En El Cerebro Supremo de Marte, sexto titulo de la serie de John Carter de Marte, Burroughs tiene uno de sus grandes aciertos introduciendo el personaje de Ulysses S. Paxten, capitán del ejército americano es trasladado a Barsoom de la misma forma milagrosa en que lo fuera el propio John Carter al principio de la serie. A su llegada al planeta rojo, Paxten se ve envuelto en una alucinante historia de cambio de mentes que le llevará a conocer al mismísimo Señor de la Guerra de Marte.
Edgar Rice Burmoughs (1875-1950), es el gran clásico de la Ciencia-Ficción aventurera. Aunque es conocido fundamentalmente por la serie de Tarzán y sus innumerables adaptaciones cinematográficas, es creador de otros ciclos, como el de Pelucidar que recrea una humanidad prehistórica en el centro de la Tierra, o el de Carson Napier, que se desarrolla en el Venus clásico de los bosques jurásicos y las princesas cautivas. Sin embargo, para el lector de Ciencia-Ficción, su creación más lograda es la serie de John Carter de Marte, que narra las aventuras de un caballero virginiano del siglo XIX en un Marte moribundo hecho para el combate y la aventura.
Edgar Rice Burroughs
El cerebro supremo de Marte
Ciclo John Carter 6
ePUB v1.1
OZN23.05.12
Titulo original: THE MASTER MIND OF MARS
Titulo traducido: El cerebro supremo de Marte
Autor: Edgar Rice Burroughs
Traductor: R. Goicoechea
ISBN: 9788495741080
Editorial: Pulp Ediciones, 2001
El Cerebro Supremo de Marte
(The Master Mind of Mars)
es una novela muy interesante por varias razones, entre ellas están las circunstancias de su publicación inicial. Apareció en forma completa en el ejemplar de Amazing Stories Annual de 1.927, con una sorprendente ilustración en la portada y numerosos dibujos en blanco y negro, debidos a Frank R. Paul, sobresaliendo del resto de la revista, y convirtiéndola en un momento en un ejemplar altamente cotizado por parte de los coleccionistas de Burroughs en los años sucesivos.
La de 1927 fue también la única edición del anual que se publicó. No porque fuera un fracaso, al contrario, fue tan bien recibida que su editor, Gernsback, rápidamente la canceló en favor de Amazing Stories Quarterly (trimestral). Todo ello aparte de las ediciones mensuales de la revista, allá por aquellos florecientes días de los pulps.
Como ya se ha sugerido en otros artículos, la publicación de las cinco primeras novelas marcianas en revistas pulps corrientes, les evitó cualquier etiquetado particular en categorías. De esta forma, la poco frecuente mezcla de fantasía ensoñadora, aventura a diestro y siniestro y romance científico que Burroughs perfeccionó, no la inventó, pues ya existía hacía varias décadas, pudiendo ser usada con escaso riesgo de violar los tabúes o los requisitos de la categoría; consideración con la que los autores del género luchan inútilmente hasta hoy día.
Las tres primeras novelas marcianas estaban ideadas como una sola pieza, incluso la cuarta y la quinta seguían muy de cerca, sin alejar mucho la atención de Dejah Thoris y John Carter. Se llegó a desplazar sólo a sus hijos, Carthoris y Tara de Helium, a sus respectivos enamorados y a sus aventuras.
En
El Cerebro Supremo de Marte,
escrita a instancias de Hugo Gernsback que ya antes había comprado los derechos para reimprimir la novela de Burroughs “The Land That Time Forgot”, en forma de serial en la revista mensual Amazing Stories, Burroughs hizo un significativo avance sobre sus cinco libros anteriores.
Para el papel de héroe inventó un personaje completamente nuevo, uno que no poseía en absoluto relación alguna con anteriores participantes en el mundo Barsoomiano. Este fue Ulysses Paxton, capitán del Ejército de los Estados Unidos.
Antes de examinar El Cerebro Supremo de Marte, es apropiado considerar la paradójica proposición, de que aunque Burroughs había escrito ya un número bastante grande de novelas de
Ciencia Ficción,
no sabía nada acerca de ella. Es decir, había seguido su propio camino. Estaba familiarizado con la temprana tradición de los romances científicos, y se sabe que había leído revistas pulps; pero su propio estilo había brotado de las fantasías creadas para su propia diversión y para distraerle del aburrimiento y la depresión. Había conseguido un éxito comercial abrumador.
Por esa época había escrito las primeras novelas de los ciclos de Marte y del mundo interior, así como dos trilogías menores,
The Land That Time Forgot
y
The Moon Maid.
Había producido, por lo tanto, una considerable cantidad de ciencia ficción, pero nunca había escrito nada para publicarlo en una revista de ciencia ficción, y no había intentado nunca acomodar su habilidad a los especiales requisitos de una revista. En 1927 Amazing Stories, que ya contaba con un año, era única en el mundo.
Desafortunadamente no existe registro de un encuentro entre Burroughs y Gernsback, si es que tal encuentro tuvo lugar, ni de lo que se hubieran dicho el uno al otro. Hubiera sido una confrontación fascinante.
Gernsback era el correcto, puntilloso, orgulloso y singular editor prusiano (era en realidad nativo de Luxemburgo). Burroughs era un hombre rudo, robusto, sereno y grande como un oso. Gernsback mantenía un gran respeto por el rigor científico. Burroughs sentía un benevolente desdén por cualquier cosa que pudiera interponerse en el camino de una animada historieta.
Ya fuera debido a influencia personal o de cualquier otra manera, Burroughs fue inducido a aproximarse hacia la ficción orientada al laboratorio y al taller repleto de maquinaria de Gernesback, pero trajo consigo su acostumbrado colorido y vigor.
El Cerebro Supremo de Marte
presenta como característica la concentración más grande de escenas de laboratorio y el mayor énfasis en la ciencia de cualquier historia de Burroughs hasta esa fecha: ¡incluía incluso un genuino científico loco!
Burroughs presentó a Paxton con una de las formas estándar que usaba para dar conexión: situó la historia entera en el formato del diario de Paxton. El capitán narra su temprana inclinación hacia el escenario marciano, tal como se le presentó a Carter en
La Princesa de Marte.
Describe sus propias experiencias en La Primera Guerra Mundial, las terribles heridas recibidas en las trincheras de Francia en 1917 y la expectativa de su muerte. Para su gran asombro, se encuentra a sí mismo reviviendo las sensaciones del primer viaje de John Carter a Martes: “Me sentí arrastrado con la velocidad del pensamiento a través de las intransitables inmensidades del espacio interplanetario. Hubo un instante de sumo frío y extrema oscuridad, entonces...»
Burroughs hace que Ulysses Paxton sea descubierto por el científico marciano Ras Thavas que, puntual y arbitrariamente, le bautiza con el nombre de estilo marciano de Vad Varo. Ya como Vas Varo, Paxton se convierte en asistente de laboratorio médico en el Santuario de Ras Thavas.
Muy tempranamente en su carrera como asistente de Ras Thavas, Vad Varo presencia una operación completa de transplante de cerebro, que Buroughs describe con considerable extensión. Una anciana, decrépita y marchita, es colocada en una mesa de operaciones; el cuerpo de una bella joven es atado con correas a otra; cada una es inyectada con un fluido anestésico, se extrae la sangre de ambas y se reemplaza por un líquido especial, transparente.
Se separan los dos cueros cabelludos, se abren los cráneos con una sierra, se extraen los cerebros y se intercambian.
Como es típico de los héroes de Burroughs, Ulysses Paston/Vad Varo no es muy agudo. El catálogo estándar de las virtudes heroicas en los pulp no incluía la inteligencia, quizás debido al propósito de dar a los lectores la satisfacción extra de sentirse superiores intelectualmente a los aventureros que seguían. Paxton manifiesta perplejidad ante el aparentemente inexplicable acto, de la anciana, de pagar a mi anfitrión lo que evidentemente era una suma considerable por matarla y transplantar, al interior de su cráneo, el cerebro de un cadáver.
Naturalmente esto no era, ni mucho menos, todo por lo que Ras Thavas había sido pagado, como Vad Varo eventualmente llega a saber. El
cadáver
era el anestesiado cuerpo viviente de una hermosa, pero desventurada, joven mujer roja,
4296-E-2631-H,
mas propiamente conocida como Valla Dia. El personaje de la marchita vejestoria era nada menos que la Jeddara de Phundal, la despótica Xaxa, que había pagado a Ras Thavas una fortuna para que transplantara su cerebro al juvenil y voluptuoso cuerpo de Valla Dia.
A partir de este episodio el libro se desenvuelve en otras direcciones; muy singularmente el derrocamiento de una teocracia corrupta y explotante, tema éste repetidamente utilizado en los trabajos de Burroughs.
El Cerebro Supremo de Marte
es, en conjunto, una novela bastante buena, muy divertida, sin duda y, en el presente contexto, significante por su revelación del avanzado estado de la ciencia marciana.
Helium, 8 de Junio de 1926.
Querido señor Burroughs:
A finales de 1917, en un campamento de instrucción de oficiales, conocí a John Carter, el Guerrero de Barsoom, leyendo ávidamente su novela Una Princesa de Marte. Tan profunda impresión me causó el relato que, a pesar de que en sentido común me aseguraba que era una narración completamente imaginaria, una vaga sugestión de realidad se adueñó de mi mente hasta el punto de que empecé a pensar en Marte y John Carter, en Djah Thoris, Tars Tarkas y Woola, como si se tratara de entidades vivientes en vez de ser personajes de la imaginación de usted.
Aunque en aquella época había poco tiempo para dormir, disponía de unos breves momentos antes de cerrar los ojos por la noche, que aprovechaba para soñar despierto. ¡Y qué sueños! Siempre Marte constituía su tema y, en las noches que me tocaba guardia, buscaba sobre el horizonte al planeta rojo en busca de la solución del indescifrable enigma que durante siglos había constituido para los terrestres.
Quizás aquellos pensamientos llegaron a convertirse en obsesión. Recuerdo que no me dejaban un momento en el campamento de instrucción y en el puente del buque transporte; me pasaba horas y horas contemplando el ojo sangriento del dios de la guerra, ¡mi dios!, y anhelando, como John Carter, poder cruzar el gran vacío y subir al cielo de mi deseo.
Fueron luego los días y las noches horribles pasadas en las trincheras, ratas, sapos, barro, cuya monotonía sólo cortada de vez en cuando por algún episodio glorioso. Me entusiasmaban las batallas y las granadas que estallaban a mí alrededor; pero ¡Dios mío, cómo detestaba las ratas, los sapos y el fango! Esto parecerá jactancia, pero es la verdad, y un dato que hay que tener en cuenta para comprender lo que me sucedio.
Por fin me llegó el turno, como a tanto otros en aquellos campos sangrientos. Fue en la misma semana de mi ascenso a capitán, grado que me llenaba de orgullo, pero también me preocupaba por mi juventud, las grandes responsabilidades que acarreaba y las oportunidades que me ofrecía; no sólo para el servicio de mi patria, sino para el de los hombres a mis órdenes. Habíamos avanzado cosa de dos kilómetros y, con un pequeño destacamento, me había instalado en una posición no muy segura, cuando recibí la orden de retroceder a la nueva línea. Es lo último que recuerdo hasta que recobré el conocimiento. Por lo visto había explotado una granada entre nosotros. Nunca supe lo que había sido de mis hombres. Al despertar sentí frío y me hallé en la oscuridadd; por un momento me encontré a gusto: creo que aún no había recobrado del todo el conocimiento, y luego empecé a sentir dolor en las piernas; un dolor que creció hasta hacerse insoportable. Alargué el brazo, pero mi mano retrocedio y, al intentar mover las piernas, me di cuenta de que estaba muerto de cintura para abajo. Por detrás de una nube apareció la luna, y pude ver que me hallaba en el agujero abierto por la granada, pero no estaba solo: los muertos me rodeaban.
Al cabo de mucho tiempo adquirí el necesario valor moral y la fuerza física para levantarme sobre el codo y contemplar la desolación que la bomba produjo. Me bastó una mirada que me arrojó a un abismo de agonía mental y angustia física: mis piernas estaban cortadas a la altura de los muslos. Por alguna razón desconocida, no sangraba mucho, pero comprendí que había perdido una buena cantidad de sangre y que estaba gradualmente perdiendo toda la que me quedaba. Si no me encontraban pronto, el final vendría en seguida y, apoyado sobre la espalda y torturado de dolor, deseaba ardientemente que no viniera el socorro, pues prefería la muerte a vivir mutilado para siempre; y entonces mis ojos percibieron el ojo encendido de Marte, y esta visión me envolvió en una oleada de esperanza. Levanté los brazos hacia el planeta sin dudar un instante que el dios de mi vocación escucharía mi súplica. Mi fe era absoluta, pero tan grande fue el esfuerzo mental que tuve que hacer para librarme de las odiosas ligaduras de mi carne mutilada, que sentí una especie de vértigo y luego un clic como el que produce al saltar una varilla de acero. En seguida me encontré desnudo y apoyado sobre dos piernas sanas mirando el objeto disforme y sangriento que había sido. Al instante siguiente volví los ojos a la estrella de mi destino, alcé los brazos hacia ella y permanecí esperando en la fría noche de Francia.
De pronto me sentí arrastrado con velocidad inconcebible a través de los espacios interplanetarios. Un momento de frío extremo y de oscuridad profunda y luego...
El resto de mi historia está referido en el manuscrito que con esta carta le envío gracias a la ayuda de uno más grande que todos nosotros. Usted y unos cuantos elegidos creerán mi relato; de los demás no me preocupo por ahora. Todo llegará...; ¿pero para qué voy a decirle cosas que usted ya sabe?
Reciba mi cariñoso saludo y mi felicitación por su buena suerte al ser elegido como intermediario de los terrestres y los barsoomianos hasta que llegue el tiempo en que todos puedan cruzar el espacio tan fácilmente como John Carter y como lo he hecho yo.
Su sincero amigo.
Ulysses Paxton
Capitán que fue del...°Reg. de Infantería del Ejército norteamericano.