie
Rev Me Twice by Adele Dubois
Devil of Kilmartin by Laurin Wittig
3 Malled to Death by Laura Disilverio
La naranja mecánica by Anthony Burgess
You'll Grow Out of It by Jessi Klein
Take a Gamble by Rachael Brownell