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Authors: Denise Dresser

Tags: #Ensayo

El país de uno (46 page)

BOOK: El país de uno
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9.° A partir de hoy me comprometo a recoger la basura afuera de mi casa, porque sé que ese simple acto llevará a que me vuelva responsable del espacio público. Entenderé que existe una correlación entre banquetas amplias y limpias y democracia participativa. Porque si comienzo con el camellón de enfrente, cobraré conciencia de lo que puedo hacer más allá de ese lugar. Después de un mes de recoger la basura con mi familia, me preguntaré por qué lo estoy haciendo solo, y organizaré a los vecinos en una tarea colectiva. Después de dos meses de organización vecinal para limpiar la colonia, me preguntaré por qué lo hacemos nosostros si pagamos impuestos y es tarea del gobierno asegurar la limpieza de la ciudad. Iré a ver al delegado o al presidente municipal, y así, poco a poco, construiré círculos virtuosos de exigencia, participación y rendición de cuentas. Comprenderé que recoger la basura se volverá una metáfora para la asignatura más amplia que me corresponde.

A partir de hoy denunciaré proyectos de desarrollo urbano mal concebidos y mal diseñados que corren en contra de las mejores prácticas de planeación urbana. Criticaré la trasmutación de políticos en desarrolladores; la metamorfosis de funcionarios públicos en constructores privados; la promoción gubernamental de proyectos que indudablemente generarán multimillonarias ganancias, pero no para la ciudadanía. Denunciaré como en muchas obras se da la “flexibilización” de la ley y las reglas generales son reformadas para servir a intereses particulares. Criticaré cómo las normas de desarrollo urbano son sacrificadas por quienes se enriquecen al violarlas. Denunciaré a las autoridades coludidas con desarrolladores poderosos y la proliferación de amparos cuestionables que ocultan grandes intereses. Criticaré el desdén a la ciudadanía y el atropello a sus derechos. Me sumaré a las actividades de grupos vecinales o de cualquier organización dedicada a cuestiones ambientales y de desarrollo urbano. Comprenderé que involucrarme en mi colonia es una forma de involucrarme en mi país.

10.° A partir de hoy entenderé que conectarse con otros es clave. Conectarse a través de internet, Twitter, Facebook es una manera de hacer funcionar mejor a la democracia. Es barato, ya que iniciar una petición o una exigencia o un reclamo en el internet no cuesta nada. Es eficaz ya que miles de voces pueden incorporarse rápidamente e influenciar a legisladores o a otras figuras públicas mediante la presión desde abajo. Es un acicate para la acción, ya que al formar conexiones a través de internet, pueden construirse relaciones que lleven a acciones cada vez más poderosas. A partir de hoy construiré una comunidad “online” que me ayude a mantenenerme conectado e informado, o me sumaré a una de las que ya existe. Recordaré las palabras del economista Jeffrey Sachs: “El desarrollo de nuestros mejores rasgos —confianza, honestidad, vision, responsabilidad y compasión— depende de nuestra interacción con los otros”.

Comprenderé que es fundamental fortalecer la relación entre nuevas tecnologías de la información y comunicación y el ejercicio de derechos políticos y civiles en México. Como ha insistido el activista Andrés Lajous, cualquier persona con acceso a internet puede buscar y agregar información sobre un problema, comunicar esa información a otras personas con preocupaciones similares, y ampliar su difusión con la expectativa de que tenga consecuencias políticas. La información y la comunicación sirven para movilizar personas para ejercer sus derechos civiles en sentido político. De hecho, en un periodo relativamente corto, Twitter se ha utilizado estratégicamente para impulsar agendas ciudadanas. Y el resultado: una reconexión de los ciudadanos con los procesos políticos.

Como describe el libro
Ciudadanos.mx
, la movilización “internetnecesario” constituyó una agregación masiva de usuarios que se oponían a la propuesta de un impuesto al uso del internet. Presionaron de manera tan eficaz a los legisladores que el Poder Legislativo acabó descartando la iniciativa. O el movimiento del voto nulo que obtuvo el trece por ciento de la votación en Morelia, doce por ciento en Puebla y once por ciento en el Distrito Federal. Las propuestas de reforma política puestas sobre la mesa desde entonces surgen en parte como reacción a ese movimiento. El Twitter puede ser usado de manera estratégica como herramienta reactiva contra políticas públicas, como medio de expresión y solidaridad, como ventana para revelar temas que no aparecen en la discusión de los medios convencionales, como instrumento de información y movilización, y como punto focal para agregar preferencias en torno a una política pública.

Cualquier persona, armada con una computadora y acceso a internet puede informar e influenciar a miles de mexicanos. El efecto acumulativo de cada una de nuestras acciones puede tener y ya tiene un gran impacto. Usaré Twitter para organizar a miles de usuarios mexicanos para protestar en contra de algún impuesto o convencer al Senado de una iniciativa o llamar la atención de los medios nacionales e internacionales sobre un tema que debería estar en la agenda pública del país. Usaré cotidianamente las nuevas tecnologías de información y comunicación para ampliar mis derechos y ejercerlos.

A partir de hoy reconoceré que me toca dar algo de vuelta al país en el cual nací. Ya sea un poco de mi tiempo, algo de mi dinero, una porción de mi talento, una dosis de mi energía. Me comprometeré a ayudar a una organización cívica y donaré cierto número de horas a la semana. Reclutaré a mi familia, a mis amigos, a mis colegas para que participen en una causa. Iré a una marcha. Circularé una petición para reducir el financiamiento a los partidos por internet, o apoyaré a una
ONG
que promueva los derechos humanos, o escribiré una carta al editor de mi periódico para denunciar alguna arbitrariedad, o seré voluntario en un albergue de mujeres que han sido víctimas de la violencia doméstica, o armaré una marcha a favor de la reforma educativa integral, o solicitaré información sobre el desempeño de alguna entidad pública usando la Ley Federal de Acceso a la Información, o ayudaré a los padres de la Guardería
ABC
organizados en el “Movimiento 5 de junio”, o serviré a mi comunidad de cualquier manera. Porque si con mis acciones altero —aunque sea por un milímetro— la realidad de mi país, habrá sido un buen día. Y un buen comienzo.

Juicio ciudadano del caso de la Guardería
ABC
.

EPÍLOGO

Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto? Sí. Habrá el canto de los tiempos oscuros
.

B
ERTOLT
B
RECHT

Prefiero prender una vela que maldecir en la oscuridad

E
LEANOR
R
OOSEVELT

Días de cinismo. Días de desasosiego. Días de desconsuelo. Días de sentir, como lo escribiera Shakespeare en
Enrique VI
, que sopla un mal viento que a nadie beneficia. Así se siente vivir en México actualmente. Así se siente contemplar la violencia y a los violentos, los asesinatos y a los asesinados, el resurgimiento del
PRI
y al encopetado que lo encabeza. La atmósfera prevaleciente es escéptica, dura, socarrona o incluso resignada. Y usted, lector o lectora, se preguntará si tiene algún sentido hablar desde ese músculo terco que es el corazón y mantener la esperanza cuando muchos han intercambiado el optimismo por la amargura, el ánimo por la desesperación, la fe por el pesado fardo de la desesperanza. Parecería que una densa neblina de miedo e incertidumbre se ha posado sobre el país y hace difícil distinguir el blanco del negro, el bien del mal, lo correcto de aquello que no lo es.

De allí la importancia, advertida por Boris Pasternak, de retomar nuestros deberes ante el infortunio: creer y actuar. De reflexionar aunque sólo sea un momento en las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las palabras que capturan mis creencias más fundamentales? ¿Puedo nombrar un principio que guía mi vida? ¿Cuál es la verdad descubierta que me sigue alentando? Si me preguntara “¿en qué creo?”, ¿cuál sería mi respuesta? Planteo estas interrogantes con la idea —como lo hizo National Public Radio en Estados Unidos— de reunir ideas para escribir una especie de himno nacional, una celebración de la multiplicidad, una cartografía de nuestras convicciones colectivas, una carta de amor al país que llevamos debajo de la piel. Una forma de trascender lo que nos divide para recolectar aquello que nos une a pesar de las preferencias políticas, los prejuicios, el género, la edad, el camino andado.

Se trata de decir yo creo en México. Creo en la poesía de Efraín Huerta; en el poema de José Emilio Pacheco, “Alta traición”. En los hombres del alba y las mil voces descompuestas por el frío y el hambre. Creo en el país bello como camelia y triste como lágrima. En la ronca miseria y la gris melancolía. Amplio, rojizo, cariñoso, país mío. Lugar de ríos y lagos y campos enfermos de amapolas y montañas erizadas de espinas. Yo pienso en el futuro nuestro, en la espiga, en el grano de trigo, en el ancho corazón mexicano de piedra y aire. Nuestro gran país, un criadero de claras fortalezas. País duradero entre penas y esperanzas carcomidas, gracias a esos mexicanos de alto cielo con vida que nos dan luz y sustento. Mexicanos que son acero y alma y alimento diario.

Yo creo en el patriotismo, en la justicia social, en la creatividad, en la participación, en el servicio, en los derechos individuales, en lo que mira más allá de las fronteras de los hombres varados, cínicos, fríos, con ojos de tezontle y granito. Yo creo en el amplio país donde caben los homosexuales y los católicos y las madres solteras y los rezos privados y la laicidad pública y los que creen en Dios y los que dudan de su existencia. A ratos, triste país donde la cobardía y el crimen son pan diario y a pesar de eso lo quiero. México negro, colérico, cruel y a las vez tibio, dulce, valiente porque en sus calles viven hombres y mujeres de buena voluntad.

Yo creo en México. En el país de rosas o geranios, claveles o palomas, manos o pies, panistas o perredistas, derechas o izquierdas, saludos de victoria o puños retadores. Porque el Corán enseña que Dios nos creó de una pareja única y nos moldeó en naciones y tribus para que pudiéramos conocernos, no para que pudiéramos odiarnos. Porque debajo de los ojos de fuego y los chorros de insultos y la brutal tarea de pisar mariposas y sombras y cadáveres, hay lo que nos pertenece. Lo que vierte alegría y hace florecer júbilos. Las limpias decisiones de tantos mexicanos que saltan, paralizando el ruido mediocre de las calles, dando voces de alerta. De esperanza. De progreso. Voces para pelear contra el miedo, contra la corrupción, contra la impunidad, contra el abuso, contra el ejercicio arbitrario del poder, contra el río de fatigas.

Te declaro mi amor, magnífico país. Ojalá otros, muchos, lo hagan también. Lancen al aire o plasmen en una hoja de papel o envíen a
[email protected]
aquello que aprecian de México. Esta patria, vidrio molido, patria navaja, patria rabiosa, patria melancólica, patria abandonada. Pero patria al fin. A ti te mando un corazón derretido, un torpe arrebato de ternura, una lámpara tenue frente a mis ojos, unas ganas inefables de seguir luchando afanosamente para que el alba sea alba y México pueda ser lo que me imagino.

Es cierto, durante los últimos tiempos a los mexicanos nos ha ido francamente mal. Crisis, epidemias, matanzas y catástrofes. Penurias económicas y angustias morales. Un presente hostil, un pasado en fuga y un futuro por demás incierto. Nuestra gran reserva moral, la alegría y el entusiasmo parecen estar a punto de agotarse. La patria camina triste, desencantada concentrada en rabia, en palabras de Germán Dehesa, “como con aire de esposa que descubre que su marido ideal tiene otras ocho familias, es pederasta y se excita torturando borregos”. Pero es en este mínimo jardín donde hay que dar la batalla para que México renazca y se sacuda, como perro recién bañado, de tanto parásito que le ha quitado su sustancia, su ánima y su estilo. Es tiempo de cultivar nuestro jardín.

Hoy toca, como diría Germán, pedir la paz. No cualquiera. No queremos la paz de los sepulcros. No queremos la paz octaviana. No queremos la paz de los que se someten ante las amenazas o la abierta violencia. Tampoco queremos la perversa paz de antes, nutrida en la ignorancia, la colusión, la postración y la connivencia con las abusivas autoridades y los no menos horrendos dinosaurios priístas. Queremos una paz nuevecita, lustrosa, respetuosa, que se funde en los derechos y en la palabra, y que con ellas inaugure un horizonte, aunque sea lejano pero asequible, de equidad y justicia para todos.

Hoy toca ofrecer el patriotismo. No del gritón, no del bravucón; hablo del otro; del que nace de reconocer que se pertenece a un lugar y a una historia que desde el pasado proyectan una luz que edifica un futuro. Si alguien carece de ese patriotismo y piensa que la violencia del país no le incumbe, o que es una coyuntura propicia para sus muy personales designios, o proyectos, o berrinches, o aspiraciones presidenciales, pobre México que ha naturalizado seres así. Con o sin estos seres saldremos adelante. Agradecimientos hay muchos: la luz en el Zócalo al amanecer, los volcanes festonados de neblina, tanta buena voluntad y buena inteligencia, tantos seres tan nítidos, tan trabajadores, tan comprometidos. Con seres así, podremos equilibrar presencias tan equívocas como las de “La Barbie” y “El Azul” y “El Chapo” y el “Gel boy” y “La Maestra” y la incertidumbre y la flojera y el miedo y la resignación.

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