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Authors: Martin Davidson

Tags: #Biografía

El nazi perfecto (48 page)

BOOK: El nazi perfecto
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[113]
Aunque no había un estenógrafo oficial en el juicio, Benjamin Hett reproduce una transcripción lo más completa posible en un apéndice de su libro, cuya lectura es realmente fascinante:

«
Litten
: ¿No sabe usted que en la terminología de los Freikorps la expresión “Roll Kommando” ha adquirido el significado de un comando para la eliminación en todas las circunstancias de adversarios detestados?

Hitler
: Entre nosotros los nacionalsocialistas el concepto de un Roll Kommando es ridículo. Hace ya siete años que escribí que no se podía alcanzar nuestras metas por medio de bombas, granadas de mano y pistolas, sino más bien activando a las masas.

Litten
: Ha dicho que el partido nacionalsocialista no comete acciones violentas. Pero ¿acaso no es Goebbels el autor del lema “al enemigo hay que golpearlo hasta hacerle papilla”?

Hitler
: ¡Eso no hay que entenderlo literalmente! Significa que hay que derrotar y destruir las organizaciones adversarias, no que se ataque y se asesine al oponente», ibídem, p. 265.
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[114]
Y en los cines: uno de los más exitosos alardes de músculos callejeros organizados por Goebbels fue su campaña para que se prohibiera en los cines de Berlín la versión cinematográfica de Sin novedad en el frente por ser demasiado pacifista y demasiado norteamericana.
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[115]
La muerte del quinceañero Herbert Norkus, de las Juventudes Hitlerianas, es asimismo arquetípica: «En la penumbra grisácea y sombría, unos ojos amarillentos y torturados miran al vacío. Han convertido en pulpa su tierno corazón pisoteado. Largas y profundas heridas marcan el cuerpo esbelto, y una laceración mortal le desgarra los pulmones y el corazón […] Pero es como si la vida renaciera de la pálida muerte. Mirad, el cuerpo esbelto y elegante empieza a moverse. Poco a poco, despacio, se incorpora como por arte de magia y se yergue alto, en todo su esplendor juvenil, delante mismo de mis ojos temblorosos. Y sin mover los labios, una débil voz de niño habla como si lo hiciera desde la eternidad: “Me han matado […] me han matado solamente porque yo, todavía un niño, quería servir a mi país […] Soy Alemania […] lo que hay de mortal en mí perecerá, pero mi espíritu, que es inmortal, seguirá conmigo. Y […] os mostrará el camino. Hasta que llegue el Reich”», Lemmons, Goebbels and Der Angriff, p. 78.
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[116]
Jay Baird, «Goebbels, Horst Wessel, and the Myth of Resurrection and Return», Journal of Contemporary History, 17:4 (octubre de 1982), p. 635.
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[117]
También contribuyó que Wessel tardara un mes en morir (tras haberse negado a recibir un crítico tratamiento inmediato porque el único médico local era judío), permitiendo a Goebbels publicar semanas de artículos de Angriff al respecto, mientras Wessel se deslizaba lentamente hacia el panteón de los santos nazis: «Cuando estoy en su lecho de muerte me cuesta creer que este hombre sea Horst Wessel. Tiene la cara de un amarillo ceroso y las heridas todavía cubiertas con vendas […] Sus manos frías y arrugadas están adornadas con flores: tulipanes blancos y rojos y violetas. Horst Wessel ha fallecido. Sus restos mortales yacen mudos y silenciosos. Pero lo siento en mis huesos, estoy absolutamente seguro de que su alma ha resucitado para vivir entre todos nosotros […] ¡desfila con nuestras columnas!», citado en ibídem, p. 639.
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[118]
Lemmons, Goebbels and Der Angriff, p. 81.
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[119]
Otra consecuencia de la airada ruptura de Stennes con el partido fue que comparecería como testigo clave en el juicio de Hans Litten (junto con Fritz Hahn, el antiguo jefe de Bruno en el Sturm 33), agresivamente interrogado por Litten para obtener pruebas de que Hitler, en efecto, había refrendado la violencia de las SA.
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[120]
Contracción del tribunal del partido NSDAP, el llamado Untersuchungs-und Schlichtungsausschuss.
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[121]
Lemmons, Goebbels and Der Angriff, p. 85.
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[122]
Ibídem, p. 86.
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[123]
Anthony Read, The Devil’s Disciples, Londres, 2003, p. 211.
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[124]
Oficialmente subordinado a las SA, un organismo más amplio, las SS (Schutzstaffel o «Brigada de protección»), tuvo sus orígenes a principios de los años veinte como un batallón especial responsable de facilitar un guardaespaldas a Hitler. A partir de 1929 las dirigió Heinrich Himmler y, a diferencia de las SA, nunca proyectaron convertirse en un movimiento de masas. Himmler las consideraba una unidad de élite, la «guardia pretoriana» del partido, cuyos miembros se seleccionaban sobre la base de la «pureza racial» y una fidelidad incondicional al Partido Nazi.
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[125]
Citado en Richard J. Evans, The Coming of the Third Reich, Londres, 2003, p. 223.
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[126]
Lemmons, Goebbels and Der Angriff, p. 81.
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[127]
Kershaw, Hitler: Hubris, p. 349.
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[128]
Ni que decir tiene que las SA estaban detrás de esto, como describió un militante llevado a un estado de extenuación eufórica, recalcando lo que para Bruno debió de ser una experiencia frecuente: «Antes de las elecciones no veíamos la cama durante dos semanas. Todas las noches pegábamos carteles, los protegíamos y arrancábamos los de los enemigos; pintábamos consignas en las calles, vallas y paredes de piedra, las pintábamos encima de las del enemigo o las “corregíamos” con añadidos oportunos. Como no disponíamos de un número suficiente de activistas no podíamos permitirnos el lujo de descansar. Cuando el día no nos alcanzaba para distribuir nuestras octavillas, había que deslizarlas de noche por debajo de las puertas. A veces pasábamos noches enteras en vela, confeccionando folletos o pintando carteles, porque raramente había dinero para encargarlos. Por la noche recorríamos a hurtadillas las calles, como delincuentes, para no llamar la atención de la policía y de nuestros adversarios. No nos movía la esperanza de un cargo ni la gratitud de la posteridad, sino únicamente la obediencia ciega al Führer», citado por Merkl, Political Violence, p. 440.
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[129]
Richie, Faust’s Metropolis, p. 399.
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[130]
Large, Berlin, p. 238.
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[131]
Ibídem, p. 232.
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[132]
Sebastian Haffner, The Meaning of Hitler, 2.ª edición, Londres, 2000, p. 26.
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[133]
Como expresaba un anónimo soldado de asalto encuestado por Theodore Abel, con sentimientos que no podrían haber sido más próximos a los de Bruno: «Durante mi servicio en las SA estuve en el Sturm 33. Nuestros dirigentes del Sturm, Fritz Hahn y Hans Maikowsi [“Maiko”], eran los hombres adecuados para recibir la nueva era. El cuartel general de nuestro Sturm en el Reissig [sic] [la taberna Zur Altstadt] se convirtió en nuestro segundo domicilio. Nos llamaban el Sturm asesino, y no había un solo miembro del mismo que no hubiese recibido una paliza de los rojos cuando se dirigía a nuestro Strurmlokal», Abel, Why Hitler Came to Power, p. 180.
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[134]
Abel, Why Hitler Came to Power, p. 112.
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[135]
Peter Fritzsche, Life and Death in the Third Reich, Harvard, 2008, p. 41.
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[136]
Evans, The Coming of the Third Reich, p. 313.
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[137]
Ibídem.
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[138]
Al año siguiente, sus camaradas de las SA incluso publicaron un homenaje hagiográfico de su Sturmführer fallecido: «Así era Hans Maikowski, camarada y oficial, excursionista y político, nacionalsocialista revolucionario. Personificaba el ideal del nuevo líder que ha generado el nacionalsocialismo. Le conocimos como el Horst Wessel de Berlín oeste», Maikowski, Sturm 33, p. 76.
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[139]
En palabras de un miembro de las SA, lo que estaba a punto de desencadenarse era el punto culminante de años de lucha ininterrumpida: «En los años 1930 y 1931 hubo luchas constantes y proselitismo. Al cabo de muchos mítines triunfantes y batallas electorales pensamos que nuestro Führer llegaría al poder […] pero todavía no […] Los hombres de las SA […] estábamos casi todos en el paro. Casado y con un hijo, yo recibía un subsidio de diez marcos. Vivíamos con eso toda la semana […] Iba todas las noches a proteger nuestras reuniones de propaganda y elecciones. Se reían de nosotros, nos ridiculizaban y nos castigaban, pero nunca perdimos la fe en Adolf Hitler y su misión. Incluso después de que le nombraran canciller […] muchas noches montábamos guardia por si los comunistas se sublevaban, lo que habrían hecho si nuestro Führer no les hubiera perseguido con un puño de hierro», Merkl, Political Violence, p. 436.
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[140]
Richie, Faust’s Metropolis, p. 410.
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[141]
Evans, The Coming of the Third Reich, p. 334.
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[142]
Por eso persistió el rumor durante años de que todo había sido una estratagema nazi, lo cual, casi con certeza, era falso; al final, el incendio fue sólo uno más de una larga lista de golpes de suerte aleatorios que convencieron más adelante a los nazis de que Hitler poseía una coraza providencial.
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[143]
Evans, The Coming of the Third Reich, p. 337.
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[144]
Como recordaba un miembro del partido: «Me estremecía al pensar en que Alemania cayera en las garras del bolchevismo. El lema “¡Trabajadores de todo el mundo, uníos!” no tenía sentido para mí. Al mismo tiempo, sin embargo, me atraía profundamente el nacionalsocialismo, con su promesa de una comunidad de sangre que eliminaba todas las barreras de clase», Abel, Why Hitler Came to Power, p. 139.
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[145]
Richard Overy, The Dictators: Hitler’s Germany, Stalin’s Russia, Londres, 2004, p. 232.
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[146]
«Sólo el que te llama, pueblo alemán, puede guiarte por el buen camino […] a salvo hacia la luz, la libertad y el honor: ¡tu Führer del
Volk
, tu Führer! Todo esto ya no es una imagen, sino una realidad, un milagro, ¡la mano de Dios sobre nuestro Führer y nuestro Volk!», citado por Redless, Hitler’s Millenial Reich, pp. 83-84.
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[147]
No obstante, las SA siguieron siendo hasta el final una organización nazi a gran escala: véase Bruce Campbell, «The SA after the Röhm Purge», Journal of Contemporary History, 28:4 (octubre de 1993), pp. 659-674.
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[148]
Eleanor Hancock, Ernst Röhm: Hitler’s SA Chief of Staff, Nueva York, 2008, p. 165.
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[149]
Como escribió otro antiguo nazi: «Nunca habría pensado que alguien se atreviese a perturbar la paz en Alemania. Esperábamos nuestra lucha espiritual por la contienda librada contra nosotros por los demás países y el boicoteo de los bienes alemanes por parte de una campaña judía […] pero nuestro pueblo, respaldando firmemente a Adolf Hitler, de ninguna manera lograba creer en la traición de los infieles del 30 de junio de 1934. Especialmente increíble era la deslealtad de algunos de los más antiguos camaradas de armas de Hitler. Con su activismo habitual y heroico, el Führer intervino virilmente y contuvo la traición. De nuevo el pueblo alemán fue liberado de un peligro tan grande que deja pasmada a la imaginación», Merkl, Political Violence, p. 400.
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[150]
Fue en Núremberg donde los soldados de asalto berlineses habían encontrado su reabastecimiento espiritual desde finales de los años veinte. Uno de ellos comentó sardónicamente en 1927 que habían esperado que les lanzaran macetas y que, por el contrario, les engalanaron con guirnaldas de flores. Maikowski, Sturm 33, p. 24.
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[151]
«El comité organizador calculaba que medio millón de personas asistiría al mitin: 180.000 líderes políticos, 88.000 tropas de asalto, 12.000 hombres de las SS, 60.000 miembros de las Juventudes Hitlerianas, 50.000 del servicio de trabajo, 120.000 miembros del partido y 9.000 funcionarios y policía especial para dirigir el tráfico», Hamilton T. Burden, The Nuremberg Rallies: 1923-39, Londres, 1967, p. 79.
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[152]
Richard J. Evans, The Third Reich in Power, Londres, 2005, p. 40.
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[153]
En íntima comunión con cuevas llenas de cristales místicos, como por ejemplo en Das Blaue Licht (La luz azul), que filmó en 1932.
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[154]
Por utilizar la expresión de George Steiner en una entrevista concedida a la BBC para el documental emitido el 12 de diciembre de 1992.
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[155]
Por ejemplo, la primera secuencia, de mal gusto (en la que Hitler desciende como un dios de su reluciente y plateado trimotor Junkers, el avión que hiende las nubes y cuya sombra cruciforme acaricia los edificios y las columnas que desfilan debajo, una mezcla de águila nazi, bendición celestial y la mira de un bombardero), culmina cuando Hitler sale del avión completamente desenfocado y casi desencuadrado. Es también inevitable sonrojarse al ver otras secuencias; ninguna es más vergonzosa que la exaltación que hace la película de los trabajadores alemanes, hombres de uniforme que empuñan sus palas para la construcción de autopistas en lugar de fusiles y anuncian vociferantes, en primeros planos poco convincentes, de qué partes del país proceden (de todas partes, se entiende: al fin y al cabo, esto es el paraíso del obrero de la nueva Volksgemeinschaft).
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[156]
Aparte de algunas sincronizaciones de los discursos y unos cuantos fragmentos de sonido mal insertados (que hubo que filmar más tarde en un plató especialmente reconstruido de Berlín), casi toda la película contiene únicamente música e imágenes.
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