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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

El caso Jane Eyre (11 page)

BOOK: El caso Jane Eyre
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—Usted fue la que
regresó
—dijo maravillada, como si yo fuese un objeto tan curioso como un periquito disecado—. Desobedeció una orden directa. Iban a someterla a un consejo de guerra.

—Bien, no lo hicieron, ¿no es así?

—No cuando
The Owl on Sunday
se enteró de la historia. He leído su testimonio durante la investigación. Usted se opone a la guerra.

Los estudiantes se miraron como si no pudiesen creerse su buena suerte.

—Necesitamos alguien que hable en el acto del coronel Phelps —dijo el joven de la enorme nariz—. Alguien del otro bando. Alguien que estuviese allí. Alguien con fuerza moral. ¿Lo haría por nosotros?

—No.

—¿Por qué no?

Miré a mi alrededor, para comprobar si por algún milagro el coche había llegado a recogerme. No.

¿…a quien yo
, siguió diciendo el maniquí,
hará ya tres meses, apuñalé con furia en Tewkesbury?

—Escuchad, chicos, me encantaría ayudaros, pero no puedo. He pasado doce años intentando olvidar. Hablad con algún otro veterano. Somos miles.

—Ninguno como usted, señorita Next.
Usted
sobrevivió al asalto. Usted regresó para recoger a sus camaradas caídos. Uno de los cincuenta y uno. Es su
deber
hablar en nombre de los que no sobrevivieron.

—Tonterías. Mi deber es para conmigo misma. Sobreviví a la carga, y he tenido que vivir con ese peso todos mis días desde entonces. Todas las noches me pregunto: ¿por qué yo? ¿Por qué yo viví y otros, incluyendo a mi hermano, no? No hay respuesta para esa pregunta, y es entonces cuando se
inicia
el dolor. No puedo ayudaros.

—No tiene que hablar —dijo la chica persistente—, pero mejor abrir una vieja herida que permitir que se abran miles de heridas nuevas, ¿no?

—No me des clases de moral, pequeño montón de mierda —dije, alzando la voz.

Esto logró el efecto deseado. Me entregó un panfleto, agarró al novio del brazo y se fueron.

Cerré los ojos. Mi corazón martilleaba como el
bum-bum-bum
de la artillería de campo rusa. No oí cómo el coche patrulla se situaba a mi lado.

—¿Agente Next…? —preguntó una voz alegre.

Me volví y asentí agradecida, agarré la maleta y me acerqué. El agente del coche me sonrió. Tenía un pelo largo rizado y unas gafas oscuras demasiado grandes. Tenía el uniforme abierto por el cuello con una informalidad muy poco habitual para un agente de OpEspec y cargaba con un buen montón de joyas, lo que también iba estrictamente contra las regulaciones de OpEspec.

—¡Bienvenida a Swindon, agente! ¡La ciudad donde puede pasar cualquier cosa, y probablemente pase!

Me mostró una amplia sonrisa y con el pulgar indicó la parte de atrás del coche.

—El maletero está abierto.

El maletero contenía un montón de estacas de hierro, varios martillos, un crucifijo grande y pico y pala. Tenía un olor mustio, el olor del moho y de lo que llevaba mucho tiempo muerto; me di prisa en meter mi bolsa y cerré el maletero. Fui hasta la puerta del pasajero y entré.


¡Mierda…!
—grité, al darme cuenta de pronto que en la parte de atrás, recorriendo el asiento trasero tras una tela metálica resistente, había un enorme lobo siberiano. El agente rió con ganas.

—¡No preste atención al cachorrito, señora! Agente Next, me gustaría presentarle al señor Meakle. Señor Meakle, ésta es la agente Next.

Se refería al lobo. Miré fijamente al lobo, que a su vez me miró a mí fijamente con una intensidad que me resultó desconcertante. El agente rió como un desagüe y se alejó con un buen giro y el gemido de los neumáticos. Había olvidado lo rara que podía ser Swindon.

Al irnos, la máquina Will-Speak terminó, recitando para sí la última parte del soliloquio:

… brilla, sol glorioso, hasta que compré un cristal para poder ver mi propia sombra al caminar.

Se oyeron chasquidos y zumbidos, y luego el maniquí se detuvo de golpe, otra vez sin vida hasta la próxima moneda.

—Bonito día —comenté una vez que nos encontramos en camino.

—Todos los días son hermosos, señorita Next. Me llamo Stoker…

Salió por la variante de Stratton.

—…OpEspec 17: operaciones de eliminación de vampiros y hombres lobos. Chupópteros y mordedores, nos llaman. Mis amigos me llaman Spike. Usted —añadió con una amplia sonrisa— puede llamarme Spike.

Como explicación, tocó un martillo y una estaca que colgaban de la división de tela metálica.

—¿Cómo la llaman a usted, señorita Next?

—Thursday.

—Encantado de conocerte, Thursday.

Me ofreció una mano enorme que acepté agradecida. Me cayó bien de inmediato. Se apoyaba contra la barra de la portezuela, para recibir mejor la brisa fresca e iba golpeando rítmicamente sobre el volante. Un rasguño reciente en el cuello iba soltando una pequeña cantidad de sangre.

—Estás sangrando —comenté.

Spike se lo limpió con la mano.

—No es nada. ¡Se me resistió un poco…!

Volví a mirar al asiento trasero. El lobo iba sentado, rascándose una oreja con una pata trasera.

—… pero estoy inmunizado contra la licantropía. El señor Meakle simplemente no se toma la medicina. ¿Verdad, señor Meakle?

El lobo alzó las orejas cuando el último vestigio de humano que había en su interior recordó su nombre. Empezó a jadear por el calor. Spike siguió hablando:

—Nos llamaron sus vecinos. Habían desaparecido todos los gatos del vecindario; le encontré rebuscando entre los contenedores tras SmileyBurger. Entrará para el tratamiento, volverá a transformarse y estará en la calle para el viernes. Tiene derechos, me han dicho. ¿Cuál es tu puesto?

—Yo… ah… voy a unirme a OpEspec 27.

Spike volvió a reír con fuerza.

—¿¡Una detective literaria!? Siempre es agradable encontrarse con alguien que dispone de tan poco presupuesto como yo. Hay buenas caras en esa oficina. Tu jefe es Victor Analogy. No te dejes engañar por el pelo gris…, es tan afilado como un cuchillo. Los otros son todos operativos A1. Un poco estirados y un pelín demasiado listos para mí, pero ahí están. ¿Adónde te llevo?

—Al hotel Finis.

—¿Primera vez en Swindon?

—Por desgracia, no —respondí—. Nací aquí. Estuve en el servicio aquí hasta el 75. ¿Tú?

—Guardia fronteriza con Gales durante diez años. Me impliqué en asuntos oscuros en Oswestry en el 79 y descubrí que tenía talento para esta mierda. Recalé aquí desde Oxford cuando los dos grupos se unieron. Estás mirando al único estacador al sur de Leeds. Dirijo mi propia sección, pero es tremendamente solitario. ¿Conoces a alguien a quien se le dé bien manejar un mazo?

—Me temo que no —respondí, preguntándome por qué alguien iba a desear conscientemente enfrentarse a las fuerzas supremas de la oscuridad a cambio del salario básico de OpEspec—, pero si doy con alguien, te lo haré saber. ¿Qué le pasó a Chesney? Él dirigía el departamento la última vez que estuve por aquí.

Una nube atravesó los rasgos habitualmente alegres de Spike y lanzó un gran suspiro.

—Era un buen amigo, pero cayó en las sombras. Se convirtió en servidor del oscuro. Tuve que cazarle personalmente. La parte de la estaca y la decapitación fue la más fácil. Lo difícil fue contárselo a su esposa… No le hizo precisamente gracia.

—Supongo que yo también me lo tomaría a mal.

—En cualquier caso —siguió diciendo Spike, alegrándose casi de inmediato—, no tienes que contarme nada, pero ¿qué hace una atractiva OpEspec uniéndose al departamento de detectives literarios en Swindon?

—Tuve algunos problemas en Londres.

—Ah —respondió Spike con complicidad.

—También busco a alguien.

—¿A quién?

Le miré y evalué su personalidad al instante. Si podía confiar en alguien, podía confiar en Spike.

—Hades.

—¿Acheron? Finiquitado, hermana. El tipo está cadáver. Se estrelló y ardió en la J-12 el cuatro.

—Eso se supone que debemos creer. ¿Si oyes algo…?

—Sin duda, Thursday.

—¿Y puede quedar entre nosotros?

Me sonrió.

—Después de clavar estacas, guardar secretos es lo mejor que se me da.

—Un momento…

Había entrevisto un coche deportivo de brillantes colores en un vendedor de segunda mano al otro lado de la carretera. Spike redujo la marcha.

—¿Qué pasa?

—Yo… Bien… Necesito un coche. ¿Puedes dejarme ahí?

Spike ejecutó un giro en U ilegal, obligando al siguiente coche a frenar violentamente y a deslizarse por la carretera. El conductor empezó a lanzar insultos hasta que se dio cuenta de que era un vehículo blanco y negro de OpEspec, y luego sabiamente guardó silencio y se alejó. Recogí mi bolsa.

—Gracias por el paseo. Te veré por ahí.

—¡No si yo te veo primero! —dijo Spike—. Vere lo que puedo descubrir sobre tu amigo perdido.

—Te lo agradecería. Gracias.

—Adiós.

—Hasta otra.

—Holita —dijo una voz tímida desde la parte de atrás.

Los dos nos volvimos a mirar al fondo del coche. El señor Meakle se había transformado. Un hombre delgado y de aspecto bastante patético estaba sentado en el asiento de atrás, completamente desnudo y muy sucio. Tenía las manos modestamente situadas sobre los genitales.

—¡Señor Meakle! ¡Bienvenido! —dijo Spike, sonriendo abiertamente mientras añadía con tonos de recriminación—: No se tomó sus pastillas, ¿verdad?

El señor Meakle asintió avergonzado.

Volví a dar las gracias a Spike. Al moverse, pude ver al señor Meakle despidiéndose algo estúpidamente a través de la luna trasera. Spike realizó otro giro en U, obligando a un segundo coche a frenar en seco, y desapareció.

Miré al coche deportivo de la primera fila del lote bajo la pancarta que decía «Oportunidad». No había error posible. El coche era definitivamente el que había aparecido frente a mí en mi habitación de hospital.
Y yo había sido la conductora
. Había sido yo la que me había dicho que viniese a Swindon. Había sido yo la que me había dicho que Acheron no había muerto. Si no hubiese venido a Swindon, no habría visto el coche y no habría podido comprarlo. No tenía precisamente mucho sentido, pero lo poco que sabía era que debía comprarlo.

—¿Puedo ayudarle, señora? —preguntó un empalagoso vendedor que había aparecido casi de la nada, frotándose las manos nervioso y sudando profusamente por el calor.

—Este coche. ¿Cuánto hace que lo tienen?

—¿El 356 Speedster? Como unos seis meses.

—¿Durante ese tiempo ha estado en Londres?

—¿Londres? —repitió el vendedor, algo desconcertado—. En absoluto. ¿Por qué?

—Por nada. Me lo llevo.

El vendedor pareció ligeramente conmocionado.

—¿Está segura? ¿No le gustaría algo un poco más práctico? Tengo una buena selección de Buicks que acaban de llegar. Ex Goliath, pero con poco kilometraje, ya sabe…

—Éste —dije con firmeza.

El vendedor sonrió incómodo. El coche evidentemente estaba marcado a precio de oferta y no iban a ganar nada vendiéndolo. Murmuró algo insustancial y corrió a recuperar las llaves.

Me senté en su interior. Era espartano hasta el extremo. Nunca me había considerado muy interesada en coches, pero éste era diferente. Era escandalosamente conspicuo, pintado llamativamente en rojo, azul y verde, pero me gustó de inmediato. El vendedor regresó con las llaves y arrancó al segundo intento. Él preparó los papeles y media hora más tarde salí de la tienda y a la carretera. El coche aceleró rápidamente con una nota áspera del tubo de escape. Tras un par de cientos de metros los dos nos volvimos inseparables.

9

La familia Next

«… nací un jueves, y de ahí mi nombre. Mi hermano nació un lunes y le pusieron Anton —para que vean—. Mi madre se llamaba Wednesday pero nació un domingo —no sé por qué— y mi padre no tenía nombre —la CronoGuardia había borrado su identidad y existencia después de que desertase—. A todos los efectos, no existía en absoluto. No importaba. Para mí siempre fue papá…»

T
HURSDAY
N
EXT

Una vida en OpEspec

Me llevé mi coche nuevo a dar un paseo por el campo con el techo bajado; el aire en movimiento se sentía frío a pesar del calor del verano. El paisaje familiar no había cambiado mucho; seguía siendo tan hermoso como lo recordaba. Swindon, sin embargo, había cambiado bastante. La ciudad se había extendido a lo largo y a lo alto. Hacia el exterior iba la industria ligera, las vidriadas torres financieras del centro crecían hacia arriba. Por tanto, la zona residencial también había crecido; el campo estaba ahora bastante más lejos del centro de la ciudad.

Ya era de noche cuando aparqué delante de una sencilla casa pareada en una calle que contenía otras cuarenta o cincuenta iguales. Levanté la capota y cerré el coche. Allí había crecido; mi dormitorio era la ventana situada encima de la puerta principal. La casa había envejecido. Los marcos pintados de las ventanas habían perdido el color y el recubrimiento de enguijarrado parecía estar desprendiéndose de la pared en varios puntos. Conseguí abrir la cancela empujando con mucha dificultad, porque había una gran resistencia al otro lado, y luego la volví a cerrar con una cantidad similar de esfuerzo y sudor, una tarea dificultada aún más si cabe por el surtido de dodos que se habían reunido ansiosos a mi alrededor para ver quién era y que luego cantaron emocionados al comprender que se trataba de alguien vagamente familiar.

—¡Hola,
Mordacai!
—le dije al mayor, quien se inclinó y se agitó para saludarme.

Después de eso, todos los demás también querían mimos, así que me quedé un rato y los acaricié bajo el pico mientras inquisitivos buscaban en mis bolsillos cualquier rastro de golosinas de merengue blando, que a los dodos les resultaba especialmente irresistible.

Mi madre abrió la puerta para ver a qué venía todo el alboroto y corrió por el sendero para llegar hasta mí. Muy inteligentemente, los dodos se dispersaron, ya que mi madre puede ser peligrosa cuando se desplaza a una velocidad superior a la de un paseo rápido. Me abrazó durante un buen rato. Yo se lo devolví agradecida.

—¡Thursday…! —dijo, con los ojos reluciéndole—. ¿Por qué no me dijiste que venías?

—Era una sorpresa, mamá. Tengo trabajo en la ciudad.

En varias ocasiones me había visitado en el hospital y me había aburrido de forma deliciosa y distraída con todos los pequeños detalles de la histerectomía de Margot Vishler y los chismes de la Federación de Mujeres.

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