El Día Del Juicio Mortal (35 page)

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Authors: Charlaine Harris

BOOK: El Día Del Juicio Mortal
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—Warren está en la azotea del Bed Bath & Beyond —dijo Mustafá Khan sin mirarme.

—¿Por qué?

—Es un tirador.

—Hemos refinado un poco la idea inicial —indicó Eric—. Warren se encargará de cualquiera que consiga salir por la puerta. —Había estado todo el rato hundido en su silla, con los pies apoyados en el escritorio. Pam no me había dirigido una sola mirada desde que había entrado. De repente me pregunté por qué.

—¿Pam? —dije. Me incorporé y di un paso hacia ella.

Ella sacudió la cabeza, evasiva.

No podía leer la mente de un vampiro, pero en ese momento no me hizo falta. Miriam había muerto hoy mismo. A la vista de los hombros caídos de Pam, supe que lo mejor era no decir nada. Iba en contra de cada fibra de mi naturaleza volver a sentarme en el sofá sin ofrecer mi consuelo, un pañuelo o unas cuantas palabras de solaz. Pero la naturaleza de Pam sí que iba en consonancia de revolverse como gata panza arriba si le hubiese ofrecido cualquiera de esas cosas.

Me toqué el cinturón, donde el
cluviel dor
se antojaba muy duro contra mi estómago. ¿Podía desear que Miriam resucitase? Me preguntaba si eso cumpliría con el requisito de que el deseo debía ser para alguien amado. Pam me caía muy bien, pero quizá era un rodeo demasiado grande.

Me sentía como si llevase una bomba adherida al cuerpo.

Oí el trémulo sonido de un gong. Eric había instalado uno en la barra y el barman lo tañía diez minutos antes de la hora de cierre. Ni siquiera sabía quién se había hecho con el trabajo después de que Alexei matase a Felicia. Quizá no me había mostrado muy interesada en las cosas de Eric últimamente. Por otro lado, él mismo había estado muy ausente de su habitual absorción en su pequeño reino por culpa de las maniobras de Víctor. Me di cuenta de que la falta de conversación sobre nuestras rutinas era uno de nuestros problemas. Ojalá pudiésemos corregirlo.

Me levanté y bajé por el pasillo a la zona principal del bar. Ya no soportaba seguir sentada en el despacho de Eric, no con Pam sufriendo como lo hacía.

Avisté a Colton y Audrina bailando abrazados en la diminuta pista. Immanuel estaba sentado en la barra. Opté por ocupar un taburete junto a él. El barman se me acercó. Era un tipo moreno con una melena ensortijada cayéndole por la espalda, todo un espectáculo para el ojo. Era vampiro, por supuesto.

—¿Qué te pongo, mujer de mi sheriff? —preguntó ceremoniosamente.

—Puedes ponerme una tónica con lima, por favor. Lo siento, no he tenido ocasión de conocerte antes. ¿Cómo te llamas?

—Jock —dijo, como si me retara a que hiciese un chiste. Ni se me pasaba por la cabeza.

—¿Cuánto hace que trabajas aquí, Jock?

—Vine desde Reno cuando la anterior barman murió —explicó—. Trabajaba para Víctor allí.

Me preguntaba cómo reaccionaría Jock esta noche. Sería algo interesante de ver.

No conocía muy bien a Immanuel; de hecho, apenas lo conocía. Pero le di una palmada en el hombro y le pregunté si podía invitarle a una copa.

Se volvió y echó un largo vistazo a mi pelo, asintiendo finalmente en aprobación.

—Claro —dijo—. Tomaré otra cerveza.

—Lo siento —pronuncié tímidamente tras pedir una cerveza a Jock. Me preguntaba dónde estaría ahora el cuerpo de Miriam; supuse que en la funeraria.

—Gracias —respondió. Al cabo de un instante añadió—: Pam iba a hacerlo esta noche, sin permiso. Quiero decir que iba a convertir a Miriam. Pero Mir… dio un último suspiro y murió.

—¿Tus padres…?

Sacudió la cabeza.

—Sólo estábamos los dos.

No podía decir más al respecto.

—Quizá deberías irte a casa —sugerí. No parecía muy preparado para una pelea.

—No creo —dijo.

No podía obligarlo a marcharse, así que me limité a beber mi tónica con lima mientras los clientes humanos iban desalojando el local. El bar quedó en silencio y relativamente vacío. Indira, una de las vampiras de Eric, apareció envuelta en un sari. Nunca había visto su indumentaria tradicional. Los motivos verdes y rosas eran preciosos. Jock le lanzó una mirada de admiración. Thalia y Maxwell salieron de la parte trasera y se distribuyeron por el club junto con el personal humano, afanándose en limpiar para la siguiente función. Yo también eché una mano. Después de todo, era el trabajo que sabía hacer. Se apartaron las mesas y sillas que rodeaban la pequeña pista de baile y el escenario. En su lugar se dispusieron dos filas de sillas. Maxwell trajo una especie de elaborado equipo de sonido. La música de Bubba. Tras barrer la pista y el escenario, me quité de en medio volviendo a mi taburete, en la barra.

Heidi, cuya especialidad era el rastreo, entró, el pelo recogido en finas trenzas. Delgada y sencilla, siempre arrastraba con ella un aire de pena que la rodeaba como un nubarrón. No sabía qué haría esta noche cuando se desataran los infiernos.

Mientras Jock limpiaba las botellas de su lado de la barra, Colton y Audrina se nos acercaron. Había que explicar su presencia; no quería que Jock sospechara.

—Colton, Audrina, os presento a Jock. Jock, estas dos maravillosas personas han accedido a contribuir a la hospitalidad local para recibir a Victor. Por supuesto, esperamos que no sea necesario, pero Eric no quiere que falle nada en su bienvenida.

—Buena idea —dijo Jock, lanzando a Audrina una mirada de aprobación—. No podemos dar al regente menos de lo que espera.

—No. —O menos de lo que se merece.

Tres cuartos de hora después, el garito volvía a relucir y los últimos empleados humanos se fueron por la puerta de atrás. Los únicos vivos que quedábamos éramos Colton, Audrina, Immanuel, Mustafá Khan y yo (tenía la sensación de que éramos como dianas ambulantes). Los vampiros de Shreveport que conocía desde que salía con Bill estaban reunidos: Pam, Maxwell Lee, Thalia, Indira. Los conocía a todos hasta cierto punto. Victor se pondría alerta inmediatamente si se reuniesen todos los vampiros de Eric, o si acudían todos sus pesos pesados. Así que Eric había optado por convocar a los más discretos: Palomino, Rubio Hermosa y Parker Coburn, los exiliados del
Katrina
. Acudieron con aire descontento, pero resignado. Se quedaron apoyados en la pared, mano sobre mano. Era una estampa dulce, aunque también un poco triste.

La música del local dejó de sonar. El silencio resultante era casi opresivo.

A pesar de que el Fangtasia se encuentra en una importante zona comercial y de restauración de Shreveport, a esas horas (incluso tratándose del fin de semana) no había mucho ruido en el exterior. A ninguno nos apetecía romperlo para charlar. No sabía qué pensamientos ocupaban las demás mentes, pero empecé a considerar el hecho de que esa noche quizá muriera. Lo lamentaba por la fiesta de los bebés, aunque había dejado las cosas lo más dispuestas posible. Lamentaba no haber tenido ocasión de hablar con el señor Cataliades para aclarar las cosas y toda esa nueva información que no había tenido tiempo de asimilar del todo. Me alegraba de haberle dado el dinero a Sam y lamentaba también no haber podido ser franca con él sobre por qué se lo había dado ese día precisamente. Si moría, esperaba que Jason se mudase a la vieja casa, que se casase con Michele y que criasen allí a sus hijos. Mi madre, Michelle (con dos eles) no tenía nada que ver con la Michele de una sola ele, al menos a juzgar por mis recuerdos de infancia, pero tenían un punto en común: querían a Jason. Lamenté no haberle dicho cuánto lo quería yo también la última vez que hablamos.

Lamentaba un montón de cosas. Mis errores y ofensas se me amontonaron.

Eric se deslizó hasta mí y me giró sobre el taburete para rodearme con los brazos.

—Desearía que no tuvieses que estar aquí —dijo. Era toda la conversación que podíamos tener con Jock tan cerca. Me apoyé contra el frío cuerpo de Eric, la cabeza reposando en su pecho quieto. Quizá no pudiese volver a repetir ese gesto.

Pam se sentó junto a Immanuel. Thalia frunció el ceño, que era su expresión por defecto, y nos dio la espalda a todos. Indira se sentó con los ojos cerrados. Los graciosos pliegues de su sari le conferían el aspecto de una estatua. Heidi paseaba una seria mirada entre todos y su boca fue adquiriendo la forma de una fina línea apretada. Si se preocupaba por Víctor, pensé que se pondría del lado de Jock, aunque nunca le había visto hablando con él.

Al parecer, Maxwell oyó que llamaban a la puerta trasera, algo inaudible al oído humano. Acudió a toda prisa y volvió para informar a Eric de que Bill y Bubba habían llegado. Se quedarían en el despacho hasta que llegase el momento.

Muy poco después, oí unos coches aparcando frente al club.

—Que empiece el espectáculo —dijo Pam, y por primera vez en la noche sonrió.

Capítulo
15

Luis y Antonio fueron los primeros en llegar. Su cautela era evidente. Era como contemplar un programa de policías en la televisión; entraron en el local a toda prisa, separándose inmediatamente para flanquear la puerta. Casi sonreí. De hecho, Immanuel dejó escapar una sonrisa, lo cual no era una buena idea. Afortunadamente, los humanos son las últimas criaturas que preocupan a los vampiros cuando esperan tener problemas. Los dos atractivos vampiros, ataviados de vaqueros y camisetas en vez de taparrabos de cuero, registraron rápidamente el club, comprobando lugares donde pudieran esconderse otros vampiros. Hubiese sido un flagrante quebranto de la etiqueta exigir cacheos personales, pero saltaba a la vista que estaban escrutando minuciosamente a cada vampiro presente con la vista en busca de armas o estacas. Maxwell tuvo que ceder su pistola, cosa que hizo sin la mínima protesta. Se lo esperaba.

Tras una exhaustiva inspección de las dependencias y una breve inclinación a Eric, Luis sacó la cabeza al exterior para indicar que todo estaba en orden.

El resto del séquito de Victor accedió en orden creciente de importancia: el matrimonio humano que le había acompañado en el Beso del Vampiro, (Mark y Mindy); dos jóvenes vampiros cuyos nombres nunca conocí, Ana Lyudmila (que tenía mucho mejor aspecto sin su indumentaria de fantasía
bondage
) y un vampiro que nunca había visto, un asiático con piel marfileña y pelo negro recogido en lo alto de la cabeza en un complicado moño. Habría tenido un aspecto inmejorable con ropas tradicionales, pero vestía unos vaqueros y un chaleco negro; nada de camiseta o calzado.

—Akiro —dijo Heidi con un sobrecogido susurro. Se había acercado a mi posición y la tensión también había crecido en ella.

—¿Es un conocido de Nevada?

—Oh, sí —afirmó—. No sabía que Victor lo hubiera convocado. Al final ha sustituido a Bruno y a Corinna. Ya te imaginarás la reputación que tiene.

Como ahora era oficialmente lugarteniente, no pasaba nada por que Akiro fuese explícitamente armado. Portaba una espada, como otros vampiros asiáticos que había conocido (bien pensado, la otra vampira asiática que conocí también era guardaespaldas). Akiro se plantó en el centro de la estancia, consciente de que todas las miradas convergían en él, la expresión dura y fría, los ojos despiadados.

Y entonces Victor hizo su entrada, resplandeciente en su traje de tres piezas blanco.

—Buen Dios todopoderoso —dije, aturdida, sin atreverme a cruzar la mirada con nadie. Los oscuros rizos de Victor estaban cuidadosamente dispuestos y su oreja perforada exhibía un gran aro dorado. Sus zapatos eran de un negro inmaculado. Era toda una visión. Incluso daba pena destruir toda esa belleza, y por un momento deseé que no estuviésemos tan decididos a arruinar nuestras vidas. Posé mi bolso sobre la barra y abrí la cremallera para gozar de un rápido acceso a su contenido. Immanuel se deslizó discretamente del taburete y se acercó a la pared, los ojos fijos en los recién llegados. Heidi tomó su lugar mientras Victor y su séquito se adentraban en el club.

Si bien tenía la mirada centrada en Victor, me sentí en la obligación de conversar con Heidi, ya que tenía la sensación de que se había sentado a mi lado por alguna razón.

—¿Cómo está tu hijo? —le pregunté como quien interroga cuando sabe que la otra persona tiene un ser querido.

—Eric me ha ofrecido traerlo aquí —explicó ella, manteniendo su cautelosa mirada sobre los visitantes.

—Son unas noticias estupendas —dije de corazón. Una más de nuestro lado.

Mientras tanto, la recepción avanzaba lentamente.

—Victor —llamó Eric. Se adelantó hasta el centro, a unos cautelosos dos metros del regente. Fue lo bastante prudente como para no recibirlo con una bienvenida demasiado empalagosa, ya que eso habría sido una pista en letras de neón de que algo estaba a punto de pasar—. Bienvenido al Fangtasia. Nos encantaría tener la oportunidad de agasajarte con una pieza de entretenimiento. —Hizo una reverencia. El rostro de Akiro permanecía inexpresivo, como si Eric no estuviese allí.

Aún de pie y flanqueado por Luis y Antonio, Victor inclinó levemente su cabeza llena de rizos.


Sheriff
, te presento a Akiro, mi nueva mano derecha —dijo con su fulgurante sonrisa—. Akiro ha accedido recientemente a mudarse de Nevada a Luisiana.

—Doy la bienvenida a un vampiro tan reconocido como Akiro a Luisiana —respondió Eric—. Estoy seguro de que serás un gran fichaje para el séquito del regente. —Eric era capaz de la misma impasibilidad que el vampiro que tenía delante.

Akiro tenía que acusar recibo de la bienvenida de un sheriff, que estaba por encima de él en la cadena alimentaria, pero era evidente que eso le incomodaba. La inclinación de su cabeza fue apenas perceptible.

Vampiros.

«Genial —pensé, muy apagada—. Al fin Victor sustituye a su lugarteniente y a su mejor luchador. Justo ahora».

—Ese Akiro tiene que ser un luchador muy hábil, ¿eh? —susurré a Heidi.

—Podría decirse que sí —dijo ella secamente, y se adelantó para saludar al regente. Todos los vampiros de Eric tuvieron que turnarse para presentarle sus respetos. Jock, el miembro más nuevo del personal de Eric, fue el último. Parecía a punto de besar el trasero de Victor a la menor oportunidad que se le presentase.

Mindy, con un arranque de lujuria de lo más inoportuno, lanzó una mirada de anhelo a Jock. Era estúpida, pero eso no significaba que mereciese morir. Me pregunté si podría hacer que visitase el aseo de mujeres antes de que llegase el gran momento. No. A menos que se le ocurriese a ella, tal maniobra sería como agitar una bandera roja. Observé a los recién llegados e intenté aunar fuerzas para lo que estaba por venir.

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